"Amigos
oenemigos...¿De quesirvensialfinalquedassoloynohaynadaquepuedas hacer?Poreso... Noteaconsejoquererdeverdadporquealfinalteabandonanenelpeordelosmomentos"Llego al mismo lugar de siempre, el único sitio donde siento que realmente puedo desconectarme del mundo. Antes de acomodarme, saco mi teléfono y cambio la música a algo más intenso: Darkside, Who Am I, Tomboy, Control… canciones con las que, de una forma u otra, a veces me identifico.
Camino con paso tranquilo hasta un gran árbol que ya considero mío. Me siento bajo su sombra, dejando mi bolso a un lado. Extraigo mi teléfono de él, más que nada para tener la hora a la vista, y luego me acomodo, cerrando los ojos. La brisa de la mañana/tarde acaricia mi piel, un contraste perfecto con la melodía que llena mis oídos. Es en momentos como este cuando disfruto la soledad más que nunca.
Después de un rato en paz, un cosquilleo en mi nariz interrumpe mi tranquilidad. Arrugo la frente, casi segura de que es Erick. Era algo que solía hacer cuando estábamos juntos. Ignoro la sensación, pero el cosquilleo se repite, esta vez en mi mejilla.
—Erick, deja de hacer eso —murmuro sin abrir los ojos—. Confórmate con la salida de más tarde.
El cosquilleo regresa, ahora recorriendo mi frente y deslizándose hasta la punta de mi nariz.
—¡Deja! —grito molesta, abriendo los ojos de golpe.
En lugar de encontrarme con Erick, me topo con otra persona. Frente a mí, sentado en forma de mariposa, hay un chico con una leve sonrisa en los labios. Sostiene una pequeña rosa en su mano y me la extiende.
—Hola —dice con voz tranquila.
Lo fulmino con la mirada.
—Puberto… ¿qué haces aquí? —pregunto irritada—. ¿No puedes dejarme sola ni un segundo?
Él ignora mi tono molesto y acerca su mano a mi rostro. Desliza sus dedos lentamente por mi mejilla, su tacto es cálido y… extrañamente agradable. No borra la sonrisa de su rostro mientras con delicadeza quita uno de mis auriculares. Frunzo aún más el ceño cuando lo sostiene con su otra mano y se lo coloca en su oído. Me extiende la rosa de nuevo.
—¿Qué? —digo elevando una ceja. Suspiro y le pongo pausa a la música, silenciando ambos auriculares.
—La flor es para ti —responde con naturalidad, sacándose el auricular—. Y debo decir que tienes muy buen gusto musical.
Si fuera una "chica normal", probablemente me sonrojaría como cualquier otra joven hormonal. Pero no lo soy. Me levanto, tomando el auricular de su mano mientras dejo la otra (la que sostiene la flor) en el aire. Si la tomara, probablemente la arrojaría al suelo o la tiraría a la basura… y, siendo honestos, es demasiado bonita para un destino tan cruel.
—Gracias, pero no gracias —respondo fríamente, colocándome nuevamente el auricular. Desvío la mirada a la flor que sigue extendiéndome—. Dásela a otra, a alguien con quien realmente puedas tener el polvo que buscas.
El chico eleva ambas cejas con sorpresa. Luego, tras unos segundos, una sonrisa divertida se dibuja en su rostro. Se pone de pie y, sin previo aviso, toma mi mano, colocando en ella la flor.
—No quiero ningún "buen polvo", como dices —dice sin soltar mi mano—. Primero, no es necesario que siempre estés a la defensiva…
Alzo una ceja, sin creerle.
—Segundo —continúa—, es lo último que buscaría en este lugar. Todas son muy fáciles y, la verdad, no quiero nada de eso.
Lo miro fijamente, tratando de leer sus intenciones.
—Y tercero… estoy aquí porque quiero ser tu amigo. Me agradas. Eres única y eso es motivo suficiente para acercarme a ti.
Ahora sí que lo miro como si estuviera diciendo la mayor tontería del mundo.
—Verte tan tranquila me impulsó a acercarme a t…
Lo interrumpo antes de que siga con su discurso sacado de una novela o libro de romance.
—Gracias por la flor —digo con simpleza, separando nuestras manos—. Y bueno… lo del polvo es lo que pareciera que buscas. No estoy a la defensiva, así soy.
Me observa con intensidad, pero no digo nada más.
—Y dudo que alguna vez logres sacarme una risa, ni siquiera una de burla.
En ese momento, mi teléfono vibra. Le están llamando. Aprovecho la distracción para alejarme, sacando mi auricular derecho porque el Bluetooth se ha desconectado.
—¿Halo? —respondo mientras camino sin mirar atrás.
Sigo escuchando atentamente a la persona del otro lado de la llamada.
—¿A quién?
Miro la flor roja en mi mano sin darme cuenta.
—Está bien. Tres días y estará resuelto.
Cuelgo sin más y me dirijo al salón.
Al entrar, guardo el teléfono y los auriculares en mi bolso. Al levantar la mirada, me encuentro con una escena que, aunque me esfuerzo en ignorar, me revuelve el estómago.
Erick está acorralado contra la pared por Clara, la misma zorra con la que me engañó.
—Dale, no me digas que no lo disfrutaste tanto como yo —susurra ella, colgándose de su cuello como si no existiera el concepto de dignidad.
Él no se ha dado cuenta de mi presencia, pero yo me detengo a observar.
—No —dice firme, su voz cargada de convicción—. Solo fue una maldita borrachera que arruinó mi relación de casi dos años con la única chica que he amado.
Me paralizo al escuchar sus palabras. No esperaba algo así.
—Además de tres años conquistándola y cuatro meses pidiéndole de mil formas que fuera mi novia…
Lo miro de reojo. Es cierto. No se la puse fácil.
—Por andar jugando donde no debía, eché a perder lo único bueno que tenía en mi vida.
Sus palabras resuenan en mi cabeza.
—Así que entiéndelo de una buena vez, Clara. ¡No me volveré a enredar contigo!.
Empuja a la chica con fuerza, haciendo que caiga de culo al suelo.
Y en ese instante, una risa macabra y burlona se escapa de mis labios.
Clara, roja de furia y con lágrimas en los ojos, se incorpora como si fuera a decir algo, pero la escena es demasiado buena para ser arruinada.
—¿Qué parte del "no" no entiendes? ¿La "n" o la "o"?
Él usa mi frase.
Sonrío con burla mientras camino como si nada, encendiendo mi música y subiendo el volumen al máximo.
Erick me ve y, como siempre, sonríe al verme.
—Hola, Valery —dice emocionado.
Abro los ojos y lo miro con indiferencia antes de posar mi vista en Clara, aún en el suelo, llorando.
—¿Hola? —me quito los auriculares, dejandolos en la palma de mi mano y los hago sonar con un movimiento impaciente—. ¿Interrumpo? —digo, casi sin interés, mientras camino hacia Erick. Mi voz es baja y calculada.Él no parece sorprenderse, pero aún así se acerca más y, sin previo aviso, besa mi mejilla con la misma familiaridad de siempre.—¿Qué mosco te picó? —suelto con sarcasmo, frunciendo un poco el ceño, pero sin desviar la mirada.El susurro del murmullo entre los estudiantes en el aula se hace más fuerte, y noto a Clara aún tirada en el suelo, sin mover un dedo, como si el mundo no fuera más que una obra para ella.—¿Y a ti? ¿Qué terremoto te tumbó que aún no te levantas? —mi tono es casi burlón, y no puedo evitar sonreír para mis adentros.Erick se endereza, como si una chispa le hubiera saltado de pronto, y me fulmina con la mirada. Me quedo impasible, apenas alzando una ceja.—¿Qué? —pregunto, con total indiferencia.No necesito esperar a que me conteste. En un abrir y cerrar
"De que le sirve tenerlo todo si le faltas tu"Ha estado siguiéndome, y trato de no ser grosera, de no decirle todo lo que realmente quiero decirle. Me conozco y sé que no solo le diría lo que tengo en la cabeza, sino que también descargaría todo el enojo que aún siento, ese enojo que me consume por dentro. Y sé que lo único que lograría sería desquitarme a golpes. Como antes.Pronto saldremos de clases, y aunque había jurado que no regresaría a las carreras de motos, la adrenalina me ayuda a relajarme, a calmarme, y sobre todo, a evitar que le parta la cara al primer imbécil que se cruce en mi camino.Suspiro pesadamente. Ha estado hablando todo el maldito camino, y mis ganas de no decirle nada se están desmoronando.—Entonces, ¿por qué te pusiste así? —sigue hablando sin parar.Apreté mis puños, buscando la manera de no gritarle.—La verdad no creo que haya sido por nada —insiste, sin entender que ya me estaba agotando.—¡Por Satán, callate de una maldita vez! —grito, deteniéndome en
Cierro el carro con un ligero golpe de la puerta y me dirijo hacia el garaje para estacionarlo, antes de sacar la moto y salir en busca de lo que me espera. El sonido del motor se apaga lentamente, pero dentro de mí sigue retumbando la vibración de la adrenalina que ya siento en el cuerpo. Al entrar a mi casa, el silencio me recibe como siempre. Vivo sola, y aunque a veces el vacío parece abrazarme con fuerza, me he acostumbrado. La soledad me permite estar conmigo misma, sin preguntas ni expectativas. El lugar está en orden, cada cosa en su lugar, tal como me gusta. Camino directo a mi cuarto, sin detenerme, mientras mis pensamientos empiezan a correr tan rápido como mi corazón.Al llegar a mi cuarto, lo primero que hago es sacar la flor del bolso. La observo un instante; la delicadeza de la flor intacta contrasta con la crudeza del mundo exterior, el mismo que me está esperando. No la guardo por sentimentalismo, más bien por costumbre. La pongo sobre la mesa de noche, sin darle más i
Me dirijo hacia uno de los lugares vacíos cerca de la línea de salida de la carrera. El ambiente está cargado de expectativas y la adrenalina comienza a recorrer mi cuerpo. Me quito el casco y sacudo el cabello, dejándolo caer de un lado a otro antes de pasármelo con la mano para que se acomode. Dejo el casco sobre la moto después de bajarme de ella, y me acerco a Xavier, quien está con Marina, su novia y también encargada de dar la salida a los corredores en la línea de salida y meta. Saco un fajo de dinero del bolso y me acerco a pagar mi primera carrera.—Hola —me saluda Xavier al verme. Se nota que ya ha comenzado a acomodarse en su rol, pero aún mantiene esa actitud relajada. —¿Te apuntas en la primera de la noche? —pregunta, viendo cómo saco el dinero y asiento.—¿Cuánto es? —le pregunto, mientras sigo mirando las apuestas y la gente que se empieza a juntar.—Son 20 mil —responde—. La verdad es que la apuesta está más alta ahora...Aparto la cantidad del fajo que necesito y se l
El golpe lo derriba de inmediato. Su cuerpo cae pesadamente junto a su moto, y por un segundo me quedo ahí, observándolo. No porque me preocupe si está bien, sino porque quiero asegurarme de que entienda lo que hizo.Pero no es suficiente. No después de lo que intentó.Aunque morir no es algo que me preocupe realmente.Lo agarro del brazo y lo arrastro lejos de la moto sin ningún cuidado. Apenas tiene tiempo de recomponerse cuando le suelto una patada en el estómago.—¿Querías matarme? —escupo las palabras con rabia, viendo cómo se retuerce en el suelo, luchando por recuperar el aire.El cabrón jadea, intentando decir algo, pero no me interesa escuchar excusas. Mi corazón sigue latiendo con fuerza, la adrenalina sigue en mi sistema y todo en mí me pide seguir golpeándolo hasta que entienda lo que pudo haber causado. Si no fuera por mis reflejos, podría haberme estrellado contra el pavimento a toda velocidad. Podría estar muerta. De nuevo.—¡Valery!La voz de Xavier irrumpe en la escena
"El amor y el dolor son cartas con la misma fecha de entrega"Dos meses.Dos malditos meses ha estado jodiéndome.¿Es en serio? ¿No tiene nada mejor que hacer?Estoy cansada. No, harta. Desde que este puberto apareció en mi vida, no he tenido un solo respiro. Es como una sombra pegajosa que se aferra a mí sin importar cuánto intente deshacerme de él.—Y así fue como le dije a mi abuela que no quería a la chica que me metía hasta por donde no entra la luz —concluye su historia con tono divertido.Fuerzo una sonrisa, pero no estoy escuchando. En realidad, no he estado escuchando nada de lo que ha dicho en los últimos minutos. Ya sé cómo funciona esto: él habla, yo finjo que lo escucho y él sigue hablándome como si nada.Ha estado siguiéndome de un lado a otro durante dos meses.¿Y por qué no lo corro? Oh, ya lo intenté. De todas las maneras posibles.Lo ignoré. Lo insulté. Lo amenacé. Hasta le dije que me dejaría llevar por la violencia si seguía persiguiéndome.Pero nada.El cabrón sigu
La noche late con vida.El rugido de los motores, las luces de los autos modificados y la mezcla embriagadora de adrenalina con olor a gasolina me envuelven. Este es mi mundo. El lugar donde el asfalto se convierte en mi trono y la velocidad en mi mayor arma.Estaciono junto a Xavier, apago la moto con un movimiento mecánico y me quito el casco. El aire nocturno acaricia mi rostro, y sacudo un poco mi cabello mientras clavo la mirada en mi amigo.—Hola, Valery —me saluda con esa sonrisa de complicidad que siempre lleva cuando algo interesante está por suceder.—Hola —respondo, cruzándome de brazos—. ¿Contra quién corro? Espero que valga la pena.Siempre lo hace. Desde que pisé este mundo, no ha habido una sola carrera que no haya sido un reto, pero ahora… ahora hay una pequeña diferencia. No estoy aquí solo para correr. Estoy aquí para reclamar lo que es mío.Xavier suelta una risa breve antes de responder.—Oh, créeme, lo vale. Es el que ha estado en primer lugar desde que te retirast
Estoy en la línea de salida, el motor de mi moto vibrando debajo de mí, la adrenalina recorriéndome las venas. Esta vez no me voy a contener.Aprieto el manillar con fuerza, sintiendo la textura del cuero bajo mis guantes. Marina se coloca en el centro con el típico pañuelo blanco entre las manos. Lo levanta en el aire, dándonos los últimos segundos antes de que todo inicie.El ruso está a mi lado, su moto rugiendo impaciente. Puedo sentir su mirada de reojo, probablemente preguntándose si la fama de "La Reina" es solo un mito.Le demostraré que no lo es.El pañuelo baja.Suelto el freno de golpe y acelero con toda mi fuerza. La velocidad es mi aliada. El aire golpea contra mi cuerpo, la vibración del motor se fusiona con la euforia de la carrera.—Comerás polvo, ruso —murmuro con una sonrisa torcida mientras lo dejo atrás.Siento cada curva, cada recta, cada leve inclinación del terreno. La pista es una extensión de mi cuerpo. Mis reflejos están afilados, mis movimientos precisos. La