Capítulo 38

—¿Acaso no estabas enfadado conmigo, Damián?— quiso saber mientras amohinaba los labios y fruncía el entrecejo.

Él la observó en silencio un momento, sin dejar de sonreír. Aunque esa sonrisa tenía más de burla que de complicidad. Pero, tampoco era burla lo que sentía. Por el contrario, solo le divertía ver las grandes ironías que ella le mostraba.

«¿Tan poco tiempo que nos conocemos y ya se ha dado cuenta cómo soy? En todo caso ¿Por qué no me ofende que así sea?»

Observó para luego encogerse de hombros y dejarse caer sobre la cama con la cabeza apoyada sobre sus brazos. Se dio la vuelta y estiró la mano para acariciarle la mejilla con la yema de su pulgar sintiendo la suavidad de su piel. Tan suave que ya comenzaba a antojar.

De vuelta, hasta él mismo se sorprendía cuánto lo podía provocar esa hermosa fragilidad. Tanto así que debía reconocer que los enfados, con ella, no le durarían más que unos escasos segundos.

—¿Le cuento
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