3 Dulce.

Dulce camino deprisa por los pasillos de la universidad, hasta que pudo divisar como Neri y su nueva amiga Lucero se subían al Chevrolet Camaro ZL1 convertible negro noche que poseía el ruso, se vio en un pequeño dilema, ya que ella viajaba con Hades o alguno de sus primos, mientras se decidía porque automóvil adquirir, no le había dado mayor importancia al tema, pero ahora se arrepentía, pero, aun así, tomo coraje.

— ¡Lucero! — grito a todo pulmón, sin importarle mucho lo que pensaran las personas que se encontraban yendo y viniendo por todo el lugar.

Pudo ver como su amiga quedaba de pie al lado del vehículo y parecía que estaba discutiendo con el ruso, por lo que se apresuró a llegar con ella.

— Disculpa, disculpen los dos. — dijo casi sin aire, apoyando sus manos en las rodillas.

— ¿De qué hablas? — pregunto confundida Lucero.

— Lo de la cafetería, me siento culpable y avergonzada por lo que dijo mi prima y hermano, no sé porque defendieron a esa tipa. — explico haciendo una mueca cómica con su rostro y Neri se dio cuenta que ella no era como los demás.

— No te preocupes, no tenían porqué defenderme. — respondió Lucero mientras sonreía, su amiga cada vez le agradaba más.

— Bien, si estamos en paz, ¿puedo ir con ustedes? — Neri clavo sus ojos azules en Lucero mientras negaba con la cabeza, Dulce se dio cuenta.

— Que malo eres ruso, no los pienso molestar, es más veré a otro lado cuando se besen. — Neizan no pudo evitar reír, por las ocurrencias de la niña, aunque era de esperar que todos creyeran que tenían algo, ya que Neizan siempre estaba solo.

¿Quién era Dulce Ángel? El orgullo más grande de su padre y su mayor decepción, a quien amaba incondicionalmente, pero evitaba verla a como diera lugar, la joven que trataba a sus tíos como padres y a sus padres como tíos. Dulce Ángel tenía un alma aún más pura que su tía Candy, la verdadera bondad personificada, jamás se enojaba, jamás quiso tocar un arma y menos aprender a luchar, en cambio, era cariñosa, tierna, cada vez que la joven abrazaba a su padre en un acto de amor, Matt temblaba, el ángel de la muerte temía a si sea tocar a su hija, creía que podría manchas su esencia tan pura con toda la sangre que había en sus manos.

Dulce Ángel era la mejor y única amiga que tenía Zafiro, más que primas eran hermanas, con una diferencia de un año, Zafiro que era mayor actuaba como guarda espaldas de su prima, jamás dejo que nadie la moleste o lastime, parecía ser la sucesora de Candy, Dulce obligaba a que la quisieran, mientras su hermano y su prima tenían una actitud desafiante y peligrosa así como Eros era calma pura, Dulce era amor, muchos  creían que lo que los niños habían pasado cuando tenían 7, 6 y 5 años los había cambiado de por vida.

Cuando esos hombres que estaban tras el ángel de la muerte y su sucesor, quien en ese momento no era otro que Matt y Hades los encontraron en el bosque muchas cosas pasaron hasta que Candy llego a rescatarlos, Eros coloco a Dulce tras de él, si alguien seria herido o resultaba muerto seria él, no su prima quien temblaba y se aferraba a su espalda, era su deber, es la esencia de Eros, proteger a quienes quiere, mientras Hades y Zafiro estaban uno al lado del otro, tomados de la mano, como si no le temieran ni a la misma muerte.

Cuando los asesinos dieron con ellos, tanto Hades como Zafiro lucharon, siendo apenas dos pequeños, mientras Eros ocultaba aún más a Dulce dentro de un tronco y salía a hacer lo mismo que había hecho su madre, despistar a los hombres, llevarlos lejos de donde se encontraba su prima, pero todo fue inútil y cuando tenían sometidos a los tres niños, Dulce salió, con su rostro cubierto en lágrimas.

— Por favor, no los golpeen más, por favor, yo me iré con ustedes.

Era la más pequeña, la más buena, la más obediente y ese día demostró ser la más valiente, porque sabía que si se iba con esos hombres moriría. Por suerte de todos Candy los encontró y mato a cada uno de esos hombres, aun así, Dulce jamás tomo las clases de auto defensa que su padre y tíos querían.

— Sube Ángel, aunque sé que me arrepentiré. — termino diciendo Neri, y es que él y Hades eran enemigos jurados.

— Dulce, mi nombre es Dulce. — dijo mientras subía junto con Lucero.

— Bien Dulce, mi nombre es Neri, pero eso ya lo sabes ¿verdad? — dijo mientras la miraba por el espejo retrovisor, estaba seguro de que su hermano le había hablado de él, y lo más probable que no fuera nada bueno.

— Como no saberlo si mi prima está enamorada de ti. — Lucero no pudo evitar carcajearse al ver el rostro rojo de Neizan y al ruso su respuesta lo tomo con la guardia baja.

— Pero eso tú ya lo sabes. — dijo de forma acusadora la pelinegra, los ojos azules de Neri lo delataban.

— Tu prima no me interesa en lo más mínimo. — mentía y ambas se dieron cuenta, lo que no entendían era por qué.

No tardaron mucho en llegar al bar que estaba en los límites del pequeño bosque que se encontraba en la ciudad, Dulce se sentía en otra dimensión, Hades y Zafiro eran sumamente protectores con ella, por lo que en pocas ocasiones había podido disfrutar de ir a un lugar como ese, aun mejor se veía peligroso, las personas en su interior estaban bebiendo a pesar de ser aun temprano.

— Lucerito de mis ojos, hasta que te presentas o eres un espejis…— Tiago quedo mudo al momento que vio el bello rostro de Dulce, sus ojos parecían dos manantiales, su piel de un color crema exquisito y su larga cabellera negra como la noche enmarcaba su rostro, dando la sensación de estar ante una ilusión, una bella ilusión.

— Bienvenida blanca Nieves. — dijo de forma coqueta olvidándose por completo de molestar a Lucero o saludar a Neri.

— ¿Acaso es la cabaña de los 7 enanitos? — rebatió mostrando una sonrisa coqueta y siguiendo el juego del moreno.

— No princesa, acabas de llegar a tu castillo y aquí está tu rey esperando por ti. — Dulce no sabía cómo contestar a semejante cosa y sus nuevos amigos no tardaron en reír.

— No lo tomes en serio, ven deja que te presente a este loco. — dijo Lucero tomando la mano de la joven.

— Dulce, Tiago, Tiago te presentó a una nueva integrante de los marginados. – y en el momento que la joven Bach dijo aquello Tiago la observo con un poco de pena.

— Te dije que si te unías a Neri te quedarías sola. – dijo con burla el moreno.

— Eso lo conseguí yo misma, ya todos saben que soy la niña Bach. — dijo haciendo un mohín con su rostro, como si su apellido pesara un mundo en sus hombros

— Mmm, entiendo, en ese caso más que marginados somos los intocables. — respondió de forma divertida mostrando su blanca sonrisa y asiendo suspirar a Dulce.

— ¿Intocables? — pregunto Neri sumándose a la locura de sus ahora tres amigos.

— Tu eres el vidente, nadie en sus cinco sentidos te tocaría, la lady a tu lado es la princesa Bach, por favor nadie la mirara ni para intimidarla, yo obviamente soy el peor y más temido de todos, llevo este lugar sin problema y me deshago de cualquier busca pleito y blanca nieves... — Tiago miro los ojos celestes de Dulce y esta le sonrió con amabilidad y divertida por sus ocurrencias.

— A ella no la molestara nadie, a no ser que quieran morir. — Neri llevo su mano a la frente llamando la atención de su amigo.

— Acabó de ver que te meterás en un lio muy grande. — Neri quiso decirle en aquel momento cual era el apellido de Dulce, pero cuando vio como ambos jóvenes se sonreían, prefirió guardar silencio, aun sabiendo que se arrepentiría luego.

Esa tarde no solo la pasaron de maravilla olvidando el pequeño inconveniente de la cafetería, también se sorprendieron del rumbo que habían tomado las cosas entre Dulce y Tiago, quienes comenzaron a conocerse a través de bromas y de un momento a otro estaban matándose a besos.

Al anochecer se retiraron para descansar, aunque a Tiago aún le quedaba mucho trabajo por hacer en el bar, después de todo ser el dueño tiene sus costos, Neri llevo a Dulce hasta el edificio donde se alojaba y descubrieron que no era nada llamativo a comparación del de ellos, pero claro a diferencia del de ellos, los Zabet Ángel no necesitaban ningún tipo de vigilancia adicional, ellos eran asesinos en potencia, lo llevaban en la sangre, todos los sabían y es por eso que los respetaban y lo que provocaba que muchas personas quieran estar a su lado, solo para sacar algún tipo de provecho de su amistad, ser rico y poderoso tenía su precio a pagar y ese era no confiar en nadie.

Continuaron su camino hasta el edificio donde vivían, mientras que Lucero bajo del vehículo, Neri quiso hacer lo mismo, pero de pronto se vio en el suelo, con un Hades furioso sobre su espalda doblando su mano y dejando el rostro blanco del ruso recibir el frio de la acera.

— ¿Dónde está mi hermanita Neizan? — siseo mientras su sangre hervía.

— ¿Qué rayos te pasa? Déjalo. — grito Lucero llegando a su lado y empujando al pelinegro, para así liberar a Neri.

— ¿Estás bien? — dijo con preocupación la castaña.

— No te preocupes princesa. — respondió a la joven, pero sus ojos atravesaron a Hades.

— Dejamos a Dulce en su edificio. — casi grito la joven Bach con cierto desprecio al pelinegro y Hades se arrepintió de actuar así en su presencia, realmente le gustaba la joven.

— Lo lamento, creí que estaba en problemas. — trato de justificarse y antes que el ruso dijera algo la joven volvió a hablar.

— No, temiste que Neri le hiciera algo, no necesitas mentir, no sé qué problema tengas con mi amigo Ángel, pero te diré algo, ni él ni yo lastimaríamos a nuestra amiga y Dulce es eso, nuestra amiga, y te advirtió deja de molestarnos, serás el hijo del ángel de la muerte, pero yo soy una Bach, no quieras conocerme enojada.

Neizan jamás había sido defendido por nadie, menos por una mujer, se sintió raro, pero bien, ella era una amiga fiel, mientras Hades quería darse golpes por ser tan estúpido, su plan de conquista había terminado antes de comenzar.

Al llegar cada uno se fue a su hogar, grande fue la sorpresa de Lucero cuando al entrar a su dormitorio encontró a Zafiro sentada en el centro de la cama con las piernas cruzada, en su mirada una advertencia y una promesa.

— Tú y yo hablaremos. — dijo en un susurro tenebroso la rubia con rostro de asesina.

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