5 Juntos.

Dulce no podía dormir, solamente miraba el techo y en el veía reflejado el rostro de Tiago, su piel bronceada contrastaba de buena manera cuando se tomaron de las manos, eran como el día y la anoche, pero no solo su piel, Dulce era buena pero no tonta, sabía que aquel joven escondía algo, un brillo peculiar en sus ojos mieles le advertía que era peligroso, pero aun así cayo rápido bajo los embrujos de la sonrisa y voz del joven, aun ahora se encontraba tocando sus labios un poco hinchados por ser besados con tanto desenfreno y pensando en él, solo en él, Tiago Anderson había capturado el corazón de la más inocente de los Ángel.

La luz entro por la ventana y el primer pensamiento de la joven al despertar fue Tiago Anderson, se sentía estúpida y más niña que nunca, gracias a sus primos y hermano nadie jamás se había atrevido así se a rozar sus labios y ahora que por fin sabía lo que era un beso, se encontraba confundida, ¿solo era un beso? ¿Tendría la posibilidad de ser algo más? ¿Quería ser algo más de Tiago? La respuesta a la última pregunta era fácil, claro que quería, pero no sabía cómo.

— Tierra llamando a Dulce. – la voz burlona de Eros la regreso a la cocina de su departamento.

— ¿He? ¿Me hablabas? — Eros la observo y luego volteo a ver a Hades, quien la veía con preocupación.

— ¿En qué pensabas? ¿Dónde te llevo el ruso ayer? ¿A qué hora regresaste? — sí, Hades podía llegar a ser demasiado protector.

— Pensaba en uno, ¿cómo pueden ser tan idiotas? y arruinar la oportunidad de conocer a una excelente persona como Lucero, solo porque se habla con Neri, dos, “el ruso” y Lucero me llevaron a conocer los alrededores y nos divertimos un poco y tres, regrese temprano pero solo estaba Eros con… ¿Quién era la chica que gritaba tanto tu nombre anoche? — Eros fue víctima de su mayor defecto y vergüenza y es que el joven era sumamente reservado en algunas cosas y ante la mínima indagación a sus noches de sexo desenfrenado sus mejillas enrojecían, lo que para las chicas era tierno, para los amigos del mayor era el motivo de burlas.

— Dios pareces un tomate. — dijo mientras rompía a reinar a carcajadas Hades, pero Dulce consiguió lo que quería, que su hermano terminara con el interrogatorio.

— Perdón por eso pulga, no debías escuchar. — respondió el rubio mientras sus mejillas regresaban a su tono habitual y se reprendía mentalmente por la poca consideración que tuvo al llevar a su “amiga” al departamento, que compartía con sus primos y hermana.

— Buen día chicos. — Todos voltearon a ver a la rubia que acababa de entrar por la puerta principal vistiendo la misma ropa que el día anterior, un claro indicio de que no durmió en casa.

— ¡¿Dónde rayos estabas?! — Eros casi se infarta, paso toda la noche creyendo que su hermana estaba en su habitación.

— Por ahí. — respondió la rubia sirviéndose una taza de café, mientras caminaba rumbo a su habitación para arreglarse.

— ¡Ven aquí Zafiro y dime dónde demonios estabas! — grito lleno de coraje el mayor y la rubia volvió sobre sus pasos.

— A mí no me gritas hermanito, ni me cuidas que ya soy bastante mayorcita como para saber lo que hago, a mí no me manda nadie Eros... que no se te olvide. — esas palabras y la forma fría en que las pronuncio lo dejaron fuera de juego, Zafiro tenía carácter eso lo sabían todos, pero nunca había actuado así con él.

— Pero que… — antes que Eros pudiera decir algo más, la rubia lo interrumpió.

— Hoy Dulce y yo almorzaremos con una amiga, asique no nos esperen pueden ir con los idiotas de sus amigos. — Zafiro entro a su habitación sin preocupación alguna, había tomado su decisión, lucharía por Neri, el ruso seria suyo.

Dulce solo levanto sus hombros dando a entender que no tenía ni la menor idea de que era lo que sucedía, desconocía que su prima había pasado la noche con Lucero, pero si agradecía no tener que soportar a los amigos de sus primos, Max e Ian, había algo en los jóvenes que no le agradaba, Max parecía tatar de metérsele por los ojos a Zafiro mientras Ian trataba de llegar a ella mediante Hades, algo que la molestaba aún más, que la trataran como si ella no tuviera ni voz de ni voto ni nada.

Neri observaba de reojo a su amiga, había algo en sus ojos que le advertían que la joven Bach planeaba algo para el día de hoy, el vidente, así lo apodaban y era por una razón, Neizan tenía el don de leer a las personas, amigo y enemigos.

— ¿Qué ocurre? — Lucero aprendió a conocer al futuro mafioso en el tiempo que llevaban de amigos, el azul cobalto de Neizan brillaba cada vez que la observaba, el vidente olía que algo tramaba, la había descubierto.

— Lo mismo digo princesa ¿Qué has hecho de anoche a esta mañana? — Neri clavo sus ojos en ella y Lucero trago duro, ¿cómo le explicaría que paso toda la noche con Zafiro y que juro ayudarla a enamorar a su amigo?

— Neri… tú ya sabes que nunca tuve amigos… solo tú y ahora Tiago. — comenzó a explicar mientras jugaba con su desayuno, esa cara de niña inocente el ruso no la compraba, el aura de Lucero le mostraba que lo quería embaucar, pero no sabía cómo o por qué.

— Al igual que nosotros princesa, siempre estuve solo hasta que encontré a Tiago y luego a ti, ¿Cuál es el problema? — el ruso la miro confuso.

— Ahora también esta Dulce… — la mueca que hizo el ruso la dejo sin habla.

— No tengo problema con que sea tu amiga, pero no es la mía y menos de Tiago, lo que me recuerda que tengo que ir a hablar con ese idiota. — las palabras de su amigo la inquietaron, pero trato de mantener la calma.

— Dulce no es mala. — rebatió Lucero, pero eso Neri ya lo sabía, no era ella... eran los demás y entre ellos la rubia que ponía su mundo de cabeza.

— No claro que no, ella no es el problema, lo soy yo, los Neizan en realidad. — contra aquello Lucero no tenía nada que decir.

— Tu no quieres a Dulce cerca… porque te recuerda lo lejos que estas de Zafiro. — Neri se trapico con el café, Lucero había dado en el clavo.

— No estoy lejos de Zafiro, la quiero lejos mío que es otra cosa y teniendo a Dulce con nosotros no lo voy a conseguir, ella tomará eso como una invitación y querrá…

— Ellas almorzaran con nosotros hoy. — el cubierto de Neizan se estampo contra el plato de frutas con molestia.

— ¿A qué m****a estás jugando Lucero? ¿Piensas que porque me conoces hace meses sabes que es lo mejor para mí? ¿O ya estas tomando el lugar de tu madre y piensas que el mundo gira a tu alrededor? Serás una Bach, pero yo soy Neizan, a mí nadie me impone nada. — los amigos discutían en ocasiones y en otras se lastimaban, así se forjan las verdaderas amistades, Lucero podía ver como Neri y Zafiro eran iguales de testarudos y orgullosos, eso no era bueno.

— Te equivocas Neri, te hablo como tu amiga, veo el amor en tus ojos cuando la nombras, también sé que no compartes los ideales de tu familia y me duele que tengas que renunciar al amor para tener un lugar en la mesa de los Neizan, pero eso no te da derecho a desquitarte conmigo, soy una Bach, algún día ocupare el lugar de mi madre y dirigiré a mi familia es verdad, pero nunca impondré mi voluntad y menos a la gente que aprecio. Nos vemos luego Neri y solo para que te quede claro, hoy almorzare con ellas es tu decisión si nos acompañas o no, recuerda que eres libre Neri Neizan y eso no lo puede cambiar ni tu familia. — Lucero salió de la cafetería con toda la elegancia que la caracterizaba, sin saber que alguien le seguía los pasos.

Como cada día desde que comenzó la universidad Dulce y Lucero pasaron juntas las clases, mientras Zafiro y Neizan coincidían en la última hora antes del almuerzo, el ruso se dedicaba a observar la rubia cabellera de su gran amor a la distancia, se conformaba con ello, ya lo tenía asumido Zafiro nunca seria suya.

— Hola hermosa. — la voz de Max provoco que Zafiro levantara la vista de sus apuntes, mientras Neri que estaba dos filas detrás observaba atentamente su intercambio de palabras.

— Max. — se limitó a responder mientras levantaba una ceja, el joven en cuestión no estaba nada mal a la vista, era alto rubio, ojos celestes, un alemán muy deseable, pero para Zafiro solo existía Neri.

— Vi esto en la joyería y recordé tus ojos. — el joven abrió una pequeña caja de terciopelo y dejo a la vista un colgante de plata con un zafiro en forma de gota en él, levantando así los suspiros de todas las chicas que observaban con envidia, la joven Zabet levantaba suspiros por donde pasara.

— Es muy linda, pero no la quiero. — Max apretó la mandíbula ante su desprecio, cualquiera diría que la joven era desagradable, aunque para los que realmente la conocían sabían que ella era frontal, con Zafiro era blanco o negro, no había grises.

— Zafiro, ¿acaso no te enseñaron a agradecer y aceptar un maldito presente? — el primogénito de Schneider, gran empresario alemán no aceptaba un no por respuesta y Zafiro se lo estaba dando hacía meses.

— Pues… a mí me enseñaron a hacer mi puta voluntad, Max Schneider, tu presente dáselo a otra que lo aprecie, si querías impresionarme te equivocaste, recuerda que soy Zafiro Zabet, nadie tiene más joyas que mi familia ¿y tú pretendes que brinque de emoción por un zafiro de 2 quilates y una cadena de plata?— la burla bailaba en sus labios y en sus ojos, Max estaba perdiendo la calma, no era solo que le gustaba la muchacha, su padre le había dicho que la atrapara, como si eso fuera fácil o posible, necesitaban el dinero de la familia Zabet, el error era claro, a través de Zafiro, solo conseguirían problemas, pero eso al joven no lo desalentó, solo sirvió para que se encaprichara más en ella, la quería ver bajo sus pies.

— Zafiro estas colmando mi paciencia, no quieras conocerme enojado…— la rubia estaba a punto de romper a carcajadas, él podría ser muy amigo de Hades y Eros, pero estaba cometiendo un grave error al amenazarla, pero antes de poder así sea respirar, un golpe hizo que todos girara al lugar que ocupaba Neizan.

El ruso estaba de pie, su silla varios metros detrás y su mirada demostraba que nada bueno se avecinaba, camino los pocos metros que lo separaban de la mujer que amaba, mientras Max se enderezaba y lo retaba con la mirada.

— ¿Qué acabas de decir? — las manos del ruso estaban cerradas en puño mientras esperaba una respuesta.

— No te metas donde no te llaman Neizan, tu mafia no tiene poder aquí. — la sonrisa que se posó en el rostro del vidente hizo temblar a más de uno, pero para Zafiro era diferente, su corazón golpeaba su pecho con tanta fuerza que creía que se le saldría.

— No necesito a mi gente para acabar con alguien como tú, solo te diré una cosa. — Neizan se acercó peligrosamente al rubio que lo observaba un poco inquiero ante el frio que trasmitían los ojos color cobalto de Neri. — La vuelves a amenazar y terminaras siendo comida de cerdos. — fue solo un susurro que salió de los labios rojos del ruso, pero ante el silencio que había en el salón pareció un grito de guerra, para suerte de muchos el timbre que indicaba el comienzo de la hora de almuerzo sonó, por lo que Neri sin poder contenerse tomo la mano de la joven y se la llevo bajo la vista de todos, dándole apenas tiempo de tomar sus cosas.

Dulce y Lucero salían de su salón, la joven Bach había puesto al corriente de los últimos acontecimientos a su amiga cuando un joven de cabello castaño, delgado, alto y con un gran tatuaje en su brazo se acercó.

— Hola bonita. — dijo al tiempo que colocaba un brazo en los delgados hombros de la menor de los Ángel.

— Ian. — respondió mientras se removía y salía del agarre, algo que al joven no le gusto.

— Vine por ti para ir a almorzar. — Ian no despegaba sus ojos de Dulce, todo en ella gritaba inocencia, algo que Ian disfrutaba destruir, tanto que no le importaba que fuera hermana de Hades, eso mismo era lo que la convertía en un reto personal para el joven.

— Yo almorzare con Lucero. — respondió a modo de escusa, y el joven al fin miro a la Bach, quien le devolvió la mirada con molestia, no le agrado y solo le bastó con verlo.

— Bien voy con ustedes. — quiso tomarla de la mano, pero alguien la tomo antes y una sonrisa se extendió por el rostro de Lucero.

— En mi mesa solo se sienta quien yo quiero. — Neri no sabía porque hacia aquello, era un error que le traería miles de problemas, él no era bueno relacionándose con personas y menos mujeres, pero al ver el rostro de enfado de Lucero y luego divisar incomodidad en la pequeña Dulce se le fue inevitable sacarla de aquel lugar.

— Esto no le gustara a Hades. — Refuto Ian con la molestia bailando en sus palabras.

— Creo que a Hades no le gustara saber que andas tocando a Dulce sin su permiso. — la sonrisa de Lucero lo fastidio, aún más que sus palabras, Neri tenia a Zafiro en una mano y a Dulce en la otra, sin entender porque no soltaba a ninguna de las dos, algo en su interior lo llevaba a querer protegerlas, su instinto estaba activo, algo malo rondaba a las jóvenes Zabet Ángel y aunque no quisiera él las protegería.

Ian por otro lado no tenía escrúpulos, para este hombre era normal golpear a las mujeres, su padre era dueño de varios prostíbulos, los cuales el joven heredaría, claro que esto no lo sabían ni Hades ni Eros, de allí que le gustara no solo las vírgenes, sino poder doblegar y quebrar la voluntad de las mujeres, cuando Ian vio la sonrisa en el rostro de Lucero, poco le importo saber que ella era una Bach, ninguna mujer se reía de él, levanto su mano con la clara intención de darle una bofetada, sus tres amigos dieron un paso para detenerlo, pero no fue necesario, ya que un moreno tan alto como Ian lo tomo del brazo y lo arrojo dos metros lejos de la joven, llamando la atención de las personas que aún estaban en el pasillo.

— Si vuelves a tratar de golpear a mi amiga… te mato. — los ojos cafés de Tiago brillaban de furia.

— ¿Tiago? — Neri lo veía y no lo creía, mientras el moreno lo miro y solo sonrió al ver que aun tenia a ambas primas tomadas de las manos, el gran vidente se estaba ablandando, al fin alguien lograba derribar la coraza que Neizan había puesto en su corazón.

— Lucero me invito a almorzar ¿Cómo decirle que no? Además… rodeado de tanta belleza nadie se podría resistir.

Tiago pasó un brazo por los hombros de Lucero y tomo la mano libre de Dulce, así los cinco caminaron a la cafetería, como si fueran cualquier adolescente de preparatoria y no próximos adultos que cursaban la universidad.

Lucero estaba feliz, al fin tendría amigos verdaderos y no gente interesada en el poder de su familia.

Zafiro se sentía la reina del mundo por el solo hecho de caminar de la mano de Neizan, sentía que podía enfrentar cualquier cosa.

Dulce sentía su corazón latir desbocadamente ante el contacto de Tiago, quien la observaba y le sonreía con coquetería.

El moreno no sabía que era lo que le atraía de la pequeña mujer que tenía a su lado, pero sentía que sus problemas carecían de sentido con el solo hecho de ver sus ojos, se sentía vivo.

Y Neri… sabía que el mismo infierno se desataría, con el tiempo fueron muchas las peleas entre Eros, Hades y él, más de las que Zafiro supiera, sabía que terminaría matando a alguien si permanecía cerca de la rubia, pero solo por hoy se permitiría soñar con que quizás si tenían un futuro juntos.

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