Harto estaba ya de María y su obsesión por ser madre, tenía la seguridad de que ni siquiera poseía instinto maternal, solo miedo de que él terminara embarazando a cualquier mujer y un hijo bastardo, o peor, la madre que lo hubiera engendrado, la destronaran de la comodidad en la que vivía, si supiera que eso era algo en lo que él jamás fallaría, porque nunca una mujer le haría perder la cabeza, había amado una sola vez con resultados desastrosos y eso había sido suficiente para una vida entera, de hecho, Ricardo estaba seguro de que el amor era un privilegio que no todos los seres humanos llegaban a conocer de verdad y quién, como él, tenía la dicha de encontrarlo, debía vivir el resto de su existencia en el castigo constante de conocer ese sentimiento y haber perdido luego.Ni siquiera estaba seguro de ser capaz de sentir ese amor fraternal por un futuro hijo y mucho menos dejar sus responsabilidades para atenderlo. No, Ricardo era mucho más feliz así, sin joderle la existencia a ning
La vida no era justa, menos para quien tenía la desgracia de no saber cuál era su procedencia.— Ahí viene la zorra y su hija — la mano de su madre la detuvo justo cuando ella iba a lanzarle una piedra al grupo de niños que las estaba importunando.— No, no hagas eso, son niños y no saben lo que dicen.— Pero madre ellos…— Ellos solo repiten lo que han escuchado en sus casas, si se debe castigar a alguien por el comportamiento de esos niños es a su padre.Josefina se mordió los labios, incapaz de llevarle la contraria a su madre, vivían en una pequeña casa modesta que era propiedad de Don Federico, dueño de una de las mayores plantaciones de agave de Tamaulipas, en México, solo eran ellas dos, nadie más.Pese a que Josefina siempre deseaba saber alguna cosa sobre su padre, jamás le preguntaba a su madre y, la única vez que lo hizo, le dijo que había cosas que era mejor que ella no conociera. Pero tenía 18 años y, pese a ser como la mayoría de la gente del pueblo, pobre y sin demasiad
Stanford, ni siquiera había considerado esa posibilidad, él no quería estudiar empresariales, solo aprender del campo todo lo que su abuelo tenía que enseñarle. Por eso cuando la carta de admisión a aquella prestigiosa universidad Norteamericana llegó, fue el más sorprendido de todos.¿Cuando iban a dejar de querer dirigirle la vida como si sólo fuera un muñeco sin autonomía ni pensamiento propio?Pero como siempre se había comportado como el hijo perfecto que era, por supuesto no tan perfecto como Miguel, su hermano mayor, pero lo suficientemente perfecto como para mantenerse a su sombra sin llamar la atención.Por eso aceptó cursar los cuatro años de carrera en Stanford y vivir lejos de su ciudad natal. Que decía su ciudad, su país, pero no todo había sido malo, aprendió a ver las cosas de otro modo debía reconocerlo, aprendió a dejar de ser la sombra de su hermano y sobre todo aprendió a tomar sus propias decisiones, a tener los amigos que él quisiera tener sin que nadie le dijera s
Josefina no podía contarle a su madre, lo que había pasado en el arroyo, una discusión con ella era lo que menos le apetecía, soltó un suspiro al llegar a su casa y se coló en su habitación por la ventana justo, unos momentos antes de que su madre tocara la puerta para pedirle que le ayudara con la cena; sin embargo, no podía quitarse de la mente ese incidente, se mantuvo despierta casi toda la noche, por lo que despertar le suponía todo un gran esfuerzo esa mañana.— Levántate Josefina, ya es bien tarde y la escuela queda re lejos, apúrate, que no solo vas a desayunar, me ayudarás a llevar este maíz cocido a la casa grande para que la lleven a molino.Sinceramente, no quería ir, pero su madre tampoco era que la fuera a dejar andar libre si faltaba a la escuela.Se levantó de mala gana, alistándose y desayunando lo más rápido posible y ayudar a su madre, quien volvía a regañarle................…..Aquella noche Ricardo ni siquiera había podido dormir pensando en la muchacha del lago,
Josefina no sabía cómo comportarse, ni siquiera que decir, no era común que ella frecuentara a chicos de su edad, ni siquiera tenía amigas. No porque no lo deseara, sino por los rumores que corrían sobre su madre. Así que si alguien deseaba entablar una conversación o conocer un poco de Josefina, la hacía feliz de cierta manera, más que feliz, le hacía sentir que encajaba en algún lugar y que no era una chica rara.—Bueno, en todo caso soy yo la que debería disculparse. Era yo la que no tenía por qué estar en la laguna a esa hora, usted solo paseaba por sus tierras.Josefina volteo a verlo dejando un poco de lado su timidez a medida que los minutos iban pasando, observando con detenimiento las facciones del nieto de don Felipe, era cierto que él y su hermano eran diferentes a todos los demás chicos, bueno no solo de los chicos, a todos los habitantes del pueblo. Aun así no encontraba parecido con ella, al menos no se parecía en nada al joven, no entendía por qué había tantos rumores s
Josefina no paraba de comer y de reír frente a él, le gustaba mucho escucharlo, hablar, y también observarlo, sobre todo en el momento en que Ricardo se reía.— Pero esto quedará entre nosotros, mi madre no puede saber que no he ido a la escuela.¿Entonces se irá de nuevo?Definitivamente, Ricardo no se iría, no ahora que había más motivos para quedarse, que para irse.— No, no me iré, no quiero hacerlo y menos ahora que he conocido a una ninfa tan bonita.Roja, así es como debería de lucir el rostro de ella en esos momentos y como no estarlo cuando iba tomada de la mano de alguien como Ricardo, quien no paraba de decir cosas que la hacían, no solo enrojecer, también le despertaba muchas sensaciones que ella jamás creyó experimentar.— ¿Una ninfa? — preguntó de pronto algo decepcionada, por lo que había dicho, al darse cuenta de que alguien como él no podría fijarse en ella, casi hasta se suelta de su manoEl joven debió anticipar eso y decidió ir un paso adelante.Ricardo tomó su mano
Josefina sentía que su corazón latía muy rápido mientras él la observaba, estaba impaciente por escuchar lo que tenía que decir sobre su aspecto, no solo su corazón parecía fuera de control, el calor de su cuerpo se había incrementado.Estaba segura, ya que sentía su piel arder y no solo era la piel de la cara la que estaba en llamas, sino cada centímetro de piel que Ricardo observa con detenimiento, era tan evidente su deseo que hasta ella, inexperta e inocente podía notarlo y el efecto que le provocaba no era nada parecido a todo lo que hasta entonces había sentido, la forma en que hormigueaba su piel como si necesitara algo que no sabía definir muy bien. Y ese hormigueo crecía a medida que esa mirada se intensifica al verla, concentrándose todo ese cosquilleo en el centro de su bajo vientre.— Yo... yo…—Estaba por entrar y cambiarse cuando él la empujó dentro y empezó, no solo a tocarla, sino también a besarla de esa manera que le robaba el aliento y la voluntad en un instante, de
Ricardo era consciente de que se había comportado como un auténtico acosador y, tal vez, incluso se había aprovechado de la inexperiencia de la chica para seducirla, pero si algo tenía claro, era que pensaba seguir haciéndolo, no había nada que pudiera quitarle la idea de hacer suya a esa mujer, sobre todo al verla en ese perfecto traje de baño de dos piezas mientras el agua del mar parecía ansiar tanto su cuerpo como él.Casi se sentía celoso de las olas que se atreverían a acariciar su cuerpo, del sol que se atrevía a observarla con descaro, calentarla y darle luz a sus días y la sal del agua que se adhería a esa piel que él tanto deseaba, podía imaginarse lamiéndola para quitarla de su cuerpo.Ella no lograba salir de su sorpresa, cada cosa que había sucedido entre ellos, era algo que no lograba procesar, las palabras de su madre y sus advertencias seguían haciendo eco en su mente de forma repetitiva.«Debes tener cuidado Josefina, los hombres son seres tramposos y mañosos, harán c