La vida no era justa, menos para quien tenía la desgracia de no saber cuál era su procedencia.
— Ahí viene la zorra y su hija — la mano de su madre la detuvo justo cuando ella iba a lanzarle una piedra al grupo de niños que las estaba importunando.— No, no hagas eso, son niños y no saben lo que dicen.— Pero madre ellos…— Ellos solo repiten lo que han escuchado en sus casas, si se debe castigar a alguien por el comportamiento de esos niños es a su padre.Josefina se mordió los labios, incapaz de llevarle la contraria a su madre, vivían en una pequeña casa modesta que era propiedad de Don Federico, dueño de una de las mayores plantaciones de agave de Tamaulipas, en México, solo eran ellas dos, nadie más.Pese a que Josefina siempre deseaba saber alguna cosa sobre su padre, jamás le preguntaba a su madre y, la única vez que lo hizo, le dijo que había cosas que era mejor que ella no conociera. Pero tenía 18 años y, pese a ser como la mayoría de la gente del pueblo, pobre y sin demasiado para vivir, no era igual a ellos, al menos no físicamente, ella tenía los ojos azules y una piel demasiado blanca y suave para ser autóctona de ese lugar, tampoco se parecía a su madre en eso, de no ser por qué siempre andaba con el rostro cubierto de polvo sería muy fácil confundirla con un integrante de la casa grande.Esa simple y complicada diferencia era la que la hacía buscar constantemente la manera de saber quién era su padre, y no solo eso, también le molestaba lo que los demás decían de su madre y cómo las señalaban e inventaban cosas, que estaba más que segura, no tenían nada de cierto.— No hagas caso por favor, la gente habla por hablar, lo único que debes tener claro es que yo nada tengo que ver con don Federico.— aseguraba siempre Magdalena, su madre y ella la creía, no había visto jamás a su madre y al patrón en una actitud inadecuada o demasiado cercana — Él ha sido muy bueno con nosotros, porque es una persona buena y nos tiene lástima, por eso nos dio esta pequeña casa y trabajo en la hacienda. No olvides ser siempre agradecida y ahora deja de prestarle atención a palabras necias de esos niños y vámonos a la hacienda, hoy llega familia de don Federico y tenemos que atenderlos lo mejor que se pueda.La joven no tuvo más remedio que soltar la piedra, ayudar a su madre con las bolsas y así poder llegar más rápido a la hacienda. Además, tenía curiosidad, sería cierto que ella se parecía a alguno de los miembros de la familia Rodríguez.— Josefina deja de estar viendo hacia la sala y ayúdame. — soltó un suspiro y se alejó de esa puerta, la impaciencia le podía, comprobar si aquello que decían era cierto, pero también había una parte de ella que incapaz de evitar preguntarse ¿Qué haría? Si lo que decían las lenguas afiladas del pueblo era verdad.Movió la cabeza, golpeando sus mejillas, debía dejar de soñar, de pensar en imposibles. No importaba si aquello era cierto. Ella no podría dejar a su madre, ni siquiera tendría el valor para reclamarle nada. Magdalena era una gran madre, mejor que muchas en el pueblo, trabajaba desde el alba hasta el atardecer para que el alimento jamás faltará en la mesa y que ella tuviera una buena educación, no había nada que reprocharle, salvó no decirle quien era su padre.Magdalena no la dejó salir de la cocina, la mantuvo ocupada todo el almuerzo sirviendo los platos preparados.— No, todavía no es hora de que te hagas cargo de servir la comida a los patrones, solo un año más Josefina, solo un año más y podrás hacerlo, aún eres demasiado joven.Cuando ella pudo salir de la cocina y ayudar a quitar los platos del almuerzo en el gran comedor, Magdalena se había asegurado de que ya no hubiera nadie en la mesa.— Ándale muchacha — se quejó su madre al verla tomar su tiempo recogiendo. — Debes dejar limpios los trastes antes de irte y hacer los deberes de la escuela, antes de acostarte.Ella ya no respondió, simplemente, recogió todo saliendo de la casa grande una hora después tras ayudar a su madre.— Deberes… deberes, siempre tengo que hacerlos — eran las seis de la tarde cuando terminó, justo a tiempo para escaparse e ir a nadar. Salió de su casa por la puerta de atrás, la dirección que tomaron sus pasos, era un camino que ella podía hacer con los ojos cerrados. Pero no lo haría, no podría perderse del paisaje a su alrededor, de ver cómo el gavilán buscaba la manera de tomar entre sus garras alguno de los pajarillos que regresaba en ese momento con el pico lleno de insectos para sus crías, o el sol colándose entre las copas de los árboles, que al moverse creaba interesantes figuras en el camino de tierra por el cual se desplazaba, o disfrutar de llevar su mano hacia arriba viendo esas mismas figuras mezclarse con su piel. Si, definitivamente, ella adoraba esos momentos a solas, siendo una con la naturaleza, sobre todo al escuchar el sonido del agua corriendo libre a través del afluente del lago.— Por fin! — mencionó quitándose la blusa, dejando solo la camisa de franela que llevaba siempre debajo. Tras la camisa, lo siguiente que desapareció, fue su falda larga e igual que con la camisa, debajo de esta había un blúmer hecho de franela, ropa con la que se metería al lago.No le importaba que nadie jamás se acercará hasta esa parte, todos preferían salir en las trocas del rancho y dirigirse al río o la playa, para ella era lo mejor, era como tener algo que solo ella conocía, algo que le pertenecía, su lugar seguro.Se agarró de una de las cuerdas, que ella misma había hecho colgar de uno de los árboles más viejos y fuertes que había en las orillas, columpiándose hasta tomar la suficiente velocidad, dejándose caer a mitad del lago, haciendo una gran bomba que mojó ambas orillas y que provocó que muchos de los animales que estaban cerca salieran huyendo.Pero esta vez, no solo alejó a los animalillos más pequeños, también atrajo la curiosidad de alguien más que como ella buscaba alejarse del agobiante bullicio de la casa grande.A unos metros de ella, unos ojos vivarachos y curiosos observaban todo a su alrededor, atraído por el ruido de una risa y que sumaba al ruido del agua agitada, llegando al pequeño lago situado en el interior de la propiedad de su abuelo.No creía que alguien fuera tan osado como para meterse a la propiedad de su abuelo, así que debía de ser alguien del rancho. Justo cuando el joven curioso empezaba tratar de adivinar quién de los trabajadores de su abuelo era el que estaba nadando, la vio. Saliendo del lago confundiendola con una ninfa, porque eso debía de ser, no había otra explicación, la tez de la ninfa era blanca, y su cabello tan oscuro como la media noche, solo hacía que contrastara con el azul de su mirada, estaba tan perdido observando a la ninfa que no se dio cuenta de que resbaló haciendo ruido al caer.— ¡Diablos! — maldijo Josefina saliendo rápidamente del lago, tomando su ropa, buscando en los alrededores; sin embargo, el sol, ya empezaba a guardarse, no era conveniente estar ahí hasta tarde, no solo se preocuparía su madre, también había peligro de que algo le pasará y quedar ahí toda la noche sin ayuda.Debía vestirse rápidamente, sus ropas mojadas se amoldaban a su cuerpo, el cual ya no era el de una niña, sino el de una mujer.Stanford, ni siquiera había considerado esa posibilidad, él no quería estudiar empresariales, solo aprender del campo todo lo que su abuelo tenía que enseñarle. Por eso cuando la carta de admisión a aquella prestigiosa universidad Norteamericana llegó, fue el más sorprendido de todos.¿Cuando iban a dejar de querer dirigirle la vida como si sólo fuera un muñeco sin autonomía ni pensamiento propio?Pero como siempre se había comportado como el hijo perfecto que era, por supuesto no tan perfecto como Miguel, su hermano mayor, pero lo suficientemente perfecto como para mantenerse a su sombra sin llamar la atención.Por eso aceptó cursar los cuatro años de carrera en Stanford y vivir lejos de su ciudad natal. Que decía su ciudad, su país, pero no todo había sido malo, aprendió a ver las cosas de otro modo debía reconocerlo, aprendió a dejar de ser la sombra de su hermano y sobre todo aprendió a tomar sus propias decisiones, a tener los amigos que él quisiera tener sin que nadie le dijera s
Josefina no podía contarle a su madre, lo que había pasado en el arroyo, una discusión con ella era lo que menos le apetecía, soltó un suspiro al llegar a su casa y se coló en su habitación por la ventana justo, unos momentos antes de que su madre tocara la puerta para pedirle que le ayudara con la cena; sin embargo, no podía quitarse de la mente ese incidente, se mantuvo despierta casi toda la noche, por lo que despertar le suponía todo un gran esfuerzo esa mañana.— Levántate Josefina, ya es bien tarde y la escuela queda re lejos, apúrate, que no solo vas a desayunar, me ayudarás a llevar este maíz cocido a la casa grande para que la lleven a molino.Sinceramente, no quería ir, pero su madre tampoco era que la fuera a dejar andar libre si faltaba a la escuela.Se levantó de mala gana, alistándose y desayunando lo más rápido posible y ayudar a su madre, quien volvía a regañarle................…..Aquella noche Ricardo ni siquiera había podido dormir pensando en la muchacha del lago,
Josefina no sabía cómo comportarse, ni siquiera que decir, no era común que ella frecuentara a chicos de su edad, ni siquiera tenía amigas. No porque no lo deseara, sino por los rumores que corrían sobre su madre. Así que si alguien deseaba entablar una conversación o conocer un poco de Josefina, la hacía feliz de cierta manera, más que feliz, le hacía sentir que encajaba en algún lugar y que no era una chica rara.—Bueno, en todo caso soy yo la que debería disculparse. Era yo la que no tenía por qué estar en la laguna a esa hora, usted solo paseaba por sus tierras.Josefina volteo a verlo dejando un poco de lado su timidez a medida que los minutos iban pasando, observando con detenimiento las facciones del nieto de don Felipe, era cierto que él y su hermano eran diferentes a todos los demás chicos, bueno no solo de los chicos, a todos los habitantes del pueblo. Aun así no encontraba parecido con ella, al menos no se parecía en nada al joven, no entendía por qué había tantos rumores s
Josefina no paraba de comer y de reír frente a él, le gustaba mucho escucharlo, hablar, y también observarlo, sobre todo en el momento en que Ricardo se reía.— Pero esto quedará entre nosotros, mi madre no puede saber que no he ido a la escuela.¿Entonces se irá de nuevo?Definitivamente, Ricardo no se iría, no ahora que había más motivos para quedarse, que para irse.— No, no me iré, no quiero hacerlo y menos ahora que he conocido a una ninfa tan bonita.Roja, así es como debería de lucir el rostro de ella en esos momentos y como no estarlo cuando iba tomada de la mano de alguien como Ricardo, quien no paraba de decir cosas que la hacían, no solo enrojecer, también le despertaba muchas sensaciones que ella jamás creyó experimentar.— ¿Una ninfa? — preguntó de pronto algo decepcionada, por lo que había dicho, al darse cuenta de que alguien como él no podría fijarse en ella, casi hasta se suelta de su manoEl joven debió anticipar eso y decidió ir un paso adelante.Ricardo tomó su mano
Josefina sentía que su corazón latía muy rápido mientras él la observaba, estaba impaciente por escuchar lo que tenía que decir sobre su aspecto, no solo su corazón parecía fuera de control, el calor de su cuerpo se había incrementado.Estaba segura, ya que sentía su piel arder y no solo era la piel de la cara la que estaba en llamas, sino cada centímetro de piel que Ricardo observa con detenimiento, era tan evidente su deseo que hasta ella, inexperta e inocente podía notarlo y el efecto que le provocaba no era nada parecido a todo lo que hasta entonces había sentido, la forma en que hormigueaba su piel como si necesitara algo que no sabía definir muy bien. Y ese hormigueo crecía a medida que esa mirada se intensifica al verla, concentrándose todo ese cosquilleo en el centro de su bajo vientre.— Yo... yo…—Estaba por entrar y cambiarse cuando él la empujó dentro y empezó, no solo a tocarla, sino también a besarla de esa manera que le robaba el aliento y la voluntad en un instante, de
Ricardo era consciente de que se había comportado como un auténtico acosador y, tal vez, incluso se había aprovechado de la inexperiencia de la chica para seducirla, pero si algo tenía claro, era que pensaba seguir haciéndolo, no había nada que pudiera quitarle la idea de hacer suya a esa mujer, sobre todo al verla en ese perfecto traje de baño de dos piezas mientras el agua del mar parecía ansiar tanto su cuerpo como él.Casi se sentía celoso de las olas que se atreverían a acariciar su cuerpo, del sol que se atrevía a observarla con descaro, calentarla y darle luz a sus días y la sal del agua que se adhería a esa piel que él tanto deseaba, podía imaginarse lamiéndola para quitarla de su cuerpo.Ella no lograba salir de su sorpresa, cada cosa que había sucedido entre ellos, era algo que no lograba procesar, las palabras de su madre y sus advertencias seguían haciendo eco en su mente de forma repetitiva.«Debes tener cuidado Josefina, los hombres son seres tramposos y mañosos, harán c
Se entregó a ese beso, sin reserva, dejando que él le enseñara, a besarlo, a seguir su ritmo, mientras sentía su corazón cada vez más acelerado y latiendo fuertemente en el pecho, dejando que recorriera su cuerpo como deseaba, ella lo dejaría hacer, era su novio. Ella era su novia, además ni siquiera era capaz de negarse a esas caricias que hacían que se le olvidara hasta el mundo que los rodeaba.Que ella le diera permiso solo hizo que nada pudiera detener a Ricardo, miró a su alrededor, apenas había nadie aquel día en la playa, se notaba que era un día laborable, la poca gente que estaba allí, estaba demasiado lejos como para ser conscientes de lo que hacían entre las rocas.— Si, solo un poco, esta vez seremos los dos juntos, cariño, somos novios ahora.—El vaivén de sus caderas era más rítmico, más rápido, intentando saciarse solo con el roce entre sus partes cubiertas por la ropa y, aun así, era insuficiente para él, aquello solo hacía que se le pusiera más dura y fuera más doloro
Después de ese día, en la playa, todo lo que pasaba alrededor de Josefina era como vivir en un constante sueño de hadas.Un sueño donde ella era Cenicienta y Ricardo era su príncipe azul, el que haría y daría cualquier cosa, porque ciertamente, desde el flechazo que tuvieron, tanto uno como el otro se habían enamorado muy pronto.Ese día, tras llegar de la playa, ella esperaba enfrentarse a la furia de su madre, pero eso no ocurrió, Ricardo habló con Magdalena prometiéndole que iba muy en serio con su hija y que llevaba buenas intenciones. A partir de ese instante vivía entre nubes, enamorada y feliz, cada día se volvía mejor que el anterior, era como estar en un sueño del que no quería despertar.Todas las mañanas él la llevaba a la escuela, no importaba que tuviera que madrugar para ello, a pesar de él estar de vacaciones, Ricardo pasaba feliz y puntual a buscarla todos los días para acompañarla. Pese a que la mayoría de chicas que conocía, hablaban de ella a sus espaldas, a Josefin