Josefina no podía contarle a su madre, lo que había pasado en el arroyo, una discusión con ella era lo que menos le apetecía, soltó un suspiro al llegar a su casa y se coló en su habitación por la ventana justo, unos momentos antes de que su madre tocara la puerta para pedirle que le ayudara con la cena; sin embargo, no podía quitarse de la mente ese incidente, se mantuvo despierta casi toda la noche, por lo que despertar le suponía todo un gran esfuerzo esa mañana.
— Levántate Josefina, ya es bien tarde y la escuela queda re lejos, apúrate, que no solo vas a desayunar, me ayudarás a llevar este maíz cocido a la casa grande para que la lleven a molino.Sinceramente, no quería ir, pero su madre tampoco era que la fuera a dejar andar libre si faltaba a la escuela.Se levantó de mala gana, alistándose y desayunando lo más rápido posible y ayudar a su madre, quien volvía a regañarle................…..Aquella noche Ricardo ni siquiera había podido dormir pensando en la muchacha del lago, Josefina… había pronunciado su nombre varias veces y era como si le hechizara cada vez que lo decía, como si se clavara más en su recuerdo y corazón.¿Se estaba volviendo loco? Tal vez era lo que sucedía porque si no no se explicaba como seguía escuchando su nombre a medida que se acercaba a la cocina.— Vamos Josefina Apurate, llegas tarde a la escuela.Lo que Ricardo vio al entrar lo hizo dudar de que todavía estuviera durmiendo y aquello fuera un sueño, se quedó plantado allí en la puerta y su mirada se cruzó con la de ella.— Yo… puedo llevarla.Fue en ese momento que antes de responderle, Josefina volvió a escuchar esa voz, por lo que de inmediato volvió su cabeza buscando al dueño.— O no señorito, ella podrá ir caminando como siempre, solo tiene que ir un poco más rápido, no se preocupe, vaya al comedor, pronto les entregaré su desayuno.— Yo puedo llevarla — insistió Ricardo— Tengo que ir al pueblo, voy de paso.La chica ni siquiera escuchó lo que su madre decía, su atención estaba en el joven frente a ella, tendría un par de años más que ella; sin embargo, no pensaba en eso, sino en lo que el timbre de su voz le provocaba.A lo lejos escuchaba lo que su madre le decía, pero escuchaba su voz muy lejana.— Ándale niña ya es hora que te vayas. No hagas perder mi tiempo y el del joven.Le apuró su madre, al ver cómo ella se quedó mirando al joven, sacándola a empujones de la cocina. Pero sin ningún resultado, el joven parecía firme en llevar a su hija a la escuela.Ricardo no daba crédito, sí, recordaba que aquella mujer tenía una hija, pero juraría que era bastante pequeña cuando él se fue o tal vez era más grande y no le había prestado atención, aunque de eso hacía 4 años y en 4 años las chicas pegaban cambios físicos muy imponentes, como el que tenía en frente.— No acepto un no como respuesta, de verdad que no me cuesta nada.Aseguró haciéndole a la chica una señal para que lo siguiera y así poder guiarla hasta su camioneta, se portaría bien, no la asustaría y se disculparía por lo del día anterior en el lago y por haber parecido un jodido acosador corriendo tras ella.Josefina se habría dado cuenta de que su madre le hacía advertencia y una que otra amenaza para que dijera algo, si no hubiera estado hipnotizada por la presencia de ese joven lo habría hecho, pero ella simplemente lo siguió, todavía incapaz de decir nada, alejándose del agarre de su madre, dejándose guiar por esa voz.— No tengas miedo Josefina, solo voy a llevarte a la escuela.Aseguró mientras le abría la puerta para que entrara en el asiento del copiloto para luego caminar hasta el del conductor, intentando evitar dar saltitos como alguien que estaba muy feliz por lograr algo que creía no lograría, aunque si estaba muy feliz de aquello y por eso era aún más difícil no hacerlo.— A menos que no quieras ir, claro, en ese caso puedo llevarte, a la ciudad— aseguró con una sonrisa cómplice, en realidad esperaba que aceptara su ofrecimiento y poder pasar el día juntos —¿Has estado alguna vez allí?Preguntó introduciendo la llave en el contacto para encender el coche para salir de la hacienda y pasar el mayor tiempo posible con aquella hermosa joven que le había robado el sueño la noche anterior.— No he estado en la ciudad.Reconoció hablando por primera vez, ella no salía del pueblo, no había dinero y tampoco había motivos para hacerlo, a menos que deseara irse a trabajar ahí.— Yo... — tartamudeo, al darse cuenta de que tal vez había sido un error haber subido, no por medio, sino por el que dirán…— No puedo ir a la escuela — dijo de pronto, pero tampoco deseaba dejar de hablar con él.— No es algo justo, porque yo no sé su nombre, pero usted sí sabe el mío.Giró el rostro para observarla y sonrió asintiendo antes de volver a centrar su atención en el camino.— Soy Ricardo Villamonte, el hijo del difunto Alejandro Villamonte, pasé varios años estudiando fuera, tal vez por eso no me recuerdas.Explicó tomando el desvío a la carretera general en lugar del camino que llevaba al pueblo.— Siento haberte asustado ayer, esa no era mi intención, pero hoy voy a compensártelo, vamos a pasar un día genial juntos.Aseguró pisando el acelerador en cuanto salieron del camino de tierra y llegaron al asfaltado, no, sin duda Miguel no tenía razón cuando la noche anterior le aseguró que lo mejor que podía hacer era volver a los estados unidos y hacer ese máster, estaba harto de estudiar, quería ayudar a su abuelo, aprender mejor de él como sacar adelante los cultivos y por supuesto conocer mejor a esa chica.Ella no estaba acostumbrada a ese tipo de trato, mucho menos a ser observada de esa manera.Sus mejillas se tornaron de color rojo, llevándola a bajar la mirada y fingir jugar con su bolsa sobre sus piernas.— Mucho gusto, joven Ricardo — respondió tras escuchar su nombre, así que era el nieto de don Federico. — Solo me asusté porque casi nadie va a esa hora al arroyo, todos se van a su casa a esa hora. Perdón si hice que se preocupara.A penas había tráfico en la carretera que llevaba a la ciudad a esa hora y hacía un día perfecto para llevarla a la playa, porque, sin duda, tenía ganas de volver a ver ese cuerpo semidesnudo y esa piel perlada por el agua, porque por muy amor a primera vista que aquello fuera no dejaba de ser un joven de 22 años con los deseos y las hormonas propias de su edad.—No te disculpes, es normal, tú no sabías quién era yo ni qué intenciones tenía.Le pareció tierna de una forma que no podía explicar, era una suerte que tuviera las manos ocupadas en el volante porque de no ser así, posiblemente ya estaría abrazándola para calmarla y no sabía si sería muy bien recibido su acercamiento, ni siquiera si era legal, al fin y al cabo todavía estaba en la escuela esperaba con todas sus fuerzas que fuera el último año.— ¿Y a qué curso vas?Preguntó apretando un poco más el acelerador y es que si algo tenía era que quería llegar cuanto antes y seducir a aquella joven que ya había decidido que debía ser suya.Josefina no sabía cómo comportarse, ni siquiera que decir, no era común que ella frecuentara a chicos de su edad, ni siquiera tenía amigas. No porque no lo deseara, sino por los rumores que corrían sobre su madre. Así que si alguien deseaba entablar una conversación o conocer un poco de Josefina, la hacía feliz de cierta manera, más que feliz, le hacía sentir que encajaba en algún lugar y que no era una chica rara.—Bueno, en todo caso soy yo la que debería disculparse. Era yo la que no tenía por qué estar en la laguna a esa hora, usted solo paseaba por sus tierras.Josefina volteo a verlo dejando un poco de lado su timidez a medida que los minutos iban pasando, observando con detenimiento las facciones del nieto de don Felipe, era cierto que él y su hermano eran diferentes a todos los demás chicos, bueno no solo de los chicos, a todos los habitantes del pueblo. Aun así no encontraba parecido con ella, al menos no se parecía en nada al joven, no entendía por qué había tantos rumores s
Josefina no paraba de comer y de reír frente a él, le gustaba mucho escucharlo, hablar, y también observarlo, sobre todo en el momento en que Ricardo se reía.— Pero esto quedará entre nosotros, mi madre no puede saber que no he ido a la escuela.¿Entonces se irá de nuevo?Definitivamente, Ricardo no se iría, no ahora que había más motivos para quedarse, que para irse.— No, no me iré, no quiero hacerlo y menos ahora que he conocido a una ninfa tan bonita.Roja, así es como debería de lucir el rostro de ella en esos momentos y como no estarlo cuando iba tomada de la mano de alguien como Ricardo, quien no paraba de decir cosas que la hacían, no solo enrojecer, también le despertaba muchas sensaciones que ella jamás creyó experimentar.— ¿Una ninfa? — preguntó de pronto algo decepcionada, por lo que había dicho, al darse cuenta de que alguien como él no podría fijarse en ella, casi hasta se suelta de su manoEl joven debió anticipar eso y decidió ir un paso adelante.Ricardo tomó su mano
Josefina sentía que su corazón latía muy rápido mientras él la observaba, estaba impaciente por escuchar lo que tenía que decir sobre su aspecto, no solo su corazón parecía fuera de control, el calor de su cuerpo se había incrementado.Estaba segura, ya que sentía su piel arder y no solo era la piel de la cara la que estaba en llamas, sino cada centímetro de piel que Ricardo observa con detenimiento, era tan evidente su deseo que hasta ella, inexperta e inocente podía notarlo y el efecto que le provocaba no era nada parecido a todo lo que hasta entonces había sentido, la forma en que hormigueaba su piel como si necesitara algo que no sabía definir muy bien. Y ese hormigueo crecía a medida que esa mirada se intensifica al verla, concentrándose todo ese cosquilleo en el centro de su bajo vientre.— Yo... yo…—Estaba por entrar y cambiarse cuando él la empujó dentro y empezó, no solo a tocarla, sino también a besarla de esa manera que le robaba el aliento y la voluntad en un instante, de
Ricardo era consciente de que se había comportado como un auténtico acosador y, tal vez, incluso se había aprovechado de la inexperiencia de la chica para seducirla, pero si algo tenía claro, era que pensaba seguir haciéndolo, no había nada que pudiera quitarle la idea de hacer suya a esa mujer, sobre todo al verla en ese perfecto traje de baño de dos piezas mientras el agua del mar parecía ansiar tanto su cuerpo como él.Casi se sentía celoso de las olas que se atreverían a acariciar su cuerpo, del sol que se atrevía a observarla con descaro, calentarla y darle luz a sus días y la sal del agua que se adhería a esa piel que él tanto deseaba, podía imaginarse lamiéndola para quitarla de su cuerpo.Ella no lograba salir de su sorpresa, cada cosa que había sucedido entre ellos, era algo que no lograba procesar, las palabras de su madre y sus advertencias seguían haciendo eco en su mente de forma repetitiva.«Debes tener cuidado Josefina, los hombres son seres tramposos y mañosos, harán c
Se entregó a ese beso, sin reserva, dejando que él le enseñara, a besarlo, a seguir su ritmo, mientras sentía su corazón cada vez más acelerado y latiendo fuertemente en el pecho, dejando que recorriera su cuerpo como deseaba, ella lo dejaría hacer, era su novio. Ella era su novia, además ni siquiera era capaz de negarse a esas caricias que hacían que se le olvidara hasta el mundo que los rodeaba.Que ella le diera permiso solo hizo que nada pudiera detener a Ricardo, miró a su alrededor, apenas había nadie aquel día en la playa, se notaba que era un día laborable, la poca gente que estaba allí, estaba demasiado lejos como para ser conscientes de lo que hacían entre las rocas.— Si, solo un poco, esta vez seremos los dos juntos, cariño, somos novios ahora.—El vaivén de sus caderas era más rítmico, más rápido, intentando saciarse solo con el roce entre sus partes cubiertas por la ropa y, aun así, era insuficiente para él, aquello solo hacía que se le pusiera más dura y fuera más doloro
Después de ese día, en la playa, todo lo que pasaba alrededor de Josefina era como vivir en un constante sueño de hadas.Un sueño donde ella era Cenicienta y Ricardo era su príncipe azul, el que haría y daría cualquier cosa, porque ciertamente, desde el flechazo que tuvieron, tanto uno como el otro se habían enamorado muy pronto.Ese día, tras llegar de la playa, ella esperaba enfrentarse a la furia de su madre, pero eso no ocurrió, Ricardo habló con Magdalena prometiéndole que iba muy en serio con su hija y que llevaba buenas intenciones. A partir de ese instante vivía entre nubes, enamorada y feliz, cada día se volvía mejor que el anterior, era como estar en un sueño del que no quería despertar.Todas las mañanas él la llevaba a la escuela, no importaba que tuviera que madrugar para ello, a pesar de él estar de vacaciones, Ricardo pasaba feliz y puntual a buscarla todos los días para acompañarla. Pese a que la mayoría de chicas que conocía, hablaban de ella a sus espaldas, a Josefin
— ¿Entonces dónde dices que vas a llevarme, Ricardo?Eran las ocho de la noche, cuando Josefina y Ricardo salían de la fiesta en honor a los graduados de ese año. Josefina no solo había obtenido su certificado de educación media superior, también un par de diplomas gracias a sus excelentes calificaciones.Pese a los cuchicheos y algunas habladurías de sus compañeras, Josefina no dejaba de sonreír y así salió, feliz de la fiesta, tomada de la mano de su novio.— Tendrás que esperar para saber a dónde iremos — Susurró parando el andar de ambos, sujetándola de la cintura para besarla — pero esta noche será especial. Será nuestra noche.No tuvo que decir más para que Josefina desistiera de seguir indagando, ella le dejaría llevarla al fin del mundo. Había estado planeando el regalo de graduación de Josefina con su abuelo durante mucho tiempo, ella iría a la universidad y haría cualquier cosa que quisiera hacer porque esa chica se merecía el mundo entero y Federico había accedido a pagarle
Su cama, su casa y su mujer porque esa noche por fin sería suya del todo, el principio del resto de sus vidas empezaba en ese lugar, los dos juntos creando su futuro. Tenía todo el tiempo del mundo, un mundo lleno de posibilidades por explotar y en ese momento lo que quería era disfrutarla, había estado explorando su cuerpo durante esos últimos dos meses, despertándola con calma, descubriendo que puntos la hacían estremecer y como le gustaba, pero jamás habían llegado tan lejos como lo harían ahora. Era suya, completamente suya y la tomaría porque le pertenecía.Se acomodó entre sus piernas mientras la miraba a los ojos, la belleza de aquella mirada azul era indescriptible, la inocencia que todavía reflejaba solo podía enloquecerlo un poco más, volverlo adicto y a la vez esclavo de sus deseos, porque solo vivía para hacerla feliz.—Te amo...— Aseguró Ricardo una vez más mientras se frotaba contra ella, completamente duro, necesitado, aun así, no tenía prisa, disfrutaba de ese roce de