Su cama, su casa y su mujer porque esa noche por fin sería suya del todo, el principio del resto de sus vidas empezaba en ese lugar, los dos juntos creando su futuro. Tenía todo el tiempo del mundo, un mundo lleno de posibilidades por explotar y en ese momento lo que quería era disfrutarla, había estado explorando su cuerpo durante esos últimos dos meses, despertándola con calma, descubriendo que puntos la hacían estremecer y como le gustaba, pero jamás habían llegado tan lejos como lo harían ahora. Era suya, completamente suya y la tomaría porque le pertenecía.Se acomodó entre sus piernas mientras la miraba a los ojos, la belleza de aquella mirada azul era indescriptible, la inocencia que todavía reflejaba solo podía enloquecerlo un poco más, volverlo adicto y a la vez esclavo de sus deseos, porque solo vivía para hacerla feliz.—Te amo...— Aseguró Ricardo una vez más mientras se frotaba contra ella, completamente duro, necesitado, aun así, no tenía prisa, disfrutaba de ese roce de
De vuelta a la actualidad.— ¿Estás segura de aceptar?— Esa no debería ser la cuestión — respondió ella con una amarga y forzada sonrisa en los labios, por supuesto que no estaba segura, ¿Pero qué otra opción tenía si quería salir adelante? — La pregunta que deberías hacerme es ¿Podré pagar este mes la renta y el que viene?— Lo siento. — se disculpó su vecino avergonzado y es que sabía perfectamente cuál era la situación de su amiga.— No deberías disculparte, tú no eres responsable de lo que me suceda — Josefina terminó de quitar la ropa del tendedero del patio de la vecindad dónde vivía.— Sé que nada de lo que te diga te hará cambiar de opinión, pero jamás has hecho nada así, he escuchado muchas cosas que ocurren en ese lugar, cosas turbias para las que no estás preparada.No estaba segura de nada, salvo del hecho que debía más de dos meses de renta y un tercer mes no se podía permitir no pagar, no si deseaba tener lejos de ella a Alfonso, el casero y siempre sería mejor aquel ne
Josefina debía reconocer que estaba completamente muerta de miedo, nada la había preparado para lo que ese hombre le pedía, seguía mordiendo su labio inferior y algunas veces el superior tratando de calmar el miedo, los nervios, la curiosidad y la necesidad de huir que la embargaba.La voz suave y seductora del hombre contrastaba con el aura de autoridad y de peligrosidad que sentía a su alrededor, y es que él parecía llenarlo todo con su presencia de un modo en que no se podía explicar ni definir, solo sentir.Escuchó atenta sus instrucciones, perdida en esa voz autoritaria que le resultaba un tanto familiar, pero a la que no lograba ponerle rostro. Nada de hablar, nada de gemir fueron las órdenes que le dio ¿Entonces cómo iba a mencionar la palabra clave que le pedía si necesitaba pronunciarla?Algo sorprendió a Ricardo en esa mujer que no se sentía como en las demás, las otras tenían esa aura de confianza, excitación, curiosidad e incluso desprecio, pero ninguna reflejaba aquella d
Ricardo se inclinó sobre su pecho derecho y mordisqueó el pezón levemente mientras apretaba el otro con los dedos y la otra mano se deslizaba hasta su intimidad solo para comprobar si ella estaba tan excitada como él, encontrándola húmeda y receptiva en el instante en que coló dos dedos en su interior sin ninguna delicadeza, complacido por la facilidad con la que resbalaron y, aun así, lo mucho que sentía sus paredes apretando alrededor.Algo no era normal, esa chica no era una prostituta y si lo era empezaba a serlo ahora, ni siquiera parecía tener sexo con regularidad. Hizo algo que no solía hacer nunca, que iba contra todas sus normas, pero no podía evitar querer saber.— Dime gatita. ¿Cómo te llamas?—Preguntó llevándose a la boca ahora al seno izquierdo para darle cabida en su boca y disfrutar también de él y como ese pezón parecía endurecer más por sus atenciones.La respiración de Josefina se agitó, su corazón latía a más de mil por hora, no estaba segura, pero debería de latir
Había algo en ella que hacía que Ricardo no pudiera tratarla con la agresividad con la que trataba a esas otras chicas, aquella mujer era inexperta, no estaba acostumbrada a ese tipo de trato; aun así, respondía a cada cosa que él hacía con verdadera dedicación, o era muy buena actriz o realmente lo estaba disfrutando.Introdujo un segundo dedo para dilatarla adorando esa resistencia que encontró, esa dificultad para poder penetrarla, su erección estaría muy apretada allí, dentro de eso estaba más que seguro.Movió con suavidad los dedos, jamás en su vida se había tomado tanto tiempo para preparar a alguien, no pudo más que dejarse caer al suelo tras ella y sacar los dedos de su interior mientras le daba una fuerte nalgada que dejó enrojecida aquella suave y blanca piel.Ella estaba en un Vaivén de emociones, dónde Josefina había desaparecido para convertirse en Cat la mujer que estaba disfrutando de ser tratada como una muñeca, como un juguete, esos dedos que antes estuvieron en su c
No fue un grito de dolor lo que salió de la boca de Josefina, fue un genuino gemido de placer al sentir el ardor en su trasero, pero no fue el único gemido que salió de su garganta, tras ese salió otro, y otro más mientras se removía, tratando de huir de los azotes y al mismo tiempo a la espera de otro, cumpliendo la orden dada por su amo.— Más... Dame más...Sus pezones dolían cada vez, al igual que la humedad entre sus piernas crecía, ya había perdido por completo la cordura, solo pensaba en el próximo castigo que no solo le provocaría dolor, también placer.El cambio de vibración en las pinzas que estaban sujetas en su clítoris y a sus pezones la hizo volver a gritar retorciéndose, haciendo sonar las cadenas y apretando el aparato que también tenía metido en su culo.— Yo... Yo...En esos momentos ya no sabía quién era, lo único seguro, que ya no era Josefina Riquelme, ahora era alguien más, una hembra que ella no conocía, una que el hombre en la habitación estaba sacando a la luz
Ella se precipitó al final quedando con las piernas temblando sobre la cama, siendo consciente de que todo había terminado.Tal vez era lo mejor, estaba segura de que tras eso su amante se vestiría y se iría; sin embargo, no fue así, lo sintió tirarse a un lado de ella, atrayéndola contra su cuerpo, besándola con delicadeza, haciendo que ella bajara sus defensas, momentos después de eso él la apartó de su lado dejándola aún más herida que si se hubiera marchado tras acabar.Josefina se quedó así un rato, una vez que en la habitación volvió a reinar el silencio, no quería sacarse el antifaz, era volver a la realidad definitivamente y había algo muy dentro de ella que le pedís quedarse ahí, en esa extraña dimensión donde había vuelto a sentir placer y, no solo eso, había disfrutado de un modo que jamás esperó hacer. Pero, tras unos minutos, empezó a tomar el valor para quitárselo sintiendo un frío intenso repartirse por todo su cuerpo al ver de pie frente a ella, al dueño del burdel, co
— ¿Dónde estoy?— preguntó Josefina con voz ronca, tratando de ubicarse, mientras intentaba abrir los párpados que le resultaban muy pesados fue entonces que una voz conocida atravesó sus tímpanos.— Soy yo, descansa, todo estará bien, estás en mi casa — quien estaba junto a ella era su vecino y amigo, ella solo asintió cerrando los ojos, volviendo a quedarse dormida.— ¡No me toques!Josefina siempre se despertaba en la misma escena, su corazón latía con fuerza, su cuerpo bañado en frío y un miedo atroz era lo que quedaba tras gritar en ese sueño, que más que sueño era una pesadilla recurrente desde hacía aproximadamente una semana, se dobló sobre sí misma, abrazando sus piernas sentadas en medio del colchón mullido de su cama.No era la primera vez que Josefina tenía pesadillas. Dios era testigo de que a lo largo de su corta vida ella había experimentado demasiadas cosas que la hicieron despertar, sobresaltada y abrazándose a sí misma, empezando por la manera que la pobre Magdalena,