Josefina debía reconocer que estaba completamente muerta de miedo, nada la había preparado para lo que ese hombre le pedía, seguía mordiendo su labio inferior y algunas veces el superior tratando de calmar el miedo, los nervios, la curiosidad y la necesidad de huir que la embargaba.La voz suave y seductora del hombre contrastaba con el aura de autoridad y de peligrosidad que sentía a su alrededor, y es que él parecía llenarlo todo con su presencia de un modo en que no se podía explicar ni definir, solo sentir.Escuchó atenta sus instrucciones, perdida en esa voz autoritaria que le resultaba un tanto familiar, pero a la que no lograba ponerle rostro. Nada de hablar, nada de gemir fueron las órdenes que le dio ¿Entonces cómo iba a mencionar la palabra clave que le pedía si necesitaba pronunciarla?Algo sorprendió a Ricardo en esa mujer que no se sentía como en las demás, las otras tenían esa aura de confianza, excitación, curiosidad e incluso desprecio, pero ninguna reflejaba aquella d
Ricardo se inclinó sobre su pecho derecho y mordisqueó el pezón levemente mientras apretaba el otro con los dedos y la otra mano se deslizaba hasta su intimidad solo para comprobar si ella estaba tan excitada como él, encontrándola húmeda y receptiva en el instante en que coló dos dedos en su interior sin ninguna delicadeza, complacido por la facilidad con la que resbalaron y, aun así, lo mucho que sentía sus paredes apretando alrededor.Algo no era normal, esa chica no era una prostituta y si lo era empezaba a serlo ahora, ni siquiera parecía tener sexo con regularidad. Hizo algo que no solía hacer nunca, que iba contra todas sus normas, pero no podía evitar querer saber.— Dime gatita. ¿Cómo te llamas?—Preguntó llevándose a la boca ahora al seno izquierdo para darle cabida en su boca y disfrutar también de él y como ese pezón parecía endurecer más por sus atenciones.La respiración de Josefina se agitó, su corazón latía a más de mil por hora, no estaba segura, pero debería de latir
Había algo en ella que hacía que Ricardo no pudiera tratarla con la agresividad con la que trataba a esas otras chicas, aquella mujer era inexperta, no estaba acostumbrada a ese tipo de trato; aun así, respondía a cada cosa que él hacía con verdadera dedicación, o era muy buena actriz o realmente lo estaba disfrutando.Introdujo un segundo dedo para dilatarla adorando esa resistencia que encontró, esa dificultad para poder penetrarla, su erección estaría muy apretada allí, dentro de eso estaba más que seguro.Movió con suavidad los dedos, jamás en su vida se había tomado tanto tiempo para preparar a alguien, no pudo más que dejarse caer al suelo tras ella y sacar los dedos de su interior mientras le daba una fuerte nalgada que dejó enrojecida aquella suave y blanca piel.Ella estaba en un Vaivén de emociones, dónde Josefina había desaparecido para convertirse en Cat la mujer que estaba disfrutando de ser tratada como una muñeca, como un juguete, esos dedos que antes estuvieron en su c
No fue un grito de dolor lo que salió de la boca de Josefina, fue un genuino gemido de placer al sentir el ardor en su trasero, pero no fue el único gemido que salió de su garganta, tras ese salió otro, y otro más mientras se removía, tratando de huir de los azotes y al mismo tiempo a la espera de otro, cumpliendo la orden dada por su amo.— Más... Dame más...Sus pezones dolían cada vez, al igual que la humedad entre sus piernas crecía, ya había perdido por completo la cordura, solo pensaba en el próximo castigo que no solo le provocaría dolor, también placer.El cambio de vibración en las pinzas que estaban sujetas en su clítoris y a sus pezones la hizo volver a gritar retorciéndose, haciendo sonar las cadenas y apretando el aparato que también tenía metido en su culo.— Yo... Yo...En esos momentos ya no sabía quién era, lo único seguro, que ya no era Josefina Riquelme, ahora era alguien más, una hembra que ella no conocía, una que el hombre en la habitación estaba sacando a la luz
Ella se precipitó al final quedando con las piernas temblando sobre la cama, siendo consciente de que todo había terminado.Tal vez era lo mejor, estaba segura de que tras eso su amante se vestiría y se iría; sin embargo, no fue así, lo sintió tirarse a un lado de ella, atrayéndola contra su cuerpo, besándola con delicadeza, haciendo que ella bajara sus defensas, momentos después de eso él la apartó de su lado dejándola aún más herida que si se hubiera marchado tras acabar.Josefina se quedó así un rato, una vez que en la habitación volvió a reinar el silencio, no quería sacarse el antifaz, era volver a la realidad definitivamente y había algo muy dentro de ella que le pedís quedarse ahí, en esa extraña dimensión donde había vuelto a sentir placer y, no solo eso, había disfrutado de un modo que jamás esperó hacer. Pero, tras unos minutos, empezó a tomar el valor para quitárselo sintiendo un frío intenso repartirse por todo su cuerpo al ver de pie frente a ella, al dueño del burdel, co
— ¿Dónde estoy?— preguntó Josefina con voz ronca, tratando de ubicarse, mientras intentaba abrir los párpados que le resultaban muy pesados fue entonces que una voz conocida atravesó sus tímpanos.— Soy yo, descansa, todo estará bien, estás en mi casa — quien estaba junto a ella era su vecino y amigo, ella solo asintió cerrando los ojos, volviendo a quedarse dormida.— ¡No me toques!Josefina siempre se despertaba en la misma escena, su corazón latía con fuerza, su cuerpo bañado en frío y un miedo atroz era lo que quedaba tras gritar en ese sueño, que más que sueño era una pesadilla recurrente desde hacía aproximadamente una semana, se dobló sobre sí misma, abrazando sus piernas sentadas en medio del colchón mullido de su cama.No era la primera vez que Josefina tenía pesadillas. Dios era testigo de que a lo largo de su corta vida ella había experimentado demasiadas cosas que la hicieron despertar, sobresaltada y abrazándose a sí misma, empezando por la manera que la pobre Magdalena,
— ¿Tal vez el problema es que no me presenté personalmente? —empezó a hablar Ricardo, mientras paseaba tranquilamente alrededor del hombre atado con un látigo de cuero doblado en la mano derecha — ¿Quizá Julio no supo explicarse cuando le pedí dejar muy claro que yo pagaba por las chicas hasta el día siguiente? Sin duda debió ser eso, un malentendido que usted estuviera a las dos de la madrugada — volvió a caminar por la habitación, deteniendo sus pasos hasta quedar quieto tras Genaro, observando como la sangre resbalaba por su espalda manchándole el pantalón — intentando aprovecharse de lo que todavía era mío.Un fuerte latigazo hizo que Genaro volviera a apretar con los dientes la bola que tenía metida en la boca mientras el ruido estruendoso de las cadenas volvía a escucharse. Después de ese vino otro, y luego otro más y otro más, solo las cadenas y el sonido característico del látigo resonaban por toda la habitación. Y Ricardo no paró hasta que la espalda de aquel hombre estaba co
Ricardo salió a toda prisa, le quedaba un cuarto de hora para llegar a tiempo a la reunión que Miguel y él tendrían aquella mañana, si algo no toleraba su hermano era esperar y no es que a Ricardo le importara lo que Miguel tuviera que decirle, hacía mucho tiempo que había dejado de admirarlo como años atrás, justo desde el incidente, pero cuánto antes se fuera, antes lo perdería de vista, al menos hasta el siguiente mes.Se subió a su coche y empezó a conducir a toda prisa, teniendo que parar en seco cuando un anciano atravesaba el paso de peatones a velocidad de tortuga y es que cuanta más prisa llevaba uno, más obstáculos para llegar a tiempo encontraba.— ¡Ay!— escuchó que alguien gritaba en el asiento de atrás — Julio miró rápidamente y no vio a nadie, pero estaba seguro de que lo había escuchado, así que observó al anciano quién todavía iba por la mitad de la carretera y se bajó rápidamente del coche para abrir la puerta trasera encontrando a un niño agazapado entre el asiento y