—Ricardo, Ricardo…— Josefina intentaba despertar a su pareja y le hablaba despacito a su futuro esposo, como si no deseara despertarlo.Ricardo la escuchó desde lejos, en medio de su sueño, como si todavía estuviera durmiendo, pero no lo estaba, la mujer había logrado despertarlo de repente.—He escuchado el canto de un tecolote, mi amor. Además, algo no me gusta de todo esto, debemos de pararnos.Ricardo no creía en ese tipo de supersticiones, pero sí creía en que el presentimiento que tenía de que algo no iba bien, no recordaba muy bien lo que había soñado, tal vez porque había sido despertado, pero si recordaba el amargo sentimiento que tenía en el pecho más verdad sin duda su sueño había sido una pesadilla como una pesadilla muy difícil de superar, ya que hasta alguna lágrima tenía en sus ojos.— Está bien, vamos a por Fede a su cuarto y salgamos de la casa, también creo que algo no está bien.Pero no llegarían a tiempo de salvarse, ya que justo en la zona donde estaba el cuarto d
María se lanzó en los brazos de Miguel cuando este entró en la habitación que ella estaba ocupando, tenía los ojos completamente rojos de llorar y estaba muy afectada por lo sucedido, odiaba a Ricardo, todo el amor que le había tenido a su esposo se había convertido en un completo y absoluto odio que sería muy difícil de arrancar de su corazón.— Te amo Miguel, menos mal que estás aquí — dijo besándolo desesperada la mujer— vamos a sacarlos de allí, él y esa mujer y sobre todo el bastardo deben salir de nuestra casa.—No te preocupes por ellos, Maria. Mucho menos por la casa, te haré construir una mejor, una a tu gusto, así que tranquila mi amor.María sonrió contenta por lo que le decía, duda Miguel pondría el mundo a sus pies tal y como le había dicho y solo necesitaría su fidelidad para que él le diera todo lo que quisiera.Miguel besaba los labios de Maria una y otra vez sin dejar que ella se apartara de su lado, —Celebremos que hoy mismo dejaras de ser una mujer atada a un hombre
En el bosque justo donde estaba el lago, Ricardo y Josefina salían ilesos junto a su hijo,. Los jornaleros lloraban a sus patrones, quienes se habían consumido en las llamas.Pero no era cierto, Josefina y Ricardo y el pequeño Federico estaban a salvo junto al lago, donde a Ricardo le pareció ver una joven desaparecer entre la maleza.— Papá, tenías razón, hay ninfas en la laguna.Ricardo y Josefina miraron rápidamente el lago y rieron, tenían un hijo con mucha imaginación, lo importante era que todos estaban a salvo, por suerte Rosalía y su esposo tenían su casa aparte y no vivían en la casa grande.— Tal vez solo dejó que tú la vieras, Federico, quizá solo los niños como tú son capaces de verlas.Federico asintió tomado de una mano de su padre y de la otra de su madre.— Ahora debemos ir al pueblo e informar a las autoridades, por la casa no os preocupéis, lo importante es que estemos todos bien.Josefina asintió los tres se fueronDe camino al pueblo, la oscuridad de la noche era t
Harto estaba ya de María y su obsesión por ser madre, tenía la seguridad de que ni siquiera poseía instinto maternal, solo miedo de que él terminara embarazando a cualquier mujer y un hijo bastardo, o peor, la madre que lo hubiera engendrado, la destronaran de la comodidad en la que vivía, si supiera que eso era algo en lo que él jamás fallaría, porque nunca una mujer le haría perder la cabeza, había amado una sola vez con resultados desastrosos y eso había sido suficiente para una vida entera, de hecho, Ricardo estaba seguro de que el amor era un privilegio que no todos los seres humanos llegaban a conocer de verdad y quién, como él, tenía la dicha de encontrarlo, debía vivir el resto de su existencia en el castigo constante de conocer ese sentimiento y haber perdido luego.Ni siquiera estaba seguro de ser capaz de sentir ese amor fraternal por un futuro hijo y mucho menos dejar sus responsabilidades para atenderlo. No, Ricardo era mucho más feliz así, sin joderle la existencia a ning
La vida no era justa, menos para quien tenía la desgracia de no saber cuál era su procedencia.— Ahí viene la zorra y su hija — la mano de su madre la detuvo justo cuando ella iba a lanzarle una piedra al grupo de niños que las estaba importunando.— No, no hagas eso, son niños y no saben lo que dicen.— Pero madre ellos…— Ellos solo repiten lo que han escuchado en sus casas, si se debe castigar a alguien por el comportamiento de esos niños es a su padre.Josefina se mordió los labios, incapaz de llevarle la contraria a su madre, vivían en una pequeña casa modesta que era propiedad de Don Federico, dueño de una de las mayores plantaciones de agave de Tamaulipas, en México, solo eran ellas dos, nadie más.Pese a que Josefina siempre deseaba saber alguna cosa sobre su padre, jamás le preguntaba a su madre y, la única vez que lo hizo, le dijo que había cosas que era mejor que ella no conociera. Pero tenía 18 años y, pese a ser como la mayoría de la gente del pueblo, pobre y sin demasiad
Stanford, ni siquiera había considerado esa posibilidad, él no quería estudiar empresariales, solo aprender del campo todo lo que su abuelo tenía que enseñarle. Por eso cuando la carta de admisión a aquella prestigiosa universidad Norteamericana llegó, fue el más sorprendido de todos.¿Cuando iban a dejar de querer dirigirle la vida como si sólo fuera un muñeco sin autonomía ni pensamiento propio?Pero como siempre se había comportado como el hijo perfecto que era, por supuesto no tan perfecto como Miguel, su hermano mayor, pero lo suficientemente perfecto como para mantenerse a su sombra sin llamar la atención.Por eso aceptó cursar los cuatro años de carrera en Stanford y vivir lejos de su ciudad natal. Que decía su ciudad, su país, pero no todo había sido malo, aprendió a ver las cosas de otro modo debía reconocerlo, aprendió a dejar de ser la sombra de su hermano y sobre todo aprendió a tomar sus propias decisiones, a tener los amigos que él quisiera tener sin que nadie le dijera s
Josefina no podía contarle a su madre, lo que había pasado en el arroyo, una discusión con ella era lo que menos le apetecía, soltó un suspiro al llegar a su casa y se coló en su habitación por la ventana justo, unos momentos antes de que su madre tocara la puerta para pedirle que le ayudara con la cena; sin embargo, no podía quitarse de la mente ese incidente, se mantuvo despierta casi toda la noche, por lo que despertar le suponía todo un gran esfuerzo esa mañana.— Levántate Josefina, ya es bien tarde y la escuela queda re lejos, apúrate, que no solo vas a desayunar, me ayudarás a llevar este maíz cocido a la casa grande para que la lleven a molino.Sinceramente, no quería ir, pero su madre tampoco era que la fuera a dejar andar libre si faltaba a la escuela.Se levantó de mala gana, alistándose y desayunando lo más rápido posible y ayudar a su madre, quien volvía a regañarle................…..Aquella noche Ricardo ni siquiera había podido dormir pensando en la muchacha del lago,
Josefina no sabía cómo comportarse, ni siquiera que decir, no era común que ella frecuentara a chicos de su edad, ni siquiera tenía amigas. No porque no lo deseara, sino por los rumores que corrían sobre su madre. Así que si alguien deseaba entablar una conversación o conocer un poco de Josefina, la hacía feliz de cierta manera, más que feliz, le hacía sentir que encajaba en algún lugar y que no era una chica rara.—Bueno, en todo caso soy yo la que debería disculparse. Era yo la que no tenía por qué estar en la laguna a esa hora, usted solo paseaba por sus tierras.Josefina volteo a verlo dejando un poco de lado su timidez a medida que los minutos iban pasando, observando con detenimiento las facciones del nieto de don Felipe, era cierto que él y su hermano eran diferentes a todos los demás chicos, bueno no solo de los chicos, a todos los habitantes del pueblo. Aun así no encontraba parecido con ella, al menos no se parecía en nada al joven, no entendía por qué había tantos rumores s