— ¿Dónde estoy?— preguntó Josefina con voz ronca, tratando de ubicarse, mientras intentaba abrir los párpados que le resultaban muy pesados fue entonces que una voz conocida atravesó sus tímpanos.— Soy yo, descansa, todo estará bien, estás en mi casa — quien estaba junto a ella era su vecino y amigo, ella solo asintió cerrando los ojos, volviendo a quedarse dormida.— ¡No me toques!Josefina siempre se despertaba en la misma escena, su corazón latía con fuerza, su cuerpo bañado en frío y un miedo atroz era lo que quedaba tras gritar en ese sueño, que más que sueño era una pesadilla recurrente desde hacía aproximadamente una semana, se dobló sobre sí misma, abrazando sus piernas sentadas en medio del colchón mullido de su cama.No era la primera vez que Josefina tenía pesadillas. Dios era testigo de que a lo largo de su corta vida ella había experimentado demasiadas cosas que la hicieron despertar, sobresaltada y abrazándose a sí misma, empezando por la manera que la pobre Magdalena,
— ¿Tal vez el problema es que no me presenté personalmente? —empezó a hablar Ricardo, mientras paseaba tranquilamente alrededor del hombre atado con un látigo de cuero doblado en la mano derecha — ¿Quizá Julio no supo explicarse cuando le pedí dejar muy claro que yo pagaba por las chicas hasta el día siguiente? Sin duda debió ser eso, un malentendido que usted estuviera a las dos de la madrugada — volvió a caminar por la habitación, deteniendo sus pasos hasta quedar quieto tras Genaro, observando como la sangre resbalaba por su espalda manchándole el pantalón — intentando aprovecharse de lo que todavía era mío.Un fuerte latigazo hizo que Genaro volviera a apretar con los dientes la bola que tenía metida en la boca mientras el ruido estruendoso de las cadenas volvía a escucharse. Después de ese vino otro, y luego otro más y otro más, solo las cadenas y el sonido característico del látigo resonaban por toda la habitación. Y Ricardo no paró hasta que la espalda de aquel hombre estaba co
Ricardo salió a toda prisa, le quedaba un cuarto de hora para llegar a tiempo a la reunión que Miguel y él tendrían aquella mañana, si algo no toleraba su hermano era esperar y no es que a Ricardo le importara lo que Miguel tuviera que decirle, hacía mucho tiempo que había dejado de admirarlo como años atrás, justo desde el incidente, pero cuánto antes se fuera, antes lo perdería de vista, al menos hasta el siguiente mes.Se subió a su coche y empezó a conducir a toda prisa, teniendo que parar en seco cuando un anciano atravesaba el paso de peatones a velocidad de tortuga y es que cuanta más prisa llevaba uno, más obstáculos para llegar a tiempo encontraba.— ¡Ay!— escuchó que alguien gritaba en el asiento de atrás — Julio miró rápidamente y no vio a nadie, pero estaba seguro de que lo había escuchado, así que observó al anciano quién todavía iba por la mitad de la carretera y se bajó rápidamente del coche para abrir la puerta trasera encontrando a un niño agazapado entre el asiento y
Ella no quería oír nada, no le interesaba nada de lo que aquel hombre pudiera ofrecerle.— No me interesa — trató de cerrar la puerta de nuevo, tenía mucho trabajo que hacer, y muchas preocupaciones que atender como ir a comprar algo para el almuerzo de Fede.— No puedo marcharme de aquí sin que me escuche.— Insistió Julio.— Por favor ...— repitió Josefina sin lograr que se moviera de la puerta ni un centímetro.— Bien, si acepto escucharlo se irá. Sin rechistar.Y ya no esperó a que la mujer lo invitara a pasar, él solo se internó al lugar con una caja cuadrada de regalo que dejó sobre la mesa, dentro de la cual había un vestido de gala y un antifaz.— Mi jefe se ha enterado del incidente del otro día, le gustaría pedirle disculpas y que aceptara este regalo — luego extendió un sobre con la misma cantidad de dinero que había recibido como pago por el encuentro anterior — me pide que le ofrezca esto y que esta vez lo único que tiene que hacer es cenar con él, nada más, traje un contra
Lo primero que hizo Julio tras salir de casa de Josefina fue volver a su oficina y redactar el contrato de confidencialidad de Alfonso, sabía que a su patrón no le gustaría demasiado la idea de que alguien más estuviera enterado del trato, pero era eso o no tener a la chica esa noche y eso, sin duda, le gustaría mucho menos.Aquel hombre lo había citado en un bar llamado Ganimedes, su hubiera sabido algo de mitología griega, tal vez no se habría llevado la sorpresa que se llevó al entrar en la zona rosa de la ciudad y, sobre todo, al aparcar cerca de aquel bar y ver a varios hombres en actitud cariñosa con otros hombres por la calle.— No me pagan lo suficiente...— habló bajito mientras entraba en aquel lugar y, si le había tensado lo que vio fuera, dentro era mucho peor, estuvo a punto de salir corriendo de allí, era como enfrentarse a sus miedos, sus pesadillas y sus inseguridades, todo junto.— Conoces a Alfonso…— Le preguntó a un camarero inclinándose sobre la barra de bar para qu
Ricardo releía el contrato que había redactado Julio, quién además de ser su hombre de confianza, también era abogado, aunque llevara varios años sin ejercer, le venía bien para tener claros todos los términos legales de sus peculiares actividades. Pero era más que eso, era su consejero, su protector, su amigo, alguien en quien podía confiar al cien por cien.Decir que no se sentía algo perdido en ese momento, sería mentir, jamás había tenido la necesidad de ver a ninguna otra mujer tras sus sesiones, porque ninguna era la mujer que el perdió en el pasado , por lo que le era fácil permanecer lejos de las mujeres. Una sola noche era suficiente. Ricardo se limitaba a contratar a sus acompañantes para sus sesiones, donde dejaba que sus más febriles, lujuriosos y ocultos impulsos salieran a la luz. Pero en ese caso era distinto, por primera vez se planteaba llevar esa relación más allá de una noche, alargar un encuentro a varios y no limitarse, necesariamente, solo al plano sexual.Pero l
Ricardo retiró la silla para que la chica se sentara y él se sentó en frente mientras la observaba, era hermosa, realmente hermosa, a pesar de la máscara estaba seguro de que debajo de ella había un rostro más que perfecto con el que le gustaba fantasear pero no verlo.— ¿Supongo que te has preguntado para qué te he traído aquí hoy?—Se sirvió un poco de Sushi en el plato y levantó la vista para ver a la mujer, a pesar de la distancia sus ojos azules resaltaban a través de la máscara.— Primero de todo disculparme por marcharme como lo hice, y también con el desagradable problema que tuvo con Genaro, ese hombre no va a molestarla más. Aseguró llevándose la copa a los labios y bebiendo un poco más de champagne.— Algo me sucedió con usted que me hizo abandonar la cama de forma abrupta para procesarlo.Se levantó, tomó el plato y caminó hasta estar a su lado, le molestaba la distancia entre ellos, tenía la necesidad de tenerla cerca, dejó el plato a su lado y tomó asiento.—Y luego para pr
— Nunca.— Murmuró Ricardo en su oído, jamás va a verme la cara ni yo a usted. Aseguró muy convencido de lo que decía, porque tenía muy claro que seguiría manteniendo el anonimato.— La habitación está completamente insonorizada y tiene su propia entrada desde el aparcamiento, contrataré alguien que cuide de su hijo cuando la visite y le avisaré con tiempo, él jamás verá a un hombre en la casa.Llevó dos dedos a su mentón y a pesar de no poder reconocerle con la máscara puesta, le hizo levantar el rostro y así poder perderse en su mirada, le gustaba su propio reflejo a través sus ojos azules. Sería una torta para él, pero tan fácil de imaginar que en realidad se trataba de su Josefina, la que se encontraba tras la máscara. Pero porque no hacerlo¿Por qué no fantasear con eso? Al fin y al cabo ella estaría para cumplir sus fantasías y no había nada que deseara más que volver a tener a Josefina en sus brazos.— Respetaré sus límites, jamás haré algo que no quiera, mi única e indiscutible c