Josefina sentía que su corazón latía muy rápido mientras él la observaba, estaba impaciente por escuchar lo que tenía que decir sobre su aspecto, no solo su corazón parecía fuera de control, el calor de su cuerpo se había incrementado.Estaba segura, ya que sentía su piel arder y no solo era la piel de la cara la que estaba en llamas, sino cada centímetro de piel que Ricardo observa con detenimiento, era tan evidente su deseo que hasta ella, inexperta e inocente podía notarlo y el efecto que le provocaba no era nada parecido a todo lo que hasta entonces había sentido, la forma en que hormigueaba su piel como si necesitara algo que no sabía definir muy bien. Y ese hormigueo crecía a medida que esa mirada se intensifica al verla, concentrándose todo ese cosquilleo en el centro de su bajo vientre.— Yo... yo…—Estaba por entrar y cambiarse cuando él la empujó dentro y empezó, no solo a tocarla, sino también a besarla de esa manera que le robaba el aliento y la voluntad en un instante, de
Ricardo era consciente de que se había comportado como un auténtico acosador y, tal vez, incluso se había aprovechado de la inexperiencia de la chica para seducirla, pero si algo tenía claro, era que pensaba seguir haciéndolo, no había nada que pudiera quitarle la idea de hacer suya a esa mujer, sobre todo al verla en ese perfecto traje de baño de dos piezas mientras el agua del mar parecía ansiar tanto su cuerpo como él.Casi se sentía celoso de las olas que se atreverían a acariciar su cuerpo, del sol que se atrevía a observarla con descaro, calentarla y darle luz a sus días y la sal del agua que se adhería a esa piel que él tanto deseaba, podía imaginarse lamiéndola para quitarla de su cuerpo.Ella no lograba salir de su sorpresa, cada cosa que había sucedido entre ellos, era algo que no lograba procesar, las palabras de su madre y sus advertencias seguían haciendo eco en su mente de forma repetitiva.«Debes tener cuidado Josefina, los hombres son seres tramposos y mañosos, harán c
Se entregó a ese beso, sin reserva, dejando que él le enseñara, a besarlo, a seguir su ritmo, mientras sentía su corazón cada vez más acelerado y latiendo fuertemente en el pecho, dejando que recorriera su cuerpo como deseaba, ella lo dejaría hacer, era su novio. Ella era su novia, además ni siquiera era capaz de negarse a esas caricias que hacían que se le olvidara hasta el mundo que los rodeaba.Que ella le diera permiso solo hizo que nada pudiera detener a Ricardo, miró a su alrededor, apenas había nadie aquel día en la playa, se notaba que era un día laborable, la poca gente que estaba allí, estaba demasiado lejos como para ser conscientes de lo que hacían entre las rocas.— Si, solo un poco, esta vez seremos los dos juntos, cariño, somos novios ahora.—El vaivén de sus caderas era más rítmico, más rápido, intentando saciarse solo con el roce entre sus partes cubiertas por la ropa y, aun así, era insuficiente para él, aquello solo hacía que se le pusiera más dura y fuera más doloro
Después de ese día, en la playa, todo lo que pasaba alrededor de Josefina era como vivir en un constante sueño de hadas.Un sueño donde ella era Cenicienta y Ricardo era su príncipe azul, el que haría y daría cualquier cosa, porque ciertamente, desde el flechazo que tuvieron, tanto uno como el otro se habían enamorado muy pronto.Ese día, tras llegar de la playa, ella esperaba enfrentarse a la furia de su madre, pero eso no ocurrió, Ricardo habló con Magdalena prometiéndole que iba muy en serio con su hija y que llevaba buenas intenciones. A partir de ese instante vivía entre nubes, enamorada y feliz, cada día se volvía mejor que el anterior, era como estar en un sueño del que no quería despertar.Todas las mañanas él la llevaba a la escuela, no importaba que tuviera que madrugar para ello, a pesar de él estar de vacaciones, Ricardo pasaba feliz y puntual a buscarla todos los días para acompañarla. Pese a que la mayoría de chicas que conocía, hablaban de ella a sus espaldas, a Josefin
— ¿Entonces dónde dices que vas a llevarme, Ricardo?Eran las ocho de la noche, cuando Josefina y Ricardo salían de la fiesta en honor a los graduados de ese año. Josefina no solo había obtenido su certificado de educación media superior, también un par de diplomas gracias a sus excelentes calificaciones.Pese a los cuchicheos y algunas habladurías de sus compañeras, Josefina no dejaba de sonreír y así salió, feliz de la fiesta, tomada de la mano de su novio.— Tendrás que esperar para saber a dónde iremos — Susurró parando el andar de ambos, sujetándola de la cintura para besarla — pero esta noche será especial. Será nuestra noche.No tuvo que decir más para que Josefina desistiera de seguir indagando, ella le dejaría llevarla al fin del mundo. Había estado planeando el regalo de graduación de Josefina con su abuelo durante mucho tiempo, ella iría a la universidad y haría cualquier cosa que quisiera hacer porque esa chica se merecía el mundo entero y Federico había accedido a pagarle
Su cama, su casa y su mujer porque esa noche por fin sería suya del todo, el principio del resto de sus vidas empezaba en ese lugar, los dos juntos creando su futuro. Tenía todo el tiempo del mundo, un mundo lleno de posibilidades por explotar y en ese momento lo que quería era disfrutarla, había estado explorando su cuerpo durante esos últimos dos meses, despertándola con calma, descubriendo que puntos la hacían estremecer y como le gustaba, pero jamás habían llegado tan lejos como lo harían ahora. Era suya, completamente suya y la tomaría porque le pertenecía.Se acomodó entre sus piernas mientras la miraba a los ojos, la belleza de aquella mirada azul era indescriptible, la inocencia que todavía reflejaba solo podía enloquecerlo un poco más, volverlo adicto y a la vez esclavo de sus deseos, porque solo vivía para hacerla feliz.—Te amo...— Aseguró Ricardo una vez más mientras se frotaba contra ella, completamente duro, necesitado, aun así, no tenía prisa, disfrutaba de ese roce de
De vuelta a la actualidad.— ¿Estás segura de aceptar?— Esa no debería ser la cuestión — respondió ella con una amarga y forzada sonrisa en los labios, por supuesto que no estaba segura, ¿Pero qué otra opción tenía si quería salir adelante? — La pregunta que deberías hacerme es ¿Podré pagar este mes la renta y el que viene?— Lo siento. — se disculpó su vecino avergonzado y es que sabía perfectamente cuál era la situación de su amiga.— No deberías disculparte, tú no eres responsable de lo que me suceda — Josefina terminó de quitar la ropa del tendedero del patio de la vecindad dónde vivía.— Sé que nada de lo que te diga te hará cambiar de opinión, pero jamás has hecho nada así, he escuchado muchas cosas que ocurren en ese lugar, cosas turbias para las que no estás preparada.No estaba segura de nada, salvo del hecho que debía más de dos meses de renta y un tercer mes no se podía permitir no pagar, no si deseaba tener lejos de ella a Alfonso, el casero y siempre sería mejor aquel ne
Josefina debía reconocer que estaba completamente muerta de miedo, nada la había preparado para lo que ese hombre le pedía, seguía mordiendo su labio inferior y algunas veces el superior tratando de calmar el miedo, los nervios, la curiosidad y la necesidad de huir que la embargaba.La voz suave y seductora del hombre contrastaba con el aura de autoridad y de peligrosidad que sentía a su alrededor, y es que él parecía llenarlo todo con su presencia de un modo en que no se podía explicar ni definir, solo sentir.Escuchó atenta sus instrucciones, perdida en esa voz autoritaria que le resultaba un tanto familiar, pero a la que no lograba ponerle rostro. Nada de hablar, nada de gemir fueron las órdenes que le dio ¿Entonces cómo iba a mencionar la palabra clave que le pedía si necesitaba pronunciarla?Algo sorprendió a Ricardo en esa mujer que no se sentía como en las demás, las otras tenían esa aura de confianza, excitación, curiosidad e incluso desprecio, pero ninguna reflejaba aquella d