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Por Siempre Tuyo.
Por Siempre Tuyo.
Por: Bren Alice
El tiempo en el que no había indicios de un tirano.

"Mi niña, discúlpame por no decirte esto de frente, pero quiero que sepas que tu padre sigue con vida.  

Tal vez sea un poco difícil para ti aceptarlo, pero creo que ya es hora de que todo salga a la luz. Tú tienes el derecho de pelear por lo que te pertenece.  

No tengas miedo, tu padre te protegerá de cualquier cosa, como hasta ahora.  

Dejé un cheque con esta carta. En caso de que no quieras acercarte a él, este dinero será suficiente para que puedas terminar tus estudios y vivir una vida cómoda por muchos años.  

Sí, viene de tu padre. Pero te puedo asegurar que lo dio con todo su corazón y preocupación. No soy quién para decirte nada de esta situación, pero si lo buscas; te prometo que no te arrepentirás. 

Te amo, mi niña.  

Tu nombre a partir de cuándo leas esta carta es Miranda Martínez..."

Mientras fruncía el ceño, la mujer que leía la carta sentía una increíble sensación de celos. Apretó los dientes y rompió la carta furiosa hasta dejarla hecha trizas y en los más pequeños trozos que pudo. Después de respirar profundamente por lo menos durante unos cinco minutos, cambió su expresión y se convirtió en una dulce, amable y dolosa mujer. Salió de la habitación y miró a la triste niña en la sala y sonrió comprensiva. 

—Miranda, sé que no debes sentirte muy bien. Pero hay cosas que se deben arreglar mi niña. —Cuando vio la mirada sin cambios. Contuvo su emoción y la abrazó con fuerza, tratando de consolarla.  —¿Necesitas ayuda?  

Miranda la miró apenada y bajó la cabeza. Vanessa por su lado sintió como si su sangre estuviera hirviendo de rabia. 

"¿Cómo una cosa tan estúpida podía tener tanta suerte? Si logro casar a Manuel con esta mocosa; se lo diré, de esa manera mi hijo no tendrá ninguna limitación y viviremos como debimos serlo para siempre”  

—Cariño, hay cosas que no puedo hacer sin tu firma, ¿Me puedes dar autorización firmando aquí?  

—Claro, discúlpeme por molestarla con tantas cosas. —respondió Miranda mientras firmaba el endoso del cheque. Poco o nada sabía sobre  las verdaderas intenciones de su “considerada” vecina.  

El tiempo pasó y Miranda estuvo deprimida por bastante tiempo. Vanessa la cuidó, ayudó en la limpieza, comida y varias cosas más. Arregló papeleos, sepelio y puso en orden las cosas referentes al departamento. Y, al notar los sentimientos de su hijo, dio un suspiro de alivio y casi saltaba emocionada. Comenzó a darle consejos a Manuel para que conquistara a Miranda, no obstante, debido al poco interés de parte de ella, varias veces se contuvo de intervenir.  

Miranda por otra parte, trató de recomponerse debido a la presión que le provocaba la madre de Manuel, aunque en ningún momento dijo algo o se quejó. Siempre estaba ahí, pasivo agresivamente. La mujer era muy noble y amable. Aunque tenía una manera de pensar un poco anticuada y rara, nunca quitó el hecho de que siempre recibió su apoyo incondicional para lo que fuera que necesitara.  

Miranda siguió estudiando y trabajando para poder mantenerse al día. Aunque Vanessa le entregó el dinero que su tía le había dejado; no era suficiente para mantener sus estudios y vivir sin preocuparse.  

Estuvo muy agradecida con ella, y también cuando ellos tenían dificultades, Miranda ayudaba en lo que podía.  

 Manuel por otra parte, era un joven muy entusiasta y se mostraba ante ella, con una sonrisa todos los días sin importar que tan malo o pesado fuera. Cuando podía acompañaba a Miranda o la cuidaba en las noches cuando ella salía tarde de trabajar.  Él notó la favorable imagen que tenía su madre de ella y se sintió bastante satisfecho. La conocía bastante bien, si Miranda no le cayera bien o no le pareciera, sería muy impaciente y grosera con ella. Afortunadamente, no era así. 

Un día, algo nervioso, se acercó a su madre a pedir un consejo y expresándole sus planes a futuro . Ella lo miró con una sonrisa y lo escuchó atentamente, él tragó un poco inquieto pensando que no le gustaría la idea. Pero contrariamente a lo que creía, ella hasta se emocionó al saberlo. Curiosamente ambos parecían cómplices de alguna travesura, Vanessa incluso leía revistas para jóvenes para darle ideas a su hijo.  

 Manuel estaba tan feliz, que trabajó aún más arduamente por su familia y Miranda. 

 Un día, que llegó a casa, se bañó y cambió para ir a buscar a Miranda a su trabajo. Pero su madre lo detuvo antes de salir. 

 —Cariño 

 —¿Sí mamá? —respondió Manuel  inquietándose al ver la expresión preocupada de su madre.  —¿Qué pasó?  —Vanessa bajó la mirada y mostró su lado más “preocupado”.

—Hijo, sé que no debería. Pero... encontré esto en las cosas nuevas que Miranda compró.  —la mujer sacó varios cosméticos y ropa que ella le había comprado a Miranda. A la que había hecho prometer no le dijera nada a Manuel para que no se preocupara.

 Aunque Miranda se sintió incómoda por los extravagantes regalos, también se sintió conmovida por la atención de Vanessa.  Aunque Manuel se sorprendió un poco, en realidad no era gran cosa, dado que Miranda vivía sola y en realidad no tenía muchas preocupaciones, era normal que quisiera comprar una que otra cosa valiosa de vez en cuando. Pero al ver la preocupación de su madre, entendió su preocupación. Se giró y suspiró profundamente.

  

  —Madre, te prometo que no habrá ningún problema. No pienso casarme antes de poder darles a todos una buena vida. Mi proyecto no es cualquier cosa, te podré dar a ti, a Miranda y mis hermanos la mejor vida posible. Créeme.  —después de eso, Manuel le sonrió y le dio un beso en la frente, después, salió a buscar a Miranda.  En cuanto se cerró la puerta, la preocupada mirada de Vanessa, se convirtió en una cara de exasperación y frustración insoportable.  

—¡¿Cómo parí a un hijo tan estúpido?!  ¡¿No debería pensar en atraparla lo más rápido posible?! ¡Demonios! — Arrojó las cosas de nuevo a la bolsa y fue a regresarlas rápidamente.  

****************** 

Miranda que salió del restaurante bastante tarde, comenzó a caminar a la parada del autobús. Mientras se acercaba, vio al alto y guapo chico de cabello negro, recargado en la esquina.  Se detuvo un segundo, pero después con una sonrisa se acercó a él.  

—¿No fuiste hoy a tu segundo trabajo? —Preguntó ella, mientras veía su cabello aún húmedo.  

—Debiste descansar en lugar de venir a buscarme. Trabajas mucho.  —Manuel, sonrió y casi no prestó atención a lo que dijo por admirarla un poco más. 

Su personalidad, sonrisa y apariencia. Eran como los de una hermosa joven acaudalada.   

 “Sí, ella de verdad merece lo mejor” 

Se dijo a sí mismo mientras se proponía trabajar más duro por su futura esposa.

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