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Memorias de un pasado cruel, Manuel te contará una historia

Un pequeño niño, escuchaba del otro lado de la puerta. —Ése niño no es nada para mí, sí quieres puedo dejarlo en un orfanato o algo. Ya te dije que sólo… —El hombre que fumaba recostado en la cama sonrió y se acercó a ella, acarició su mejilla y su cara mostró una expresión de burla.

La mujer se sintió incómoda, pero trató de conservar su sonrisa. —¿De verdad crees que me voy a tragar el cuento de que ése niño no es tuyo? No hace falta mucha imaginación o inteligencia para saber de quién es. Vanessa, ese niño es mi hermano menor ¿No es así?

Ella sintió como cada gota de su sangre cayera de golpe, se quedó sin palabras y su mirada consternada provocó otra sonrisa de burla del hombre. —Fuiste su secretaria casi diez años, y repentinamente desapareciste. Me rompiste el corazón ¿Sabes? traté por todos los medios de crecer y hacerme un lugar en la empresa para que mi padre aceptara nuestra relación. Pero no fuiste más que una sucia, traidora y mentirosa. —Vanessa más que nadie en ese momento, quería destrozar al maldito de su ex jefe. Si no hubiera sido tan imbécil no habría quedado en bancarrota y no hubiera sido muy tarde para abortar o pensar en otra cosa.

Pero ya no podía volver al pasado, tras descubrir su embarazo y la promesa de que sería protegida por él, decidió irse y esconder su embarazo y al niño.

Al final por su pésima administración y su libertino modo de vivir, no sólo fue un desastre, si no que cuando su esposa descubrió sus deslices, pidió el divorcio. Le quitó lo que le quedaba y al final, se suicidó por la humillación y la pobreza.

"Maldito hombre inútil..."

Vanessa, que había permanecido en la oscuridad, se enteró hasta mucho tiempo después. Cuando no pudo contactarlo por ningún medio y estaba por terminarse el dinero que le dió para desaparecer.

Estaba tan furiosa, pero ya no había nada qué hacer. Tenía al niño y creyó que podía obtener algo en su nombre. Pero al ir a pedir orientación legal, descubrió los exorbitantes números rojos y decidió dejar todo en paz.

Vivió una vida relativamente difícil, dado que su trabajo y dedicación eran bastante competitivas. Era responsable y bastante capaz, por lo que su sueldo no era bajo, pero para ella, nunca fue suficiente.

Además, cada día tenía que ver el rostro de ése hombre en miniatura. Se volvió una situación bastante frustrante. Pero al pasar los años la situación se veía mejor. Debía esperar a ver lo que sucedería en el futuro, hasta que después de varios años, recordó al hijo menor de su jefe que había olvidado; el cuál estaba perdidamente enamorado de ella.

Siempre la perseguía y la cortejaba como un tonto, pero era demasiado inútil e incapaz, por lo que nunca le dió importancia. Ahora, no sólo era el sostén de la familia, si no que fue un pilar importante, para el renacimiento de la empresa.

Cuando volvió a encontrarlo, dió un suspiro de alivio al ver su rostro emocionado al verla. Se comportó dulce y comprensiva de principio a fin, por lo que los recuerdos y la conversación fluyeron como agua dulce.

Concluyendo en la situación en la habitación.

Sus lágrimas cayeron mientras trataba de desviar la vista. Pero su mentón fue sostenido y apretado firmemente.

—Siempre lo supe. —Vanessa se mordió el labio y su rostro cambió a una vergüenza incontenible.

—Era tan estúpido que no me importó, sabía lo que pasaba, y aún así esperaba que si me veías destacar me mirarías a mí solamente.

Pero simplemente desapareciste; te burlaste de mí hasta el final.

Vanessa, lo miró en shock. Su hermoso rostro era irresistible para muchos hombres, y, a pesar de ya tener un hijo su dieta y ejercicio eran muy rigurosos, por lo que ni siquiera aparentaba la edad que tenía. Algo dentro de Tobías se movió con nostalgia. Luchaba desesperadamente por resistir las ganas inmensas de abrazarla y consolarla.

Pero el simple hecho de recordar todo lo ocurrido, y que su padre había desviado varios millones casi al final para ella y su hijo. Le dejaba un ápice de cordura…

Y desesperación.

Vanessa no tenía nada que decir, se sentía tan humillada y avergonzada, que solo esperaba el momento en el que se fuera de una vez por todas, pero a pesar de todo…

Después de ése día, Tobías pasaba varias veces a la semana la noche ahí. Manuel estuvo encerrado en su habitación todo el tiempo, y casi nunca se topó con él. Además de las palabras hirientes, Tobías sólo pasaba las noches, dejaba dinero y se iba.

Vanessa se sentía tan asqueada de los hombres, que llegó al punto de simplemente aceptar el dinero de Tobías y no ofrecer nada más de su parte más que sexo. Cada mañana que él despertaba y la veía ponerse de pie llena de indiferencia. Sentía unas ganas inmensas de salir corriendo y gritar a los cuatro vientos su dolor y frustración.

Pero no podía, no podía mostrar debilidad ante ella, no podía hacerle saber que la amaba con una locura casi enfermiza. Porque si llegaba a ocurrir, temía que volviera a escapar de sus manos.

Un día, Vanessa había salido y Manuel estaba en la cocina sirviéndose un vaso de agua, Tobías al ver  al pequeño, un escalofrío recorrió su espalda. Era el vivo retrato de su padre, no obstante, esa seriedad anormal en un niño, era casi deprimente. 

A pesar de todo nunca pudo odiarlo, su madre había muerto hacía mucho y su madrastra era frívola y antipática la mayoría del tiempo. Entendió mucho de ello. Al final, ambos en algún punto,  buscaban lo mismo. Pero ese niño no tenía la culpa, Vanessa parecía indiferente, pero él siempre se veía bastante bien cuidado y atendido.

Tal vez por su madre, su personalidad era un poco retraída pero pudo ver un chispa de perspicacia en su silenciosa mirada. Se inclinó frente a él y sonrió. Tal vez porque nunca habían sido presentados y tomando en cuenta lo que había estado escuchando, el niño dio un paso hacia atrás sorprendido.

Tobías con cuidado se acercó y acarició su cabello. —No te preocupes, no soy un extraño y espero no me veas como un invasor o algo parecido. Yo solo soy… —No tenía idea de cómo continuar. No quería confundir a un niño tan pequeño con algo tan complicado.

Pero un recuerdo ya había sido tallado en la mente de Manuel para siempre.

Su madre tenía razones para no confiar en nadie, y ése hombre era uno de los responsables.

Jamás pidió conocer a su padre, incluso en su infancia más corta tenía suficiente solo con su madre.

Pero desde ese día, se preguntaba si su padre habría sido parecido a su torpe hermano mayor.

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