Un matrimonio forzado, ese es su destino. Quiera o no. Una princesa necesita casarse por poder, no por amor. O al menos eso es lo que dicen. Naiara es la hija menor del Emperador. Sin embargo, antes de que ella naciera, su padre murió, y su medio hermano Markus tomó el trono. Y lo que podría ser una vida en el palacio, se transformó en una pesadilla. La joven princesa tiene una sola meta: tomar el poder, no importa lo que cueste. Desea vengarse de los que le hicieron daño, y tomar el control del un imperio desequilibrado. Para poder hacerlo tiene que hacer alianzas inesperadas: casarse con el príncipe Kai de otro reino, un hombre despiadado y cruel que pareciera que solo quiere tomar su puesto como emperador. Las cosas se complican cuando ella se reencuentra con uno de sus caballeros, del que ha estado secretamente enamorada, su amado y fiel Layne. ¿Logrará encontrar el amor en ese matrimonio obligado y por intereses? ¿O se decidirá por lo que grita su corazón y ser feliz? A veces las princesas no pueden decidir en sus vidas. El deber y el imperio están de primero… o al menos eso es lo que ella cree.
Leer másNaiara El mundo había cambiado y mucho más rápido de lo que había imaginado. Y, sin embargo, había cosas que se habían convertido en lo más usual para mi vida. Yo despertaba inmediatamente en sus brazos, podía sentir la brisa fría que era su piel, y escuchar el sonido de su corazón, y yo recordaba esa vez que casi lo perdía, el cómo mi oído se afinó para escuchar ese suave latido. Habían sido momentos difíciles y hay situaciones que no se pueden olvidar tan fácilmente. Jamás olvidaré que esta felicidad que tengo ahora costó sangre, sudor y lágrimas y que por poco no la tenía. —Quería dejarte dormir un poco, todos saben que mereces un descanso— dice él que de seguro hace ya bastante tiempo que está despierto. Mi esposo se queda ahí, usualmente a primeras horas de la mañana, acostado conmigo, acariciando mi espalda. Un pequeño momento en silencio donde él está conmigo. Él lo llama su “momento de seguridad” esas primeras horas de la mañana, donde todo está bien, donde yo estoy e
Azaleia Mi castillo, mi hogar. Lo único que yo había conocido durante años. Recordaba asomarme por la ventana, imaginando cómo sería el mundo desde afuera, ¿habría algo para mí? ¿Sería simplemente una criada por siempre? Imaginaba que Marchelina se iba a casar, y yo me iría con ella, y no me equivoco al pensar que estaría completamente feliz con ese futuro. Yo hubiese sido feliz, si ella fuese feliz. Pero todavía ha cambiado. En el castillo había pasado la muerte, desde aquí veía la tumba de ella y de mi Duque. Jamás los olvidaría. Pero también había vida, y amor. Me habían dicho que yo había heredado una especie de suerte o bendición... pues ahora estaba segura. —¡Vamos, ríndete!— decía una vocecita insistente mientras yo veía al patio. Me encargaba de preparar las habitaciones a Dashi y al capitán que vendrían en las próximas semanas. La extrañaba tanto, y las niñas la adoraban. —¡Jamás lo haré! ¿Acaso no sabes que soy un Conde? ¡El Conde Haggard! — gritaba Roldán mientras Ma
DashiUnos años después—¿Y qué crees que deberíamos hacer? Que haya seguidores de la luna siendo perseguidos y atrapados aun cuando no sea nuestro territorio es algo que no podemos permitir— me dice el caballero. Él insistía en que le llamáramos caballero, pero desde que había vuelto cada vez estaba más claro que él había obtenido el poder de Naiara, y en vez de dividirse se había hecho más grande y ahora eran una pareja imparable. Era un hombre poderoso, el Caballero Oscuro le decía.—Creo que estar atentos... estos viajes nos permiten tener visibilidad. Aveyron ha estado demasiado ajena a los problemas del resto del mundo y tener información de qué sucede afuera es importante. Y con más información… podemos actuar— le contestaba yo y él asentía. Aún no dejaba de sorprenderme que gente tan poderosa buscara mi opinión. Para ellos yo era una dama, pero muy dentro de mí yo seguía siendo la misma mujer de siempre. El Imperio... ahora sí merecía tener esa denominación. Aveyron se habí
Naiara La ceremonia había sido fantástica. Tantos años luchando, entrenando, preparándome. Y ahora todo había pasado. Y, sin embargo, toda mi atención iba al hombre que tenía frente a mí, mis dedos, involuntariamente al sello de su pecho. Layne me tomaba por la cintura, y me sostenía mientras dábamos vueltas por el salón. Mi matrimonio se suponía que iba a ser por compromiso, pero había logrado lo que yo más deseaba. Casarme con el hombre que yo amaba, casarme por amor. Él había jurado por mí, se había arrodillado… algo que estaba segura de que ningún otro hombre hubiese hecho. No quería ser emperador, no quería tener otro cargo que cuidarme, seguir siendo mi caballero. Y ahora mismo concentraba sus ojos en mí, mientras dábamos vueltas, bailábamos, ajenos a la música. Habíamos pasado horas y horas saludando a todos los invitados, a los ciudadanos que se había agolpado a vernos. Y por fin estábamos juntos aquí, frente a todos bailando. Pero en nuestro propio mundo. —Mi seño
Layne —¡Ha sido un viaje muy interesante, tío! Y lo que entendí después fue que, si bien habían cosas que había hecho muy mal el rey Pavel... es verdad que Sarassea era realmente imponente. La ciudad es fantástica, y creo que es la solución de que una de las familias más antiguas y qué más había contribuido con el bienestar del reino, fueran los descendientes al trono.— decía feliz. —Sin contar que se ha hecho justicia, especialmente por todas las damas que habían sufrido el abuso del Rey. Ellas y su familia han obtenido tierras y mejores posiciones... aunque nada les hará olvidar el horror de las acciones de difunto rey—decía mi sobrino muy emocionado. Una comitiva había ido a Sarassea a ayudar en los problemas ahí, y todo había resultado mejor de lo que pensábamos. —Roldán... deja de entretener a tu tío que debe estar pensando en cosas más importantes. Le espera un día de muchas emociones— decía Brock. —Está bien... necesito entretenerme un poco— respondía yo mientras me mir
Brock —Y así fue como sucedió todo, contábamos nuestros soldados muertos, ayudamos a que la ciudad se volviera a reconstruir y finalmente con el tiempo... pareciera como si nada hubiese pasado— le contaba a mi primo. Por supuesto que yo había salido corriendo de Bousquet con solo saber que él había despertado, debía decir que mi florecita y yo nunca habíamos perdido las esperanzas. Y aquí estaba, mi querido primo. Más fuerte que nunca. Fuerte como el imperio… pero obvio, siempre preocupado, pensando, planificando. —Entiendo... por supuesto que me hubiese gustado estar ahí y ayudar con todo lo que pudiera— dice él. —Y nosotros te extrañamos, cada día... cuando Naiara... hizo lo que hizo, no lo entendíamos, no creemos que ni siquiera...fuera capaz de hacer lo que hizo. Queríamos sacarla de la fortaleza que se caía… pero ella se negaba. Al final solo quedaron ruinas, y bajo todo eso… ella ahí, cuidándote, protegiéndote. Y no sé como, pero… respirabas. Fue impresionante. De ahí s
Layne Me había sentido como flotando en la nada, no tenía idea desde hace cuánto y parte de mí tenía la extraña sensación de estarme perdiendo algo importante, aunque no sabía qué era. Recordaba la guerra. Markus. El fuego en la ciudad. Los ataques. Todos peligros y problemas para mi princesa, y yo estaba aquí, no sabía dónde, como suspendido en la nada. Y mi esperanza era llegar a ella, aunque no sabía cómo. A veces yo estaba consciente y otras veces sentía que dormitaba aunque no descansaba. Tenía esa sola preocupación, encontrarla. Del resto parecía como si parte de mí se estuviera recuperando, las piezas se armarán, y todo poco a poco fueron encontrando su lugar. Eso era lo que yo creía, al menos, aunque yo no tenía certeza de nada. Solo sabía una cosa: por pequeños momentos yo la sentía cerca. Sabía que Naiara no estaba aquí, pero con todo y eso tenía pequeñas ráfagas de ideas, pequeños estímulos que me hacían creer que ella estaba a mi lado. Parecía como si estuviera en
Naiara—Mi caballero oscuro… mi amor— decía, acariciando su cabello mientras él yacía aún en mi regazo. —Mi más puro amor... el amor de mi vida… — decía yo observándolo e imaginando que estaba en un profundo sueño. Escuchaba llantos desesperanzados y Roldán que llamaba su tío. Subían más y más pasos del pasillo de las escaleras y escuchaba más gritos mientras soldados caminaban cerca de mí revisando si realmente la amenaza había pasado. ¿Realmente había terminado todo? ¿Realmente él había perdido y yo había ganado? Porque en este momento sentía que yo había perdido absolutamente todo. Mis manos me escocían, y tenía la piel enrojecida que se iba curando poco a poco. Pero nada me dolía más que mis ojos ardientes y mi corazón vacío. La noche había cubierto todo y la estrella seguía pasando ahora más lejos llevando su mensaje. Y ahora la ciudad estaba tranquila, y los animales estaban callados, solo quedaban las aves, cuervos negros de mi señor que venía y se posaban cerca, cabizbaj
Naiara Me sentía invencible, con una sensación de certeza y de poder como nunca había tenido. Podía sentir con total cercanía como la energía de la estrella que pasaba sobre mí, dentro de mí y a mi alrededor. Era una fuerza y una esperanza como nunca había sentido en toda mi vida. Mi cuerpo temblaba y mi piel se erizaba del fluyente de energía del cual no estaba acostumbrada. Pero yo había entendido que se tenía que hacer lo necesario para acabar con esta maldad, y yo estaba dispuesto a hacer lo que fuera para lograrlo, no importa lo que me costara. Markus me veía con ojos desorbitados y él mismo sabía que su fin se acercaba. Yo había tenido ayuda de nuevo, era cierto, pero esto era más de lo que yo alguna vez pude haber pedido. Estos eran los astros y los dioses inmiscuyendo en temas de humanos, algo que posiblemente no hayan hecho desde que el mundo se creó. Era mi esperanza y tenía que aprovecharla. Él se arrastraba y si bien en su mirada veía inclusive miedo... por un