Layne Me había sentido como flotando en la nada, no tenía idea desde hace cuánto y parte de mí tenía la extraña sensación de estarme perdiendo algo importante, aunque no sabía qué era. Recordaba la guerra. Markus. El fuego en la ciudad. Los ataques. Todos peligros y problemas para mi princesa, y yo estaba aquí, no sabía dónde, como suspendido en la nada. Y mi esperanza era llegar a ella, aunque no sabía cómo. A veces yo estaba consciente y otras veces sentía que dormitaba aunque no descansaba. Tenía esa sola preocupación, encontrarla. Del resto parecía como si parte de mí se estuviera recuperando, las piezas se armarán, y todo poco a poco fueron encontrando su lugar. Eso era lo que yo creía, al menos, aunque yo no tenía certeza de nada. Solo sabía una cosa: por pequeños momentos yo la sentía cerca. Sabía que Naiara no estaba aquí, pero con todo y eso tenía pequeñas ráfagas de ideas, pequeños estímulos que me hacían creer que ella estaba a mi lado. Parecía como si estuviera en
Brock —Y así fue como sucedió todo, contábamos nuestros soldados muertos, ayudamos a que la ciudad se volviera a reconstruir y finalmente con el tiempo... pareciera como si nada hubiese pasado— le contaba a mi primo. Por supuesto que yo había salido corriendo de Bousquet con solo saber que él había despertado, debía decir que mi florecita y yo nunca habíamos perdido las esperanzas. Y aquí estaba, mi querido primo. Más fuerte que nunca. Fuerte como el imperio… pero obvio, siempre preocupado, pensando, planificando. —Entiendo... por supuesto que me hubiese gustado estar ahí y ayudar con todo lo que pudiera— dice él. —Y nosotros te extrañamos, cada día... cuando Naiara... hizo lo que hizo, no lo entendíamos, no creemos que ni siquiera...fuera capaz de hacer lo que hizo. Queríamos sacarla de la fortaleza que se caía… pero ella se negaba. Al final solo quedaron ruinas, y bajo todo eso… ella ahí, cuidándote, protegiéndote. Y no sé como, pero… respirabas. Fue impresionante. De ahí s
Layne —¡Ha sido un viaje muy interesante, tío! Y lo que entendí después fue que, si bien habían cosas que había hecho muy mal el rey Pavel... es verdad que Sarassea era realmente imponente. La ciudad es fantástica, y creo que es la solución de que una de las familias más antiguas y qué más había contribuido con el bienestar del reino, fueran los descendientes al trono.— decía feliz. —Sin contar que se ha hecho justicia, especialmente por todas las damas que habían sufrido el abuso del Rey. Ellas y su familia han obtenido tierras y mejores posiciones... aunque nada les hará olvidar el horror de las acciones de difunto rey—decía mi sobrino muy emocionado. Una comitiva había ido a Sarassea a ayudar en los problemas ahí, y todo había resultado mejor de lo que pensábamos. —Roldán... deja de entretener a tu tío que debe estar pensando en cosas más importantes. Le espera un día de muchas emociones— decía Brock. —Está bien... necesito entretenerme un poco— respondía yo mientras me mir
Naiara La ceremonia había sido fantástica. Tantos años luchando, entrenando, preparándome. Y ahora todo había pasado. Y, sin embargo, toda mi atención iba al hombre que tenía frente a mí, mis dedos, involuntariamente al sello de su pecho. Layne me tomaba por la cintura, y me sostenía mientras dábamos vueltas por el salón. Mi matrimonio se suponía que iba a ser por compromiso, pero había logrado lo que yo más deseaba. Casarme con el hombre que yo amaba, casarme por amor. Él había jurado por mí, se había arrodillado… algo que estaba segura de que ningún otro hombre hubiese hecho. No quería ser emperador, no quería tener otro cargo que cuidarme, seguir siendo mi caballero. Y ahora mismo concentraba sus ojos en mí, mientras dábamos vueltas, bailábamos, ajenos a la música. Habíamos pasado horas y horas saludando a todos los invitados, a los ciudadanos que se había agolpado a vernos. Y por fin estábamos juntos aquí, frente a todos bailando. Pero en nuestro propio mundo. —Mi seño
DashiUnos años después—¿Y qué crees que deberíamos hacer? Que haya seguidores de la luna siendo perseguidos y atrapados aun cuando no sea nuestro territorio es algo que no podemos permitir— me dice el caballero. Él insistía en que le llamáramos caballero, pero desde que había vuelto cada vez estaba más claro que él había obtenido el poder de Naiara, y en vez de dividirse se había hecho más grande y ahora eran una pareja imparable. Era un hombre poderoso, el Caballero Oscuro le decía.—Creo que estar atentos... estos viajes nos permiten tener visibilidad. Aveyron ha estado demasiado ajena a los problemas del resto del mundo y tener información de qué sucede afuera es importante. Y con más información… podemos actuar— le contestaba yo y él asentía. Aún no dejaba de sorprenderme que gente tan poderosa buscara mi opinión. Para ellos yo era una dama, pero muy dentro de mí yo seguía siendo la misma mujer de siempre. El Imperio... ahora sí merecía tener esa denominación. Aveyron se habí
Azaleia Mi castillo, mi hogar. Lo único que yo había conocido durante años. Recordaba asomarme por la ventana, imaginando cómo sería el mundo desde afuera, ¿habría algo para mí? ¿Sería simplemente una criada por siempre? Imaginaba que Marchelina se iba a casar, y yo me iría con ella, y no me equivoco al pensar que estaría completamente feliz con ese futuro. Yo hubiese sido feliz, si ella fuese feliz. Pero todavía ha cambiado. En el castillo había pasado la muerte, desde aquí veía la tumba de ella y de mi Duque. Jamás los olvidaría. Pero también había vida, y amor. Me habían dicho que yo había heredado una especie de suerte o bendición... pues ahora estaba segura. —¡Vamos, ríndete!— decía una vocecita insistente mientras yo veía al patio. Me encargaba de preparar las habitaciones a Dashi y al capitán que vendrían en las próximas semanas. La extrañaba tanto, y las niñas la adoraban. —¡Jamás lo haré! ¿Acaso no sabes que soy un Conde? ¡El Conde Haggard! — gritaba Roldán mientras Ma
Naiara El mundo había cambiado y mucho más rápido de lo que había imaginado. Y, sin embargo, había cosas que se habían convertido en lo más usual para mi vida. Yo despertaba inmediatamente en sus brazos, podía sentir la brisa fría que era su piel, y escuchar el sonido de su corazón, y yo recordaba esa vez que casi lo perdía, el cómo mi oído se afinó para escuchar ese suave latido. Habían sido momentos difíciles y hay situaciones que no se pueden olvidar tan fácilmente. Jamás olvidaré que esta felicidad que tengo ahora costó sangre, sudor y lágrimas y que por poco no la tenía. —Quería dejarte dormir un poco, todos saben que mereces un descanso— dice él que de seguro hace ya bastante tiempo que está despierto. Mi esposo se queda ahí, usualmente a primeras horas de la mañana, acostado conmigo, acariciando mi espalda. Un pequeño momento en silencio donde él está conmigo. Él lo llama su “momento de seguridad” esas primeras horas de la mañana, donde todo está bien, donde yo estoy e
Hace poco menos de dos décadas, una joven dama, hija de un gran señor jamás pensó con ser emperatriz. Sola, le pedía a la luna que iluminara su camino, que le dijera, casi como en un secreto qué le deparaba el destino, quería saber qué pasaría en unos años, pues su vida tranquila en el castillo de su padre no iba a ser para siempre. Ella, Aurora, de la familia Lumen, era hermosa, brillante, inocente y creía en la bondad de todos. Su cabello castaño enmarcaba su preciosa cara, y sus ojos eran brillantes como zafiros azules. Tenía la voz más melodiosa y todos creían que era muy especial. Era el orgullo de su casa, de su padre, de todos los que la rodeaban. Amaba ver las estrellas, jugar con los animales y plantar flores en el jardín. Quizás por eso, cuando el Emperador Otelo Caelum buscaba esposa, quedó prendado de ella. Otelo había enviudado hace muchos años y después de mucha consideración había decidido que su joven hijo y heredero necesitaba una madre. Cuando Aurora Lumen fue pre