— ¿Cuánto tiempo te llevó, desde que la abandonasteis hasta que volvisteis al lugar? — Freire observaba a la muchacha, esa travesura no sólo le había costado la vida a una persona, sino que le había dado un golpe al caso, uno tan grande que podía hacer que nunca se descubriera al culpable.— Tardé unos veinte minutos — la muchacha lloraba como un monzón —. No quería que eso pasara. No tenía que ocurrir nada, sólo era un susto — se agarraba a su madre. — Eli nos dijo que la atábamos y al día siguiente, antes de ir al instituto, la soltamos.— Entiendo — respondió la madre, mientras que el padre la observaba con los ojos abiertos. Se había alejado de ella unos centímetros, como si no reconociera a su propia hija— Este es un pueblo tranquilo. Nunca pasa nada. ¿Qué era lo peor que podía sucederle? — Murmuró.— Lo peor ya le pasó — Freire intentaba mantenerse firme y no decirle las cuatro cosas que pensaba. Sintió un intenso calor en el pecho, el monstruo que se encerraba en su interior gr
El sol golpeaba la piel morena de Edelia, una mujer que había perdido a su marido hacía dos lunas y que, por su condición de granjera pobre, estaba condenada a la hambruna. Pero Dios le había dado la sabiduría de sus ancestros y la testarudez de su antiguo clan. No se rendiría ante los designios que el señor le había puesto delante, por ella y por su hija Isolda Mary, tenía que seguir adelante.No era oficio de la mujer el de pescar, pero a ella se le daba extremadamente bien y sus cosechas crecían lo suficiente para mantenerlas a las dos e, incluso, para vender alguna legumbre, que le aportaba algunas monedas que guardaba como un tesoro. Sus tierras, herencia de su difundo esposo, pegadas al río, eran una bendición. Los riegos eran más fáciles, los animales que se acercaban al río eran presas que llenaban sus platos.Estaban las dos solas, no necesitaban a nadie más, pese a que las leyes no escritas decían que una mujer no debería llevar el hogar sin un hombre a su lado, y eran muchos
— Es una leyenda terrible — Freire observaba el reloj, era muy tarde.— No seas necio — el anciano le regañó —. El pueblo estuvo a punto de desaparecer en aquel momento. Casi todo el mundo acabó sucumbiendo a los peces negros.— Pero los peces ya existían cuando murió la mujer — esa historia no explicaba nada.— ¡Exacto! — Se alzó — Es algo que ocurrió, una de las historias que más se ha compartido, nuestra leyenda más antigua, pero no es su verdadero origen.— ¿Y cómo llegaron aquí? — la pregunta era obvia.— Se nota que es investigador — sonreía —, haces las preguntas correctas.— ¿Y bien? — esperó.— Hay una teoría que dice que el agua tiene memoria — el hombre sacó su cantimplora y bebió un buen sorbo —. Imagínate que debió ocurrir en ese río para que tantas desdichadas almas estén buscando venganza.— ¿Tu abuela no te contó nada más? — sonreía.— Solo es una de las muchas historias que hay grabadas a fuego en este lugar — bebió —, pero cuando los peces aparecen no diferencian cul
Los zoólogos y los demás miembros de organizaciones que habían venido a investigar el extraño caso del pez piraña estaban durmiendo, se escuchaba algún ronquido por el pasillo. Entró en su habitación y observó a su alrededor.Abrió el grifo de la pileta para refrescarse y se quedó paralizado, observaba como el agua caía por el sumidero; de repente, sintió miedo de tocarla. Observaba como ese líquido transparente bajaba sin barreras, hasta que se dio cuenta de algo que lo hizo alejarse, un pequeño murmullo, unas ondas que inexplicablemente se dibujaban en aquel chorro. Cerró el grifo lentamente mientras las gotas de agua desaparecían una por una.Apagó la luz del baño y se alejó lo máximo posible. Necesitaba mantener la mente ocupada, se sentó frente al ordenador y empezó a buscar información del tío de Rafa, aquel individuo que se había quedado con la guitarra en la mano, seguramente se beneficiaba de las ventas de su sobrino o quizás lo ayudaba con ellas. También quería saber un poco
Enfrente de Freire, sentado en ese despacho improvisado, estaba Martin, más conocido como el profesor de gimnasia. Lo había hecho ir a su despacho, no para interrogarlo, ya que no había nada en contra de él. Chari había visto un coche y Martín no conducía, además el día del asesinato, él no se encontraba en el pueblo, estaba en la capital. Freire había solicitado información en el hotel, confirmaron el uso de la habitación y el recepcionista reconoció la imagen que se le mostró con otras similares.— Han tardado en llamarme — lo observaba de arriba abajo.— No había necesidad de hacerlo antes — Freire observó aquel hombre alto, entrado en años. Era como muchos otros atletas venidos a menos, había dejado de hacer ejercicio, su cuerpo se había llenado de grasa y las pieles colgaban a causa de su peso —. Quería que viera esto — le mostró los partes de asistencia.— ¿Qué es? — agarró los papeles y los observó por encima.— Son los partes de asistencia de este año — Freire había señalado un
En la sala de interrogatorios, Berto, hablaba con el tío de Rafa, Lemos. Desde que Freire desconfiara de su conexión con la libreta negra lo habían estado vigilando de cerca; y lo habían encontrado, hace un par de horas, en la entrada del instituto con una bolsa llena de pastillas y unos adolescentes peleándose por comprarlas.Desde que empezó la investigación las ventas se habían cancelado, por lo que las notas de esos súper estudiantes habían bajado en la tercera evaluación, los exámenes finales estaban cerca y si no los hacían perfectos no serían seleccionados por las universidades que ansiaban. Todos querían su dosis, deseaban sacar buenas notas con minimo esfuerzo.Lemos cantaba mejor que un pajarito. No tuvo problemas en señalar a Eli como la persona que distribuía las pastillas entre sus compañeros. Ellos decían cuántos clientes y pastillas necesitaban, se lo apuntaba y las conseguía.Había querido participar cuando su sobrino empezó a gastar una cantidad de dinero que no tenía
Revisó los móviles, las libretas y las declaraciones, no podía quedar ningún cabo suelto. Todo tenía que estar perfecto, pero había algo, unas piezas que seguían sin encajar y esperaba que Eli llenara los huecos vacíos.Alguien llamó a la puerta, era la primera vez desde que estaba en esa comisaría que alguien mostraba modales, lo normal era que entraran de forma abrupta.— Señor Freire, la familia ha llegado y están de muy mal humor — puntualizó.— Perfecto — sonrió complacido, mientras se giraba hacia Berto, que acababa de llegar, y al igual que él, estaba revisando toda la documentación que presentarían delante los padres de Eli.Pasaron por delante de los calabozos, donde Lemos esperaba a que llegara su abogado. Comenzó a gritar que la culpable acababa de pasar; que todo era culpa de ella, que el era inocente. Al darse cuenta que los agentes pasaban de largo empezó a dirigirse a Eli con insultos y palabras bastante despreciables. Freire se imaginó el encuentro entre los dos, unos m
— No me jodas Freire — su buen amigo y forense había ido con el perito al levantamiento del cadáver —. No me digas que esto también tiene que ver con tu caso.— Ojalá pudiera decirte lo contrario viejo amigo — Freire tenía la ropa llena de salpicaduras de sangre, se había puesto delante de la muchacha y había intentado introducir los dedos para sacar aquella cabeza que estaba en interior, pero no pudo hacer nada, ni él ni Berto. La muchacha murió entre sus brazos.— ¿Queda alguno con vida? — Era una pregunta muy cruel.— Si — Se levantó de golpe, y se acordó de Val. Ella aún seguía viva. Aunque no lo creyeran tenía que intentar avisarla, por lo menos a la madre, esa mujer parecía creer en la leyenda —. Y voy a hacer lo posible para que siga viva — Aún podía proteger a uno de ellos.— ¿Me dejas aquí con este marrón? — Observaba el cuerpo de la muchacha tendido sobre la mesa de interrogatorio cubierto por una manta marrón. Al descubrir al cadáver vio la baba roja cayendo de su boca, sup