En la sala de interrogatorios, Berto, hablaba con el tío de Rafa, Lemos. Desde que Freire desconfiara de su conexión con la libreta negra lo habían estado vigilando de cerca; y lo habían encontrado, hace un par de horas, en la entrada del instituto con una bolsa llena de pastillas y unos adolescentes peleándose por comprarlas.Desde que empezó la investigación las ventas se habían cancelado, por lo que las notas de esos súper estudiantes habían bajado en la tercera evaluación, los exámenes finales estaban cerca y si no los hacían perfectos no serían seleccionados por las universidades que ansiaban. Todos querían su dosis, deseaban sacar buenas notas con minimo esfuerzo.Lemos cantaba mejor que un pajarito. No tuvo problemas en señalar a Eli como la persona que distribuía las pastillas entre sus compañeros. Ellos decían cuántos clientes y pastillas necesitaban, se lo apuntaba y las conseguía.Había querido participar cuando su sobrino empezó a gastar una cantidad de dinero que no tenía
Revisó los móviles, las libretas y las declaraciones, no podía quedar ningún cabo suelto. Todo tenía que estar perfecto, pero había algo, unas piezas que seguían sin encajar y esperaba que Eli llenara los huecos vacíos.Alguien llamó a la puerta, era la primera vez desde que estaba en esa comisaría que alguien mostraba modales, lo normal era que entraran de forma abrupta.— Señor Freire, la familia ha llegado y están de muy mal humor — puntualizó.— Perfecto — sonrió complacido, mientras se giraba hacia Berto, que acababa de llegar, y al igual que él, estaba revisando toda la documentación que presentarían delante los padres de Eli.Pasaron por delante de los calabozos, donde Lemos esperaba a que llegara su abogado. Comenzó a gritar que la culpable acababa de pasar; que todo era culpa de ella, que el era inocente. Al darse cuenta que los agentes pasaban de largo empezó a dirigirse a Eli con insultos y palabras bastante despreciables. Freire se imaginó el encuentro entre los dos, unos m
— No me jodas Freire — su buen amigo y forense había ido con el perito al levantamiento del cadáver —. No me digas que esto también tiene que ver con tu caso.— Ojalá pudiera decirte lo contrario viejo amigo — Freire tenía la ropa llena de salpicaduras de sangre, se había puesto delante de la muchacha y había intentado introducir los dedos para sacar aquella cabeza que estaba en interior, pero no pudo hacer nada, ni él ni Berto. La muchacha murió entre sus brazos.— ¿Queda alguno con vida? — Era una pregunta muy cruel.— Si — Se levantó de golpe, y se acordó de Val. Ella aún seguía viva. Aunque no lo creyeran tenía que intentar avisarla, por lo menos a la madre, esa mujer parecía creer en la leyenda —. Y voy a hacer lo posible para que siga viva — Aún podía proteger a uno de ellos.— ¿Me dejas aquí con este marrón? — Observaba el cuerpo de la muchacha tendido sobre la mesa de interrogatorio cubierto por una manta marrón. Al descubrir al cadáver vio la baba roja cayendo de su boca, sup
— Me encantaría decirte que me alegro de verte — respondió el forense —, pero la verdad es que me hubiera gustado más si fuera en una cafetería o en una fiesta.— Qué te parece si al salir nos tomamos un café en la cafetería de Armando — le sonrió.— Amigo mío — se animó con una sonrisa de oreja a oreja —. Sabes de sobra que nunca podría decirte que no. Conoces mi punto débil.— Creo que ya sé la respuesta — observó el cuerpo desnudo de Eli sobre una mesa metálica — pero ¿Qué es lo que has encontrado?— Es como el caso del muchacho, Ian — recordó —. Murió asfixiado a causa de un objeto en la tráquea que se hizo paso a dentelladas hasta el corazón. — Y ¿Encontraste el objeto? — observó con resignación.— Cómo te gusta burlarte de mí — El pecho de la muchacha estaba abierto —, como puedes ver ese agua negra es lo único que quedó en su lugar. Seguro que si lo llevo a analizar encontraré restos de escamas negras.— Este caso me tiene desquiciado — se sentó sobre un taburete.— No solo a
Se presentó en el instituto con un buen dolor de cabeza. Dos botellines de cerveza le dejaron el cuerpo hecho un despojo; antaño sus riñones se bañaban en alcohol y ni se inmutaban. Ahora, solo con el olor ya se ahogaban, y la culpa, le devolvía recuerdos que prefería olvidar.No avisó de su visita, no había tiempo. Se acercó al despacho y llamó, no había nadie, no se imaginó que el director no se encontrara en las horas lectivas. Las clases habían comenzado, se escuchaba el eco de las voces de los muchachos a través de los pasillos y algún grito de algún profesor. Salió por la puerta trasera hacia el campo de fútbol y la zona de recreo. Vio a Martin, el profesor de gimnasia, haciendo que unos muchachos corrieran agotados mientras él los observaba, su único ejercicio era visual. Giró hacia la izquierda, no seguía ningún recorrido en concreto, sólo su instinto le guiaba. Se quedó paralizado cuando vio la ventana del baño de las chicas. Observó los barrotes y una sombra que se movía cont
Se sentó en el despacho y empezó a buscar información de algo que le gritaba su mente, un detalle, pequeño y minúsculo que estaba desencajando las piezas del tablero, algo que había dejado pasar. Tenía que volver a reformularlo todo con otra perspectiva; introducir las piezas en una bolsa de terciopelo negro y lanzarlas sobre el tablero.— Buenos días — Llamó un agente—. Tengo los objetos que pidió.En dos bolsas separadas llegaban las últimas pruebas, las de Eli; por un lado, estaba su móvil, uno de los objetos más importantes, y por el otro, dos cuadernos negros. Ella no solo vendía, sino que manejaba las ventas de todo el grupo, información que tenía en una libreta aparte.Se encerró toda la tarde en su despacho. Había mucho que ver y analizar. Pidió que le trajeran la comida al despacho; no fue para gusto de muchos, ya que el olor a fritanga apestaba toda la comisaría. No tenían tiempo para levantarse de la silla, solo lo hizo dos veces y fue para orinar. Había enlazado todo el ca
— ¿Por qué me detiene? — Gritaba a los dos oficiales que la esposaban en la enfermería del instituto — Esto es un abuso de la autoridad.— Señora , en la comisaría se lo explicarán todo — el agente era joven e inexperto.— Quiero hablar con el inspector Freire, — exigió — es amigo mío.— Él es quien la está esperando — la mujer quedó muda y su rostro era cera derretida.Se hizo el silencio, no comentó nada más. La mujer no opuso resistencia, simplemente se subió al coche. Observó hacia al exterior de la ventanilla, mientras repasaba el mapa mental que tanto había cuidado y limpiado. Estaba segura de que no había ninguna fisura, no había nada en su contra; estaba segura de que no había dejado ningún cabo suelto.Sonrió para sus adentros, de todos los detectives mediocres con los que se había encontrado, Freire había sido el único que tenía huevos para enviarla a comisaría. Eso lo hacía más atractivo, más interesante. Como una buena cazadora le gustaba buscar presas difíciles, y encont
El reloj giraba mientras esperaba a que llegara el resultado de la última prueba, ésta era tan irrefutable que no habría juez que la pudiera negar, y tampoco era seguro que existiera, sólo era una corazonada, una plegaria para que tantas muertes encontraran su descanso.Un agente llamó a la puerta y le entregó el móvil que el viejo había encontrado en el fondo del río y un usb con todo el contenido que habían salvado. Lo introdujo en su ordenador y ahí estaba, la prueba absoluta, la plegaria que llevaba en sus labios había sido escuchada. Ya estaba preparado.Hoy no había nadie en los calabozos. El último en ocuparlos fue el tío de Rafa, por lo que sabía, estaba preso por venta de drogas, aún no se había producido el juicio, pero era un reincidente, así que permanecerá entre rejas mucho tiempo.Entró en la sala de interrogatorios. Candela lo observó con ojos tiernos y dulces, tirando a la súplica, como si no comprendiera que estaba pasando. Cuando Berto entró, sus ojos dejaron de ser t