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Capítulo treinta y siete
— No me jodas Freire — su buen amigo y forense había ido con el perito al levantamiento del cadáver —. No me digas que esto también tiene que ver con tu caso.

— Ojalá pudiera decirte lo contrario viejo amigo — Freire tenía la ropa llena de salpicaduras de sangre, se había puesto delante de la muchacha y había intentado introducir los dedos para sacar aquella cabeza que estaba en interior, pero no pudo hacer nada, ni él ni Berto. La muchacha murió entre sus brazos.

— ¿Queda alguno con vida? — Era una pregunta muy cruel.

— Si — Se levantó de golpe, y se acordó de Val. Ella aún seguía viva. Aunque no lo creyeran tenía que intentar avisarla, por lo menos a la madre, esa mujer parecía creer en la leyenda —. Y voy a hacer lo posible para que siga viva — Aún podía proteger a uno de ellos.

— ¿Me dejas aquí con este marrón? — Observaba el cuerpo de la muchacha tendido sobre la mesa de interrogatorio cubierto por una manta marrón. Al descubrir al cadáver vio la baba roja cayendo de su boca, sup
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