Nadie habla en nuestro grupo y no seré la primera en hacerlo. Admito que mi secreto es grande, el acosador tiene la foto que le da control sobre mí, pero no quiero parecer desesperada porque mis compañeros sospecharán de mí. "Hey, estuve en un incendio". No es la mejor forma de hacer amigos, lo tengo por seguro.Al otro día llego a clase de Geometría y tengo que salirme a la mitad porque me llegan los recuerdos de Raquel. Entro al sanitario más cercano entre tambaleos, una opresión fuerte invade mi pecho mientras mi visión se difumina; todo es borroso, todo es oscuro. Abro la puerta y casi me caigo al entrar, tengo que sostenerme de la pared al tiempo que contengo arcadas. Tengo el estómago hecho un nudo y las náuseas incrementan cada vez más. No veo alrededor, no me fijo en detalles, mi objetivo es entrar al cubículo más cercano y encerrarme en el interior.Los sollozos claman por salir, me lastiman la garganta, me permito externar varias lágrimas, pero acallo mis lamentos con la mano
―O tal vez se cansaron de ser ermitaños y quieren ampliar su círculo social ―les echo otro vistazo, Juan Pablo ríe a carcajadas, siento la necesidad de verlo, aunque sea un día, triste―. No les cuesta trabajo hacer amigos.―Se les olvidó que asesinaron al chico de la novatada.Suspiro entre irritada y cansada.―Un ladrón confesó haberlo asaltado y apuñalado, me suena a una historia real.Sebastián toma un sorbo de su jugo de manzana y se encoge de hombros. Lanza una mirada de molestia hacia los Diener, pero no vuelve a decir palabra. Puedo notar que está nervioso, mueve la pierna rápidamente y su mano derecha golpea la mesa una y otra vez. Ahora que lo observo, confieso que su rostro tiene cierto atractivo, pero no es mi tipo. ¿Y quién es mi tipo? ¿Ventura, Tristán, Juan Pablo? Trago saliva, ninguno de esos es mi tipo, nadie es mi tipo, los odio a todos.―Siempre vengo con mis compañeros de equipo, pero esos cabrones prefirieron unirse a los Diener ―Pavel toma asiento pesadamente frent
Una vez que nos separamos, me voy a mi habitación, paso toda la tarde charlando con Giuli sobre mi pueblo. No sé por qué, pero hoy es más agradable que de costumbre; creo que es porque no están los otros chicos con ella.Aquella noche tengo una pesadilla. Camino por un pasillo interminable, algo me incita a llegar a la puerta que está en el otro extremo, pero mientras más avanzo, más se aleja. Alguien me persigue, pero si volteo será mi perdición, escucho una respiración profunda, un murmullo grave y mi nombre que se repite una y otra vez. "No quiero". Grito, pero mi voz se pierde en el vacío "Déjame, prometo que no diré nada":Una risa burlona y potente resuena por el lugar y entonces caigo a la nada.Me despierto bañada en sudor y con la sensación de que alguien me observa. Giuli duerme plácidamente en la cama de al lado, ni se inmutó ante mis respiraciones forzadas y mis sollozos. Tardo un poco en volver a dormir, pero finalmente, lo hago.El viernes por la noche quedamos en que la
O se trata de un tipo de fuerza sobrehumana o fueron dos. Y eso daría el total de tres. Como los Diener.―Podemos bajar por acá.Pavel se va al costado del edificio y se inclina sobre el borde y me da pánico porque siento que se puede caer en cualquier momento. Dalia deja de aporrear y gritar, se mira fijamente las manos, me acerco para echarle un vistazo y veo que no está muy bien. Los nudillos de la mano derecha están maltratados, su piel se nota diferente; la mano izquierda es la que se ve fea; tiene una herida que sangra un poco.Nuestras miradas se encuentran y veo terror reflejado en la de ella, puedo jurar que se está aguantando las ganas de llorar. Esbozo una sonrisa tranquilizadora y le hago una seña para que vayamos hacia Pavel.―La escalera está rota y no hay puntos de apoyo para bajar por la pared ―el chico voltea a vernos―. Pero la ventana de acá está abierta y apuesto a que por ahí podemos salir.Tengo que apretar el abdomen para evitar vomitar cuando me asomo por el bord
Grito más fuerte de lo que planeé. Pavel parece hacerme caso, pero entonces Dalia nos grita que no, que ya casi la abre. A mí me vale madre, si se cae, de poco servirá la ventana abierta. Estoy entrando en pánico, grito que la suba porque no se podrá, incluso yo hago el esfuerzo por subirla, pero Dalia se resiste. Y entonces algo pasa, Pavel pierde un poco el agarre y por poco me desmayo cuando creo que ahora sí perderemos a Dalia, Pavel hace un esfuerzo sobrehumano y que considero un milagro y la sostiene. Ahora sí, entre los dos la subimos.Conociendo a Dalia, me imagino que nos gritará, nos ofenderá y llorará, pero no, está feliz, sonríe y grita que logró abrir la ventana. La verdad, no sé la razón exacta por la que abrazo a Dalia, pero al rodear su cuerpo con mis brazos, la tensión en los hombros (que ni sentí hace rato), desaparece.Estoy temblando como una jodida gelatina. Y así como abrazo a Dalia, le doy un golpe en el brazo a Pavel.―¡Casi se mata!Pavel abraza a Dalia y le pi
Juan Pablo es aquel hombre que no pasa desapercibido. Es alegre, simpático, sociable y endulza las palabras de tal forma que aceptas, sin cuestionar, lo que sea que te diga. Físicamente no es alguien a quien verías fijamente durante más de tres segundos; pero no consideraría que es feo. El tatuaje en el cuello pudiera establecer en él cierto atractivo, pero no lo suficiente como para tentarme basándome únicamente en ello.Lo conocí en el último año de preparatoria, tomamos Biología juntos y a pesar de que pasamos todo un año conviviendo académicamente, no llamó mi atención hasta los últimos tres meses. Él insiste en que trató de acercarse a mí desde el primer día; pues siempre destaqué en la materia y quedó "deslumbrado" por mi inteligencia.Nunca entreví el más mínimo intento por hablarme, o tal vez fui demasiado ciega; es solo que nuestros círculos sociales nunca coincidieron. Mi mejor amiga siempre fue Dana, pero nos juntábamos con otro chico y otra chica. Siempre conoces y ubicas a
―Vale, es un cabrón, pero no dejemos de lado que su nombre fue mencionado cuando me subieron a esa furgoneta vieja ―Sebastián espeta mientras se acomoda en el asiento―. No vi el color, ya estaba medio ido, recuerdo la puerta corrediza y el escape chirriante. Y entonces nada.En contra de mi voluntad, me tranquiliza que no se lo llevaran en un automóvil deportivo porque de esa forma, Ventura no fue el responsable del secuestro. Pero sí queda la interrogante de qué hacía en una dirección misteriosa ¿Quién era el hombre de la casa? No se me hizo conocido.―¿Te entregó algo? Dijo que quien fuera tendría lo que quería.Sebastián niega y suelta una carcajada amarga.―El cabrón que me llevó mintió, no debimos confiar en el acosador... Mierda.Comienza a inquietarse mientras busca desesperadamente en sus bolsillos.―¡Se llevó la pluma y la memoria! ―se pasa a la cajuela por la abertura del asiento trasero y vuelve a maldecir―. La computadora, se llevó la computadora.―¿Por qué te trajiste la
Pasa un minuto, dos minutos, cinco minutos, diez minutos. No sé. Y entonces llegamos a otra puerta. Me carcome la sensación de que esté cerrada, ya me imagino a los cuatro siendo asesinados en la oscuridad sin conocer a nuestro homicida, pero escucho un golpe y entonces el aire nos da la bienvenida.Jadeantes, no nos detenemos hasta que damos con un basurero ¿En dónde estamos?Ya nadie nos persigue, pero no me siento segura hasta que llegamos a la calle. No reconozco este lugar, a pesar de que me parece ligeramente familiar. Avanzamos por la avenida, caminamos durante diez minutos y entonces reconozco en donde estamos.―Santa m****a.―Esto es una pesadilla.―Valimos verga.Todas las anteriores. El pasadizo por el que entramos debió ser más largo de lo que imaginé. No fueron diez minutos, al menos fueron veinte. Le echo un vistazo al reloj de mi teléfono; son las doce con cuarenta y cinco minutos.A unos cuantos metros, se divisa el camino elegante que conduce a un lugar que parece de e