Cuarenta y tres.2

Tal vez no debería, pero es imposible evitar sentir compasión. Uriel habla en voz baja, detonando dolor. No me imagino ser renegado por tu padre, que te obligue a esconderte y vivir sin carencias materiales, pero no tener las experiencias de una persona normal. Le echo un rápido vistazo de reojo, parece nostálgico, incluso herido. Imagino a un Uriel pequeño, de tal vez 12 años encerrado en su habitación, viendo a sus hermanos ir y volver de la escuela, hacer tarea, hablar de sus amigos. Imagino a Ventura contándole lo que aprendió en matemáticas, a Tristán mostrándole lo que vio en ciencias naturales y a Marlene dibujándole como luce su salón de clases. Debe ser muy triste necesitar escuchar fiestas para sentir que las estás viviendo.

En el accidente murió alguien, tal vez ni siquiera estuvo en un accidente. Además, dijo que no salía y acaba de decir que llegó de afuera.

―Si no te dejan salir, ¿qué hacías afuera?

Lejos de parecer apenado por ser atrapado en la mentira, hay un tenue br
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