Sebastián titubea un momento.―Mierda, sí ―frunce el ceño―. No sabía para qué los querían, lo de mis huellas dactilares lo imaginé ―chasquea la boca―. Mi abogado dijo que simplemente los diera y ya...como si supiera que no coincidirían. Dijo: Si lo que dices de ser inocente es cierto, simplemente da el calzado.―¿Quién era tu abogado? ―inquiere Dalia.―Un tipo de Andrade-Cruz ―responde dubitativo―. Mi madre quería a Cristóbal Cruz, pero estaba ocupado y mandaron a otro.Una luz se enciende en mí, Cristóbal Cruz es el abogado que llegó antes de que metiera la pata.―Miren, he sospechado de los Diener desde el inicio ―explica ansioso―, pero uno de los ayudantes del abogado era Ventura Diener. ¿Por qué estaba ahí? Quería asegurarse de que no hablara. Y ahora con lo que dijo Kendra, entiendo por qué me instaron a entregar los malditos zapatos, él sabía que no hallarían nada. La acusación me quitó amigos y oportunidades, el acosador se aseguró de afectarme lo suficiente, pero sin meterme d
Pago la consulta con anticipación. El psicoterapeuta deja salir a su paciente anterior, me pide unos minutos y después me permite entrar. Es un hombre de mediana edad, tal vez roce los 45, tiene el cabello perfectamente recortado y su expresión genera confianza.Me da a elegir en donde sentarme, hay dos sillas, un diván y un cómodo sofá. Inmediatamente me voy por la silla.―Dime, Kendra, ¿en qué puedo ayudarte?―Tengo estos sueños que no comprendo ―explico lo más segura que puedo―. Mi pasado es difícil, me cuesta mucho trabajo confiar en la gente, abrir mis sentimientos. Supongo que se debe a un incendio del que fui parte ―sus ojos me atraviesan, me pregunto si sabrá que no soy del todo sincera―. No recuerdo nada, estaba dormida y de repente ya estaba siendo revisada por paramédicos. Nunca le tomamos importancia, mi madre y yo quiero decir ―me encojo de hombros―. Pero creo que a eso se debe la distancia que creo entre la gente que me quiere y yo.―¿Y quieres trabajar con eso?―Sí, qu
Una puerta se azota con fuerza y el sonido me despierta. Sin embargo, no puedo moverme, pues estoy atada. Me remuevo con impaciencia, debo salir de aquí, debo esconderme, es lo que debo hacer siempre que llega. Lucho contra las ataduras, pero solo consigo lastimarme las muñecas y los tobillos.Mi corazón se acelera y mi respiración se convierte en jadeo, quiero irme de aquí, debo correr al armario y encerrarme hasta que todo pase. No puedo hablar, es un hecho, las palabras se atoran en mi garganta y siento un terrible dolor en las mejillas. Entonces trago saliva y toso un poco, no estoy acostada, no del todo, si no, me habría ahogado.―Así que muy putita, ¿eh? ―la voz me pega como un látigo―. Al menos sabes cuál es tu lugar.Oh, no. Ya me ha visto, debí correr, debí esconderme. ¿Dónde está mi madre? Ella siempre lo detiene, siempre me cuida y se cerciora de que no me haga daño. Pero no está. Estoy atrapada, debo escapar, ¿por qué no logro moverme?―Ahora sí, perrita, te voy a enseñar
Sebastián me observa desde el suelo, su rostro afligido impide que pueda enojarme del todo con él. ¡Te golpeó e insultó! Porque pensó que era su...sumisa. Pero está mal, es enfermo, retorcido. No, es un trastorno y si no quiere tratar lo que sea que tenga, está bien, es su decisión. Si a alguien le gusta estar con árboles, mientras no se meta y afecte a alguien, que lo haga ¡Pero se metió contigo! El acosador lo hizo.―Perdón, ¿pero qué mierda hacías ahí? ―inquiere desesperado y de pronto abre los ojos horrorizado―. ¿Tú eres...?―¡No, no soy! ―lo corto impaciente―. Fui con el terapeuta. Tengo la sospecha de que es tú terapeuta.Aparta la mirada delatadoramente.―Mira, da igual, no soy tú que empiezo a sospechar de alguien por querer mantener sus problemas íntimos ―murmuro enfadada―. Recordé, ¿vale? ―el nudo en mi garganta es como un alambre de púas―. Al menos una parte o algo así.Me recargo en la pared y me dejo caer al suelo. Al recordar ese miedo, esa convicción de que mi padre est
No es Juan Pablo, no es ningún Diener. Es Joan. El chico sonriente y despreocupado, aquel que adora vivir al límite, es un asesino. O uno de los varios. Entre ellos presiento que yo.Me pregunto si esta fotografía basta para ir directo con las autoridades y convencerlas de que posiblemente estuve involucrada (junto con mis amigos), pero fue bajo coerción o algo parecido.Ahora que veo esta fotografía de mala calidad, me pregunto si verdaderamente será Joan. Claro que sí, están iguales, tal vez tenga una expresión un poco más infantil, pero es él. Eso podría explicar sus intentos por incluirme en su grupo de amigos. Él y Giuli...por dios, Giuli. Una vez dudé de ella cuando estaba ebria hasta que me di cuenta de que estaba siendo ridícula porque si ella quisiera hacerme daño, ya lo habría hecho. Además, si se dedicara a acosarme ya habría dado alguna señal, convivimos a diario, tampoco es algo que pase por alto.En cambio, Joan...él sí fue a la fiesta en la mansión, Giuli y Hernán no, s
Llego a la residencia estudiantil poco después de las diez de la noche. Mi teléfono se descargó en cuanto tomé el taxi de regreso. Al otro día me despierto casi a la una de la tarde, Giuli comenta que estuvo a punto de lanzarme agua para cerciorarse de que seguía viva.Al revisar mi teléfono me percato de que tengo varias llamadas perdidas de Sebastián, varios mensajes en los que me pide disculpas por todo y un ruego por arreglar la situación juntos y no hacer cosas con la cabeza caliente. Es irónico que Sebastián no confíe en Uriel y él mismo evitó que fuera a la policía.Ahora que tengo la información de Joan, lo lógico sería decirles a los chicos, pero me resisto. La falta de comunicación de Dalia y Pavel es buena porque significa que Sebastián no les comunicó mi teoría. No quiero verlos porque me da miedo su reacción ante mi confesión, ¿será como Sebastián? ¿Me repudiarán? Uriel dijo que puedo crear recuerdos falsos, pero algo verdaderamente malo ocurrió en esa fiesta y tristement
Su tristeza y desesperación es contagiosa y de pronto me entran unas ganas terribles de alejarme lo más posible para hundiré en un mar de nada y poder relajarme. Aún así, resisto porque eso hacen las amigas y Giuli se ha convertido en una. Era amiga de Joan, el asesino. Era y bien pudo no saber que lo era.Más tarde se queda dormida, tanto llorar la cansó. Le quito los zapatos y la cubro con las mantas, su rostro está enrojecido por las lágrimas. Quisiera quitarle tanta tristeza, tanto dolor, tanta incertidumbre. Es tan vulnerable y sensible. De pronto sé que debo protegerla, evitarle tanta pena y buscar una solución.Mando un mensaje a Uriel.Kendra: Lo siento por lo de Jaco.Uriel: No tienes por qué, pero gracias.Kendra: ¿Es un error?Uriel: No sabemos, Ventura y un tío político andan en eso. Dicen que tienen evidencia.Kendra: ¿Heber Díaz?Uriel: Podría ser. Pediré la carpeta lo más pronto posible.Me pregunto dónde estará Joan. Si él dio el testimonio, debió haber sido algo muy b
Las redes sociales dicen mucho más de lo que podamos imaginar y aunque no soy experta, me dedico a buscar cualquier dato útil sobre Ulruir. Tiene infinidad de fotos, sube al menos tres por semana y algunas son pinturas o paisajes, cuando revisamos su perfil el día que me siguió, vimos una pequeña parte. Llego al mes de febrero y entro a la fotografía en donde estamos en el restaurante de cortes, Marlene me etiquetó, pero Ulruir no, y sabrá el cielo porqué (si no estuvo esa vez), pero Jaco está etiquetado.Pulso el nombre y me redirige a su perfil. No esperaba enterarme de que Jaco es una especie de genio en el ámbito de la robótica. O algo así. Trabaja en un proyecto de injertos humanos para poder crear una buena parte de un órgano a partir de una pequeña porción de tejido. Sé que el tejido hepático puede regenerarse, pero muchos otros tejidos tardan demasiado o simplemente no lo hacen.Mi primer pensamiento es que eso es una bomba porque la única manera de curar la fibrosis quística