Cuarenta y siete.3

Su tristeza y desesperación es contagiosa y de pronto me entran unas ganas terribles de alejarme lo más posible para hundiré en un mar de nada y poder relajarme. Aún así, resisto porque eso hacen las amigas y Giuli se ha convertido en una. Era amiga de Joan, el asesino. Era y bien pudo no saber que lo era.

Más tarde se queda dormida, tanto llorar la cansó. Le quito los zapatos y la cubro con las mantas, su rostro está enrojecido por las lágrimas. Quisiera quitarle tanta tristeza, tanto dolor, tanta incertidumbre. Es tan vulnerable y sensible. De pronto sé que debo protegerla, evitarle tanta pena y buscar una solución.

Mando un mensaje a Uriel.

Kendra: Lo siento por lo de Jaco.

Uriel: No tienes por qué, pero gracias.

Kendra: ¿Es un error?

Uriel: No sabemos, Ventura y un tío político andan en eso. Dicen que tienen evidencia.

Kendra: ¿Heber Díaz?

Uriel: Podría ser. Pediré la carpeta lo más pronto posible.

Me pregunto dónde estará Joan. Si él dio el testimonio, debió haber sido algo muy b
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