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Cuarenta y seis.3

Sebastián me observa desde el suelo, su rostro afligido impide que pueda enojarme del todo con él. ¡Te golpeó e insultó! Porque pensó que era su...sumisa. Pero está mal, es enfermo, retorcido. No, es un trastorno y si no quiere tratar lo que sea que tenga, está bien, es su decisión. Si a alguien le gusta estar con árboles, mientras no se meta y afecte a alguien, que lo haga ¡Pero se metió contigo! El acosador lo hizo.

―Perdón, ¿pero qué mierda hacías ahí? ―inquiere desesperado y de pronto abre los ojos horrorizado―. ¿Tú eres...?

―¡No, no soy! ―lo corto impaciente―. Fui con el terapeuta. Tengo la sospecha de que es tú terapeuta.

Aparta la mirada delatadoramente.

―Mira, da igual, no soy tú que empiezo a sospechar de alguien por querer mantener sus problemas íntimos ―murmuro enfadada―. Recordé, ¿vale? ―el nudo en mi garganta es como un alambre de púas―. Al menos una parte o algo así.

Me recargo en la pared y me dejo caer al suelo. Al recordar ese miedo, esa convicción de que mi padre est
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