Después del reencuentro con Michael, todo cambió. Ya no me sentía tan sola, tan vacía...
Definitivamente Michael, llegó a mi vida para quedarse. Sin embargo, estos días que no hemos visto, y que he convivido con él, me han hecho darme cuenta de que, sentía algo por él... Me lo quería negar a mí misma, porque temía enamorarme de nuevo... Temía salir herida en el proceso.
Como suele pasar.
Como suele sucederme casi siempre.
—Escucha Keith... Ya es tiempo de que hablemos...—Dijo Howard, con un tono serio.
Por su expresión fría, temí que todo llegara a su fin.
No podía hacerme eso, no después de lo que me hicieron... ¡De lo que viví!
—Te escucho— Afirmé, esperando atenta a sus palabras.
El silencio entre nosotros era sofocante, mis latidos estaban acelerados, no quería... No podía perderlo a él también.
—Keith, esto debí decírtelo hace tiempo... Pero pasó todo esto y...— Pasa sus manos por su cabeza, frustrado. — Me enamoré de otra mujer.
En seguida sentí como si mi mundo, se terminara de derrumbar.
Un nudo en mi garganta se formó, y lágrimas inundaron mi visión en cuestión de segundos.
Tragué saliva, aclarando mi garganta, — Eres un idiota, — Lo único que se escuchaba en el cuarto del hospital, era mi llanto. El silencio que hubo, la tensión del ambiente era imparable, —Lárgate. — Murmuré.
—Yo...—
—¡Que te largues! — Reclamé, dolida, enojada, llena de rabia.
¿Cómo pudiste Howard?
Cuando más te necesito... Te vas...
Me duele, estoy sufriendo por amor... Estoy llorando por un idiota.
No se merece ni una sola lágrima más.
—¡No te quiero volver a ver jamás en mi vida!, ¡Jamás! — Me alteré.
Grité, lloré, insulte...
Solo recuerdo que él se había ido, dándome la espalda sin mirar atrás. Las enfermeras me sedaron, luego, desperté, sintiendo un inmenso vacío.
Un odio imparable.
Un dolor insoportable.
No cabe duda, que en mi vida siempre llovía sobre mojado.
—¿En qué piensas, Keith? — La voz de Sarah, mi compañera de trabajo y quien lograr hacerme sonreír a veces, me saca de mis pensamientos— ¿O en quién? — Mueve ambas cejas hacía arriba y hacia abajo, rápidamente, y en sus labios se formaba una sonrisa pícara.
—En nadie...— Respondí, sin darle mucha importancia.
—¡Ay vamos!, dime... ¿Qué te cuesta? — Insistió— Yo te cuento todo de mi vida, hasta te considero mi mejor amiga, llevamos trabajando juntas hace un año, te consta que me he portado bien contigo, que he sido muy buena amiga, ¿Por qué no confías en mí? — Preguntó ella, haciendo todo un show.
Sarah, siempre tan... Dramática...
Mi mejor amiga...
Se oye lindo.
—Okey— Dije, entre dientes — Está bien, pero después del trabajo. — Indiqué.
—Está bien— Comentó ella, con una amplia sonrisa plasmada en su rostro.
Ambas seguimos trabajando, cada una con su propuesta para una campaña publicitaria. Es algo muy agradable cuando tienes colegas que no buscan competir contigo, sino trabajar en equipo, eso éramos ella y yo... Un equipo.
—Keith, mi estimada colega— La voz Ronald Grant... El tipo más insufrible y arrogante, me hizo dejar de mirar mis diseños y propuestas, para verlo a él.
—¿Ahora qué quieres? — Dije en tono muy cortante.— Estoy ocupada por si no lo notaste.
—Si, si... Es solo que el Jefe Willows, quiere verte en su oficina ahora. — Inquirió él, con una sonrisa arrogante dibujada en sus labios.
Arrugué mis cejas, —¿Para qué?
Ronald vaciló en responder— Ve tú a saber...— Por su tono, destilaba arrogancia pura.
—Ve, Keith... Yo te ayudo con estos. ¿De acuerdo? — Oí decir a Sarah, con su voz suave.
De mala gana, me levanté de mi asiento para ir a ver qué quería el Señor Willows, al llegar a su oficina, olvidé tocar por completo, solo entré, como perro por su casa.
Entonces lo ví, estaba de espaldas, sentado en su silla giratoria. Luego, se me volteó para verme a mí.
Su porte de frialdad, y su temple de acero, podrían intimidar a cualquiera, pero no a mí...
—Keith, ¿Cuántas veces te tengo que decir que toques antes de entrar? — Reclamó él, señalando la puerta detrás de mí.
Aquí vamos...
Rodé mis ojos, —¿Para qué me necesita? — Pregunté, de una forma directa.
Él solo me escudriñó de pies, a cabeza, como si buscara algo en mí, o como si quisiera algo de mí.
No me gustaba ser malpensada, pero sabía, cuando un hombre quería tener sexo conmigo.
Esto no pinta nada bien.
—Escucha Keith... Este año que llevas trabajando para mi agencia me he dado cuenta que no solo eres una gran empleada, sino también, una gran mujer. —Se acercaba sigilosamente hacía mi —No sé, estuve pensando que no solo podríamos tener una relación laboral... Que tal vez, tu y yo...—
—No. — Afirmé con seguridad —No podría, usted y yo tenemos una relación estrictamente laboral.
—Ay vamos, Keith... ¿Sabes?— Se acercaba cada vez más rápido, hasta quedar a escasos metros de mí... Muy cerca,— ¿Por qué no solo me hablas de tú?
—Porque es mi jefe, nada más.— Me aparté lo más que pude de él, pero entonces, me tomó de la cintura descaradamente.— Te ves follable.— Susurró en mi oído, encendiendo mi rabia, las ganas que tenía de romperle la cara.
En seguida, lo pateé en la parte baja, sí, en el pene.
Lo golpeé con tal fuerza, que un quejido de dolor salió de sus labios y resonó en su oficina.
—¡Maldita! — Gritó él, aún con dolor en su parte baja.— Estas despedida.
—No, usted no me va a despedir.— Hice una pausa, lo miré fijamente— Yo renuncio.
Así, sin más... Recogí mis pertenencias y me fui.
Sentía las miradas de confusión sobre mí, por todo el edificio. Pero no les dí importancia.
El acoso sexual no lo iba a tolerar, solo esperaba que no me denunciara por agresión.
Salí de ese lugar. En eso, sentí alguien deteniéndome.
Era Sarah.
—¿Por qué te vas?— Preguntó, con una expresión de tristeza en su rostro.
—Porque no puedo trabajar en un lugar donde te acosan sexualmente.— Admití sin titubear.
Pude notar la "o", que se formó en los labios de Sarah, en sorpresa al oír mis palabras.
—Tienes que denunciarlo.— Comentó ella.
—No, él tiene dinero, tiene influencias. Yo solo soy una empleada, una simple empleada.
—Pero es injusto.
—La vida no es justa, Sarah. Créeme cuando te digo que no lo es.
Me dispuse a seguir mi camino, de pronto, Sarah hizo algo que me tomó por sorpresa.
Me abrazó.
—Sabes que eres la única que me ha soportado... Digo, todos mis shows y mis dramas amorosos con mis ex-parejas... Eres la única que me ha apoyado.— Sus palabras, eran tan hermosas. Noté la sinceridad en ellas.— Eres mi mejor amiga, Keith.— Añadió, separándose de mí.
Aguantando las lágrimas, por la emoción del momento, le devolví el abrazo, —Gracias, — Murmuré.— Hasta pronto.
—Hasta pronto, Keith... Sabes que puedes contar conmigo.
—Lo sé, amiga...— Dije, con una sonrisa triste en mis labios.
Ambas nos despedimos, no sería un "adiós", sino un "hasta pronto". Sabía que nos volveríamos a ver.
Por lo pronto, tendría que empezar a buscar trabajo.
Algo un tanto difícil a veces, existían miles de posibilidades de que no consiguiera un buen empleo, bueno... Por lo menos no como diseñadora gráfica, ya que, conociendo a Zack Willows, a su inmensa fortuna y su inmenso poder, se encargaría de joder mis posibles oportunidades de trabajo.
Eso es lo que pasa con las personas ricas, que, con su poder, puede destruir a alguien, pueden pasar por encima de quien sea, sin importar a quién se lleven por delante, eso es algo tan injusto, tan... Asqueroso de su parte.
Ahora yo, me había quedado sin trabajo, todo por darme a respetar. Por impedir que abusaran de mí... Otra vez.
Es que de solo recordar lo que pasé hace un año, se me revuelve el estómago, el odio y el dolor me quemaban por dentro.
—Papá... ¡Ya llegué!, — Dije emocionada, porque por fin, tenía en empleo que quería.—Te traigo buenas noticias...— Al entrar a la casa, encontré todo tirado, como si alguien hubiera peleado dentro y tirado todo al suelo.— ¿Papá, estás ahí?,— al no escuchar nada y ver todo en mal estado, las alarmas en mí, se activaron.
Subí las escaleras y llegué a su cuarto.
—¡Papá!— Grité asustada, al verlo tirado en el suelo, y con una herida.
Había sangre, mucha sangre.
Quise ayudarlo, pero, alguien me golpeó.
Solté un quejido de dolor.
Vi a un hombre vestido de negro, que cubría su cara con una máscara totalmente negra, tenía una pistola en la mano, creo que con eso me golpeó. El dolor era insoportable.
—¡¿Qué haces?!, ya vámonos, ya tenemos el dinero. — Dijo otro hombre que salió de la nada, vestía de negro, igual que quien me golpeó.
—Quiero divertirme un rato. — Su voz era ronca, y me aterraba, era tan fría...
—No... Por favor.— Mi voz de rompía— No me hagan nada.— Supliqué.
Él hombre que tenía la pistola, ladeó la cabeza, sus ojos eran grises, o azules, pero sabía que me miraba con diversión.
Luego, comenzó a tocarme, me quitaba la ropa con con una agilidad aterradora.
Grité, supliqué... Pero todo fue en vano.
Comenzaron a golpearme, doblegando mi fuerza.
Y allí, esos dos hombres, abusaron de mí, luego de matar a mi padre.
Cada vez que lo recordaba, el dolor y asco se hacían presentes, el odio, la rabia.... Aunque lograron atrapar a esos delincuentes, eso no iba a revivir a mi padre.
Sin embargo, era un alivio saber que estarían tras las rejas, pagando por todo el mal que provocaron.
Solo eso me reconfortaba.
Que no volverían a lastimar a nadie.
John StevenEstaba de mal humor... De hecho, estaba de un genio de los mil demonios.Mi secretaria me hizo pasar un mal rato.-Señor.- La voz de Claudia, mi secretaria me hizo darme la vuelta y mirarla - ¿Me mandó a llamar?-Si, Claudia... Siéntate - Obedeció y se sentó, quedando frente a mi.Ya había recapacitado... Me di cuenta de que estaba siendo un completo imbécil.-Tómate el tiempo que necesites.Noté la alegría en su rostro.A veces puedo ser hostil, ya me lo han dicho... Puedo ser egoísta y un poco arrogante... Pero, no soy un monstruo.-Es difícil conseguir a una secretaria tan eficiente en estos tiempos, pero, yo me preocupo por el bienestar de mis empleados, así que... Puedes tomar el reposo que necesitas, y que pases el resto de tu embarazo con tu esposo y tranquila.-¡Gracias señor! - Exclamó , muy contenta.- Espero volver pronto. - Añadió ella, y luego se retiró educadamente.Ahora me había quedado sin secretaria.¿Dónde podré encontrar a alguien tan eficiente y responsa
Keith Anderson.Admito que en mi vida, no sucedían muchas cosas interesantes, enocionantes... Pero ahora, me encontraba en un situación que lo rebasaba todo.Salí de la monotonía, fué un día loco... Todo tomó un rumbo inesperado.Me encontraba en mi habitación, con un hombre desconocido y totalmente desnudo.Evitaba mirarlo.Pero... ¡Dios!, Estaba tan bueno, que quería mirar.No, Keith... No lo mires.Si me hubiera querido hacer daño, ya lo hubiera hecho.—¿Que haces en mi habitación?... Si sabes que es propiedad privada, ¿Verdad?... Por lo tanto, estás comentiendo allanamiento de morada. — Le dije, aún evitando mirar ese cuerpo tan sexy.Sentía su mirada sobre mí... Sabía que recorría mi cuerpo con la mirada, y fue entonces, cuando me di cuenta de que estaba en brasier, me tapé de inmediato, y me dí la vuelta para ponerme la camisa otra vez, sentí mis mejillas calentarse.— Pues deberías de cerrar mejor la puerta.— Comentó con arrogancia.—Siempre cierro bien la puerta.— Afirmé, de m
Me levanté de la cama sintiendo mis ojos pesados, y bostezando.Eran las 9:30 P.M, no me molesté en levantarme temprano para ir y buscar trabajo. Ya era sábado.Sentí el teléfono de la casa sonar, por lo que bajé las escaleras para llegar a la sala.― ¿Hola?― Contesté, aún con sueño...Me recosté en el cómodo sofá de la sala, acomodando mi cabello castaño oscuro, hacía los lados de mi cara.―Hola Keith... ¿Cómo estás?,―Preguntó Michael, en un tono suave,― Quería decirte que surgió un imprevisto en el trabajo, estaré en New Orleans esta semana, de todos modos, en lo que te pueda ayudar, no dudes en llamarme.―Está bien, no te preocupes...―Hice una pausa, dudando un poco en qué decir, ―Yo...― Escuché en ruido en la cocina.― Te llamo más tarde, ¿De acuerdo?―De acuerdo.―Asintió, por lo que colgué la llamada.Me levanté del sofá, para dirigirme a la cocina, con mucha cautela.¡Dios!, ha de ser el gato del vecino otra vez... Ése gato tenía la mala costumbre de entrar a mi casa sin que yo m
John StevenKeith Anderson, "la chica de mis sueños"... Al menos yo la recordaba.Ella no tenía ni las más remota idea de quién era yo.Se olvidó por completo de mi.Eso solo me demostró, que jamás fuí lo suficiente para ella.Han pasado varios años desde la última vez que la vi, siempre la recordé como la chica de la cuál me enamoré como un idiota cuando estaba en la secundaria. Su cabello castaño y largo caía sobre sus hombros, haciéndola parecer toda una diosa, su cuerpo esbelto, sus ojos marrones, sus labios carnosos. Todo de ella era perfección.Seguía siendo hermosa.***Años atrás...—Hola, nerd...— Dijo Howard, empujándome contra mi casillero—. ¿Qué rayos haces mirando a mi novia? — Agregó con molestia, mirándome con desdén, al igual que sus amigos quienes sonreían con malicia.—No la estaba mirando. — Murmuré cabizbaja.—Escucha, no quiero que la mires, que le hables y mucho menos, que te le acerques...— Amenazó. Yo sentí mis manos sudorosas y mi frente también —. ¿Entendiste
Keith Anderson Me desperté con esa idea en la mente: Aceptar la propuesta de John…―Un perfecto desconocido que entró a mi casa sin permiso―, pero mi instinto me decía que no. La verdad era, que no podía confiarme. Estaba viviendo un situación realmente, rara. ¿Podría confiar en John? ¿Y si confiaba y después no era lo que yo pensaba? «Ese será un riesgo que correrás, Keith» Objeté mentalmente. Y es que, por una extraña razón, sentía que podía confiar en él. ¿Por qué? Ni yo misma lo sabía. Había tanta familiaridad en su mirada, pero a la vez, no lograba recordar si en verdad lo había visto en algún sitio. ¿Te conozco de antes, John? Estaba recostada en mi cama, envuelta entre las sábanas de color rosa pastel, mirando el techo blanco, las paredes de color lila con detalles en blancos y negros. Me senté, y eché un vistazo a mi alrededor, el mueble individual que estaba en un rincón, el gran televisor que se encontraba en sujeto en la pared, las ventanas entreabiertas, por lo que,
John Stevens¡¿Cómo es que esa mujer era tan porfiada?! ¡Era tan testaruda! Mi abuela solía usar un dicho que muy poco llegué a implementar en mi vocabulario, y es: "Es más terca que una mula".Así describiría a Keith Anderson.No hubo manera de convencer a esa mujer, pero, probé que la podía amansar, cosa que me pareció fantástica, jugó a mi favor el hecho de que mi hermanita interviniera en ello.***2 horas atrás.Tenerla frente a mí, verla de nuevo, y más hermosa que nunca me daban ganas de querer... Follarla, hacerle lo que nunca le pude hacer. Pero que hora sí, ya que estaba más bueno que el pan, podía conquistar a cualquier mujer con tan solo sonreír y dar mi mejor impresión.Mi plan de ofrecerle trabajo estaba saliendo muy bien, seguro dentro de poco, Keith, sería totalmente mía. Y luego, la dejaría. Cabe decir que, después de utilizarla a mi antojo, la olvidaría por completo. Keith era tan solo una capricho.Antes no la pude tener, pero ya podía, y quería hacerla mía. Mi obje
Keith AndersonCuando regresé de aquel estresante lugar, después de todo el show, de ese "espectáculo". No podía negar que sentí un enorme paz, tranquilidad, pues al llegar a mi acogedora casa, solo había silencio... Ahora sí me sentía muy bien en mi casa, y es que después de toda una bochornosa escena, ―En un lugar lleno de gente a mi alrededor―. Pude percibir la serenidad de mi humilde hogar.Caminé hasta uno de los sofás que habían en la sala, ―En específico, el más largo―, me eché sobre él recostado mi torso, y cerrando los ojos después de quitarme las botas que ya me estaban matando y las arrojé en algún rincón de la sala.Invoqué toda esa serie de recuerdos que invadían mis pensamientos. John, Sarah, la odiosa secretaria, el grupo de personas, los murmullos, y el escándalo.Pasé mis manos por mi rostro dramáticamente, en un gesto de frustración...¡Qué vergüenza!Literalmente había hecho el ridículo.Hice memoria de aquella odiosa mujer, y de cómo a través de ella, me enteré de l
Michael Stwart Los días pasaban lentamente. En New Orleans era un día lluvioso, el aire era nostálgico. Siempre evocaba momentos hermosos que viví junto a Hellen y Lucy, mis hijas.Las extrañaba tanto...Solía venir aquí, a este restaurante tan especial: Tiffany 's Café, con ellas. Con mis hijas. La vida me había cambiado por completo hacía ya un año.Uno año que para mi fué vivir el infierno, una tortura. Eso me rompía por dentro.El remordimiento me carcome el alma, no tuve culpa de lo que pasó, no tenía forma de presagiar que algo así ocurriría. Pero en el fondo lamentaba no haber estado con ellas.Lamenté, me arrepentí de estar inmerso en mi trabajo, por ello, no estuve el día en el que más necesitaron de mí.Todos a mi alrededor sonreían, charlaban. Y yo, solo estaba en silencio. Haciendo memoria de los seres que más amé, y que seguiría amando aunque ya no estuvieran.―Y bueno, aquí estoy... ―Anunció Emma, la madre de mis hijas, y mi exesposa. Ella se sentó en el asiento que es