John StevenKeith Anderson, "la chica de mis sueños"... Al menos yo la recordaba.Ella no tenía ni las más remota idea de quién era yo.Se olvidó por completo de mi.Eso solo me demostró, que jamás fuí lo suficiente para ella.Han pasado varios años desde la última vez que la vi, siempre la recordé como la chica de la cuál me enamoré como un idiota cuando estaba en la secundaria. Su cabello castaño y largo caía sobre sus hombros, haciéndola parecer toda una diosa, su cuerpo esbelto, sus ojos marrones, sus labios carnosos. Todo de ella era perfección.Seguía siendo hermosa.***Años atrás...—Hola, nerd...— Dijo Howard, empujándome contra mi casillero—. ¿Qué rayos haces mirando a mi novia? — Agregó con molestia, mirándome con desdén, al igual que sus amigos quienes sonreían con malicia.—No la estaba mirando. — Murmuré cabizbaja.—Escucha, no quiero que la mires, que le hables y mucho menos, que te le acerques...— Amenazó. Yo sentí mis manos sudorosas y mi frente también —. ¿Entendiste
Keith Anderson Me desperté con esa idea en la mente: Aceptar la propuesta de John…―Un perfecto desconocido que entró a mi casa sin permiso―, pero mi instinto me decía que no. La verdad era, que no podía confiarme. Estaba viviendo un situación realmente, rara. ¿Podría confiar en John? ¿Y si confiaba y después no era lo que yo pensaba? «Ese será un riesgo que correrás, Keith» Objeté mentalmente. Y es que, por una extraña razón, sentía que podía confiar en él. ¿Por qué? Ni yo misma lo sabía. Había tanta familiaridad en su mirada, pero a la vez, no lograba recordar si en verdad lo había visto en algún sitio. ¿Te conozco de antes, John? Estaba recostada en mi cama, envuelta entre las sábanas de color rosa pastel, mirando el techo blanco, las paredes de color lila con detalles en blancos y negros. Me senté, y eché un vistazo a mi alrededor, el mueble individual que estaba en un rincón, el gran televisor que se encontraba en sujeto en la pared, las ventanas entreabiertas, por lo que,
John Stevens¡¿Cómo es que esa mujer era tan porfiada?! ¡Era tan testaruda! Mi abuela solía usar un dicho que muy poco llegué a implementar en mi vocabulario, y es: "Es más terca que una mula".Así describiría a Keith Anderson.No hubo manera de convencer a esa mujer, pero, probé que la podía amansar, cosa que me pareció fantástica, jugó a mi favor el hecho de que mi hermanita interviniera en ello.***2 horas atrás.Tenerla frente a mí, verla de nuevo, y más hermosa que nunca me daban ganas de querer... Follarla, hacerle lo que nunca le pude hacer. Pero que hora sí, ya que estaba más bueno que el pan, podía conquistar a cualquier mujer con tan solo sonreír y dar mi mejor impresión.Mi plan de ofrecerle trabajo estaba saliendo muy bien, seguro dentro de poco, Keith, sería totalmente mía. Y luego, la dejaría. Cabe decir que, después de utilizarla a mi antojo, la olvidaría por completo. Keith era tan solo una capricho.Antes no la pude tener, pero ya podía, y quería hacerla mía. Mi obje
Keith AndersonCuando regresé de aquel estresante lugar, después de todo el show, de ese "espectáculo". No podía negar que sentí un enorme paz, tranquilidad, pues al llegar a mi acogedora casa, solo había silencio... Ahora sí me sentía muy bien en mi casa, y es que después de toda una bochornosa escena, ―En un lugar lleno de gente a mi alrededor―. Pude percibir la serenidad de mi humilde hogar.Caminé hasta uno de los sofás que habían en la sala, ―En específico, el más largo―, me eché sobre él recostado mi torso, y cerrando los ojos después de quitarme las botas que ya me estaban matando y las arrojé en algún rincón de la sala.Invoqué toda esa serie de recuerdos que invadían mis pensamientos. John, Sarah, la odiosa secretaria, el grupo de personas, los murmullos, y el escándalo.Pasé mis manos por mi rostro dramáticamente, en un gesto de frustración...¡Qué vergüenza!Literalmente había hecho el ridículo.Hice memoria de aquella odiosa mujer, y de cómo a través de ella, me enteré de l
Michael Stwart Los días pasaban lentamente. En New Orleans era un día lluvioso, el aire era nostálgico. Siempre evocaba momentos hermosos que viví junto a Hellen y Lucy, mis hijas.Las extrañaba tanto...Solía venir aquí, a este restaurante tan especial: Tiffany 's Café, con ellas. Con mis hijas. La vida me había cambiado por completo hacía ya un año.Uno año que para mi fué vivir el infierno, una tortura. Eso me rompía por dentro.El remordimiento me carcome el alma, no tuve culpa de lo que pasó, no tenía forma de presagiar que algo así ocurriría. Pero en el fondo lamentaba no haber estado con ellas.Lamenté, me arrepentí de estar inmerso en mi trabajo, por ello, no estuve el día en el que más necesitaron de mí.Todos a mi alrededor sonreían, charlaban. Y yo, solo estaba en silencio. Haciendo memoria de los seres que más amé, y que seguiría amando aunque ya no estuvieran.―Y bueno, aquí estoy... ―Anunció Emma, la madre de mis hijas, y mi exesposa. Ella se sentó en el asiento que es
Keith AndersonDos días después...―A ver... Sonríe... ―Dijo John, indicándome que mostrara mi mejor sonrisa.Le dediqué una mirada de pocos amigos, ―No. Si no quiero sonreír, no sonrío y ya.―A este paso te convertirás en una vieja amargada, a edad prematura. ―Se quejó.―A este paso te convertirás en un niño chiquito, cuando en realidad eres un hombre hecho y derecho con cara de idiota.Él arrugó sus cejas, me observó, sonrió y esos pequeños huequitos dibujándose en su ya afeitado rostro lo hicieron parecer más o menos adorable. Antes su barba estaba algo poblada. Pero, hace dos días que cambió eso, ¿Por qué? No sé, ni tampoco me interesaba saberlo.Su cabello negro era un tanto largo pero siempre lo tenía muy bien peinado hacia atrás, sus ojos eran... Estaban bien, me gustaba ese color negro que tenían.Esa ropa tan formal lo presentaba cómo un tipo serio, capaz de no poder ni siquiera bromear sobre algún absurdo tema. No obstante, con él era todo lo contrario.Definitivamente, lo er
KeithUn resentimiento que creí que enterré en lo más profundo de mis ser; reapareció, provocando que una estampida de malos recuerdos pisotearan con ganas mi lado razonable. Afectando la lógica.¿Es enserio?Quería agarrarla y jalarle esas greñas descoloridas de las cuáles ella, era poseedora.Pero no. No podía.Aunque mi instinto y mi dignidad de mujer me lo pedían a gritos, no. No pensaba rebajarme ante una zorra como Tatiana.―¿Qué pasa, Keith? ¿Acaso te mordió la lengua el gato o qué? ―Preguntó con afán y al mismo tiempo, diversión.―Para tu desgracia, no. ―Contesté con simpleza―. Y a tí parece que te siguen gustando las cosas baratas. Porque ese hedor tuyo me llegó a las fosas nasales. Es tan... Barato. Así como tú. ―Añadí sonriendo ampliamente.Parecía que mi lado feroz salía a relucir en su máximo esplendor.En un santiamén, la diversión de Tatiana se disipó.―En primer lugar, es un perfume Chanel, ¿Si sabes lo que es Chanel? ―Hizo una pausa y quise hablar pero ella misma se r
Michael.El dolor muchas veces arrastra tu alma hacía un hoyo negro del que es muy difícil escapar. Y si lo haces, ese vacío te acompaña siempre. O tu vas hacía él, o el va hacía ti.Siempre es así...Pero todo depende de la fuerza de tu alma para salir de él, y enfrentarse siempre ante la amenaza de caer nuevamente.Es así. Todo en la vida se trata de cuán fuerte has de ser para enfrentarte y tomar la vida por los cuernos, y no dejar que el sufrimiento se adueñe de tu ser.El dolor estará, pero tú fortaleza también.―No lo sé, Michael... Tengo miedo, ¿Y si no logro salir de aquí? ¿De ese dolor, de este vicio, de este negro vacío? De mi realidad... ―Tu puedes, Emma. Eres mucho más fuerte de lo que crees, solo tienes que creerlo. Así será... Vas a salir de ese hoyo profundo y no verás más negrura. ―Expresé con toda sinceridad, las palabras provenían desde mi corazón y las liberaba con amor.Ella sollozó en silencio, pero aún así, podía escucharla.―Quiero... Necesito alcohol. ―Balbuce