MichaelMientras caminaba de un lado a otro en la pequeña sala de mi departamento (que aunque pequeño, era sin lugar a dudas un lugar muy acogedor). Pasé mi mano por mi cabello el cuál ya había crecido bastante.Ojeé entonces, el cuadro donde estaba la foto de mis pequeñas, ubicado en una de las paredes.Entonces dí unos pocos pasos hasta echarme en el cómodo y largo sofá gris que yacía en medio de la sala junto con otros dos que eran individuales, recosté mi torso sobre el mismo mientras me sumergía en un sola cosa: Keith.Hacían varios días que la quise llamar, intenté el día después de comportarme como un idiota, pero su teléfono al parecer estaba apagado y deduje que tal vez estaba molesta.Habían pasado unos días desde entonces, y me moría por hablar con ella, por oír su voz, por verla otra vez.Mi teléfono sonó desde la pequeña mesita que se encontraba en el centro de la sala ―rodeada por los sofás grises con pequeños cojones negros―, lo cogí y contesté de inmediato:―¿Aló?―¡Mi
Keith.Ayer una alegría inmensa me lleno por dentro. No solo por el hecho de que ya me estaba llevando mejor con John y que comenzábamos tener una bonita amistad, sino también; Michael.¡Él iba a regresar muy pronto!―Te ves muy feliz. ―Habló Susana desde su lugar de trabajo.La observé y ella me sonrió con afabilidad; gesto que le regresé.―Si, lo estoy. ―Afirmé sin quitar la sonrisa de mi rostro, entre tanto, acomodaba unas carpetas que le entregaría a John.―Me alegra, Keith... ―Dijo en una suspiro casi melancólico―. Reggie volvió a pelear con su compañero de clases, ayer hablé con su profesor y me informó que se había estado comportando de una forma agresiva estos últimos días. ―Agregó con un semblante de preocupación.Susana me comentó sobre sus dos hijos: Lina y Reggie. Su hija era la mayor y la más madura, Lina estaba pasando por esos cambios de ánimo propios de la adolescencia y podía llegar a importunar mucho así madre con sus acciones de adolescente rebelde. En cambio su hi
John.Hasta el desaire más pequeño logró afectarme... Pero, no de la forma en la que me hubiera afectado años atrás.No, para nada.Me afectó el hecho de que Keith, me dijera que no con tanta fiereza al principio.No obstante; mis ánimos se reavivaron en el instante en el que me aceptó una invitación a salir, eso me hizo sonreir de dicha, ya que significaba que mi propósito estaba dando frutos.Ya me ganaba su confianza y eso me satisfacía de formas inimaginables.―¿En qué piensas tanto? ―Me preguntó Tatiana, logrando desconcentrarme por completo.Le sonreí con afabilidad mientras ella me observaba atentamente, para después recostar su rostro en mi pecho desnudo.―En nada.―Pues te veías muy concentrado para no estar pensando en nada. ―Indagó ella―. Hasta sonreíste.―No, pues estoy feliz, ¿Tiene algo de malo eso? ―No.Se creó un silencio entre los dos, y fué ahí que ella movió su cuerpo desnudo entre la sábanas y posicionarse encima de mi.―¿Acaso pensabas en mi? ―Sonrió con picardía
Keith.―¡No me mientas, Michael! ―Exclamé fingiendo estar molesta―. Dime su nombre verdadero.Sí, después de dos días viendo a mi mejor amigo, me confesó de sus sentimientos hacía una misteriosa mujer.Confesión que me dolió, y mucho...Fué como si una daga hubiera Sido clavada en mi corazón en el momento en el que de sus labios salió: Estoy enamorado, Keith... Estoy enamorado de una mujer excepcional y hermosa.Tragué grueso en ese momento, sabía que era cierto porque sus ojos brillaban y notaba que él estaba siendo sincero.Mi mundo se vino abajo y un sentimiento amargo se apoderó de mi ser.Me dolió mucho.Cada vez que respiraba, recordaba sus palabras y me dolía.Pero fingí estar feliz por él.En fondo solo quería que Michael fuera feliz.Así que... ¿Por qué arruinar todo por los estúpidos celos?―Okey, se llama María. ―Respondió y supe que mentía.―Okey, primero Ana, luego María... Empiezo a creer que es ficticia y que ni tu sabes quién es tu chica. ―Articulé, incrédula.El río c
Michael.9:12 p.mUna vez que dejé a Keith en sus casa, me dispuse a regresar a mi departamento, pero; si muchas ganas de ir.¿Por qué?Por el simple hecho de que quería permanecer a su lado.Quería estar allí, con ella.Para cuidarla.Protegerla...Quería estar para ella.Toda la tarde se portó increíble, me escuchó atenta, y comprendió la situación que viví con Emma y mis hijas, el duro momento por el que pasaba Emma y del apoyo que le brindé siempre.Keith solo me escuchó y me ofreció su apoyo.Siempre.Así era Keith: Con una corazón gigantesco.Con un alma tan dulce.Ella sonreía y su rostro se iluminaba, dándole ese aire de pureza y de dicha que podía contagiar.Entré a mi solitario departamento, y con gran agilidad me recosté sobre el cómodo y amplio sofá que se hallaba en la sala, cerca del gran televisor pantalla plana.Era mi lugar favorito para ver películas.―¿Aló? ―Enuncié al llamar a Emma.―¡Michael! ―Su grito me hizo arrugar la cejas.«¿Podrías no gritar tan fuerte?», pe
John.20 de Junio.Ya habían pasado un par de días desde que Keith accedió salir conmigo.Eso me contentaba muchísimo.En el transcurso de esos dos días, me comporté cómo todo un caballero con ella.Nada de insinuarme con ella.Keith era una mujer complicada, así que cualquier cosa, cualquier error; estropearía todo.―¡Buenos días, Keith! ―La saludé con cordialidad, viendo lo hermoso aquel se ponía cada día.―¡Buenos días! ―Enunció ella con afabilidad.Me sonrió con dulzura, y continuó tecleando en la computadora mientras tanto.Ella vestía una camisa blanca que combinó con una falda un tanto corta que dejaba ver esas piernas tan sensuales de las que era poseedora; sus tacones rojos le daban el toque mágico, sexy...Atractivo...Se veía jodidamente, atractiva.Usaba unos aretes en forma de aro, mu finos, sus labios estaban pintado de color vinotinto.«Dios... Pero que atrevida vino esa mujer hoy», pensé comenzando a sentir un cosquilleo en mi entrepierna.Sus cabellos marrón oscuro es
Keith.Reíamos.Por fin podía decir que John Stevens no era el típico jefe que quería engatusarme.O al menos, no por los momentos.Estaba siendo respetuoso y nada arrogante.Conversaba de sus libros favoritos, y compartíamos miradas cómplices al sentir el 'Shh' de la bibliotecaria par aquel dejáramos de carcajear en voz alta.Entretanto, John me contó sobre sus libros favoritos.Entre ellos el “gato negro”, de Edgar Allan Poe.Y yo le mencioné lo fascinada que quedé cuando terminé Orgullo y prejuicio, (pero el libro, no la película)―Increíble. ―Soltó son poder tragarse el cuento.―A ver, ¿Qué te parece tan increíble? ―Alcé una ceja, recosté mi torso en el espaldar de la silla, cruzando mis piernas y mis brazos sobre mi pecho.Él puso su mano en el mentón; pensativo.―No he conocido a ninguna mujer que haya preferido el libro y no la película.―Pues soy la excepción. ―Pronuncié con confianza―. Considero que el libro es mejor, ¿Por qué? Ni yo misma me comprendo; solo sé que me gustan m
Keith.Sin darme cuenta la noche había llegado.Y ya tenía unas cuántas horas con John...¿Cómo logró convencerme para pasar toda la tarde con él?No sé...A veces ni yo misma me entiendo.La música retumbó, las personas gritaban, las luces de la bola disco lograban marearme.De pronto sentí un empujón.Era John quien descaradamente me pegó a su cuerpo para bailar una música algo escandalosa.―¿Qué haces? ―Le grité con el ceño fruncido.―¿Cómo que qué hago? ¿Qué no es obvio? Te invito a bailar. ―Me respondió, obvio.Él comenzó a mover su cuerpo al ritmo de la estruendosa música, se había quitado el blazer azul que tenía puesto.«Quién sabe dónde fué a parar», pensé.Se veía atractivo.«No, ni tanto», me reprochó mi mente.«Uh, uh, yeah, come onPlease me, babyTurn around and just tease me, babyYou got what I want and what I need, baby,(Let me hear you say) please(Let me hear you say) pleasePlease me, babyTurn around and just tease me, baby,You got what I want and what I need, b