Keith Anderson.
Admito que en mi vida, no sucedían muchas cosas interesantes, enocionantes... Pero ahora, me encontraba en un situación que lo rebasaba todo.
Salí de la monotonía, fué un día loco... Todo tomó un rumbo inesperado.
Me encontraba en mi habitación, con un hombre desconocido y totalmente desnudo.
Evitaba mirarlo.
Pero... ¡Dios!, Estaba tan bueno, que quería mirar.
No, Keith... No lo mires.
Si me hubiera querido hacer daño, ya lo hubiera hecho.
—¿Que haces en mi habitación?... Si sabes que es propiedad privada, ¿Verdad?... Por lo tanto, estás comentiendo allanamiento de morada. — Le dije, aún evitando mirar ese cuerpo tan sexy.
Sentía su mirada sobre mí... Sabía que recorría mi cuerpo con la mirada, y fue entonces, cuando me di cuenta de que estaba en brasier, me tapé de inmediato, y me dí la vuelta para ponerme la camisa otra vez, sentí mis mejillas calentarse.
— Pues deberías de cerrar mejor la puerta.— Comentó con arrogancia.
—Siempre cierro bien la puerta.— Afirmé, de mal humor.— ¿Por qué entraste a mí casa?
—Me asaltaron, así que tuve que buscar un lugar donde no pasara tanta vergüenza. — Admitió él, con tanta tranquilidad.
Me giré para verlo, estaba envuelto en mis sábanas, como si mi cama, fuese la suya.
Bufé — No creo que los ladrones te roben hasta la ropa... Y tampoco creo, que te dejen chupetones en el cuello.— Dije, alzando un ceja y dándole una mirada acusadora.
¡Me miente!
Este desconocido tuvo el descaro de entrar a mi casa, acostarse en mi cama... Y estar allí, como si nada.
Él de inmediato se levantó, cubriendo todos su cuerpo con mi sábana, para observar el enorme chupetón que le dejaron los "ladrones".
—Mierda.— Murmuró, pasando su mano por su cuello, justo donde tenía el chupetón.
Este tipo, aparentemente no era tan malo. Por lo menos no intentó matarme.
¿Y cómo?... Estaba desnudo, no portaba ningún arma.
—¿Me vas a contar que te hicieron esos "ladrones"— Pregunté, haciendo un gesto con mis dedos de entre comillas.
¿John?, Creo que así se llama. Me sonrió con picardía, pude ver unos hoyuelos formándose en sus mejillas mientras me sonreía... Se veía muy guapo.
—¿Quieres que te diga la verdad?
— Merezco una explicación.
El soltó una carcajada. — Me caes bien... Pareces alguien en quién puedo confiar.
Sonreí ante el cumplido.
— Lo soy... — Hice una pausa, evaluando la situación, era alocada y divertida a la vez,— Te confieso que no confío en cualquiera, pero... No me caes tan mal.
Él alzó una ceja, me miraba con picardía.— Bien... — Se paso ambas manos por su cara, de una forma frustrante, — En resumen, me folle a quien no debía... Y me estafaron, robándome varias cosas, además de mi auto, y dejarme como Dios me trajo al mundo.
Ya sabía yo... Seguro era esa clase de hombres que le gustaba follar a quien se le apareciera.
Éste se va de mi casa, porque se va.
Quien sabe con qué mañas me vaya a aparecer.
Comencé a buscar unos de los trajes de mi papá que guardaba, en mi habitación.
—Ten. — Le di una camisa y un pantalón — Póntelo y te vas. Luego me lo regresas.
— ¿Novio? — Su pregunta me tomó por sorpresa, haciéndome arrugar las cejas.
Él lo notó y antes de que pudiera liberar alguna palabra, él se adelantó.
— ¿Estás camisas... Son de tu novio? — Sentí mi pecho apretarse.
— No.
— Eres una mujer muy atractiva... Me sorprende no tengas alguien a tu lado.
—Bueno, no todos tenemos a alguien. Además, tampoco necesito a un hombre.
Ví una expresión de diversión y de sorpresa en su rostro.
— ¡Wow!... La mayoría de las mujeres siempre buscan algo más, ya sabes, siempre quieren tener una relación seria, casarse, tener hijos...
La forma en que hablaba de la mujeres... Este tipo definitivamente era un mujeriego.
— Parece que sabes mucho de mujeres — Expresé con sarcasmo, el asintió con una arrogancia abismal — Pareces un gran idiota.
Lo ví abrir sus ojos como platos.
Antes de que el pudiera decir algo, lo interrumpí.
— Vístete, y quiero que te vayas de mi casa — dejé de mirarlo para que se pusiera la ropa.
—No soy tan malo como parezco... Aquí donde me ves, soy un gran hombre... Sobretodo en la cama. Tal vez tú...
Me dí la vuelta, por suerte, ya se había puesto el pantalón.
— ¡Eres un imbécil!... ¡¿No me conoces y ya quieres follarme?! — Exclamé con enojo y rabia, recordando al idiota de mu ex-jefe — Hombre tenías que ser. — Dije entre dientes.
— No todos los hombres somos idiotas... Lo que pasa es que tú eres una feminista extrema. — Comentó, poniéndose la camisa.
Yo rodé los ojos, y bufé, — Me importa muy poco lo que diga un tipo, que fué estafado mientras follaba, y que para colmo, le roban su ropa.
El se tensó, y luego se fué, cerrando la puerta detrás de él, con fuerza.
¿Pero quién se creía ese tipo?
Entró a mi casa, se acostó en mi cama como si fuera la suya, y para completar, casi me dejaba sin puerta.Salir disparada, para detenerlo e insultar su ego.
— ¡Oye!, No he terminado contigo. — John se detuvo, y me miró con fatiga.
— ¡Ahora qué!, Me voy de tu casa, deberías estar felíz.
Sí, la verdad es que por fin se iba.
— Bien, pero me devuelves la ropa.
—Si, Keith... Yo te la devuelvo...— Fruncí el ceño cuando mencionó mi nombre, yo no sé lo había dicho — A pesar de lo que puedas pensar, yo, soy un hombre de palabra.
Me dió la espalda y se fué, pero se detuvo en cuanto escuchó mi voz.
—John... ¿Cómo sabes mi nombre?
—Lo ví en los cuadernos que pusiste en tu escritorio, ahí, en tu habitación. —Hizo una pausa, — Perdón por eso.
Y así, sin más qué decir se fue.
Como llego se fué.
De forma inesperada.
¿Por qué de todas las casa para allanar, eligió la mía?
¿Habrá leído algo más?
Ese hombre tan arrogante, sin lugar a dudas, también, era un verdadero enigma.
¿Ya te conocía?
Muchas preguntas invadieron mi mente. Subí de nuevo a mi habitación, me puse la pijama, me acosté y pensé en las cosas tan extrañas y fuera de mi zona de confort, que había vivido.
Sonreí al recordar... Aunque me lo niegue a mi misma, fué divertido. Sin embargo, el tipo era muy... No me caía muy bien.
Entre tantos pensamientos e ideas, recuerdos... Me quedé dormida.
Me levanté de la cama sintiendo mis ojos pesados, y bostezando.Eran las 9:30 P.M, no me molesté en levantarme temprano para ir y buscar trabajo. Ya era sábado.Sentí el teléfono de la casa sonar, por lo que bajé las escaleras para llegar a la sala.― ¿Hola?― Contesté, aún con sueño...Me recosté en el cómodo sofá de la sala, acomodando mi cabello castaño oscuro, hacía los lados de mi cara.―Hola Keith... ¿Cómo estás?,―Preguntó Michael, en un tono suave,― Quería decirte que surgió un imprevisto en el trabajo, estaré en New Orleans esta semana, de todos modos, en lo que te pueda ayudar, no dudes en llamarme.―Está bien, no te preocupes...―Hice una pausa, dudando un poco en qué decir, ―Yo...― Escuché en ruido en la cocina.― Te llamo más tarde, ¿De acuerdo?―De acuerdo.―Asintió, por lo que colgué la llamada.Me levanté del sofá, para dirigirme a la cocina, con mucha cautela.¡Dios!, ha de ser el gato del vecino otra vez... Ése gato tenía la mala costumbre de entrar a mi casa sin que yo m
John StevenKeith Anderson, "la chica de mis sueños"... Al menos yo la recordaba.Ella no tenía ni las más remota idea de quién era yo.Se olvidó por completo de mi.Eso solo me demostró, que jamás fuí lo suficiente para ella.Han pasado varios años desde la última vez que la vi, siempre la recordé como la chica de la cuál me enamoré como un idiota cuando estaba en la secundaria. Su cabello castaño y largo caía sobre sus hombros, haciéndola parecer toda una diosa, su cuerpo esbelto, sus ojos marrones, sus labios carnosos. Todo de ella era perfección.Seguía siendo hermosa.***Años atrás...—Hola, nerd...— Dijo Howard, empujándome contra mi casillero—. ¿Qué rayos haces mirando a mi novia? — Agregó con molestia, mirándome con desdén, al igual que sus amigos quienes sonreían con malicia.—No la estaba mirando. — Murmuré cabizbaja.—Escucha, no quiero que la mires, que le hables y mucho menos, que te le acerques...— Amenazó. Yo sentí mis manos sudorosas y mi frente también —. ¿Entendiste
Keith Anderson Me desperté con esa idea en la mente: Aceptar la propuesta de John…―Un perfecto desconocido que entró a mi casa sin permiso―, pero mi instinto me decía que no. La verdad era, que no podía confiarme. Estaba viviendo un situación realmente, rara. ¿Podría confiar en John? ¿Y si confiaba y después no era lo que yo pensaba? «Ese será un riesgo que correrás, Keith» Objeté mentalmente. Y es que, por una extraña razón, sentía que podía confiar en él. ¿Por qué? Ni yo misma lo sabía. Había tanta familiaridad en su mirada, pero a la vez, no lograba recordar si en verdad lo había visto en algún sitio. ¿Te conozco de antes, John? Estaba recostada en mi cama, envuelta entre las sábanas de color rosa pastel, mirando el techo blanco, las paredes de color lila con detalles en blancos y negros. Me senté, y eché un vistazo a mi alrededor, el mueble individual que estaba en un rincón, el gran televisor que se encontraba en sujeto en la pared, las ventanas entreabiertas, por lo que,
John Stevens¡¿Cómo es que esa mujer era tan porfiada?! ¡Era tan testaruda! Mi abuela solía usar un dicho que muy poco llegué a implementar en mi vocabulario, y es: "Es más terca que una mula".Así describiría a Keith Anderson.No hubo manera de convencer a esa mujer, pero, probé que la podía amansar, cosa que me pareció fantástica, jugó a mi favor el hecho de que mi hermanita interviniera en ello.***2 horas atrás.Tenerla frente a mí, verla de nuevo, y más hermosa que nunca me daban ganas de querer... Follarla, hacerle lo que nunca le pude hacer. Pero que hora sí, ya que estaba más bueno que el pan, podía conquistar a cualquier mujer con tan solo sonreír y dar mi mejor impresión.Mi plan de ofrecerle trabajo estaba saliendo muy bien, seguro dentro de poco, Keith, sería totalmente mía. Y luego, la dejaría. Cabe decir que, después de utilizarla a mi antojo, la olvidaría por completo. Keith era tan solo una capricho.Antes no la pude tener, pero ya podía, y quería hacerla mía. Mi obje
Keith AndersonCuando regresé de aquel estresante lugar, después de todo el show, de ese "espectáculo". No podía negar que sentí un enorme paz, tranquilidad, pues al llegar a mi acogedora casa, solo había silencio... Ahora sí me sentía muy bien en mi casa, y es que después de toda una bochornosa escena, ―En un lugar lleno de gente a mi alrededor―. Pude percibir la serenidad de mi humilde hogar.Caminé hasta uno de los sofás que habían en la sala, ―En específico, el más largo―, me eché sobre él recostado mi torso, y cerrando los ojos después de quitarme las botas que ya me estaban matando y las arrojé en algún rincón de la sala.Invoqué toda esa serie de recuerdos que invadían mis pensamientos. John, Sarah, la odiosa secretaria, el grupo de personas, los murmullos, y el escándalo.Pasé mis manos por mi rostro dramáticamente, en un gesto de frustración...¡Qué vergüenza!Literalmente había hecho el ridículo.Hice memoria de aquella odiosa mujer, y de cómo a través de ella, me enteré de l
Michael Stwart Los días pasaban lentamente. En New Orleans era un día lluvioso, el aire era nostálgico. Siempre evocaba momentos hermosos que viví junto a Hellen y Lucy, mis hijas.Las extrañaba tanto...Solía venir aquí, a este restaurante tan especial: Tiffany 's Café, con ellas. Con mis hijas. La vida me había cambiado por completo hacía ya un año.Uno año que para mi fué vivir el infierno, una tortura. Eso me rompía por dentro.El remordimiento me carcome el alma, no tuve culpa de lo que pasó, no tenía forma de presagiar que algo así ocurriría. Pero en el fondo lamentaba no haber estado con ellas.Lamenté, me arrepentí de estar inmerso en mi trabajo, por ello, no estuve el día en el que más necesitaron de mí.Todos a mi alrededor sonreían, charlaban. Y yo, solo estaba en silencio. Haciendo memoria de los seres que más amé, y que seguiría amando aunque ya no estuvieran.―Y bueno, aquí estoy... ―Anunció Emma, la madre de mis hijas, y mi exesposa. Ella se sentó en el asiento que es
Keith AndersonDos días después...―A ver... Sonríe... ―Dijo John, indicándome que mostrara mi mejor sonrisa.Le dediqué una mirada de pocos amigos, ―No. Si no quiero sonreír, no sonrío y ya.―A este paso te convertirás en una vieja amargada, a edad prematura. ―Se quejó.―A este paso te convertirás en un niño chiquito, cuando en realidad eres un hombre hecho y derecho con cara de idiota.Él arrugó sus cejas, me observó, sonrió y esos pequeños huequitos dibujándose en su ya afeitado rostro lo hicieron parecer más o menos adorable. Antes su barba estaba algo poblada. Pero, hace dos días que cambió eso, ¿Por qué? No sé, ni tampoco me interesaba saberlo.Su cabello negro era un tanto largo pero siempre lo tenía muy bien peinado hacia atrás, sus ojos eran... Estaban bien, me gustaba ese color negro que tenían.Esa ropa tan formal lo presentaba cómo un tipo serio, capaz de no poder ni siquiera bromear sobre algún absurdo tema. No obstante, con él era todo lo contrario.Definitivamente, lo er
KeithUn resentimiento que creí que enterré en lo más profundo de mis ser; reapareció, provocando que una estampida de malos recuerdos pisotearan con ganas mi lado razonable. Afectando la lógica.¿Es enserio?Quería agarrarla y jalarle esas greñas descoloridas de las cuáles ella, era poseedora.Pero no. No podía.Aunque mi instinto y mi dignidad de mujer me lo pedían a gritos, no. No pensaba rebajarme ante una zorra como Tatiana.―¿Qué pasa, Keith? ¿Acaso te mordió la lengua el gato o qué? ―Preguntó con afán y al mismo tiempo, diversión.―Para tu desgracia, no. ―Contesté con simpleza―. Y a tí parece que te siguen gustando las cosas baratas. Porque ese hedor tuyo me llegó a las fosas nasales. Es tan... Barato. Así como tú. ―Añadí sonriendo ampliamente.Parecía que mi lado feroz salía a relucir en su máximo esplendor.En un santiamén, la diversión de Tatiana se disipó.―En primer lugar, es un perfume Chanel, ¿Si sabes lo que es Chanel? ―Hizo una pausa y quise hablar pero ella misma se r