Capítulo III

John Steven

Estaba de mal humor... De hecho, estaba de un genio de los mil demonios.

Mi secretaria me hizo pasar un mal rato.

-Señor.- La voz de Claudia, mi secretaria me hizo darme la vuelta y mirarla - ¿Me mandó a llamar?

-Si, Claudia... Siéntate - Obedeció y se sentó, quedando frente a mi.

Ya había recapacitado... Me di cuenta de que estaba siendo un completo imbécil.

-Tómate el tiempo que necesites.

Noté la alegría en su rostro.

A veces puedo ser hostil, ya me lo han dicho... Puedo ser egoísta y un poco arrogante... Pero, no soy un monstruo.

-Es difícil conseguir a una secretaria tan eficiente en estos tiempos, pero, yo me preocupo por el bienestar de mis empleados, así que... Puedes tomar el reposo que necesitas, y que pases el resto de tu embarazo con tu esposo y tranquila.

-¡Gracias señor! - Exclamó , muy contenta.- Espero volver pronto. - Añadió ella, y luego se retiró educadamente.

Ahora me había quedado sin secretaria.

¿Dónde podré encontrar a alguien tan eficiente y responsable como Claudia?

Todas las que han pasado por mi empresa, pues... Eran mucho sexo, y nada de responsabilidad.

Solo Claudia logró quedarse.

Además, Claudia no solo era una gran empleada, también era una amiga entrañable. Muy buena persona.

- ¡Wow!, Te venía a saludar, pero veo que estás que te lleva el diablo. - La voz de mi mejor amigo, me hace levantar la mirada para verlo, - Cuando te pones así, es mejor alejarse.- Bromeó, y una sonrisa de diversión estaba plasmada en su rostro.

- Cállate, - Le dije de mala gana, girando sobre la silla para darle la espalda.

-Estoy bien... Gracias por preguntar amigo.- Hablé con evidente sarcasmo.

Me giré para verlo otra vez, - Disculpa...

- ¡Wow!, El arrogante y prepotente John Stevens, me pide disculpas... Seguro que tuviste un día duro en el trabajo. - Comentó , sentándose y quedando frente a mí. - Necesitas una amiguita, ya sabes el sexo es el mejor remedio para el estrés. - Me guiñó.

- Tienes razón... Hoy tendré sexo.- Afirmé con un amplia sonrisa, dibuja en mis rostro, percatándome de que había llegado de su viaje a Europa - ¿Cuándo llegaste?

- Hace un par de días.

- ¿Qué me dices?, Me imagino que follaste mucho por allá. - Bromeé .

El se pasó su mano derecha por su cabello, desordenado.

-Tal vez... - Vacila un poco.

Oh no... Por su expresión deduje que estaba enamorado.

Lo conocía muy bien, y sabía cuando le pasaba algo

-¿Cómo se llama?

Lo vi tensarse un poco ante la pregunta.

-No te lo diré aún... Solo te puedo decir que es especial.

Ya me imagino.

Porque te tiene, embobado.

-A ver si algún día me presentas a alguna de sus amigas. - Dije bromeando.

Él vaciló por un momento.

- Lo veo difícil...

Fruncí el ceño y antes de que pudiera hablar, él se me adelantó.

- Supe que ya no tienes secretaria.

- Ah... Ni me lo recuerdes... Ahora debo encontrar a alguien que haga bien el trabajo.

- Y que folle bien.

Le sonreí con picardía, - También.

En ese momento, él recibió una llamada, su expresión cambió de inmediato.

Ya lo perdí...

El hombre está perdidamente enamorado.

-Me tengo que ir... - Comentó, levantándose para irse.

- Ve por ella, Romeo. - El se giró para verme, y una sonrisa de alegría se curvo en sus labios.

Luego de irse, tomé el teléfono he hice una llamada... Hacía varios días que no tenía relaciones sexuales, necesitaba a alguien.

-Hola, preciosa.- Dije de forma seductora.

-Hola, hacía tiempo que no me llamabas.

- Trabajo. - Afirmé - Además, sabes que lo nuestro es sexo sin compromiso. No tendría que estar llamándote cómo si estuviera enamorado de ti.

- Si... Lo sé. - Admitió, con un tono de ¿Desilusión?, Honestamente, no me importaba, - ¿Cuándo y en dónde?

- En el lugar de siempre... Hermosa.

- Perfecto guapo... Te sorprenderé.- Se despidió con un beso.

Adiós estrés...

Sonreí para mí mismo, imaginando todo lo que haría con Samantha. Ella siempre fué muy creativa en la cama, una mujer que le gustaba pasarla bien... Igual que yo, eso era algo que teníamos en común. Sin embargo, a veces las mujeres se hacen idea que no deben, y buscan algo más... "Una relación seria".

Yo no soy de nadie, seguiré siendo un mujeriego hasta que me cansé... Cosa, que no creo que pase.

#

Keith Anderson

Estoy mal, con el estrés a mil por hora. Tal vez no debería preocuparme, pero cómo no me va a alterar el hecho de no tener trabajo.

Hace varios días que tengo suerte, todas las agencias de publicidad a las que asistí, me rechazaron... Y no fué por mi currículum, porque estaba impecable, era un currículum envidiable.

Pero, la idea de las represalias del señor Willows inundaban mis pensamientos.

Él seguro fué el responsable de impedir que consiguiera un trabajo.

- Tranquila, Keith..Todo estará bien. - Dijo Michael, para tranquilizarme.

-¡No puedo! - Exclamé estresada, noté que varían personas que pasaban, se quedaron mirando la escena, - No tener trabajo me frustra... Tengo que estar en mi departamento, sola... Recordando todo. Necesito un trabajo, me permite dejar de recordar todo. - Las lágrimas salieron rápidamente, humedeciendo mis mejillas en cuestión de instantes.

Michael me abrazó, me sentía protegida entre sus brazos.

Se separó de mí, para tomar mi rostro entre sus manos y limpiar mis lágrimas con manos pulgares.

Esos ojos verdes, esa mirada dulce... Era tan impactante.

Nuestros rostros se encontraban a escasos centímetros, podía sentir su respiración mezclarse con la mía.

-Me tienes a mi... Yo te ayudaré a conseguir trabajo. - Sus palabras me llenaron de tranquilidad - ¿Has considerado asistir al psicólogo?... Lo que viviste fué traumático.

Ay no, cambió de tema, recordándome mi pasado...

-No Michael, fuí y de nada sirvió. - Afirmé con frustración - Yo... Estaré bien.

El solo me sonrió, - Eres muy fuerte, Keith... Eres una gran mujer.

Sentí mis mejillas calentarse... Estaba segura que me sonroje. No recibía palabras tan bonitas desde que... Howard era parte de mi vida.

- Aquí tienes a un gran amigo dispuesto a hacer cualquier cosa por ti... Ten por seguro que te ayudaré siempre que lo necesites. - Michael, sonaba muy seguro de sí mismo, la determinación en su tono me impresionó.

Él sin dudas era el hombre que cualquier mujer quisiera tener a su lado. Es la clase de hombre que te hacen sentir como una reina.

Michael era simplemente, especial.

No sé que era lo que hacía, pero le funcionaba, siempre lograba sacarme un sonrisa. Podía hacerme olvidar por instantes todos mis problemas, todos mis miedos.

Él me gustaba, y mucho... Pero tal vez solo me veía como una amiga, no podría arruinarlo todo, confesando lo que se me hacía sentir, además, no quería salir herida.

¿Y si me rechazaba?

¿Y si se alejaba de mi, después de contarle de mis sentimientos hacia él?

No podía darme el lujo de perderlo a él también, después de todo... Con él a mi lado, ya no me sentía tan vacía.

-¿En qué piensas? - Sus palabras logran sacarme de mis pensamientos.

-En nada. - Dije, evitando esa mirada tan hermosa que tenía.

Hubo silencio por varios minutos, ambos disfrutamos del hermoso atardecer en el parque.

-Es hermoso.

-Si, lo es. - Afirmé.

El frío comenzaba a azotar mi rostro con fuerza, mi cuerpo comenzó a temblar. Solo tenía un suéter, no había llevado ningún abrigo, supongo que cuando salí de mi casa para encontrarme con Michael, no me imaginé que se me haría tan tarde.

Un movimiento inesperado de Michael me impresionó, haciéndome alzar ambas cejas, y sonreír ante su gesto.

Me cubrió con su abrigo beige, quedando él con la camisa.

- Te llevo a casa. - Dijo él, una sonrisa se curva en sus labios.

Dejando ver ver esa sonrisa perfecta que tenía.

Que guapo.

Yo asentí con la cabeza, y ambos caminamos hasta llegar a casa. Dura te todo el camino hablamos de todo, era mágico, solo podía sonreír cuando hablaba con él. Todo era así, tan alegre con el.

Sin lugar a dudas, Michael podía contagiar a alguien con su alegría.

#

-Bueno señorita... Es aquí cuando nos decimos adiós.

-No lo digas así.

Él alzó una ceja, - ¿Por qué?

- Suena cómo si ya no volveré a verte.

-No te vas a deshacer de mi tan fácilmente, Keith... Nos seguiremos viendo. - Me sonrió y luego, me guiñó.

-Hasta pronto... Michael.

-Hasta pronto, Keith.

Nos despedimos con un abrazo, la verdad... Muy lleno de emociones, me dió la espalda y lo ví alejarse.

Entré a mi casa... Mi triste y solitaria casa. Solté un largo suspiro y subí a mi habitación, cerrando la puerta detrás de mí... Comencé a desvestirme para ponerme la pijama.

No era tan tarde, pero quería estar en pijama, después de todo. No saldría hasta el día siguiente.

Me quité la blusa y un grito dejo mis labios.

-¡Dios!...- Coloque mi mano en mi pecho, sintiendo los acelerados latidos de mi corazón. -¡¿Quién eres?!. Te advierto que sé karate.

Sí, aprendí Karate, después de lo que viví, tenía que estar preparada... Una nunca sabe...

Era un hombre alto, con un cuerpo muy bien formado, su cabello era negro, tenía una barba, lo que hacía que luciera mucho más varonil y atractivo, mi mirada recorrió todo su cuerpo descaradamente, pero es que estaba, ¡En bolas!

Totalmente, desnudo.

-Me llamo John... Te lo explicaré todo... Pero por favor, ayúdame.

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