Padre de contrato
Padre de contrato
Por: J. I. López
Proposición

ELLA…

Estaba en un rincón de aquel café, apoyando sus piernas en la silla de enfrente, se encontraba realmente cansada no había descansado ni un solo momento en todo el día, y, para variar, todavía tenía que estudiar si es que quería sacar buenas notas en la universidad. Aparto por un momento su vista del libro para centrarla en el reloj de la pared “12:00” de la noche marcaban las agujas. “Genial” pensó ella suponiendo que ha esas horas ya no habría ni otro cliente y por fin podría irse a descansar que era lo que más había anhelado en todo el día.

En ese momento la curiosa campanilla del café sonó dando lugar a un hombre al cual estaba claro ella tendría que atender, con fastidio y pesadez se levantó de la silla con mucho cuidado y apoyando su mano en su abultado vientre oculto bajo el mandil. Tenía más de 5 meses de embarazo, estaba sola en el mundo, sus padres habían muerto hacía mucho, sin hermanos ni algún otro pariente y, para rematar, viuda desde hacía 4 meses, era muy joven y la vida ya le había puesto un gran reto, tenía tan solo 25 años y con un bebe en camino se las veía dura pero ella siempre fue una chica fuerte e inteligente, por el día trabajaba en una biblioteca, por las tardes estudiaba medicina en la universidad, y por las noches trabajaba en un café como mesera.

La campana del mostrador sonó dando a entender que aquel hombre que acababa de entrar estaba deseoso de que lo atendieran y siendo ella la única mesera tendría que ir al llamado.

—¡Aurore ve a atender! — gritó la voz de su jefe y dueño del café.

—¡ya voy! — contesto la pobre chica yendo hacia el cliente.

ÉL…

Benedict Gray había tenido un día bastante agitado, un día en el que se había enterado de ciertas verdades las cuales no le gustaron en lo más mínimo. Para empezar su querido abuelo le había puesto obstáculos para lograr apoderarse de las empresas de la familia, el viejo, como él le decía, había puesto como condición que él se casara y asentara cabeza para poder manejar el negocio familiar, que era lo que el más deseaba en el mundo, al enterarse de esto había puesto una sonrisa en la cara puesto que tenía una novia a la cual amaba y con la cual podría casarse sin ningún problema entonces… ¿Por qué el mal día?... al salir de la ópera a la cual asistió con su familia descubrió la cruel realidad…su “enamorada” novia solo estaba con él por su dinero.

Su día no pudo ser peor, quería, no, necesitaba ser el dueño de las empresas a como diera lugar, pero luego de tan cruel verdad solo quería alejarse de ahí e invadir todos sus sentimientos… eran más de las 11 de la noche, tras mucho conducir encontró un café abierto…no lujoso ni mucho menos un bar. (que era realmente lo que necesitaba) pero un café bien cargado no le caería mal. Aparco el carro y bajo de este, al abrir la puerta una singular campana sonó, encontró el lugar casi vacío con dos o tres personas cuando mucho, halló sitio en la barra del lugar y toco con rapidez la campanilla…1…2..3…4 ¿Por qué tardaban? Volvió a tocar con insistencia hasta que sintió que alguien se acercaba sin más apoyo su mano izquierda en su mejilla viendo hacia el horizonte y pensando que rayos iba a hacer ahora que todo se le había estropeado.

—¿Sí? — pregunto ella. — ¿Qué desea? — el hombre estaba como ido. — ¡Hey! — dijo llamando la atención del individuo, él alzo su cabeza mirando intensamente a la joven.

—Un café…—pidió sin más rodeos

—¿Algo más? — ella rogaba porque solo pidiera su café y se fuera realmente necesitaba descansar y ese tipo no le ayudaba mucho

—¿Qué tienes de repostería? — pregunto mirando a la chica y a su estómago.

“Como si nunca hubiera visto a una embarazada”. Pensó Aurore adivinando su mirada. — Pues tenemos pay de queso — respondió cortante.

—Si eso, como sea— dijo el hombre volviendo a su postura anterior solo que con el otro brazo.

—Enseguida se lo traigo— dando vuelta sobre sus talones se fue a la cocina. “Esos ojos…esas palabras ¿Dónde los he visto antes?” se preguntó Aurore por un momento sin mencionar nada.

—Aurore ¿el cliente va a querer algo de la plancha? Porque voy a empezar a limpiar — pregunto el dueño apenas la vio entrar

—he…no solo quiere pay y café, Garrett — contesto la castaña

Lewis Garrett era amigo y jefe de Ellis Aurore se conocieron hace mucho ya que el hombre era padrino del esposo de la chica, al enviudar Aurore, Garrett le ofreció toda su ayuda a la desamparada joven de ojos verdes, ofreciendo un puesto en su café donde él era el cocinero, el siempre veía a Aurore como una hija a la cual proteger y ayudar en lo que sea.

—¿Te pasa algo? —pregunto mientras sacaba el pay del refrigerador

—No, bueno es solo que…ese hombre siento que lo conozco de algún lado, pero no lo ubico — dijo palmeando su majilla con su dedo índice

—¿segura? — volvió a cuestionar entregándole el pay

—Si…pero no me acuerdo muy bien—

—Pues pregúntale—

—¿Estás loco? Va a creer que me falta un tornillo—

—Como quieras…voy a cerrar atrás ¿OK? —

—Sí y yo a atenderlo para poder irme a descansar que bien lo necesito —

El hombre le dio una sonrisa y se fue, ella mientras intentaba buscar al hombre entre sus recuerdos, pero el cansancio no la dejaba, desde la puerta de la cocina lo estaba observando tratando descubrir su nombre…él solo estaba mirando a la nada…quieto…hasta que de repente empezó a mordisquear el mango de una cuchara de plástico que había por ahí cerca.

—Ese tic…jugar con la cuchara… ¿Dónde lo he visto?, ¡Claro! —

—Así que me vuelvo a topar con el gran Benedict Gray…vaya…vaya — murmuro yendo hacia el con la bandeja , después de tantos años se volvía a topar con aquel chico que la volvía loca cuando era una niña y adolescente, aunque solo lo veía en los veranos ya que su casa de vacaciones estaba a lado de la de él, ahí era donde lo conoció, todos los veranos trataba de conquistarlo pero ella solo era una más de sus seguidoras, siempre estaba detrás de el a capa y espada , lo veía cuando estaba con sus amigos en el lago, cuando habían fiestas o competencias familiares…siempre, durante su infancia había sido su amor de verano, aunque hacía mucho ese sentimiento se hubiera ido.

—Aquí tienes — dijo una vez cerca de el

Benedict tomo el café y le dio un sorbo.

—Entonces… ¿Tu por estos lugares? —

—¿Eh? — no comprendía a que se refería, le hablaba como si se conocieran, ¿Qué le pasaba?

—¿Qué no te acuerdas de mí? —

—Me va a disculpar, pero la verdad es que no—

—A ver recuerdas el lago que está a las afueras de Ambleside? —

—Claro el lago “Windermere” iba ahí cuando era chico — dijo Benedict con tranquilidad

—Bien pues –dijo poniendo sus manos en sus caderas— ¿recuerdas a cierta niñita que siempre te perseguía a donde fueras? —

Benedict se puso a pensar. “¿niñita?” ¡Uff! Habían muchísimas, pero…solo una…era una…

— ¿Tú eres…? —

—Si así es — dijo con una gran sonrisa

—Así que la pequeña Aurore Ellis… — dijo cruzando sus brazos.

—Si, esa misma—

Hacía ya media hora que le había servido el café y había descubierto a su pequeña fan de infancia, se encontraba meditando mientras veía a Aurore limpiar la barra a unos metros de ella, la observo detenidamente, estaba embarazada, claro, podía deducirlo con facilidad, pero, no había notado ni un anillo en la mano de la castaña, de seguro el padre se habría dado a la fuga a penas se enteró del estado de la chica, de seguro ella estaba trabajando para poder sustentar los gastos de su bebe, esa era una situación algo complicada pero, ¿porque lo pensaba?...!Claro! podría sacar provecho de todo esto, ella necesitaba ayuda, y el necesitaba una solución…era una muy tentadora idea, descabellada pero…funcionaria, de eso estaba seguro, nada podría fallar después de todo si quería apoderarse de las empresas la necesitaba, si, todo era perfecto.

—Aurore— Benedict la llamo mientras una sonrisa se formaba en su rostro.

—¿Sí? — dijo acercándose a Benedict para ver que se le ofrecía y ya poder irse de una vez a dormir.

—Aurore…cásate conmigo —

Aurore dibujo una sonrisa en su rostro, una que se fue transformando de burlona a de nervios. Los ojos zafiro de Benedict la miraron con seriedad, y entonces, ella lo comprendió, Benedict Gray no estaba bromeando.

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