Aurore se sobresaltó un poco ante aquel sobrenombre que demandaba tanta intimidad. Nublada por la pasión e incapaz de pensar, llevó sus manos hasta el alborotado cabello azabache de su marido y gimió cuando sintió sus besos comenzando a acariciar el contorno de sus pechos. No tardó en notar como Benedict se encargaba de bajarle la parte de arriba del bikini y comenzaba una ardua y delicada exploración por uno de sus pechos.Sa—Benedict —Pronunció su nombre en un susurro al sentir su erguido pezón bailando una danza pasional con la hábil lengua del pelinegro y sus dos manos colándose dentro de su diminuto traje y comenzado a poseer su trasero. Benedict la arrinconó contra la pared y la alzó haciendo que ella instintivamente se aferrara a su cadera con ayuda de sus piernas. Le prestó atención a su otro pecho, justo como lo había hecho con el anterior y cuando Aurore comenzaba a sentir el calor de su vientre elevándose, Benedict capturo sus labios en un demandante y pasional beso.Cuando
Aurore se volvió, horrorizada. No le importaba tomarle el pelo a Bernard, pero desde luego no estaba dispuesta a que Benedict creyera que su abuelo podía sobornarla como había hecho con Agnes, o con su padre.Nada —dijo prontamente—. ¿No será mejor que te cambies para cenar?Bernard los miró con astucia.Hay tiempo —Benedict miró a su abuelo.Será mejor que sepas que le acabo de ofrecer dinero para que se vaya —gruñó el viejo.Benedict se volvió a mirar a Aurore, entrecerrando los ojos mientras evaluaba la situación.Y ella acaba de decirme que le haga una buena oferta.No es cierto.Aurore se volvió y miró al hombre con rabia. Quena saber hasta dónde iba a llegar, pero jamás había tenido la intención de aceptar su dinero. El no sabía que Benedict y ella ya habían planeado poner fin a aquel matrimonio de pega. Bernard había pensado que podría comprarla como hizo en su día con el padre de Benedict.Agnes sería una esposa más conveniente para ti que esta camarera —dijo Bernard mofándose
No lo demuestras muy bien —contestó Aurore.Bernarda se encogió de hombros.Supongo que no soy de las que demuestra mucho sus sentimientos.No me refiero sólo a darles un abrazo de vez en cuando, aunque seguramente a ellos les haría mucho bien a pesar de ser ya unos hombres. Hablo de demostrarle amor interesándose por lo que quieren y apoyándolos.Siempre apoyo a mis hijos —dijo Bernarda en tono seco.¿Entonces por qué Benedict tuvo que buscar a una camarera con quien casarse sólo para darle en las narices a su familia? —Le preguntó Aurore—. Comprendo que Bernard se comportara como lo hizo; fíjate en lo que les hizo a tu marido y a ti. Aunque, por lo que dijo anoche, parece que se arrepiente. Pero tú deberías haber estado al lado de tu hijo —Aurore sacudió la cabeza, como si de repente lo viera claramente—. Olvídalo, una mujer que no apoya a su marido tampoco va a apoyar a su hijo.Me parece un juicio bastante duro viniendo de alguien que no sabe nada de lo que ocurrió —saltó Bernarda
Bernard Gray murió en la madrugada del sábado. Benjamín despertó a Benedict con la noticia.Y entonces todo cambió.Benedict se vistió inmediatamente y fue a ver a su abuelo. Luego fue a darle la noticia a su madre. Bernarda estaba desconsolada, aunque sabían que su muerte era algo inminente. Se encerró en su habitación y no quiso ver a nadie. Aurore la oyó llorar a través de la puerta cerrada y deseó poder hacer algo para consolarla, pero sabía que Bernarda no querría verla.Para no estorbar se llevó a Ezra al jardín, pero era consciente de la actividad que había en la casa. Llegó el médico y luego una ambulancia se llevó a Bernard a la morgue. El teléfono empezó a sonar al tiempo que la noticia voló por todo Ambleside. Por la tarde Benedict había llamado a una de sus secretarias para que contestara a las llamadas.Los amigos íntimos de la familia se acercaron por la casa, y de aquellos a los que Aurore conocía solo asistieron los hombres; Luis, Cormac, Cormac, Ernesto, y Dylan más p
Mansión Hall.Un año después….Por favor, repartan el champán entre los invitados —Ordenó Cormac y suspiró cuando los meseros acataron la orden. Se aflojó un poco el cuello de su esmoquin.Todo está perfecto, cariño. Relájate.El menor de los hermanos Hall giró sobre sí para ver a su esposa. Caroline se acercaba a él con una sonrisa en la cara que hizo que el hombre sintiera una alegría desbordando de su pecho y que los ojos se le iluminaran.Cormac extendió los brazos y su primogénito lo imitó.Armand Hall, de un año de edad, se veía muy guapo con su diminuto esmoquin y sus hoyuelos marcados por su chispeante sonrisa.¡Papá! —Balbuceó mientras el rubio lo alzaba por los aires y lo hacía reír.Parece ser que somos los primeros del grupo en llegar.Cormac dejó de jugar con su hijo para mirar a los recién llegados.¡Beatrice—, Cormac!Los mencionados sonrieron. Beatrice alzó la mano, en forma de saludo, mientras se aferraba al brazo de su pelirrojo novio. Tras mucho sufrir, tras tanto
Me senté en una tumbona y se sentó sobre mí. La calidez de la fogata todavía nos alcanzaba. Escuchábamos perfecto el quebrar de las olas en unas rocas cercanas, también la charla de Aurore y los otros dos, así como lo que ocurría con el resto frente a nosotros.Me entretuve acariciando su pelo.—Aurore se durmió, no quiso jugar conmigo, ¿crees que se lo pedimos a los Dioses demasiado tarde? —me dijo, viéndolos.Casi sentí un nudo en la garganta. Yo había roto corazones muchas veces, a propósito, incluso, y sostener a mi hijo mientras el suyo se rompía por primera vez, me hizo desear que no pasara por eso.—Tal vez. Pero… estoy seguro que lo superarás.—¿Cómo lo sabes? —sus ojos estaban mojándose cuando volteó a verme y me obligué a sonreír.—Todos lo hacemos.—¿También te pasó?—Oh, sí. Tu madre trapeó el piso conmigo más de una vez –El hizo un puchero —Pero te quedaste con ella— volvió a recostarse sobre mí.—Bueno, sí, pero la pasé realmente mal, pasaron años –—Cierto— terminó por
ELLA…Estaba en un rincón de aquel café, apoyando sus piernas en la silla de enfrente, se encontraba realmente cansada no había descansado ni un solo momento en todo el día, y, para variar, todavía tenía que estudiar si es que quería sacar buenas notas en la universidad. Aparto por un momento su vista del libro para centrarla en el reloj de la pared “12:00” de la noche marcaban las agujas. “Genial” pensó ella suponiendo que ha esas horas ya no habría ni otro cliente y por fin podría irse a descansar que era lo que más había anhelado en todo el día.En ese momento la curiosa campanilla del café sonó dando lugar a un hombre al cual estaba claro ella tendría que atender, con fastidio y pesadez se levantó de la silla con mucho cuidado y apoyando su mano en su abultado vientre oculto bajo el mandil. Tenía más de 5 meses de embarazo, estaba sola en el mundo, sus padres habían muerto hacía mucho, sin hermanos ni algún otro pariente y, para rematar, viuda desde hacía 4 meses, era muy joven y
¿Había escuchado bien? No, de seguro andaba alucinando…pero ¿No podía ser que estuviera tan loca? ¿O sí?, es decir, a que grado puede alucinar uno para creer escuchar ESO y ¿si no era una alucinación? De seguro el tipo estaba loco.—¿Cómo? Disculpa, pero creo que tanta mala noche me hace alucinar esto… ¿Qué dijiste? — pregunto confundida la castaña Aurore.—Que te cases conmigo— respondió Benedict con la misma pose de frialdad con la que ella le había conocido en su muy temprana juventud.—Ah…eh…yo…— no sabía que decir, su mente estaba congelada y no era para menos pues… ¿Cuántas veces llega un tipo y te dice cásate conmigo? Y más si el tipo en cuestión años atrás te trataba como a un trapo sucio, por supuesto, Benedict la había menospreciado, él era, después de todo, no solo muy apuesto, tambien el hijo y heredero de su importante y millonaria familia, por esa razón es que había sido -y seguramente seguía siendo- el sueño de cualquiera.—Mira, necesito una esposa cuanto antes además