Capítulo 32: El primer día de un padre

La mañana amaneció tibia y serena, filtrando rayos de luz suave a través de las cortinas blancas del hospital. El aroma a sábanas limpias y desinfectante llenaba el aire, mezclándose con la fragancia tenue de las flores que alguien había dejado en un jarrón sobre la mesita auxiliar.

Camila abrió lentamente los ojos, parpadeando contra la claridad dorada que llenaba la habitación. Por primera vez en semanas, no sentía el peso del cansancio apretándole el pecho ni esa ansiedad que le roía el alma. Una paz extraña, casi irreal, la envolvía. Se permitió quedarse inmóvil por unos segundos, simplemente respirando, sintiendo el leve dolor residual en su cuerpo como una prueba silenciosa de todo lo que había vivido la noche anterior.

Tardó unos segundos en recordar dónde estaba y por qué estaba allí. Pero entonces giró la cabeza y la imagen que encontró hizo que su corazón latiera con fuerza, con una dulzura tan intensa que casi dolía.

Leonardo estaba sentado junto a su cama, en el sillón de
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