Rita, terminó de preparar el desayuno y consultó nuevamente el reloj, eran las seis cuarenta y cinco. ¡Oh no! Si no se apresuraba, llegaría sumamente tarde al trabajo, no sabía si Adam estaría de humor hoy para tolerar retardos. Cambiaba de humor constantemente, así que era bastante difícil de predecir, estiró su falda tubo, planchando unas inexistentes arrugas, luego se dirigió a la habitación, Michaell no trabajaría hoy, era su día libre, sin embargo debía despedirse de él, y recordarle que el desayuno estaba listo.
Lo encontró durmiendo plácidamente, su bello rostro descansando sobre la suave almohada, se veía tan dulce, era imposible no adorarlo. Después de siete años de matrimonio lo seguía amando como el primer día, se había sentido afortunada de tenerle, compartir su vida junto a él era una hermosa bendición. Quizás había llegado el momento de darle hijos y tener a una hermosa pandilla de niños corriendo por la casa.
Se subió a la cama y dejó un beso sobre la mejilla, luego otro en la frente, en cada parpado, en la punta de la nariz, él comenzó a moverse y a sonreír de lado.
-Adoro que me despiertes- susurró con tono adormilado.
-Yo adoro verte dormir mi amor- le besó la mejilla con cariño y él la abrazó atrayéndola hacia él.
-Arrugarás mi ropa cariño- dijo entre risas- y debo marcharme porque llegaré tarde. Pero esta tarde cuando llegue te compensaré con creses – su ronca voz seductora lo hizo estremecerse.
-Te esperaré con ansias.
-Ahora debo marcharme mi amor, tu desayuno está listo, te preparé café y en la nevera hay zumo de naranja.
-Eres la mejor- le besó la mejilla con cariño.
-Ahora me voy- se giró para marcharse y cuando se levantaba Michaell azotó con cariño sus glúteos, Rita rió- no hagas eso cariño- se puso en pie- nos veremos esta tarde- le arrojó un beso y se marchó apresuradamente.
A pesar de apresurarse todo lo que pudo, llegó diez minutos tardes. Afortunadamente Adam estaba reunido, así que no notó su ausencia, se fue inmediatamente a su oficina y comenzó a trabajar en los pendientes, un terrible dolor de cabeza comenzaba a formarse, aquello no le agradaba, ya que sufría de constantes migrañas, así que se tomó dos aspirinas y se dedicó a trabajar.
A media mañana el dolor no había disminuido. Todo lo contrario, estaba sumamente fuerte, Rita supo que en parte se debía a que no había desayunado, pero le había sido imposible, en casa solo tomó jugo de manzana, pero al llegar a la empresa y el malestar comenzó a incomodarla fue imposible comer, además la cantidad de números y cuentas, no ayudaban para nada.
Su reloj marcaba las once quince, cuando ya no lo soportó más, debía ir a casa tomar más analgésicos y acostarse con un antifaz sobre sus ojos, eso calmaría su migraña. Pobre Michaell, le había prometido una tarde de pasión y ahora esos planes se habían venido abajo.
Llamó a la puerta de Adam, y su sexy voz le indicó que podía pasar.
-Hola Rita, ¿cómo estás?, ¿En qué te puedo ayudar?
-La verdad es que no me siento nada bien Adam, sé que estamos a mitad de semana, pero necesito una licencia, me ataca nuevamente la migraña y si no descanso empeorará mucho.
-¿Vino tu asistente?
-Sí.
-Entonces no hay problema, vete a casa cariño y descansa. Avísame como sigues, no hay nada importante hasta la reunión del lunes, si crees necesario tener que extender la licencia, por mí no hay problema.
-Muchas gracias Adam, valoro mucho ese gesto. Espero para mañana sentirme mucho mejor.
-Bien. Que te mejores Rita.
-Gracias- y sin nada más que agregar, se marchó a su casa.
Todo el trayecto fue una tortura, su cabeza no paraba de zumbar y ella anhelaba desesperadamente la medicina y el descanso que tanto necesitaba para encontrar el alivio que le hacía falta. Estacionó el coche y sin pensarlo entró a su casa. Al llegar a la cocina pudo fijarse en que Michaell había dejado los platos sucio
<<Hombre, no hacen más que dar trabajo>>
Seguramente estaría durmiendo nuevamente. Durante los días libres solía quedarse en casa descansando. Se encaminó a la habitación y encontró la puerta entreabierta, unos profundos gemidos de placer llenaban la habitación.
El corazón de Rita se aceleró y su cabeza zumbó con más fuerza.
Sí. Eran gemidos, no había lugar a dudas.
Entró a la habitación y se quedó pasmada ante la escena. Su marido estaba en la cama con otra mujer.
La rubia cabellera se extendía por la cama, su boca se abría para dejar escapar loa agudos gemidos de placer. Sus piernas completamente abiertas para recibir las fuertes embestidas que Michaell le dedicaba. Esa rubia era la maldita secretaria de Michaell.
Aquella misma zorra que se revolcaba de placer sobre sus sabanas, en su propia cama, en la misma que dormía con su marido. En la misma cama que ellos habían hecho el amor la noche anterior, la misma cama que habían compartido por tanto tiempo.
-Supongo que no me esperabas temprano, Michaell.
El aludido salto de la cama intentando cubrir su desnudez. Aquella rubia oxigenada la miraba entre asombrada y complacida.
-Rita. . .- su voz temblorosa llegó a sus oídos generando que su migraña se incrementara más, si era posible- Rita, puedo explicarlo.
-No hay nada que explicar Michaell, te revuelcas con la zorra de tu secretaria. ¿eso tiene explicación?- aquella mujer se había cubierto con las sabanas. Rita quería llorar, gritar y desmoronarse allí mismo. Pero no, no les daría el gusto.
-Rita. . .
-Espero que para hoy en la tarde, todas tus cosas estén fuera de mi casa.
-No cariño. . . – intentó acercarse a ella. Pero Rita giró sobre sus talones, extendiendo toda su estatura, sus finos tacones repiqueteaban sobre el suelo de madera, y así sin siquiera derramar una lágrima o dejar escapar un sollozo, salió de la casa y subió al coche.
Le dio vida al motor y se alejó, con su cabeza amenazando con explotar.
¿A dónde debía ir?
Se sentía perdida y completamente desorientada. Su matrimonio era una absurda mentira, necesitaba conversar con alguien. Cuando estuvo lejos de la casa, se estacionó y sacó su móvil, al tercer repique fue atendido.
-¡Rita Cariño!
-Connie- hizo su mayor esfuerzo por no comenzar a sollozar- necesito verte.
-Bien nena, puedo pasar a recogerte a tu trabajo a la hora de salida.
-Connie, necesito verte ahora- casi gimió.
-Bien, bien nena. Me preocupas, te escuchas como si te estuvieses controlando. ¿Todo está bien?
-¡Con un demonio Connie, necesito verte!- gritó.
-Estoy en casa cariño. Dime dónde estás y paso por ti.
-No hace falta, ya mismo voy para allá.
El trayecto le pareció eterno, debía atravesar la ciudad desde los conjuntos residenciales aceptables, hasta el área este, donde estaban las grandes mansiones. Eso era lo bueno de ser una niña rica. Se vivía donde se quería.Al llegar, Rafael, el hombre de seguridad le dio acceso a la casa, cruzó la verja, se estacionó y salió del vehículo, estaba subiendo las escaleras a la entrada principal cuando la puerta se abrió para dar paso a una preocupada Connie.-Cariño, ¿qué sucede?-¡Michaell me engaña!- y dicho aquello se arrojó a los brazos de su amiga sollozando y dándole libertad a las lágrimas que oprimían su pecho.Cinco minutos más tardes estaban en la habitación de Connie, con Rita gimiendo y sorbiendo por la nariz, mientras le contaba la historia.-¡Ese hijo de perra!- grito Connie enfurecida- Te juro que lo voy a matar.-No vale la pena- gimió Ri
Estar con las chicas era la mejor manera de superar cualquier problema. Ellas le ayudaban a mantenerse centrada, a no perder la cordura que siempre le ha caracterizado.Ellas conformaban un trio divertido y bastante diverso.Gillian. . .Ella era una hermosa pelirroja de grandes y hermosos ojos verdes, una cara muy dulce y hermosos labios llenos. Ella era la tímida, la sensata, Gillian siempre sosegaba las disputas, intervenía a favor de todos y conciliaba las diferencias.Gillian trabajaba en la biblioteca Central, amaba su trabajo tranquilo, allí podía relajarse entre lo que más amaba; los libros. Ella, con su carácter dulce y dócil era considerada por muchos como el típico ratón de bibliotecas. Tenía un hermoso cuerpo, un hermano pequeño, una madre amorosa y un padre alcohólico que los había abandonado.Aún no había encontrado el amor, aunque todos los días soñaba en cómo sería ser
Un año más tarde Rita es una mujer feliz, alegre, divertida y lo más importante; es una mujer divorciada. Ha dejado atrás el amor que sentía por Michaell, ese amor que tanto daño le había hecho, ahora era una chica en busca de diversión, y de recuperar los años que había malgastado amando al infiel de su marido. Fue muy duro superar aquello, pero afortunadamente Connie y Gillian, nunca la abandonaron, le brindaron un apoyo incondicional en todo momento.Michaell, no había querido entender que lo mejor era no seguirse lastimando y acabar con la falsa de matrimonio que tenían.-No Rita, te lo suplico cariño- había pasado sus nerviosas manos por el cabello- no me dejes, fui un tonto, lo sé. Cariño, he cometido errores pero te amo.-¿Errores?, que no sepas mantener la bragueta en su lugar no es un error, eso se llama traición Michaell, y yo no estoy dispuesta a tolerarlo, no soportaré ningún engaño, no pasaré por alto ninguna falta porque no te he dado motivos pa
Rita, se estira perezosamente en la cama, su despertador anuncia el comienzo de un nuevo día. Tuvo en intenso deseo de quedarse en cama, tenía años que no se sentía así, pero no podía dejar que la pereza le ganara. Debía ir al trabajo o Adam la mataría. Sin animo se arrastró hasta la ducha, quizás el agua fría lograra alejar la flojera que invadía su cuerpo.Después de unos veinte minutos estaba lista para ir a la oficina. Se encontraba en la cocina del pequeño apartamento tomando zumo de naranja, con un panqueque. Lavó el plato, lo guardó y lo secó.El lejano sonido de su móvil la sobresaltó, corrió a buscar su cartera, rebuscó entre sus cosas. Allí estaba, en el fondo.-Hola- respondió sin siquiera percatarse de quién era.-Hola cariño- la tierna y suave voz de Gillian, llegó a través del aparato.-Cariño, buen día. ¿Cómo amaneces?-Pues muy bien. Hoy llega mi nueva asistente y estoy dándole gracias al cielo por ello, cre
-Bien, las matemáticas pueden esperar. ¿Me dirás qué es un código amarillo?Rita, sintió que sus pulmones dejaban de funcionar. Y ahora, ¿ cómo saldría del problema en el que la loca de Connie, la había metido?-Es algo que. . . bueh. . . Realmente no tiene importancia.-Para mí la tiene Rita, se supone que yo soy parte del código amarillo- le dedicó una sonrisa burlona.-No lo entenderías.-¡Pruébame!- responde cruzándose de brazos.-Es. . . .Solo algo entre chicas. . . los colores- me siento estúpida por no conseguir una forma inteligente de explicarlo sin tartamudear. Yo, la racional Rita- pues, los colores indican diferentes situaciones.-Eso puedo imaginarlo- responde arqueando las cejas. Su tono es burlón, como si ella hubiese dicho una estupidez.-El azul es. . . para indicar una emergencia mayor. . . algo que no puede esperar, que necesita
-Te mataré Connie, juro que te mataré- dijo Rita, mientras se abalanzaba contra Connie, quién estaba de pie junto a la puerta con Gillian.-¡Rita!- grita Gillian, interponiéndose entre ellas- cálmate, tú nunca has sido violenta.-Merece que la mate Gillian- gime desconsolada y caminando rápidamente hasta el sofá que está en la sala y se deja caer gimiendo.-Por eso le dije a Gillian, que viniéramos juntas. Sabía que estarías como una loca- respondió Connie, con aire despreocupado.-¿Cómo pudiste hacerme eso?- Rita, la mira con odio- ¡Me haz avergonzado con el amigo de Adam!-Oye, por cierto- dijo Connie, ignorando la furia de Rita- ¿ desde cuándo son amigos?, esta como quiere el hombre Rita, es un código amarillo realmente jugoso.-¡No es un código amarillo!- gritó frustrada.- ¡No es un maldito código amarillo!- sintió que le saltarían las lágrimas. Amaba a su amiga, pero en aqu
Rita, llegó al trabajo con mucho tiempo de anticipación, no había tenido buena noche. Hugh Scott, se había paseado libremente por su cabeza, y había interrumpido sus sueños. Se sentó sobre la silla de cuero sintiéndose algo frustrada. Había salido con algunos hombre después de que su relación con Michaell, terminará, se había sentido muy bien con algunos de ellos, había disfrutado de su compañía, pero ninguno la había perturbado tanto como este hombre.Al parecer era muy bueno en su trabajo, se mostraba divertido, inteligente y con una inquietante habilidad para leer sus pensamientos y expresiones. Nada más pensar en él, sentía como su respiración se agitaba violentamente. Llamaron a su puerta logrando sobresaltarla.-Adelante- Entró su nueva asistente; Karen, quién traía una gran sonrisa-Buenos días Rita.-Buen día Karen, ¿cómo estás hoy?Karen Smith, era una mujer realmente atractiva, con una hermosa cabellera color cobrizo, sus enormes ojos eran muy
Hugh.Casi dejo escapar una risa cuándo ella enfurecida me preguntó:-¿Se puede saber a qué juegas?- le preguntó con voz entrecortada.-No sé a qué te refieres- respondo mintiéndole.-Por supuesto que lo haces- se levanta enfurecida- has estado. . . has estado tocándome deliberadamente.-¿De qué hablas?- levanto ambas cejas.He intentado incomodarla, ver hasta dónde es capaz de resistir, y debo admitir que ha soportado bastante. Mi intención es llevarla a los límites, hasta desearla ansiar con desesperación, un beso, un roce. . .-Sabes perfectamente de lo que hablo y. . . y. . . no estoy dispuesta a tolerarlo.-Vamos Rita, exageras. Han sido casualidades.-No. No lo han sido- responde mirándome fijamente, pero por su gesto sé que comienza a dudar, sus hermosos ojos grises me miran cómo indagando en mi rostro.-Rita- me pongo en pie- no te he estado tocando.-¡Claro que sí!, y no sé qué es lo que te