Ni siquiera se siente ya con fuerzas y Roxanne coloca una mano en su vientre para calmar éstas angustia al tenerlo frente a ella. Cuatro meses han pasado desde la última vez que se vieron...—Paul…—¿Por qué, Roxanne?Paul la interrumpe con gravedad.—¿Por qué se te ocurrió ocultarme que estabas embarazada de mí? —Paul simplemente no puede creer lo que está viendo. Las palabras sobran porque su mirada dice lo mucho que dolido está—. ¿Cómo pudiste?—Paul, luchaba conmigo misma para no amarte, para alejarme de ti. ¿Crees que fue fácil para mí enterarme de esto después de saber quién eras tú? —unas pequeñas lágrimas se acumulan en los ojos de Roxanne y no tenía ni la mínima idea de qué hacer porque tener a Paul en estos momentos frente a sus ojos es igual que aniquilarse ella misma—. Nuestro trato fue por un pequeño tiempo y decidí trabajar contigo porque necesitaba el dinero y creí que podía lidiar con esto. Unos meses y ya no te volvería a ver más nunca.—Soy el padre de ese niño. No
No necesita sentarse en ese lugar, moviendo la pierna de un lado a otro, como si estuviera a punto de romper el piso con sus tacones a la espera dramática de aquel resultado. ¿En qué estaba pensando siquiera? ¿La atracción debería considerarse prohibida? Con creces, porque desde joven no había sido incoherente con sus decisiones. Pero esto…esto se ha salido de sus manos. —¡Roxanne! —oye a su lado. Un alivio recorre su espina dorsal cuando ya se levanta y abre los brazos para recibirla. Su hermana de crianza y gran amiga suya, de esas donde compartes la copa, y los secretos del alma. De su misma estatura pero de pelo rojo como el bermellón, la toma entre sus brazos con suavidad—. Vine lo más rápido que pude. —Gracias Mia, es que esto está matándome. Aunque no es bueno que estés aquí. ¿Te tomaste tus medicamentos? —¡No hablemos de mí, Roxanne! ¿De qué hablas? ¡Me asustaste por ese teléfono! —Tienes que calmarte, porque sino perderemos ambas la cordura y yo ya estoy que se me sale el
—¡Roxanne Smith! ¿En qué te has metido? Conforme avanzan por el pasillo de la compañía de los Fournier incluso el estruendo sobre el alrededor recae sobre su cabeza. Tanto que tiene que pensar para poder recuperar esas fuerzas que les arrebató la sola idea de estar frente a ese hombre. Frente de Paul Fournier. El recuerdo de esa noche está tan vivido como si hubiese sido ayer.—Te invito unas copas —había sido lo primero que dijo cuando se acercó a la barra.Roxanne estaba pensativa por su propia familia, bastante problemas ya había tenido con su hermano en la cárcel, con Mia lidiando por el tratamiento para su enfermedad y sin cómo pagar sus medicinas y del hijo de su hermano, de dos años a quien el juez le había dado la custodia para quedarse con él. Pero ahora la madre de Brooke, el niño, había hecho todo lo posible por quitarle la custodia en esos días, y lo había logrado. Su jefe la tenía todo el santo día de pie, de aquí para allá, y sin un gramo de piedad, la hacía correr de
Roxanne tartamudea de sobresalto al oír sus palabras. Es que esto no puede estar pasando. Con dos meses de embarazo no cree que pueda aguantar otra sorpresa u otra siguiente emoción porque explotará ahí mismo. Antes de siquiera responder, observa que Paul da unos pasos hacia atrás. Y al mismo instante siente la mano en su hombro, y la copa de frente a su rostro. —Tal cual lo pediste, mon amour. Aquí tienes. Richard conserva esas gigantes sonrisas plasmadas en su rostro cuando le estira su copa de vino. Roxanne la toma de una buena vez y traga hasta el fondo porque la clara sensación de necesitar otro sentido provoca una sequedad en la garganta. La presencia de Paul Fournier está repleta de descaro y de atrevimiento. —De seguro la junta estará más cercana a lo que creíamos, papá. Todos están de acuerdo en que sigues estando aquí hasta que las acciones suban —Richard saca la conversación con una misma sonrisa que recae en ella de la misma forma, amigable—. Espero que el señor Quent
El mismo sentimiento que cobraba vida desde el mismo instante en que colocó sus ojos en él vuelve a poner su mente de cabeza. Y aún más cuando desde lo más profundo de su ser este beso apasionado crea un deseo más brutal, mucho más vehemente. Las manos la siente sobre su cintura, que luego alza desde el suelo para colocarla en la mesa mientras el beso se profundiza y la necesidad de recordar esa noche se apodera de ambos. La manera en la que Paul hace suyo sus labios fue algo con lo que soñó por noches, que la tuvo sin dormir, anhelando, soñando con volver a sentirlo. —Esto está mal —tartamudea Roxanne. Aún así el beso no se detiene y parece profundizarse aún más. Incluso ya lo siente sobre su cuello. —Necesito de ti, debes saberlo. —Pero —Roxanne cierra sus ojos cuando vuelven a buscarse y acoplan sus labios. El deseo se vuelve algo ya verídico, y si siguen de esa forma harán un desastre en esa oficina. El cuerpo de Paul se afinca sobre Roxanne pero un timbre de dentro de s
—¡Usted ha perdido la cabeza! —exclama Roxanne cuando se atreve a dar un paso hacia atrás—. Le dije que me diera tiempo de arreglar mis cosas. ¿Por qué se aparece por aquí? ¿Quién se cree que es?!La respuesta de Paul no se deja pasar. —Soy su jefe. Horas era lo que necesitaba —responde Paul desde el otro lado—. Súbase a mi auto. No perderé el vuelo por usted. Roxanne se queda sin habla. Piensa en Mia, en su hermano, y hasta de este…mendigo trabajo con ese señor barrigón que no hacía sino humillarla cada vez más. —Necesito hablar con mi hermana, no puedo irme así sin más sin despedirme. O me deja hacerlo o no hay trato. Paul se toma el tiempo de mirarla. Finalmente se quita los lentes y unos ojos azules relucen bajo la luz del sol de esa mañana.—Le doy cuatro horas. Se vuelve a introducir al auto como si nada hubiese pasado, dejando a Roxanne sin habla y con una reacción como si fuese visto un fantasma. Por la misma rabia tira el café al suelo y se lleva el plástico hacia su ca
Roxanne nunca ha salido de Florida, y eso significa no haber visto prácticamente nada del mundo. Poner un pie en semejante ciudad es algo que la abruma al principio, y por instinto lleva su mano hacia su vientre con prontitud. Hace un rato que habían aterrizado y otro chófer del señor Paul Fournier ya estaba esperándolos. Momentos después volvían a estar juntos en el carro, pero estaban lo suficientemente cerca como para no oír la respiración del otro. Roxanne aprovecha mirar por la ventana, para admirar los edificios y esa vida parisina que sólo miraba en la televisión o en las redes. No obstante, se endereza mientras mantiene una carpeta sobre su regazo. Carraspea. —¿En dónde me hospedaré, señor?—En mi casa.Una vez lo oye, Roxanne abre sus ojos negando rotundamente. —Jamás —suelta con rapidez. Pero luego pone la espalda recta y alza el mentón—. Prefiero un hotel mientras tanto estoy trabajando para usted.Paul se encoge de hombros, mirando su reloj de mano. Por supuesto que e
Roxanne tiene que sentarse mientras Paul se agacha y toma su tobillo. Todavía tiene algo de incomodidad desde que se habían alejado de todo esa primera impresión con su hija. No sabe si puede mirar otra vez a Paul pero como están las cosas, lo más probable es que le cuesta de ahora en adelante. Un pequeño quejido sale de sus labios sin querer al tratar de afincarlo. —¿Le duele mucho? —Paul finalmente se arrodilla un poco para verificarlo. Roxanne se arregla en la silla, pero niega un poco después de un momento. —No mucho. Sólo tengo que ponerme una compresa de hielo y ya —Roxanne se levanta con cuidado, suspirando. Se da cuenta que Paul sigue de rodilla—. Richard nunca me dijo…que tenía una hermana.—Richard se le olvidó decir varias cosas —Paul cubre su tobillo con una gasa con una delicadeza extrema. Si pudiese decir que estar enfrente de este hombre le depararía un sentimiento al que no podía describir no mentiría. Roxanne siente la respiración desacelerada cuando las manos toc