—¡Usted ha perdido la cabeza! —exclama Roxanne cuando se atreve a dar un paso hacia atrás—. Le dije que me diera tiempo de arreglar mis cosas. ¿Por qué se aparece por aquí? ¿Quién se cree que es?!
La respuesta de Paul no se deja pasar.
—Soy su jefe. Horas era lo que necesitaba —responde Paul desde el otro lado—. Súbase a mi auto. No perderé el vuelo por usted.
Roxanne se queda sin habla. Piensa en Mia, en su hermano, y hasta de este…mendigo trabajo con ese señor barrigón que no hacía sino humillarla cada vez más.
—Necesito hablar con mi hermana, no puedo irme así sin más sin despedirme. O me deja hacerlo o no hay trato.
Paul se toma el tiempo de mirarla. Finalmente se quita los lentes y unos ojos azules relucen bajo la luz del sol de esa mañana.
—Le doy cuatro horas.
Se vuelve a introducir al auto como si nada hubiese pasado, dejando a Roxanne sin habla y con una reacción como si fuese visto un fantasma.
Por la misma rabia tira el café al suelo y se lleva el plástico hacia su casa, porque
tiene que marcharse enfurecida hacia su vecindario. ¡Deja el café del Quentin en otro lado!
Dorothea la saluda y hace lo posible para sonreírle. Al menos le ha dejado un alivio porque ella siempre emana amor. Era lo que necesitaba en esos momentos.
Se quita los tacones y al girarse, su hermana está sentada en el sofá de la sala.
Roxanne parpadea un par de veces, pero luego frunce el ceño y se acerca a ella.
—¿Qué sucede? —Mia le pregunta al dejar de comer su manzana.
Roxanne la señala con la punta del tacón.
—¿En dónde estabas, Mia? ¿Por qué no llegaste anoche? ¡Creí que algo te había pasado!
Mia la ignora un momento, suspirando.
—¡Respondeme! —exige Roxanne.
—Estaba con unas amigas, después de ver que te habías marchado, aproveche…
—Sabes que no me gusta que estés con esas amistades.
—¡Yo soy grande y me sé cuidar!
—Y yo soy más grande que tú y sé cómo se mueve el mundo.
—Entonces si sabes tanto, doña perfecta, ¿Por qué Brooke no está con nosotras?
Es un golpe bajo para Roxanne, quien traga saliva y tartamudea. Pero vuelve a su firmeza y tira los tacones al mueble.
—No digas eso nunca más, Mia —Roxanne la rodea para buscar un vaso de agua—. ¿Por lo menos fuiste a trabajar hoy?
—Obvio que sí —contesta Mia de mala gana—. Soy bastante responsable con mis cosas y ésta enfermedad a mí no me va a impedir ni trabajar ni salir con mis amigas.
Roxanne coloca las manos en el mesón de la mesa, tratando de pensar en lo que habría que deparar en su pequeña familia cuando se digne en decir el contrato que ha hecho con el hombre menos esperado de esta tierra.
—¿Qué querías decirme? Dorothea me dijo que viniera rápido cuando llegue.
—Estaba preocupada por ti. No puedes decirme que no me preocupe porque eso haré todo el tiempo sino me responde el maldito teléfono ni me dices nada.
—Roxanne —remeda Mía cuando se levanta. Se cruza de brazos—. Ese bebé te está poniendo mucho más gruñona.
Roxanne abre la boca con incredulidad y se dirige hacia Mia para mover su dedo enfrente de ella.
—Deja a mi bebé en paz. Sabes muy bien que a veces te pones insoportable pero eso no es lo que vengo a decirte —Roxanne se tira al mueble y suspira—. Tengo que salir del país unas cuantas…semanas, pero no te preocupes. Te dejaré bastante dinero para que estés bien y lo más importante, un doctor para que esté pendiente de tus medicinas y tratamientos.
Mia se cruza de brazos pero su expresión radica en la sorpresa.
—¡Me dejas sola!
—¡No digas eso!
—¡No quiero oírte!
Roxanne se siente mal al saber de eso y se apresura a tomarla en sus brazos.
—Esto es para nosotros, entiende. Me salió una oportunidad para poder cubrir todos los gastos necesarios. Entiende, Mia.
—¿A dónde te irás?
—Iré a Francia. A París.
Mia da un jadeo, negando.
Un toque en la puerta las aleja. Al abrir lo primero que nota es al chófer que había visto esa mañana. Sí, la había seguido desde hace un par de horas ya.
—Señorita, es hora de irnos.
—Sólo deme un momento, debo preparar mis maletas.
Se voltea hacia Mia, que ya no tiene una expresión incrédula sino triste. Abre sus brazos para rodearla.
—Te prometo que todo esto cambiará. Y hago esto por ustedes tres. Brooke y Andrew estarán con nosotras pronto, por eso hago esto.
Mia la ve con tristeza.
—¿Por qué mamá nos dejó? ¿Por qué?
—No pienses en eso —Roxanne la aprieta con suavidad —. Yo estoy aquí y es lo único que importa. Te llamaré día y noche así que ten ese teléfono a la mano, y cuídate mucho, sé que eres una mujer fuerte. Lo más probable es que regrese antes, es tema de negocios y trabajo.
Mia es distante pero asiente.
Roxanne besa su mejilla.
—Nada te faltará, hermana. Esto lo hago por ambas.
—Entonces cuídate —Mia corresponde al último abrazo con suavidad—. Confío en ti. Cuida también a ese bebé, no quiero que tus arranques de ira también los sienta él o ella.
—Mi bebé estará bien —sonríe diminutamente—, Y yo en ti, pequeña. Por favor, cuídate. ¿Sí?
Le da un último abrazo antes de comenzar a arreglar su ropa.
Horas después, al llegar al aeropuerto privado, donde la primera avioneta está quizás esperando a su último pasajero.
—¿En dónde está el señor Fournier? —le pregunta al chófer.
—Espera por usted la avioneta, señorita. Sígame —habla el chófer con claro acento francés.
Se adentra a la avioneta y la dirigen hacia el copiloto. Su expresión está atestada de impresión al notar al piloto del avión
Observa a Paul con lentes negros manteniendo sus manos en los controles del avión.
—¿Qué? ¿Usted va a pilotear esta cosa? —pregunta Roxanne cuando ya está asegurada en su asiento. Mira hacia al frente y el vértigo es gigantesco—. Dios mio.
—¿Y a quién esperaba? —es lo que escucha.
Roxanne traga saliva. Aprieta sus manos cuando siente ya el movimiento del avión sobre la pista. Pero eso no es lo que toma su interés. Sino la voz grave de su ahora jefe.
—Espero que sepa antes que nada que no tolero trabajos ineptos e inexactos. A la primera vez que observe un error, la despido. El contrato es de tres meses. En esos tres meses haga su mejor esfuerzo, porque no recibirá ni paga ni lo que me pidió —Paul finalmente comienza a pilotear como si fuese lo más normal del mundo—, bienvenida a París señorita Smith.
Roxanne abre la boca.
¿¡En qué se había metido!?
Roxanne nunca ha salido de Florida, y eso significa no haber visto prácticamente nada del mundo. Poner un pie en semejante ciudad es algo que la abruma al principio, y por instinto lleva su mano hacia su vientre con prontitud. Hace un rato que habían aterrizado y otro chófer del señor Paul Fournier ya estaba esperándolos. Momentos después volvían a estar juntos en el carro, pero estaban lo suficientemente cerca como para no oír la respiración del otro. Roxanne aprovecha mirar por la ventana, para admirar los edificios y esa vida parisina que sólo miraba en la televisión o en las redes. No obstante, se endereza mientras mantiene una carpeta sobre su regazo. Carraspea. —¿En dónde me hospedaré, señor?—En mi casa.Una vez lo oye, Roxanne abre sus ojos negando rotundamente. —Jamás —suelta con rapidez. Pero luego pone la espalda recta y alza el mentón—. Prefiero un hotel mientras tanto estoy trabajando para usted.Paul se encoge de hombros, mirando su reloj de mano. Por supuesto que e
Roxanne tiene que sentarse mientras Paul se agacha y toma su tobillo. Todavía tiene algo de incomodidad desde que se habían alejado de todo esa primera impresión con su hija. No sabe si puede mirar otra vez a Paul pero como están las cosas, lo más probable es que le cuesta de ahora en adelante. Un pequeño quejido sale de sus labios sin querer al tratar de afincarlo. —¿Le duele mucho? —Paul finalmente se arrodilla un poco para verificarlo. Roxanne se arregla en la silla, pero niega un poco después de un momento. —No mucho. Sólo tengo que ponerme una compresa de hielo y ya —Roxanne se levanta con cuidado, suspirando. Se da cuenta que Paul sigue de rodilla—. Richard nunca me dijo…que tenía una hermana.—Richard se le olvidó decir varias cosas —Paul cubre su tobillo con una gasa con una delicadeza extrema. Si pudiese decir que estar enfrente de este hombre le depararía un sentimiento al que no podía describir no mentiría. Roxanne siente la respiración desacelerada cuando las manos toc
Roxanne traga saliva, hundida en el sofá por lo que depara la poca distancia que le traen recuerdos que no debe tener en la mente ni mucho menos cuando tiene a centímetros a Paul Fournier. Carraspea—¿De qué habla?—Te quedaste dormida y pronunciaste mi nombre en el auto, Roxanne. La severidad en las palabras de Paul dictan claramente lo que había ocurrido, pero ella no se acuerda de haber dicho algo así. Su cuerpo se estremece. ¿Acaso dijo algo más? ¿Mencionó algo sobre su embarazo…? —Eso no es verdad —vuelve a decir—, y si lo fue, pues, perdóneme. Usualmente habló cuando estoy dormida…—es lo que puede decir, y aunque está tranquila en su lugar, la distancia corta que acorralan ambos no está bien. Pero Paul finalmente se aleja, entrecerrando los ojos. Roxanne siente el alivio de respirar y se acomoda en el asiento.—Una vez te recuperes dile a mi chofer que te lleve al hotel. Mañana hay reunión a las 9 —dice Paul mientras se arregla su blazer azul marino con total normalidad—, no
No esperaba encontrarse nunca con Richard de esta forma y que eso fuese lo primero que preguntara. Creyó que estaría más tiempo en Florida de lo que había pensado. ¿Qué diantres estaba haciendo en París justo en ese momento?—El señor Forunier me hizo una mejor proposición de la que ya tenía —se arregla su pelo rubio hacia su hombro. Richard se cruza de brazos. —¿Y por qué no me lo dijiste? No me has llamado desde hace varios días —Richard se da cuenta que la amiga de Roxanne está tomando su café como si nada y señala con la cabeza—. ¿Te gustaría explicarme en el auto?—Todavía no puedo irme, tengo que regresar a trabajar —Roxanne toma su bolso y Marie, disimulando con una sonrisa, se levanta.—Entonces te pasaré buscando cuando termines. Te llevaré a la casa para cenar —Richard se acerca para tomarla de la cintura y depositar un beso en sus labios—, y así me contarás los detalles.Roxanne se tensa con el tacto de Richard y no disfruta para nada de su toque ni de sus besos. Da una f
Se le seca la voz a Roxanne de una vez por todas. Tiene que sostener la copa con fuerza para no dejarla caer al suelo en este estado de conmoción. ¿¡Ha escuchado lo que dijo?—No, no —traga saliva y balbucea con prontitud—. ¿Que si tengo un hijo?—Escuché perfectamente lo que acabas de decir, Roxanne —Paul inclina el rostro mientras se acerca.—. Tienes un hijo, así lo has dicho. Roxanne trata de buscar una mentira.—He visto que te encanta que yo actúe como un loco, oyendo cosas donde no las hay, ¿No es así? —Paul se mete las manos en sus bolsillos, dirigiendo una mirada oscura hacia Roxanne—. Habla. ¿Dónde está tu hijo? Y no te atrevas a mentirme.Roxanne quita la mirada de Paul porque sino perdería los estribos. ¡Estaba pérdida! Pero no es una chica que se deja manipular así sin más, mucho menos dejarse intimidar por algo así. Él no puede saberlo, no puede.—Es Brooke, mi sobrino.Suelta de improvisto. Paul pestañea después de oírla.Roxanne sigue con su mentira sin detenerse a mir
Como ese mismo toque que habían vivido en aquellos instantes, la necesidad de comenzar a reunir las fuerzas que Roxanne necesita para separarse de esfuman. Por completo lo hacen. Nunca antes había estado tan sedienta por un beso como lo está ahora. Paul la toma por la cintura e intensifica el beso mientras la lleva hacia atrás justo en en el escritorio. Roxanne siente finalmente que su cuerpo choca con la calidez y el bulto que siente sobre su pierna. Si tan sólo no hubiesen sabido nada de aquello. Si tan sólo hubiesen ignorado que había un problema de por medio, quizás hubiesen continuado con ese beso. Pero la realidad es otra.El toque de la puerta paraliza a Roxanne de inmediato y ni siquiera puede saber si lo que está haciendo es una broma. En ese mismo instante Roxanne se separa de Paul.—¿Está loco? —exclama Roxanne mientras del escritorio—. Estamos locos —se corrige a sí misma—, tdos aquí saben que soy la prometida de su hijo. Esto será un escándalo si se llega a saber. No
Roxanne se queda muda en su sitio. El corazón le late mil por hora y no puede entender que en realidad, esa clase de noticias hacen que su pecho se estruja. Siente miedo, angustia, y sus ojos no pueden aguantar más lágrimas que caen sobre sus mejilla—Mi bebé —murmura, abatida—. No, no. No puede ser.—La doctora dice que debes guardar reposo, que debes estar bien y no agarrar rabia. Ven, todo está bien. Me imagino que el señor Fournier lo sabe.Roxanne mira hacia el techo con pesar.—No, el padre de mi hijo no lo sabe —confiesa Roxanne—. Es que…es complicado.—¿Y tienes familia? —Marie se sienta a su lado con cuidado de no lastimarla. Sus ojos están un poco abatidos pero recupera una sonrisa para reconfortarla. —Están en Estados Unidos, ambos. Una es de crianza y otro es mi hermano —Roxanne se acomoda en el asiento y gira la cabeza. Su mejilla queda recostada de la almohada. —¿Y tus padres? —se atreve Marie a preguntar.Roxanne parpadea lentamente. —Mi madre falleció hace un tiempo
—¿Me estás amenazando, Richard? ¡No voy a dejar que vengas aquí y me trates como una mentirosa! ¿Quieres hablar de infidelidad? ¿En serio? ¿Tú entre todos los hombres quieres hablar de infidelidad cuando muy bien sabes que me engañaste durante nuestro noviazgo? ¡Nunca me quisiste! No me quieres ahora. ¡Deja ya de fingir! Roxanne pierde los estribos después de oír esas clases de cosas provenientes de Richard. Incluso en ese estado, donde su embarazo la pone mucho más sensible y con las emociones al borde, no tiene porqué retroceder a lo que por mucho tiempo tenía guardado en su pecho. ¿Por qué se dejó humillar tanto tiempo por este hombre? Tan sólo fueron siete meses, dos de los cuales parecieron un cuento de hadas. Los demás, un sólo infierno. Sin embargo, había conocido a ese extraño en ese bar, y pasó lo que pasó. ¿Era una especia de venganza por parte de Richard? ¿Acaso sabía que conocía desde mucho antes de su formal presentación a su padre? No tenía tiempo para decir sí lo sabí