2. Tentar a la suerte

—¡Roxanne Smith! ¿En qué te has metido?

Conforme avanzan por el pasillo de la compañía de los Fournier incluso el estruendo sobre el alrededor recae sobre su cabeza. Tanto que tiene que pensar para poder recuperar esas fuerzas que les arrebató la sola idea de estar frente a ese hombre. Frente de Paul Fournier.

El recuerdo de esa noche está tan vivido como si hubiese sido ayer.

—Te invito unas copas —había sido lo primero que dijo cuando se acercó a la barra.

Roxanne estaba pensativa por su propia familia, bastante problemas ya había tenido con su hermano en la cárcel, con Mia lidiando por el tratamiento para su enfermedad y sin cómo pagar sus medicinas y del hijo de su hermano, de dos años a quien el juez le había dado la custodia para quedarse con él. Pero ahora la madre de Brooke, el niño, había hecho todo lo posible por quitarle la custodia en esos días, y lo había logrado. Su jefe la tenía todo el santo día de pie, de aquí para allá, y sin un gramo de piedad, la hacía correr de un lado de la ciudad a otro. Todo eso por un miserable sueldo que ya no alcanzaba para pagarle al abogado de su hermano, tampoco para la medicina de Mía y para poder atender y recuperar la custodia de Blake, ese pequeño niño que ya lo quería como un hijo.

Escuchar su voz dentro del remolino que era su mente la mantuvo sin cuidado. Ya hace rato lo había visto. Incluso hace varios días se había dado cuenta de que siempre iba a ese bar. Adinerado, atractivo. Roxanne lo miró sobre el hombro, bebió de su copa y le señaló el asiento.

—Qué milagroso —expresó Roxanne. 

—¿Eres de por aquí? —le preguntó después de pedir otro trago.

—Por lo que veo tú no —le respondió Roxanne.

Una sonrisa pequeña vino desde él. El único motivo para aseverar esa noche de pasión. Se sintió atraída desde el primer momento.

Además, Mia conocía a la hija de su jefe, y esa misma mujer se estaba revolcando con Richard, su prometido. Algunas fotos le mostró Mia, unos mensajes también encontró en su teléfono la última vez que lo vio.

¿Desde cuándo su vida se había vuelto un caos?

Observar la presencia imponente de este hombre hizo que se olvidará de todo eso.

—Podemos compartir más copas si gustas. Pide lo que quieras

—¿Pido lo que sea? —le cuestionó Roxanne, intentando controlar esa sonrisa que le causaba ver a un hombre como él enfrente de ella—. ¿Como un poco de silencio, de soledad? No sé si pueda pasar esta noche rodeada de un simple vaso de whiskey.

La expresión de él había sido con un poco de sorpresa, pero siguió sonriendo. Y se acercó hacia su oído.

—Debes saber, señorita, que no puede tentar a la suerte.

—Pero si puedo tentar cuando tengo la oportunidad—Roxanne lo empujó y bebió—. Te he visto varias veces por aquí, ¿No será esa tu manera de atraer a las mujeres?

—No tengo la necesidad porque las mujeres vienen a mí.

—¿Ah sí? —Roxanne preguntó con arrogancia—. Qué soberbio pensamiento.

Y se acercó un poco hacia él.

—No deberías tentar tú la suerte.

Después de horas compartiendo penas y algunas anécdotas, él había sido el primero que se levantó. Esas ansias por seguirlo, por estar más cerca de él comenzaba a florecer de una manera atroz.

También se levantó. Se habían marchado a un hotel. Las ocurrencias de Roxanne lo hacían reír. Dentro del ascensor se quitó sus tacones, colocando la mano en su hombro.

Y después de abrir la puerta, ocurrió su primer beso. Sediento y ansioso. Jamás había probado un beso así. Después la cargó hasta entrar a ese cuarto lujoso de hotel. Roxanne, descalza, sonrojada y ya acalorada, había sido una imagen que perduraría en la mente de él.

Cuando se había acercado para besarla otra vez, le subió su rostro.

—¿Quieres continuar?

Roxanne sonrió.

—¿Es que quieres parar?

Y él había devorado sus labios con ansia. Esa noche quizás fue la mejor de toda su vida.

Recuperada en la mañana, después de una acalorado encuentro, lleno de pasión y ardor, desnuda y adolorida por todo lo vivido, se había levantado en soledad. No lo había visto. Ni siquiera sabía en dónde estaba. ¿Qué había ocurrido?

Se vistió, tomó su teléfono y bajó hacia recepción.

—¿Y cómo se llama el cliente? —preguntó la recepcionista cuando Roxanne pidió información sobre ese hombre.

Quedó en blanco. ¡Nunca le había preguntado su nombre!

Que Mia la esté persiguiendo con infinitas preguntas no es la mejor manera de enterarse de la verdad. ¡Pero es que todo se olvidó de repente!

—¡Basta, Mia! —se da la vuelta para hacer énfasis con la mano—. Esto no pasará, esto no será. No ha pasado nada.

—¿Y qué piensas hacer? Esa barriga se te verá en cualquier momento.

—Dejamelo a mi. Yo veré cómo haré en estos momentos que recupere el aliento.

Otra vez vuelve a estar en la misma recepción. Cómo si nada estuviese pasando, busca con la mirada a Richard, con Mia agarrando su brazo, mucho más nerviosa que ella.

—Yo que tú me marcho de aquí.

—¿Y por qué? Tengo que dar la cara —Roxanne permanece caminando hacia Richard que empieza sonreírle cuando la ve—. Pensaré en algo. Tú solo tranquila. Ve a tomar un poco de vino y luego regresa. Anda.

Desde que coloca un pie alrededor del círculo donde permanecen padre e hijo compartiendo una conversación, vuelve a encontrarse con la mirada de Paul. Debe estar también muy consciente de todo lo que está pasando. Se acerca a Richard con prontitud y toma su brazo.

Paul bebe de su vino, hablando con los otros hombres a su lado.

—Te veo pálida. ¿Estás bien?

—Estoy perfecta —le hace saber Roxanne, mirando de reojo la presencia de Paul a sólo centímetros—. ¿Me traerías vino, por favor? Los meseros no están tan cerca.

Richard suelta una risa.

—Tan sólo por ésta vez, ya que me prometí consentirte cuando nos encontráramos —Richard besa su mejilla—, espera aquí.

Roxanne queda de nuevo a solas, frente a muchos de la directiva de la compañía. ¿Cómo pudo no darse cuenta? ¿Cómo siquiera puede estar en el mismo sitio? Quiero tirarse por esa ventana. ¡El dolor ganaría a la vergüenza!

—Había creído ese día que no tentabas a la suerte.

Se estremece. Una ráfaga de viento cubre sus entrañas con poderío. La misma voz que la hizo olvidar todo. Roxanne comprueba que es el mismo. Demonios, claro que lo es.

Y al girarse, es Paúl quien mantiene su mirada en ella.

—¿Me puede explicar qué significa esto?

Roxanne bufa una risa incrédula.

—¿Perdón? Esa última vez me levanté y nadie estaba a mi lado.

—No hablo de eso —y Paúl sigue hablando con un tono casi de enojo. Observa sobre su hombro—. Sino lo que acaba de hacer.

Roxanne se cruza de brazos, y alza una ceja.

—¿Yo? —Roxanne refunfuña—. Usted no me conoce ni yo tampoco. No nos conocemos, nunca nos vimos. Esa noche no sucedió. Es lo único que puedo decirle.

—Claro que la conozco bastante bien, Roxanne —oír su nombre en sus labios crea un estremecimiento sobre su cuerpo. Paul se acerca—. Lo nuestro no es un juego. Lo que pasó tampoco. ¿Cómo le mirarás la cara a mi hijo después de aquello?

—¿Y cómo se la mirará usted? —devuelve Roxanne—. Ya le dije que olvide eso. Eso nunca ocurrió, ¿Entiende? Fue tan sólo un error. Un error que me costará muy caro.

—¿Olvidar?

Inquiere Paul. Roxanne traga saliva, mirando hacia el suelo y luego subiendo la mirada.

—¿Olvidar? —inquiere otra vez—. ¿Quieres que olvidé como f*llaba a la mujer que ahora resultó ser la m*aldita novia de mi hijo? ¿Quieres que olvidé a la mujer que por días no pude sacar se la mente?

—¡¿Cómo iba a saber que era el padre de Richard?!

—Pudiste decir que andabas de novia —Paúl zanfa con aspereza.

—¡No! Ese día estaba devastada porque su apreciado hijo se acostaba con la hija de mi jefe. ¡Estaba soltera! Y luego él vino a mí, me pidió perdón, me dio un anillo y antes de responder me quiere ser su esposa. ¿¡Cree que me acosté con usted sabiendo la verdad?!

—No voy a pasar ni un segundo más escuchándote. Juré que la buscaría y me entero que aparte de que está novia, también se casa. ¿Es que pretende que olvidé esto como si nada? Abstente a las consecuencias.

—Le recuerdo, señor, que usted también debe abstenerse a las consecuencias. Y olvidé…

—Olvidar un demonio —expresa Paúl, mirándola fijamente—. No voy olvidar cómo estuvo entre mis brazos mientras le hacía el...

—¡Callese! —Roxanne aprieta los labios.

—Lo que tengo que olvidar es ésta porquería. Le perteneces a otro hombre y ni siquiera puedo odiarlo —Paúl se acerca y Roxanne da un paso hacia atrás. ¡Tiene que saber que no están solos!

—Debe hacerlo. Porque esto ahora es un error, es…

—No digas otra palabra más. Ve a mi m*****a oficina porque esto lo arreglamos ahora mismo.

—¿¡Cómo se le ocurre?!

—Al menos que quieras que a Richard se le olvidé que su prometida tentó a la suerte. Ahora, camina Roxanne. No tengo todo el día. O lo arreglamos, o nos vamos los dos al infierno.

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