3. Ojo por ojo

Roxanne tartamudea de sobresalto al oír sus palabras.

Es que esto no puede estar pasando. Con dos meses de embarazo no cree que pueda aguantar otra sorpresa u otra siguiente emoción porque explotará ahí mismo.

Antes de siquiera responder, observa que Paul da unos pasos hacia atrás. Y al mismo instante siente la mano en su hombro, y la copa de frente a su rostro.

—Tal cual lo pediste, mon amour. Aquí tienes.

Richard conserva esas gigantes sonrisas plasmadas en su rostro cuando le estira su copa de vino. Roxanne la toma de una buena vez y traga hasta el fondo porque la clara sensación de necesitar otro sentido provoca una sequedad en la garganta. La presencia de Paul Fournier está repleta de descaro y de atrevimiento.

—De seguro la junta estará más cercana a lo que creíamos, papá. Todos están de acuerdo en que sigues estando aquí hasta que las acciones suban —Richard saca la conversación con una misma sonrisa que recae en ella de la misma forma, amigable—. Espero que el señor Quentin esté contento con la información que le darás, aunque hubiese preferido verlo por aquí.

Roxanne pasa la lengua dentro de su boca con un disimulado sentido de rabia al saber la ironía de sus palabras. Tan sólo quiere estar con la hija de él, con quién siempre al parecer compartía las penas de una forma en la que nunca lo hizo con ella.

—Creo que hubiese preferido tenerlo aquí —es Paul quien responde.

Roxanne ni siquiera lo mira. En vez de eso, gira el rostro para encontrarse que en la entrada, vestida elegantemente y en manos de un hombre un poco mayor, hace acto de presencia Olivia Quentin, de hecho, la hija de su jefe. Roxanne entreabre ligeramente los labios una vez la observa. ¿Qué es lo que hace aquí?

Llama la atención de varios hombres incluido el que tiene en brazos al instante.

—Es tu día de suerte, papá. Ella es la hija de Quentin. ¿No te gustaría que viniera para conversar?

—Me disculparás pero estoy ya de salida —Paul deja la copa en la bandeja que trae el mesero—. Me marcho ya. Señorita Smith, un placer conocerla. Espero verla pronto otra vez —como si quisiese meterse dentro de su propia alma le da una ojeada a Roxanne que hasta empieza a sumergirse en el propio pecado por sentir que se le va el aire—. Con permiso.

Richard despide a su padre sin decir algo más porque Paul se marcha nada más con eso.

Roxanne mira hacia otro lugar para conseguir aunque sea una sola posibilidad de recuperarse de todo eso.

Y cuando no cree que puede pasar otra inevitable situación precaria, Richard la nombra con suavidad.

—Sabes que estás aquí por el señor Quantin. ¿Te gustaría acércate hacia Olivia?

—Querido, tú sabes que la señorita Quantin siempre ha estado muy al margen conmigo. Yo prefiero no involucrarme al menos que ella lo pida.

Richard se carcajea un poco, la agarra de la cintura y besa su mejilla.

—Espera un momento.

—¿A dónde vas? —pregunta Roxanne. Él no debe estar hablando en serio.

—Me acercaré a saludarla. Espera aquí, ¿Quieres?

Y con un último beso se separa de Roxanne. Así sin más queda en soledad y en soledad, y sin otra cosa qué decir porque no le da tiempo de pensar en lo que Richard se atrevió hacer delante de sus narices, mira con fijeza cuando saluda a Olivia, tomándola de la cintura, sonriendo en su mejilla y de la más amigable y coqueta manera dirigiéndose hacia ella con más entusiasmo. Roxanne se muerde los labios, asintiendo y se da la vuelta.

¿Qué dirá el alrededor? E incluso, ¿Qué dirá Olivia? Porque ya la observa, y recibe una mirada de saludo en su sitio, mientras sigue abrazada a Richard.

Oh, está más que hirviendo por la clara evidencia que le está mostrando. "Me acosté con tu novio antes y después."

Roxanne vuelve a tomar otra copa. Comienza a caminar fuera del salón. Ahora mismo lo menos que le interesa es que Richard venga detrás suyo. Es obvio que no lo hará.

Quizás Mia se ha metido en una conversación con los otros jóvenes de administración, y es mejor así porque no piensa lidiar con más preguntas. De una vez por todas algo en su mente se enciende.

Recuerda las palabras que había dicho Paul Fournier antes de dar un paso hacia atrás.

Richard nunca debió verle la cara de tonta. El piso del CEO siempre se consigue en el último. Presiona el botón y espera que el timbre del ascensor la saqué del pensamiento. ¿Qué carajos va a hacer?

Sus tacones resuenan conforme avanza. La oficina queda justo como lo imaginó. Al final del pasillo. Da un suspiro gigantesco antes de tocar, y sin que nadie responda por el otro lado, la puerta se abre.

La lujosa suite que está delante de sus ojos le roba el aliento. Varias veces había entrado porque Richard siempre decía que él es el vicepresidente de la compañía Fournier. La realidad es bastante distinta de lo que esperaba.

—Adelante.

Observando la vista de Florida, casi junto al mar, esa aura de misterio corrobora sus dudas. Vuelve a verlo en este día tan desdichado para ella. Se lleva la mano hacia el vientre y da un paso. No es su intención mostrarse nerviosa pero trata de no aparentarlo.

—No tengo todo el día —es lo que dice Roxanne—. Señor, así que hágame saber lo que desea.

Paul Fournier simplemente se gira. Ya no lleva su blazer, solo una camisa blanca arremangada.

—Tampoco yo, señorita Smith. Pero este asunto es bastante serio.

Roxanne rueda los ojos.

—Sé muy bien lo que sucede, señor. Pero no estoy aquí para que me hagan saber lo que ya sé —declama con los ojos entrecerrados—. ¿O es que seguirá amenazándome aún cuando sabe que yo no he hecho nada?

—¿O es que acaso planeó una venganza por la traición de Richard?

—¡Ah! Nuestros problemas no son de su incumbencia, con todo el respeto. ¡Estoy aquí para negociar!

Paul se cruza de brazos, alzando su rostro.

—Ya nos entendemos. Porque también quiero proponerle algo, señorita.

La tensión que se vive entre los dos no se romperá al menos que se acerquen y hagan saber de esa ansia que se observa en sus ojos.

Roxanne se limpia la comisura con su uña pintada.

—¿Proponerme algo? ¿De qué habla o que…?

—Necesito una asistente de viajes. Programar las reuniones por lugares en donde se encuentran las compañías Fournier y que esté a mi lado como una secretaria.

Roxanne no puede creer su palabra.

—Ya tengo trabajo, señor.

—Renuncie.

—¡¿Qué…?! —Roxanne se ahoga de la impresión—. ¡No puedo hacer eso!

—Si, señorita. Si puede —Paul se acerca.

Roxanne se aprieta los labios. Trata de calmar su rabia.

—Con una condición.

Paul inclina el rostro.

—A ver —incita.

Antes de poder decir algo más, tiene que enderezarse y recuperar las fuerzas.

—Necesito un pago adelantado para cubrir mis gastos y la asistencia de un médico para mi hermana.

Paul la mira de arriba hacia abajo.

—Trato.

No esperaba tan rápido su confirmación así que la toma de sorpresa. Usualmente, los hombres huyen de una mujer interesada. Éste no.

—Y un abogado para mi hermano. Y que esté al tanto de su caso para empezar otro juicio y declararlo inocente —suelta Roxanne así sin más. No tiene tanta oportunidad para decir que estaba mal o no. Ojo por ojo—. Pero no debe ser todo el tiempo. Tengo que descansar.

—¿Por qué?

Roxanne tiene que esperar otra respiración. "¡Porque estoy embarazada, por eso!" Pero no lo dirá, ni en un millón de años. ¡No!

—Que sea esto meramente profesional, señor. No puedo divulgar mis cosas personales.

—No creo que seas la misma mujer de ese día. Sé más de ti de lo que imaginas.

—Primero; olvídese de eso. ¿Es todo por hoy? Pediré una cita para el cronograma de sus reuniones, pero debe darme tiempo para arreglar mi antiguo trabajo. ¿Ya? Con permiso.

Antes de dar un paso hacia atrás, Paul toma su mano, deteniéndola.

—Eso no es solo lo que debemos arreglar.

—No hay nada de qué hablar, señor. Olvide todo eso. De que existo y de lo demás más. Porque…

—¿O me dirás qué olvidas como me robaste los besos?

Roxanne jadea cuando lo siente cerca suyo.

—Esto no debe ser posible. No puede ser usted..

—Pero lo soy. Y no vuelvas a decir que te olvidé porque ya no puedo hacerlo. Ya no. Estuve noches pensando en tus labios. Y ahora estás frente a mi atada con otro hombre…

—Ese hombre que es-

—Callate, Roxanne. No recuerdes su nombre ahora mismo.

Y la toma por detrás del cuello. Roxanne necesita tragar saliva, aún cuando de todos los hombres en la tierra, el único que le había hecho sentir cosquilleos, estaba enfrente suyo después de un tiempo.

—Tan sólo déjame besar tus labios, porque ya no puedo aguantar.

Y finalmente estrella su boca contra la suya.

Sigue leyendo en Buenovela
Escanea el código para descargar la APP

Capítulos relacionados

Último capítulo

Escanea el código para leer en la APP