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CAPÍTULO 3: ¿NO TIENES NADA QUÉ DECIR?

Caleb tiene sus brazos alrededor de una chica pelinegra.

Veo cómo su cabeza se inclina hacia un lado y aparto la mirada.

Sintiendo cómo se parte mi corazón de ver a Caleb besar a otra mujer.

Él se aleja de la chica pelinegra y siento que me trago la bilis cuando ella sonrojada se aparta el cabello del rostro con una mano y se abanica con la carpeta que trae en la otra.

Una vez que siento con seguridad que no vomitaré, organizo las palabras en mi cabeza.

—Perdona, iba a la sala de reuniones… al meeting…— susurro, consiguiendo sonar totalmente serena.

—Caddie…— dice dando unos pasos en mi dirección y yo intento mantenerme inexpresiva ante su estado.

¿Por qué me hace feliz ver su rostro de arrepentimiento?

Luce despeinado y bastante… agitado.

¿Por qué debería sentirse así?

Nadie sabe qué siento por él.

¿Habrán escuchado a mi corazón romperse?

Su respiración es superficial.

—Vaya, hermanito. Has mejorado tus gustos, la de la semana pasada era menos… agraciada.— suelto el veneno que siento, atacando a la chica.

Veo cómo ella se mantiene en silencio, y él me mira, luciendo impactado.

¿Qué?

¿Es impactante que alguien sin querer te corte el rollo?

¿O el hecho de que resulta que sí puedo soltar uno que otro comentario venenoso?

—Gracias, Caleb. Nos vemos luego. — dice la chica al ver que él no la mira.

Me da una mirada llena de desdén y yo la ignoro, sin siquiera pensar en rebajarme a responderle.

Caleb sólo asiente con seriedad y la mira en silencio.

—Ya regreso…— me dice y acompaña a la mujer hasta una de las puertas diagonales a la de mi oficina.

Siento el nudo en la garganta por segunda vez en lo que va del día.

No llores, Cadence.

Caleb y tú no son nada.

Esto dolerá hoy, sanará y con el tiempo ya no sucederá.

Sólo debes enfocarte en lo que realmente importa.

Caleb regresa y me saca de mi ensoñación.

Subimos a su oficina y al entrar, me dirijo a la pequeña sala que tiene. Pongo mis herramientas sobre la mesa y comienzo a organizar toda la información que conversaré con Caleb.

Está de pie, a un lado de los muebles, con una mueca en el rostro que me confunde, no sé si está avergonzado, frustrado o molesto.

—¿Podemos comenzar rápido? Es que necesito que dominemos la presentación para el momento del meeting. — digo y él solo me continúa mirando en respuesta.

—Fue muy grosero lo que hiciste allá afuera.— dice y me mira con enojo.

Me encojo de hombros, manteniendo mi compostura.

—¿No tienes nada qué decir?—pregunta, saliendo de sus cabales, y por fin descifro qué es lo que comunica su mueca.

Incomodidad.

—Escucha, Caleb. Tú estás bien grandecito y decides qué haces con tu vida, pero al menos intenta separar el trabajo de los placeres.— le digo cortante.

Me siento una total mentirosa, pero, ¿qué más da?

Inhalo, llenando mis pulmones de oxígeno.

M****a, los corazones rotos sí que duelen.

Quisiera estar en mi habitación para poder llorar.

—Entiendo.— susurra pensativo y se aclara la garganta.

Veo cómo su mano toma algunos de los documentos que imprimí.

Siento que odio a Caleb.

¿Por qué nunca pudo verme?

¿Estoy destinada a ser vista por él como una niña?

—¿Estás confiada en el trabajo que hiciste contactando a los clientes?—pregunta sacándome de mi mente, y yo asiento con seguridad.

—Todos llevan un mes de comunicación conmigo. Me han asegurado estar muy interesados en la empresa y los precios que les podemos ofrecer por cada exportación… creo que ése es trabajo hecho. Lo importante y en lo que nos debemos enfocar realmente, es en engancharlos con precios muy beneficiosos.— digo y veo cómo Caleb asiente, pensativo observa el papel en sus manos.

—¿Y el margen de ganancias por cada contrato?—pregunta y yo desbloqueo la pantalla de mi tableta, busco las láminas que preparé con el margen de ganancias y se la entrego.

Lo veo leer y evaluar.

—Cómo puedes ver, he separado el margen de ganancias en general, y el margen de ganancias de cada contrato que he transcrito junto con el abogado de la empresa. — digo y él frunce el ceño.—Ya he tratado las cláusulas de los contratos con los clientes… como te he dicho antes, se trata más de cerrar un trato que de conversar los términos del mismo. Pues los términos han sido previamente establecidos.— digo y él se recuesta en el mueble.

—¿De verdad estás tan segura?— pregunta él y yo me encojo de hombros con seriedad.

—Por supuesto, Caleb.— digo con desdén. —¿Crees que estuviera aquí de lo contrario?—pregunto sintiéndome insultada.

Creo que es hora de que le enseñe a Caleb que he crecido y que soy una mujer trabajadora y decidida.

—Termina de leer el resto de la información y familiarízate con el proyecto, que por mi parte te digo; estoy preparada para presentarlo.— informo.

Él me mira fijamente el rostro por unos segundos y luego parpadea, para aclararse la garganta y regresar su atención a la lectura y el contenido de la tableta.

Un minuto se convirtió en tres, tres en diez… y diez minutos en una hora  durante la cual observé a Caleb leer y releer mi proyecto. Luego preguntó, respondí profesionalmente y volvió a leer.

Tiempo después, decidí repasar los objetivos del proyecto, pues me aburría de sólo observar a Caleb.

No sé cuánto tiempo pasa, hasta que de pronto siento la mirada de Caleb sobre mí y dejo de leer para observarlo también.

¿Ahora qué le pasa?

Lo veo levantar las hojas del proyecto impreso en la mano.

¿Está mal?

—Intenté con todas mis fuerzas conseguirle un defecto, un detalle, algún error… —dice seriamente y mueve la mano que sostiene las hojas.— Pero sin duda es excelente.— dice y yo siento cómo se me hace un nudo en la garganta y se me estruja el corazón.

Alguien toca la puerta y yo siento cómo se cierne sobre mí la responsabilidad de llevar a cabo la presentación en el meeting.

—¿Estás lista?— pregunta Caleb poniéndose de pie y ofreciéndome la mano para ayudarme a levantarme.

Olvídalo, se acabó la Cadence que tomaba cada gesto tuyo como si fuera el santo grial.

—Sí, lo estoy.—respondo, poniéndome de pie después de ignorar su mano extendida.

Él se aclara la garganta y le veo bajar la mano que antes tenía extendida.

—Bien, entonces es hora. —dice y me ayuda a organizar las hojas para salir de la oficina.

Subimos al último piso, en el que se encuentran las salas de reuniones. El Sr. John Dryden las diseñó como alguna clase de lugar élite en el que sólo se reúne la crema y nata de la empresa. Un lugar al que sólo los privilegiados, como yo,  pueden acceder.

Al entrar a la sala de reuniones, lo primero que me impresiona es el hecho de que ya se encuentra siendo proyectada la portada de mis láminas de la presentación.

Siento cómo Caleb posa su mano en mi espalda baja, un gesto que toda la vida me ha reconfortado. Un gesto que siempre he anhelado como un sediento al agua.

Pero ya no más, pienso mientras me alejo discretamente de su contacto.

Encabezando la mesa que se encuentra en el centro de la sala de reuniones, se encuentra el Sr. John, padre de los chicos y quien desde mi infancia se autoproclamó mi tutor legal junto con Jhyn.

A su lado está el abuelo, quien me guiña el ojo con cariño y mantiene su rostro imperturbable (como siempre hace para los negocios).

Mis ángeles de la guarda.

Alrededor de la extensa mesa de vidrio, a los lados del Sr. Dryden, se encuentran sentados los directivos más importantes de la naviera. Los observo y comienzo a sentirme nerviosa.

Escucho a Caleb aclararse la garganta y todos los que anteriormente estaban hablando, hacen silencio y se ponen cómodos en sus asientos.

—Antes de que la ingeniosa señorita Cadence Monroe comience con la presentación, quisiera darles una breve introducción de dónde nació la idea.— dice él y lo veo abotonarse el saco con la elegancia que lo caracteriza. Algunos de los directivos asienten, sonriéndole con cariño a Caleb.

No importa qué cosas malas, idioteces y borracheras haya hecho públicas Caleb, éstos hombres parecen besar el suelo que pisa por dos razones, la primera es que es el heredero del Imperio Dryden; la segunda, es que a pesar de ser un fanfarrón y un heredero con una vida bastante privilegiada, es un cerebrito de rostro hermoso.

El idiota ha presentado sólo proyectos exitosos desde que tomó un puesto en la empresa.

Creo que secretamente siempre lo admiraré por eso.

Vamos, conseguir que te amen incondicionalmente por tu ingenio (a pesar de que la mayoría del tiempo seas un idiota) es algo que vale la pena aplaudirle a cualquiera.

—Dryden Company tiene tres generaciones trabajando incansablemente por convertirse en la mejor empresa naviera de la historia.— escucho decir a Caleb y decido enfocarme en lo que está diciendo.—Antes de que mi padre heredara la empresa, mi abuelo se encargó de crearla y convertirla en un proyecto sólido, con pies y cabeza que se convirtiera no sólo en el patrimonio familiar, sino además en una empresa naviera que desde abajo se convirtiera en la mejor y dejara en el olvido cualquier límite o frontera.— dice y lo veo dar un paso en mi dirección, haciendo que la luz del video beam ilumine su rostro y saco, proyectando sobre ellos letras y colores.—Y es precisamente ése el propósito que tiene el nuevo proyecto de Cadence. Un proyecto de brindarle nuestros servicios de transporte por mar a distintas empresas exportadoras de productos, asegurando rutas marítimas que tengan como destino nuevas ubicaciones, con el fin de ampliar nuestros horizontes.—termina, haciéndome una seña con la que me indica que tengo la palabra y sale del área de proyección.

Suspiro y armándome de valor, me poso a un lado de la proyección de las láminas de presentación.

—Buenas tardes, tal como lo explicó el señor Caleb Dryden, nuestro nuevo proyecto quiere asegurar contratos con empresas exportadoras que demuestren compromiso, altos índices de exportación y responsabilidad demostrada en el mercado…— comienzo a decir.

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