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CAPÍTULO 2: UN CORAZÓN ROTO.

CADENCE

Siento cómo el abuelo se posa detrás de mi silla y sus manos me dan un apretón en los hombros.

—No es nada importante, abuelo.— susurro, al tiempo que se agacha un poco y le doy un beso en la mejilla, como cada mañana.

—Pues no me parece tan insignificante si Caleb se sulfura de esa manera.— dice y observa a Caleb, que tiene una cara de pocos amigos.

—¿Qué crees? Tu nietecita perfecta me ha falsificado la firma en la empresa… ¿No te parece que está mal? Si ya cometió ese delito, puede cometer muchos más…—gruñe, su ira en crescendo ante mí.

—Caleb, creo que lo mejor es que cierres la boca. Conocemos a Cadence y lo único que ha hecho es intentar que tú no nos saques tantas canas verdes como te propones.—le gruñe el abuelo y me siento un poco mal por Caleb. Siempre ha sido así, en lo que a comportamientos se refiere, siempre nos comparan.

—La verdad es que creo que Cadence no debería ser la Secretaria de Presidencia, estoy seguro de que lo mejor es que alguien más…—intenta continuar.

—Pues me parece que Cadence ha hecho un trabajo impecable desde que comenzó y tu padre opina lo mismo, así que…—dice y deja la frase colgando en el aire.— Una vez zanjado el tema… ¿Quién tiene hambre?—pregunta frotándose las manos y yo interiormente le agradezco a Dios por la vida del abuelo Matthew que ha sido el mediador en todas y cada una de nuestras peleas.

No puedo creer la actitud de este idiota, pero en cuanto tenga la oportunidad, ¡me va a escuchar!

Mira que pensar en darle mi puesto a otra persona.

Imbécil.

No soporta que sea capaz de resolver problemas cuando no está.

El resto del desayuno pasa en silencio y en un abrir y cerrar de ojos, Caleb y yo estamos subiendo al auto en dirección a la empresa.

Caleb ama los autos y las motos. Por esa razón nunca se ha sentido muy inclinado a usar el chofer de la familia.

En el momento en que el auto comienza a avanzar, yo recuerdo mi enfado.

—No sé qué pecado cometí contra ti, para que aún frente al abuelo me quieras hacer menos.— digo y él ni siquiera me mira.—¿Por qué siempre estás tratando de resaltar cualquier error? ¿o te burlas de que los demás digan que soy capaz?— pregunto y me enoja escuchar mi voz quebradiza.

Trago intentando bajar el nudo que me atenaza las cuerdas vocales.

Caleb acelera un poco y lo veo encender la radio del auto.

—¿Estás sordo o qué?—pregunto y noto que sigue ignorándome a propósito.

Me mantengo en silencio intentando mantener mi orgullo en alto, porque sé que es una de sus tácticas para hacerme rogarle por algo. De pequeños las usó mucho.

Observo a las personas, las calles y autos a través de la ventana.

Caleb ni siquiera habla conmigo durante el trayecto. Durante todo el viaje se la pasa enviando notas de voz y haciendo llamadas a los demás miembros importantes de la empresa.

Pienso en el clima de San Francisco y en cómo soy bendecida con tener autos que me llevan y me traen. Ni siquiera puedo imaginar el calor dentro de un tranvía en esta época del año.

Una vez leí en una revista de datos curiosos, que el agua que rodea la ciudad actúa de cierto modo como un moderador del clima, por lo que hay muy poca variación de temperatura estacional.

Ahora que lo pienso, también decía en la revista que los habitantes de Portland son amables y siempre dispuestos a ayudar, pues aunque la ciudad cuenta con muchos avances, aún se conserva el calor que habitualmente tienen los pueblos.

—¿Qué tanto piensas?— pregunta Caleb mirando fijamente al frente. Parece dejar de lado su actitud de idiota por unos segundos.

—En algo que leí en una revista, acerca del clima y la historia de algunas ciudades…— susurro y lo veo sonreír.

—Si pensabas en algo del tipo sexoso o algo parecido, no serías tú.— dice burlón y yo pongo los ojos en blanco.

—¿Por qué siempre tienes esa actitud de que soy “muy buena” o “alguna clase de espécimen extraño”? ¿Por qué siempre me quieres minimizar frente al abuelo y a tu papá?— estallo en preguntas, sintiéndome un poco mal por la forma en que parece percibirme Caleb.

¿De verdad me veo de esa manera?

¿La gente piensa que no rompo ni un plato?

—Bueno, Caddie… Vamos, sólo mírate… ¡Serías la hija perfecta para cualquiera! Incluso papá siempre dice que eres increíble, el abuelo es la bola de algodón de azúcar más empalagosa cuando estás presente.— exclama burlándose y yo finjo que no me duele.—Creo que algún error, alguna mala actitud tienes que tener, creo que tu perfección es una fachada, que sólo intentas atribuirte los logros de tu vida, cuando en realidad eres el resultado de una buena suma de dinero invertida en tu vida, en tu educación.— termina diciendo y lo veo gira el volante, cruzando en una esquina.

Ouch.

Suena como que Caleb trae mucho guardado en mi contra.

—Sólo intento hacer las cosas bien, y cosas que por supuesto me produzcan algo positivo. Pero aprecio tu sinceridad.—digo mirando al frente, pensativa. Me aclaro la garganta, intentando no enfocarme más en mi congoja.—Aún quisiera que me guíes en cuanto al proyecto.— digo decidida.

—Que tengas suerte en la presentación, Cadence.— dice y el auto deja de avanzar. Observo a nuestro alrededor y me sorprende que ya estemos en la compañía. —Debemos hablar de otras cosas pendientes, pero ya será después de la reunión.— murmura, dándole un vistazo a su reloj.

—Tendré que terminar los pequeños detalles en las próximas cuatro horas…— digo, sintiéndome muy nerviosa.

Espero que cuatro horas sean suficientes.

—Te espero en mi oficina luego de la presentación.— dice y yo suspiro, sintiéndome nerviosa de que exista la posibilidad de que cometa un error y mi proyecto se vaya al traste.

Caleb sale del auto y como siempre, espero a que me abra la puerta.

El me abre la puerta mientras se acomoda su saco y yo le agradezco, saliendo con mucho cuidado de no chocar con él y de no dejar caer nada.

Hago una mueca mental de comprarme alguna clase de maletín, no me gustan mucho, pero ahora mismo como que debo dejar de lado el gusto y enfocarme en la necesidad.

Entramos a la empresa y rápidamente pierdo de vista a Caleb, mientras me entretienen entre saludos algunos compañeros de trabajo.

De seguro Caleb ya está de camino a su oficina.

Siempre que llegamos a la empresa, toma las escaleras hasta el quinto piso (donde tiene su oficina) y yo tomo el ascensor a cuarto piso, donde se encuentra la mía. Al llegar a la oficina me encargo de cualquier cosa que tengo pendiente y unos treinta minutos después estoy lista para comenzar con los detalles y pormenores del proyecto.

En primer lugar, decido que abordaré el tema de la meta, ya que es necesario aclarar que la meta es conseguir relaciones y contratos estables con empresas exportadoras e importadoras a nivel mundial, lo que solo se puede conseguir, visitándolos y conociéndoles en su zona de confort. Ofrecerles una vía, un contrato que les permitirá estar aún más cómodos en su propia zona de confort.

Encabezando la lista de necesidades se encuentra la de alcanzar a más clientes que manejen grandes cantidades de envíos semanal, quincenal y mensualmente, para así solidificar las ganancias del servicio que ofrecemos. La empresa pasó de ser minorista a ser transporte mayorista, pero no nos parece suficiente... Por lo que ahora nos vemos en la obligación de dar el siguiente paso, que es atraer a empresas muy conocidas de otras naciones.

Al terminar con el presupuesto de inversión estimado y el calendario que preparé para la ejecución, comienzo con las diapositivas de presentación de proyectos.

Amo hacer las diapositivas porque me ayuda a esquematizar en mi mente toda la información y facilita el entendimiento de la misma a los espectadores de la presentación.

Rápidamente, entre diseños de láminas de presentación, verificar que los porcentajes sean correctos y asegurarme de haber memorizado todo, me siento enloquecer de la alegría.

Estoy lista y vamos a romperla una vez más, estoy segura de esto.

Aunque Caleb piense que soy una manzana podrida por dentro, demostraré siempre que soy una fruta sana.

Pienso en que el apoyo del mismísimo dueño de la empresa debe significar una aprobación segura del proyecto.

Reúno todas las herramientas que considero que necesitaré y como previsión acostumbrada, le envío el archivo terminado a Caleb, a través del enlace que compartimos en la computadora para enviar y recibir documentos entre nosotros.

Me observo en el espejo que tengo en el baño de la oficina, y me doy ánimos. El vestido se me ve bien, me arriesgo a decir que luzco muy sexi. Así que decido ignorar las palabras de Caleb.

Espero a que llegue el ascensor, luego de presionar el botón de llamada a mí piso.

Siento que no puedo contener mi alegría.

De pronto, el ascensor abre sus puertas y automáticamente me arrepiento de llamarlo, al ver semejante imagen ante mí.

¿Será muy dañino para mí obtener un corazón roto justo antes de mi presentación?

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