CADENCE
El incesante y estridente sonido del despertador me taladra los oídos.
Gruño extendiendo mi brazo desde la cama y tanteando sobre la mesa de noche, doy con el botón de apagado del dichoso aparato.
En momentos como éste, siento que de verdad odio a Caleb.
Ayer tuve que quedarme hasta las once de la noche en la empresa, intentando solucionar el problema que él con solo una firma podría haber solucionado.
Intenté por todos los medios resolver a mi nombre, pero al final, me vi obligada a falsificar su firma.
Sé que será un problema cuando sepa que falsifiqué su firma… ¿pero qué otra cosa podía hacer?
Decidida a comenzar mi día, me pongo de pie rápidamente, estirándome y sintiendo cómo mi cuerpo extraña a gritos la cama.
Son las 5 a.m.
De seguro Caleb regresó pasadas las 3 a.m.
Doy una mirada al patio trasero, fijándome en la fuente que tanto le encanta al Sr. John, es su lugar para pensar. A menudo lo veo allí, caminando de aquí para allá o sentado en la orilla de la fuente, disfrutando de un buen libro.
Mi mirada se mueve un poco a la derecha y se posa sobre el rosal de Jhyn.
No debe tardar en salir a atenderlo.
Sonrío al ver mi reflejo en el cristal de la ventana.
Me veo saludable y feliz.
Nada parecida a cómo lucía cuando comencé a tener problemas con Caleb.
Nuestra infancia fue la mejor, pienso y recuerdo las fotos que tengo en mi tocador.
Las observo suspiro al observar las fotos que nos tomaban a Caleb y a mí cada vez que avanzábamos de nivel en la secundaria.
Hay una fotografía en específico que me encanta.
Es la fotografía de nuestra graduación.
En ella, yo sostengo en una mano el ramo de rosas que me dio el abuelo Matthew y con la otra intento mantener el birrete en su lugar.
Caleb está a mi lado (sosteniendo también su birrete con una mano), una tierna sonrisa adorna su boca mientras es capturado viéndome.
Viéndome con… amor.
Amor.
Una palabra tan corta, pero que para los humanos significa tanto.
El sentimiento por el que seriamos capaces de morir y por el que hoy podemos vivir.
El que puede ser nuestra libertad y al mismo tiempo nuestra cárcel.
En mi caso, ha sido la segunda.
Desde la adolescencia he estado condenada a vivir en un irremediable enamoramiento hacia mi hermano de crianza.
¿Cómo no iba caer profundamente enamorada de él si en nuestra adolescencia fue mi príncipe azul?
Era caballeroso, atento, le encantaba escucharme y encima, parecía disfrutar del hecho de compartir cada día conmigo.
Pero de pronto, todo cambió.
El príncipe azul se convirtió en el dragón de esta historia, pienso con ironía.
Decidida a tener un buen día, sacudo el humo de pensamientos sobre Caleb de mi mente y me pongo en marcha. Una vez que me encuentro aseada, decido juntar mis implementos de trabajo; mi tableta, la agenda física y mi teléfono celular.
Cuando me he asegurado de tener todo lo que necesito, salgo de la habitación.
Toco la puerta de la habitación de Caleb de manera insistente, no recibo respuesta y asumo que ni siquiera ha llegado a casa.
Espero que no llegue tan tarde al trabajo.
Caleb es un idiota, pero sin importar qué tan buena sea la fiesta, jamás llega tarde al trabajo.
En una ocasión llegó directamente de la fiesta al trabajo, y ni siquiera así, consiguió romper su récord de puntualidad.
Justo cuando estoy llegando al primer escalón, me consigo con Caleb que viene subiendo los escalones.
Chocamos y mis manos como acto reflejo se posan en sus pectorales desnudos.
Me siento estremecer.
El frunce el ceño, mira mis manos con el ceño fruncido y luego me da una mirada socarrona.
Yo me alejo rápidamente y le doy un empujón. El casi pierde el equilibrio, pero vuelve a estabilizarse agarrándose de mis caderas firmemente.
Mi cuerpo se pone rígido y de pronto él ríe con fuerza.
Pienso en saludarlo o soltarle una frase venenosa, pero cualquier palabra muere en mi boca al verlo bien.
Trae su botella de agua en la mano y una toalla pequeña se sostiene en su hombro.
Pero no es ninguna de estas cosas la que me deja sin habla, sino el hecho de que parece venir del gimnasio de la casa y no está usando nada más que unos shorts de entrenamiento ligeros, que están lo suficientemente abajo en sus caderas como para ver su v muy marcada y lo suficientemente cortos como para ver el grosor de sus muslos.
Intento subir la mirada pero me encuentro con sus abdominales.
Santa Madre Teresa de Calcuta.
¿Morí y subí al cielo?
¿Caleb es mi ángel personal del pecado o algo así?
Sacudo la cabeza de un lado a otro, aclarando mi mente y dejando atrás mis pensamientos. Intento formular una frase inteligente para cubrir la falla de conexión de mis neuronas, pero cualquier intento muere en mi mente cuando miro hacia los lados y noto que Caleb ya no está.
¿Estoy imaginando cosas?
M****a, ¿hace calor aquí o soy yo?
Me quito el blazer (que estoy usando sobre el vestido) mientras bajo las escaleras, intentando no dejar caer mis herramientas de trabajo.
Siento cómo el aire frío refresca la piel de mi espalda, que de pronto se siente bastante húmeda.
Bajo a la cocina y el movimiento de los trabajadores me hace salir del festival de pensamientos que me satura de emociones.
Cálmate, Cadence.
Recuerda que Jhyn puede oler cualquier cosa.
Mentiras, sentimientos, dudas, amor y despecho… Todo.
Mientras me siento en el desayunador, y observo algunos detalles del proyecto que planeo proponerle a Caleb, escucho el movimiento de la cocina como si fuera una música de fondo.
Alguien me deja un plato con pancakes, mantequilla y miel, yo agradezco mientras sigo hojeando el proyecto.
De pronto recuerdos de cuando recién llegué aquí me abordan, haciéndome pensar en qué habría sido de mi si no tuviera tanta suerte.
De no ser por Jhyn y la bondad del Sr. John, no sé dónde estaría.
—Mierda, ¿Quién se comió la tela que iba en la espalda de tu vestido, mujer?— la voz ronca de Caleb suena preocupada detrás de mí y me giro para encontrarme con su ceño fruncido, su mirada posada en mi espalda.
¿Mujer?
—Se llama escote, Caleb… —suelto la burla en su dirección. —De vez en cuando las mujeres también queremos lucir nuestros atributos. —digo con seriedad y él suelta una carcajada, pasando a mi lado en dirección a la cocina. El traje se le ajusta en todos los lugares correctos y deseo con todas mis fuerzas que se ponga feo y le salga panza.
Odio que se ría, porque luce aún más guapo.
Y pensar que hace unos minutos, solo usaba shorts… Shorts mortales.
—¿Cuáles atributos, Caddie? Si apenas dejaste de entrar en la categoría de “niña”. —se burla y yo intento continuar con mi desayuno, aunque sin mucho éxito.
Ouch.
¿Quién mejor que Caleb para subirme el autoestima?
Pasan uno minutos en los que lo oigo pedir lo que quiere para el desayuno a las cocineras y de pronto, regresa con un plato y se sienta a mi lado.
—Sobre el proyecto, quería preguntarte si te parece bien…—comienzo a decir, pero ni siquiera me presta atención.—Caleb…—llamo de nuevo y ni siquiera parpadea.
—¿Pero qué?...— comienza a decir mirando a la pantalla del teléfono y de pronto suena algo como un golpe y Caleb suelta una carcajada.
—Caleb, ¿podrías prestarme atención? ¡Es sobre el proyecto!— exclamo sintiéndome enfadada.
Dejaré pasar que se burle de mi ropa, o de mis gustos… pero ¿que me ignore sobre algo tan importante?, ¡no!
Frunce el ceño ante algo que lee en la pantalla y yo suspiro enojada, rindiéndome ante su inmadurez.
Lo veo manipular su teléfono por unos momentos y mi nerviosismo va en aumento.
De seguro que el metiche de su…
—¿Cuándo se supone que firmé un permiso de rescate?— pregunta en un gruñido y se me cae del tenedor el trozo de pancake.
Observo su expresión sintiéndome regañada.
Es exasperante.
¿Qué otra cosa podía hacer para no molestarlo en su fiestecita?
—No lo hiciste, Caleb. Obviamente, si ayer cuando surgió el problema no estabas en la empresa, no pudiste haber firmado nada.— digo de mal humor en su dirección.
—Entonces, ¿quién firmó a mi nombre?—gruñe levantando la voz.
Interiormente me encojo un poco, aunque por fuera me mantengo apacible.
—Yo, porque como alguien andaba de fiesta, tuve que solucionarlo por mis propios medios.— respondo de forma sencilla y me encojo de hombros ante su mirada malhumorada.
—Estaba a una llamada de distancia, Cadence.—dice y deja caer el teléfono sobre la mesa.
Tomo mi teléfono y entro al registro de llamadas.
Le señalo donde indica que le intenté hacer treinta y cuatro llamadas ayer.
—De hecho, parece que estabas a más de treinta y cuatro llamadas de distancia...—suelto irónicamente y lo veo dirigir la mirada a la mesa. — Perdóname, pero no tenía el tiempo para dedicarte cien llamadas que no ibas a atender porque estabas muy ocupado.— digo subiendo la voz y lanzo mi teléfono justo al lado del suyo en la mesa.
Caleb me mira a los ojos, luciendo muy molesto.
—Sabes muy bien que es algo delicado. Que un permiso de rescate puede ser un arma de doble filo. Conoces las reglas sobre…—dice, haciendo énfasis en sus palabras con el dedo sobre la mesa.
—Sí, Caleb. Ya lo sé, ahora dime con sinceridad, ¿qué rayos te gustaría que hiciera en una situación como ésta?—pregunto irritándome.—¡Tu padre me educó para solucionar cualquier situación! ¡Mi trabajo es procurar permanentemente el óptimo funcionamiento de la empresa!—gruño, tragándome el mar de palabrotas que quiero soltarle en el rostro para que se ahogue con ellas.
Caleb me mira como si le sorprendiera mi respuesta.
—Pues, mira que se lo tenía guardadito, la mujer perfecta…— comienza a refutar y yo le doy una mirada de pocos amigos.
Atrévete a…
—Quisiera saber, ¿qué está pasando como para escuchar que alguien, en su sano juicio, le alzó la voz a la cosa más dulce de ésta casa?—pregunta el abuelo Matthew entrando en el comedor.
CADENCESiento cómo el abuelo se posa detrás de mi silla y sus manos me dan un apretón en los hombros.—No es nada importante, abuelo.— susurro, al tiempo que se agacha un poco y le doy un beso en la mejilla, como cada mañana.—Pues no me parece tan insignificante si Caleb se sulfura de esa manera.— dice y observa a Caleb, que tiene una cara de pocos amigos.—¿Qué crees? Tu nietecita perfecta me ha falsificado la firma en la empresa… ¿No te parece que está mal? Si ya cometió ese delito, puede cometer muchos más…—gruñe, su ira en crescendo ante mí.—Caleb, creo que lo mejor es que cierres la boca. Conocemos a Cadence y lo único que ha hecho es intentar que tú no nos saques tantas canas verdes como te propones.—le gruñe el abuelo y me siento un poco mal por Caleb. Siemp
Caleb tiene sus brazos alrededor de una chica pelinegra.Veo cómo su cabeza se inclina hacia un lado y aparto la mirada.Sintiendo cómo se parte mi corazón de ver a Caleb besar a otra mujer.Él se aleja de la chica pelinegra y siento que me trago la bilis cuando ella sonrojada se aparta el cabello del rostro con una mano y se abanica con la carpeta que trae en la otra.Una vez que siento con seguridad que no vomitaré, organizo las palabras en mi cabeza.—Perdona, iba a la sala de reuniones… al meeting…— susurro, consiguiendo sonar totalmente serena.—Caddie…— dice dando unos pasos en mi dirección y yo intento mantenerme inexpresiva ante su estado.¿Por qué me hace feliz ver su rostro de arrepentimiento?Luce despeinado y bastante… agitado.¿Por qué debería sentirse así?
Veo cómo los hombres dentro de la sala asienten ante mis palabras.—Por lo que queremos usar una forma de atraer contratos a la antigua, con el fin de asegurar enlaces con clientes que se sientan parte de la compañía. Y para desmostrarlo, no sólo me he enfocado en los porcentajes a nuestro favor. — digo y detengo la presentación en las láminas de porcentajes de ganancias.—Sino en contraer una relación estable con los nuevos clientes; ya que si se sienten en confianza y atendidos, los clientes pasarán rápidamente de ser eventuales, a clientes fijos para cualquier tipo de exportaciones.— explico.Escucho cómo algunos expresan su opinión positiva sobre el proyecto y sonrío.—Me tomé la libertad de hacer un pequeño experimento con cinco clientes a los que contacté online, guiándome por las posibles nuevas rutas que tomem
JAREDImprimo una fotografía que les tomé en secreto a Caleb y Cadence.La espalda de ella es lo primero que se nota, lo segundo es Caleb bajando la escalera y dándole una mirada profunda sobre el hombro. Sus labios sonríen.Capturarlos es mi segunda cosa favorita.La primera es capturar a mi familia junta.Aprovecho de imprimir una foto de cuando Zareck rompió la ventana del auto de Caleb con su bola de baseball.Sale haciendo una mueca súper graciosa.Suelto una carcajada y escucho a alguien aclararse la garganta.Jhyn.Está de pie en la puerta de mi habitación. Hoy está usando su cabello rubio recogido en una coleta alta.Es la mujer más amorosa y perfecta que puede existir.Ha sido la figura materna que hemos tenido desde la infancia. Sobretodo para Zareck que sólo ten&ia
CALEBNecesito despejarme.Soy un mentiroso y pagaré con creces esto.La verdad es que no es fácil para mí… pero al menos si le hago creer eso, Caddie se mantendrá a raya conmigo.Ella se encargará de poner distancia.La conozco y sé que siempre que hago ése tipo de comentarios, ella se aleja un poco.De lo contrario, no estaríamos aquí.De lo contrario, yo ya no tendría cordura.Los recuerdos de esa noche vienen a mí como dagas y siento que me acuchillan el cerebro.Su sabor, cómo nos acoplábamos al otro. Nuestra vibrante conexión que me doblegó.Dulce… Sus labios.La habitación comienza a sentirse pequeña y me asfixia escuchar el sonido de la ducha encendida.
Despierto con el kinddle sobre mi pecho y automáticamente me asusto.Me quedé dormida leyendo…¿Dónde quedaron los lentes anoche?Me siento sobre la cama y reviso entre las sábanas.No están.Miro a mi lado y noto que la parte de la cama en la que durmió Caleb está vacía.Salgo de la cama y siento muchas ganas de regresar a ella.Me vuelvo a sentar sobre el colchón.Pongo el kinddle sobre la mesa de noche y me consigo con que mis lentes están ahí.De seguro me los quitó Caleb.La puerta del baño se abre y veo a Caleb salir con sólo una toalla colgando de sus caderas y otra frotando su cabello.Invierto mis segundos en observar la ondulación de los músculos de sus brazos mientras él aún no me nota.Se gira para cerrar con cuidad
Subo al avión con Caleb pisándome los talones. Desde que salimos del hotel, he intentado con todas mis fuerzas no babear sobre él. Está usando su chaqueta de cuero negra, la que tanto me encanta cómo le queda. La que usa cuando sale en su Harley Davidson. Ya no pienses en él, Cadence. Observo los asientos y consigo el mío. 112-A ¿Qué onda con ese número? Siento que me persigue el 112. —Caddie.— llama Caleb, lo ubico a unas filas de distancia, levantando una mano para llamar mi atención e indicándome que consiguió su asiento. Asiento y de pronto un pecho sólido aparece frente a mis ojos. —¿Te ayudo?— pregunta amablemente una voz ronca y le veo el rostro a un hombre moreno de ojos verdes. Sin esperar mi respuesta, me ayuda con mi equipaje de mano y al moverse, me deja ver de lejos a un Caleb que luce perplejo detrás de él. Caleb me frunce el ceño, y yo me
Ciertamente el poder de una mujer es inigualable… hasta que un hombre se determina a ser un caballero.Ya conozco al Caleb caballero, el que te abre la puerta, te sostiene el paraguas, carga las cosas pesadas por ti, el que siempre se preocupa por tu bienestar, el que no soporta que pases un mal rato y el que jodidamente cierra los ojos cuando no debe verte.Lo disfruté por cuatro años en la secundaria.Actualmente no lo disfruto tanto.Está intentando distraerse del hecho de que sí le llamo la atención, de que ha sentido celos y encima está obligado a compartir cama conmigo.Desde que llegamos a la habitación Caleb se mantiene saliendo y entrando de ella. Sus viajes a la recepción mantienen la cama llena de cosas.Ahora tenemos toallas de distintos tamaños, variedad de jabones, shampoos (con sus respectivos acondicionadores) y mantas hi