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CAPÍTULO 8: DISFRUTAR LENTAMENTE.

Subo al avión con Caleb pisándome los talones.

Desde que salimos del hotel, he intentado con todas mis fuerzas no babear sobre él.

Está usando su chaqueta de cuero negra, la que tanto me encanta cómo le queda.

La que usa cuando sale en su Harley Davidson.

Ya no pienses en él, Cadence.

Observo los asientos y consigo el mío.

112-A

¿Qué onda con ese número?

Siento que me persigue el 112.

—Caddie.— llama Caleb, lo ubico a unas filas de distancia, levantando una mano para llamar mi atención e indicándome que consiguió su asiento. Asiento y de pronto un pecho sólido aparece frente a mis ojos.

—¿Te ayudo?— pregunta amablemente una voz ronca y le veo el rostro a un hombre moreno de ojos verdes.

Sin esperar mi respuesta, me ayuda con mi equipaje de mano y al moverse, me deja ver de lejos a un Caleb que luce perplejo detrás de él.

Caleb me frunce el ceño, y yo me encojo de hombros, restándole importancia.

Sin más, Caleb se sienta y yo sin entender su actitud, hago lo mismo.

¿Qué más da?

—Perdona por abordarte así, pero me pareces muy guapa… ¿me permites invitarte una gaseosa?—pregunta y le hace señas a una azafata.

Me siento un poco feliz de saber que le atraigo a cualquier hombre y encima guapo.

Toma eso, Caleb.

—Sí, pero sólo si viene sellada.— digo de forma clara.

Él me mira luciendo asombrado y de pronto inclina el rostro hacia arriba y suelta una sonora carcajada.

—Eres muy inteligente…Tranquila, que mi intención es halagarte, no drogarte.—dice y me sonríe tiernamente. — Además estoy seguro de que el guardián tamaño XXXXL (que me mira como si quisiera comerse mis sesos) no permitirá que intente algo más allá de la gaseosa.— murmura graciosamente, dándole una mirada a Caleb.

Quien resulta habernos estado mirando, y al notar que lo observamos, se acomoda en su asiento ignorándonos.

¿Caleb está celoso?

De pronto siento mi rostro calentarse y me muerdo los labios, ocultando una sonrisa boba que quiere abrirse paso.

Ni siquiera lo intenté y ya parece que logré el siguiente paso.

Paso 2 de la operación “Mujer”: Dar celos.

La voz del capitán de vuelo inunda el espacio desde los altavoces y yo suspiro contenta.

Cada vez más cerca de Cancún.

—Soy Jhonathan, por cierto.— dice y me ofrece su mano.

La estrecho y me sonríe amistosamente.

Hablamos un rato (sobre las vacaciones que él tendrá gracias a su generoso jefe y cómo espera disfrutar de su viaje a Cancún), mientras terminan de subir los demás pasajeros.

De pronto Jhonathan se disculpa y como si hubiese visto un fantasma, sale despavorido en dirección al baño.

Pasan cinco minutos y al ver que no regresa, mi mente comienza a crear los posibles escenarios.

El avión despega y doy un vistazo en la dirección en la que se encuentra Caleb.

Tiene los audífonos puestos y muerdo una sonrisa en mis labios.

Si está celoso, debe estar enojado.

Siento una pequeña turbulencia y me siento en una posición más cómoda.

Una vez que he conseguido el lugar correcto, comienzo a sentir mucho sueño.

Doy unos sorbos a la gaseosa y me pongo cómoda para tomar una siesta.

Siento cómo el sueño me domina y me dejo llevar.

Quince horas y veintidós minutos después

—Caddie.— escucho la voz de Caleb y me despierto un poco asustada.

¿Qué sucede?

—¿Huh?—logro murmurar, saliendo de mi ensoñación y rápidamente verifico no tener las mejillas llenas de baba.

—Llegamos. Parecías muerta durante todo el vuelo…—murmura, y lo siento desabrocharme el cinturón de seguridad.

Me ayuda a poner en pie y yo me siento bastante mareada.

—¿Y Jhonathan?— pregunto observando que el asiento junto al mío está vacío.

—Ése idiota estaba muy asustado, se me acercó jurando que no te había drogado. Estaba tan asustado que me pidió que te hiciera ver de un doctor nada más llegar.— dice y lo veo sonreír un poco.—Tienes malos gustos, porque terminó siendo muy cobarde el galancete.— agrega y yo lo ignoro.

Me da igual lo que diga, ya obtuve la reacción que quería.

—Estaba muy cansada. No entiendo cómo pude dormir tanto, Caleb.— digo dándole un vistazo a mi reloj.

—Ni yo, estamos hablando de quince horas de vuelo, nena. —susurra dramáticamente.

Nena.

Sorpresivamente, Caleb toma mi mano, entrelazando nuestros dedos, mientras con su otra mano sostiene nuestro equipaje ligero.

Al salir del avión, nos apresuramos a buscar nuestras maletas.

Caleb no me suelta la mano en ningún momento y yo comienzo a temer por la salud de mi corazón, que no ha dejado de latir a diez mil kilómetros por hora.

Una vez que recuperamos nuestras maletas, Caleb deja ir mi mano y tomamos un taxi en dirección al hotel en el cual nos alojaremos.

Hoy dormiremos aquí en el hotel y mañana bien temprano tomamos el ferry hacia Isla Mujeres.

Hotel que por cierto, es propiedad de nuestro cliente.

Duncan Faye.

Moreno, musculoso, un alma viajera y encima, un pequeño derrochador de dinero.

El heredero de la cadena hotelera más famosa del mundo entero.

Nacido en cuna de oro, y el fanfarrón más grande de la historia.

Intentó ligar conmigo por videollamada, no le funcionó, pero el muy idiota aseguró que en cuanto lo viera face to face caería rendida ante sus pies.

Veamos cómo le va con eso.

Lamentablemente llevo más de seis años enamorada del mismo hombre… no creo que eso cambie sólo por él.

Sorprendentemente, alega requerir de nuestros servicios, aunque Duncan sólo tiene inversiones en el mercado hotelero. Lo cual me causa bastante curiosidad.

¿Qué podría necesitar él de una empresa naviera?

Espero que no sea por mí su interés, porque perderá el tiempo.

Cancún es hermoso, muy exótico por donde quiera que observes.

Me encanta.

Caleb parece tener la misma curiosidad que yo, porque  no para de mirar por  la ventana.

El taxi se detiene fuera de un hotel que sin duda luce como uno de cinco estrellas. Bajamos y Caleb vuelve a encargarse de las maletas mientras me acerco a la recepción del hotel.

El lobby es un ensueño con decoraciones de caracolas en la pared, cuadros del mar, sillas tejidas que cuelgan del techo y me encuentro soñando con vivir en un lugar así.

—Hi, we have reservations in the name of Cadence Monroe and Caleb Dryden.— digo en inglés y la recepcionista me sonríe amablemente.

—Hello, let me see.— responde perfectamente y me guiña un ojo.—Sí, aquí está, una reservación en la suite premiun.— dice en español y mis alegría aumenta. Ella me entrega la llave y yo le agradezco.

¿De nuevo juntos en la misma habitación?

Caleb va a caer en mis redes, porque va a caer.

—¿Lista?—pregunta Caleb llegando detrás de mí.

Finge estar disgustada, Cadence. Tú puedes.

—No entiendo qué clase de descerebrado es el asistente del abuelo.— gruño y pongo mi mejor rostro de enfadada.

—¿Qué sucede?— pregunta él, curioso, se acerca a mí y le muestro la llave que me entregó la chica.

—De nuevo tenemos una reservación para los dos.—explico y la recepcionista asiente, reafirmando mis palabras.

Caleb mira dramáticamente al cielo y suspira.

Mantengo mi rostro apacible por fuera, aunque por dentro estoy muriendo de la risa.

¿Por qué nadie me dijo que una mujer podía sentirse tan poderosa?

Sin duda esto es algo que debemos disfrutar lentamente.

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