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CAPÍTULO 9: MI PECADO PERSONAL.

Ciertamente el poder de una mujer es inigualable… hasta que un hombre se determina a ser un caballero.

Ya conozco al Caleb caballero, el que te abre la puerta, te sostiene el paraguas, carga las cosas pesadas por ti, el que siempre se preocupa por tu bienestar, el que no soporta que pases un mal rato y el que jodidamente cierra los ojos cuando no debe verte.

Lo disfruté por cuatro años en la secundaria.

Actualmente no lo disfruto tanto.

Está intentando distraerse del hecho de que sí le llamo la atención, de que ha sentido celos y encima está obligado a compartir cama conmigo.

Desde que llegamos a la habitación Caleb se mantiene saliendo y entrando de ella. Sus viajes a la recepción mantienen la cama llena de cosas.

Ahora tenemos toallas de distintos tamaños, variedad de jabones, shampoos (con sus respectivos acondicionadores) y mantas hipo alergénicas.

Y justo cuando creo que no hay algo más que pueda bajar a pedir, regresa con algo más que ni sabía que los hoteles daban.

Siento un poco de diversión al pensar que ni siquiera me he dado un baño y cambiado. Traigo la misma ropa y el cabello en un moño desordenado.

Mi plan para esta noche es fingir que lo abrazo mientras duermo.

Paso 3 de la operación “Mujer”: Toque.

Entro al baño decidida a aprovechar el tiempo.

Luego de darme un baño y repetir el procedimiento de la noche pasada, salgo del baño y me consigo a Caleb cambiándose.

Está en jeans y con la camisa sin abotonar.

No me pierdo la mirada rápida que le da a mis piernas desnudas y cómo de pronto le parece más interesante el suelo a sus ojos.

—Oh, saliste… Iré a tomar algo… Regreso tarde así que no me esperes despierta.— dice atropelladamente mientras se calza los zapatos en el aire.

Oh, ternurita.

No sabes qué te espera.

—¡Perfecto!, pensé en que viéramos una película esta noche, pero sí. También se me antoja una salidita… Voy a cambiarme. — digo y lo veo negar, por lo que rápidamente agrego:—Deja la puerta desbloqueada, así te llevas la llave y yo puedo salir cuando me aliste.— Caleb me mira como si tuviera tres cabezas.

—¿Piensas salir sola? ¡Pero si no conoces el lugar!— exclama sonando asombrado.

—Relájate, conseguiré que alguien me dé un tour nocturno.—digo intentando sonar atrevida y despreocupada, aunque la verdad es que no me atrevería a hacerlo jamás.—Oye, dame un consejo como hombre… ¿Qué escote llama más la atención? ¿Al frente o en la espalda?—pregunto y le muestro dos vestidos súper cortos que traje.

Lo veo tragar grueso y de pronto, con mucha rapidez, se descalza los zapatos.

—Ahora que lo pienso, no es bueno salir la noche antes de firmar un contrato, ¿cierto? Por lo de ser profesionales y todo eso…—dice y entra al baño con ropa cómoda en la mano.

Yo tomo una almohada y la presiono contra mi boca para ahogar una carcajada.

¿Dónde estaba mi ingenio hace algunos años?

Siento que la mujer dentro de mí estaba dormida y acaba de despertar.

Ahora mismo se siente como que puedo controlar el mundo.

Aprovechando que está en el baño, decido ponerme un vestido con escote pronunciado en la espalda. No pienso salir, pero lo hago para molestarlo.

Justo cuando termino de entrar en el vestido, Caleb sale del baño.

—¿Por qué te cambiaste?— pregunta, su mirada fija en mis ojos.

—Te dije que voy a salir.— digo sin más y comienzo a fingir que organizo cosas en la habitación, con el propósito de darle la espalda y que tenga un buen vistazo de mi escote.

—Pero… no puedes salir.—dice roncamente y yo me giro, encarándolo. Él rápidamente quita la mirada de mi espalda.

Atrapado.

—¿Por qué?— pregunto con seriedad, poniendo las manos en mis caderas.

—Po-porque avisaron que hay una amenaza de tormenta… lo escuché en el lobby.— dice de forma improvisada y se acuesta en la cama intentando lucir despreocupado.—Además, es poco profesional que salgas la noche antes de firmar un contrato. No encaja con tu perfil de mujer perfecta, eso déjamelo a mí.— murmura prejuicioso y yo pongo los ojos en blanco con la intención de que me vea.

Aunque odio las razones con las que se escuda, lo ignoraré.

Cayó redondito.

JA JA JA

¿Pensó que iba a salir?

Escucho cómo enciende la televisión al tiempo que entro al baño a cambiarme.

Hago un bailecito de la felicidad cuando estoy sola en el interior.

Salgo rápidamente del vestido y vuelvo a ponerme la camiseta vieja de Jared que uso para dormir.

Salgo del baño y regreso el vestido a su lugar en el interior de la maleta.

—¿Te gustan las películas de ficción? Creo que esta es de ficción, no estoy seguro...—murmura Caleb desde la cama.

Me giro para mirarlo y la vista de él estirado en su máximo esplendor, con el control en una mano y la otra detrás de la cabeza, me deja un poco sin habla.

Me doy cuenta de que es eso exactamente lo que he soñado. Una vida de cotidianidad con Caleb a mi lado.

Y de pronto me siento tan absurda.

¿Cómo puedo querer una relación estable con un hombre que ni siquiera ha tenido una novia en su vida?

Esto será diversión y nada más, Cadence.

Olvídate de los cuentos de hadas.

—¿No te gustan?— pregunta Caleb y yo salgo de mis pensamientos.

—Sí, me gustan.—digo y me acuesto en mi lado de la cama.

Caleb apaga la luz de la habitación y lo único que la ilumina es la pantalla del televisor.

La película trata de una chica que intenta no morir en unos juegos bizarros a los que todos los jóvenes están obligados a participar.

Caleb luce muy concentrado en la película, hasta que de pronto por un momento lo noto observándome.

Lo miro directamente y él hace como que no me estaba mirando.

El tiempo pasa corriendo y yo entre pensamiento y pensamiento, pierdo totalmente la atención en la película.

¿Será posible que en su interior también tenga luchas emocionales como yo?

Me gustaría conseguir la forma de leer su mente…

De pronto, los títulos aparecen en la pantalla y siento cómo Caleb se mueve.

—¿Quieres seguir viendo televisión?— pregunta él.

—No, ya tengo sueño.— digo y él apaga de una vez la televisión, sumiéndonos en la oscuridad.

Espero quietecita y en silencio, por al menos media hora.

Cuando siento que Caleb se ha quedado dormido, decido iniciar mi ataque.

Considerando el hecho de que estamos bajo la misma manta, se me hace fácil girar dentro de ella y quedar justo a su lado.

Giro una vez más y quedo justo sobre el pecho de Caleb.

Extiendo mi brazo izquierdo sobre su pecho y me acurruco en su pecho, hundiendo mi rostro en su cuello.

Su cuello se siente caliente contra la punta fría de mi nariz y yo ahogo una risa.

Estoy segura de que esto va a despertarlo.

Siento cómo de pronto él se tensa. Tan tenso que si fuera una cuerda, con él pudiera hacer una sonata.

Y yo apropósito me muevo un poco más encima de él.

—Mmmmm.— gimo casi en su oído.

De pronto Caleb sale de debajo de mí y escucho un golpe fuerte en el suelo.

—¡Mierda!— lo escucho mascullar desde abajo.

Ouch, eso debió dolerle.

Casi se me escapa una carcajada, pero me muerdo los labios.

Escucho sus pasos y rápidamente me hago la dormida.

Se escucha el “tap” del encendido de la luz y detrás de mis párpados se ilumina la habitación.

—¿Cómo puede hacerme eso… hasta dormida?—escucho que susurra Caleb y vuelve a apagar la luz.

Siento cómo él se vuelve a acostar en la cama, pero ocupando mi lugar, porque yo quedé en el suyo.

Espero un rato más y comienzo mis movimientos en su dirección, sólo que esta vez más lentamente, para que no note que estoy despierta.

No siento que él se tense mientras comienzo a moverme, así que supongo que está dormido.

Logro llegar a mi posición anterior y, para mi sorpresa, lo siento suspirar con fuerza.

—Eres como mi pecado personal, dulce.—susurra muy bajito y el corazón se me calienta.

Estúpida, no te enamores más, porque la única que saldrá lastimada serás tú.        

Siento cómo Caleb me acerca más, hunde su nariz en mi cabello y su mano me da una leve caricia en la cintura.

Sin querer, se me escapa un gemido de puro placer, al sentirlo tan cerca de mí. Como nunca jamás estuvo.

Caleb me besa en el nacimiento del cabello, un beso tierno que me conmueve el corazón.

De pronto me encuentro rogando al cielo que se duerma rápido.

Para así poder llorar silenciosamente en su pecho.

Parece que él adivina mis intenciones, porque en lugar de dormirse, lo siento acariciarme la espalda y jugar con mi cabello.

Entre caricia y caricia, siento que mi cuerpo se enciende.

Quiero besarlo… ¿me rechazará?

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