Despierto con el kinddle sobre mi pecho y automáticamente me asusto.
Me quedé dormida leyendo…
¿Dónde quedaron los lentes anoche?
Me siento sobre la cama y reviso entre las sábanas.
No están.
Miro a mi lado y noto que la parte de la cama en la que durmió Caleb está vacía.
Salgo de la cama y siento muchas ganas de regresar a ella.
Me vuelvo a sentar sobre el colchón.
Pongo el kinddle sobre la mesa de noche y me consigo con que mis lentes están ahí.
De seguro me los quitó Caleb.
La puerta del baño se abre y veo a Caleb salir con sólo una toalla colgando de sus caderas y otra frotando su cabello.
Invierto mis segundos en observar la ondulación de los músculos de sus brazos mientras él aún no me nota.
Se gira para cerrar con cuidado la puerta del baño y veo cómo se marca su trasero en la toalla.
Me dejo caer de espaldas sobre la cama.
Cierro los ojos, fingiendo dormitar.
Escucho movimiento y de nuevo suena la puerta del baño.
Abro un ojo y veo que me encuentro sola en la habitación.
Olfateo y el olor a tocino me alcanza.
Camino como zombie hasta el desayunador y engullo mi desayuno como una desesperada.
Doy un vistazo a la mesa y observo que el de Caleb está intacto.
Detengo mi masticar.
¿Me estaba esperando para desayunar?
La puerta del baño se vuelve a abrir y me giro para ver a Caleb saliendo.
Está completamente vestido, lleva un traje negro con una corbata roja y yo recuerdo que el vestido que seleccioné para hoy es rojo.
Termino mi desayuno y él se sienta a comer en el desayunador.
Reúno lo que necesitaré para alistarme y entro al baño.
Me arreglo en tiempo récord y cuando salgo del baño, Caleb está de espaldas a mí.
Habla por teléfono mientras mira hacia la ventana de la habitación; a través de la cual se puede ver la piscina del hotel.
Gira y al verme lista, sale de la habitación sin decir nada.
¿Está molesto?
Creo que mi plan de hacerlo desearme no está funcionando como esperaba.
Cierro la puerta de la habitación detrás de mí y trato de alcanzar sus gigantescas zancadas, pero mis tacones no me lo permiten.
Finalmente lo alcanzo al lado del ascensor en el pasillo que lleva a las habitaciones.
Sigue hablando por teléfono y veo que tiene su brazo como agarrotado.
¿Se puede tener tortícolis en el brazo?
Lo observo por unos segundos y de pronto, Caleb me da una mirada sobre su hombro. Me ofrece su brazo con un movimiento y la sensación de comprensión me aborda.
Me está ofreciendo su brazo para apoyarme.
Le da un rápido vistazo a mis tacones y sigue hablando por teléfono.
Sintiéndome un poco tímida, pongo mi antebrazo dentro del triángulo que forma el suyo.
Ése simple contacto me causa un sonrojo que calienta el nacimiento de mis pechos, mi cuello y mis mejillas.
El ascensor se abre y entramos.
Al bajar, en la entrada del hotel nos espera una limosina y yo río interiormente.
¿No hay para pagar dos habitaciones pero sí para una limosina?
Aquí hay gato encerrado, porque la empresa es multimillonaria… ¿Quién habrá metido la mano en esto?
Una vez dentro de la limosina, le doy un vistazo a Caleb que luce tan guapo con ese traje y tan inalcanzable… tan relajado que de pronto la duda florece.
¿Por qué Caleb sigue estando tan relajado?
¿Habrá planificado esto él?
Si lo hizo, ¿qué motivo tendría?
No, de ninguna manera fue él.
Suspiro sintiéndome una vez más como una muñeca a la que mueven a su antojo en el juego.
Odio sentirme así.
Mis pensamientos se dispersan como el humo cuando comienza a desplazarse el auto.
Leí que Maine se mantiene en pie a base de cría de pollos, producción de huevos y lácteos. Así como la ganadería, el cultivo de manzanas, arándanos y papas.
Pero lo que nos atañe es la industria, pues se centra en el procesamiento de papel, madera y alimentos, fabricación de equipos eléctricos, productos de cuero y fabricación de vidrios.
Es aquí donde entra en juego nuestro primer cliente en ser visitado.
Martín Louvre, dueño de Glass Luxury; es un hombre bastante normal, el cliente más fácil de conocer que tenemos en éste proyecto.
O esa impresión me dio cuando me comuniqué con él por videollamada.
Ha sido claro, quiere los mejores precios en el transporte de sus diseños y creaciones hacia su nueva distribución (en Canadá) y eso es lo que le daremos.
De pronto, la limosina se detiene y nos encontramos en la fachada de la fábrica. Decir que es hermoso el lugar es un eufemismo, luce como el reino de los vidrios y cristales. El logo de la empresa está en cada una de las paredes de cristal de la fábrica.
Vitrales, creo que se llaman los que tienen imágenes y distintos colores.
Bajamos y Caleb me ofrece su brazo de nuevo.
Lo acepto y emprendemos nuestra caminata hacia la fábrica.
Me siento babear con la fachada de la empresa y, de reojo, veo que Caleb también aprecia su belleza.
El señor Louvre nos saluda al entrar y veo que sin duda escogimos bien nuestra vestimenta.
Su estilo es bastante elegante, no me sorprendería que el pañuelo que adorna el bolsillo de su saco tenga hilos de oro.
—¡Bienvenida, señorita Dryden!—exclama sonriente y yo no puedo dejar de notar que su traje combina con el plateado brillante que es su cabello largo bien peinado.
—Gracias, aunque la verdad, señor Louvre es que el único Dryden aquí es Caleb.— digo y le señalo sonriente a mi guapo acompañante.
Caleb y el Sr. Louvre estrechan sus manos a modo de presentación.
No paso por alto la mirada de apreciación que nos da el Sr. Louvre y se lo atribuyo a la forma en la que combinamos.
Nos indica que lo sigamos a su oficina y al seguirlo, alucino viendo lo bien decorado que está en interior de la fábrica.
Tiene una decoración minimalista de colores como el gris, negro y blanco; que encajan perfectamente con las diversas estatuillas de cristal.
—¡Qué hermoso!— exclamo al ver un cisne de cristal en un lago de cristal. Una lágrima cuelga dramáticamente del rabillo del ojo del cisne.
—Imaginé que le gustaría, lo diseñé yo mismo para mi esposa.— dice y me guiña un ojo.
Entramos a lo que parece ser una oficina.
Dentro hay un gigantesco escritorio con una silla reclinable negra y al fondo una biblioteca que parece estar por estallar.
Lo único que no encaja en la imagen, es una pequeña niña pelirroja sentada detrás del escritorio, que colorea con crayones como si la vida se le fuera en ello.
Tiene un par de coletas en la cima de la cabeza que parecen palmeras, se mueven cada vez que pasea el crayón sobre el papel.
Ni siquiera nos nota, está muy concentrada.
—Esa es mi segunda nieta… es una artista nata.— dice Martín Louvre con orgullo.
Él nos invita a sentarnos en una pequeña sala de la oficina y yo veo con agrado el hecho de que prefiera atendernos aquí antes que molestar a su nietecita.
Me conmueve al punto de sentir un nudo en la garganta.
Caleb nota mi conmoción al mirarme el rostro. Se aclara la garganta y siento cómo posa su mano en mi rodilla desnuda.
Sé que lo hace intentando darme ánimos, pero siento su contacto tan… íntimo.
Como si su mano en lugar de tocar mi rodilla, estuviera tocando mi alma.
Noto la mirada del señor Louvre sobre la mano de Caleb y luego desvía su atención al rostro de Caleb, pero noto que lucha por esconder una sonrisa.
—La verdad es que los quería conocer por ponerle un rostro y una representación a la naviera… Pero lo que hablé con Cadence por videollamada me parece más que suficiente para ser su cliente.— informa sonriente y Caleb me da una mirada de orgullo.
Le sonrío nerviosa al señor Louvre y rápidamente saco mi tableta con el contrato ya listo, de solo firmar.
—Este es el contrato con las cláusulas que hablamos, señor Martin.— susurro y él me recibe la tableta pensativo.
Esperamos en silencio, mientras él lee los términos y las cláusulas del contrato.
De pronto, desde el escritorio de la oficina, escuchamos una vocecita despotricar y repetir enojada el orden de los colores del arcoíris y luego, continúa dibujando sin distraerse.
Caleb la mira con ternura y yo sonrío.
—Artista, pero con un carácter del…¿Ya tienen hijos?— escuchamos preguntar al señor Martin y al verlo, noto que nos observa divertido.
—No.— digo.
—No.— repite Caleb poco después de mí.
—Oh, de seguro que harían felices a sus padres… Mis nietos son mi tesoro.— susurra.
Caleb y yo nos mantenemos en silencio.
Momento incómodo, ¿qué se supone que deberíamos decir ahora?
De pronto nuestro cliente se inclina sobre la mesita de la sala y firma en la pequeña pantalla, con el lápiz de la tableta.
Me la entrega y saca una botella de vino tinto, de la nevera que está junto a su mueble.
FIRMÓ.
No puedo creer que firmara tan rápido.
—Espero que nuestro contrato sea más que beneficioso para ambas partes…— susurra sirviéndonos vino en unas copas.
Subo al avión con Caleb pisándome los talones. Desde que salimos del hotel, he intentado con todas mis fuerzas no babear sobre él. Está usando su chaqueta de cuero negra, la que tanto me encanta cómo le queda. La que usa cuando sale en su Harley Davidson. Ya no pienses en él, Cadence. Observo los asientos y consigo el mío. 112-A ¿Qué onda con ese número? Siento que me persigue el 112. —Caddie.— llama Caleb, lo ubico a unas filas de distancia, levantando una mano para llamar mi atención e indicándome que consiguió su asiento. Asiento y de pronto un pecho sólido aparece frente a mis ojos. —¿Te ayudo?— pregunta amablemente una voz ronca y le veo el rostro a un hombre moreno de ojos verdes. Sin esperar mi respuesta, me ayuda con mi equipaje de mano y al moverse, me deja ver de lejos a un Caleb que luce perplejo detrás de él. Caleb me frunce el ceño, y yo me
Ciertamente el poder de una mujer es inigualable… hasta que un hombre se determina a ser un caballero.Ya conozco al Caleb caballero, el que te abre la puerta, te sostiene el paraguas, carga las cosas pesadas por ti, el que siempre se preocupa por tu bienestar, el que no soporta que pases un mal rato y el que jodidamente cierra los ojos cuando no debe verte.Lo disfruté por cuatro años en la secundaria.Actualmente no lo disfruto tanto.Está intentando distraerse del hecho de que sí le llamo la atención, de que ha sentido celos y encima está obligado a compartir cama conmigo.Desde que llegamos a la habitación Caleb se mantiene saliendo y entrando de ella. Sus viajes a la recepción mantienen la cama llena de cosas.Ahora tenemos toallas de distintos tamaños, variedad de jabones, shampoos (con sus respectivos acondicionadores) y mantas hi
Decidida, escojo no pensarlo mucho.Las mejores cosas suceden sin planearse, ¿no?Me pongo de rodillas sobre la cama y siento cómo Caleb se tensa.Con mis manos toco su cuello y ubico sus labios.—Perdón, Caddie, yo…—comienza a decir contra mis dedos, pero rápidamente sustituyo mis dedos por mis labios en la oscuridad.¡Por fin estoy besando a Caleb!Nuestro primer beso.Esto es mejor de lo que imaginé.Caleb se sorprende y suelta un jadeo contra mi boca.Aprovecho la oportunidad de saborearlo y él gime mientras sus manos encuentran mi cuello y me acercan a él.Nos besamos por mucho tiempo y de pronto me doy cuenta que el beso se tornó un poco salado.La vergüenza de haber estado llorando me aborda, pero siento cómo Caleb suspira y luego sorbe por la nariz.¿Tamb
CALEBMierda.Esto no puede estar pasando, aquí y ahora.La recuerdo con claridad, porque cuando amanecí junto a ella no podía creer que parecido con Cadence, aunque obviamente para mí las diferencias eran bastante obvias.Donde Rachel tenía curvas casi exageradas, Cadence era un cisne elegante.Los lunares de Rachel me parecían mal ubicados, mientras que las pecas de Caddie me parecían una lluvia de estrellas.Y los ojos, jamás ningún par de ojos me penetró el alma como los de mi Dulce.Una pesadilla, eso es lo que es Rachel.Una de las mujeres con las que tuve sexo en el pasado está frente a mí, mirando a la mujer de mi vida como si fuera su reflejo.Evaluándola como si tuviera algo que ella pudiera siquiera soñar con tener.De pronto qu
CADENCEEscucho a Jhonathan maldecir y no puedo evitar preguntarme qué tanto sabe de la historia familiar… Considerando que es el asistente personal del abuelo Matthew (al cual nunca llegamos a conocer), me imagino que debe saber todo.Me impactan totalmente las palabras de Rachel.¿La mamá de Caleb? ¡Pero si ésa señora está desaparecida en acción desde que yo tenía diez años!—Tu madre piensa que debemos darle una familia feliz a este bebé. Así que me ayudó a encontrarte.—dice orgullosamente Rachel, de seguro sintiéndose apoyada por la arpía de la mamá de Caleb.—No me interesa qué ideas se le ocurren a la cabeza fundida de mi progenitora, Rachel, que te quede claro.— responde él en un tono de voz contenido, que parece más amenazante que otra cosa. Y me sorprend
CADENCE Su calor me envuelve de una forma que pone a llorar a mis ovarios, si eso es posible de alguna manera. —Dios, tu olor… te extrañé tanto, Dulce.—gimotea en mi cuello y lo siento dejar pequeños besos allí.—Sé que no quieres hablar de nada aún, pero… quiero que sepas que no pienso dejarte ir, nada hará que me aleje de ti de nuevo.— susurra y lo escucho bostezar. —Eres la mujer perfecta… la mujer perfecta para mí, Cadence. No voy a perderte, ni a mirarte desde lejos de nuevo.— termina y yo no puedo contener las lágrimas. Las siento correr por mis mejillas. Me giro, escondiendo mi rostro en su cuello y lo escucho respirar con dificultad. —No, amor. No llores que me partes el corazón.— susurra y lo escucho sorber por la nariz. Su mano me acaricia el cabello, va y viene masajeando mi cuero cabelludo. —Caleb…—intento hablar con un nudo en la garganta, pero el sisea, callándome. —Perdóname, porque
FLASHBACK (CADENCE, 8 AÑOS) Tenía ocho años cuando me pasó. Jared está al fondo de la habitación, recitando una y otra vez los sonidos con los que más se traba. Cuando se vuelve a equivocar, resopla e inicia desde cero. Escuché al señor John decirle a Jhyn que quiere llevarlo al doctor, está preocupado porque aun cuando Jared sabe escribir perfectamente, se traba cuando habla. Pobre Jared. Jhyn salió hace unos minutos a ordenar que hagan la cena y yo estoy jugando con Caleb a los soldaditos. Estoy feliz, porque casi nunca parece estar de ánimos para jugar conmigo. Jared hace como que sus soldados están cayendo desde un avión y yo río cuando hace el sonido de caída. —Espera, ¿Qué tal si…?—comienzo a preguntar, poniéndome de pie camino hacia Caleb. ¡CRACK! De pronto, siento algo crujir bajo mis pies y las alarmas del peligro se encienden. Miro hacia abajo
MATTHEW DRYDEN No puedo creer que mi plan sí funcionó. De haberlo sabido, mucho antes los enviaba de viaje. Contento de haber hablado con mis nietos, decido ir a mi oficina. Tengo muchas cosas qué hacer. Es momento de que haga mi testamento e incluya a Caddie en él. Saliendo de la oficina, me encuentro con Jhyn. —Hija, ¿tienes algo qué hacer durante la tarde?— la veo retorcer nerviosamente sus manos en el delantal que siempre usa sobre su uniforme. —No, Sr. Matthew… ¿En qué le puedo ayudar?—pregunta amablemente. — ¿Podrías acompañar a este humilde viejo a la empresa?—pregunto divertido. Ella ríe, achinando los ojos. — ¡Por supuesto, sólo déjeme cambiar mi ropa!— exclama y la veo correr por el pasillo. Ay, Jhyn… Creo que has sido la más lastimada de todo lo que ha sucedido en esta mansión. Siempre ha sido tan inocente, llena de esa chispa tan human