Corleone no estaba de muy buen humor. Había tenido que cancelar sus planes con Caterine para esa noche debido a su madre. Cuando ella le envió un mensaje, pidiéndole que se reunieran, decidió que lo mejor era aceptar. Después de que ella apareciera en su casa la semana anterior sin invitación, prefería evitar una escena similar otra vez.Había cambiado las claves de acceso de su casa, pero eso no impedía que su madre se presentara en su oficina. Y aunque hacer escándalos no era propio de ella, todavía podía encontrar la manera de hacer quedar mal a Caterine. No iba a dejar que hiciera quedar en ridículo a su novia en su lugar de trabajo.Su humor solo empeoró cuando llegó al restaurante y vio que su madre no estaba sola. Sentada frente a ella, de espaldas a él, estaba Greta. Por un instante, Corleone consideró darse la vuelta e irse, pero su madre lo vio antes de que tuviera oportunidad de marcharse y le hizo un gesto con la mano.—Buenas noches —saludó, mirando primero a su madre y l
—Esa es mi parte favorita —comentó Caterine con una sonrisa.Corleone y ella estaban sentados en la sala de su casa, mirando una película. Caterine tenía la cabeza sobre el hombro de Corleone, mientras él la rodeaba con un brazo por los hombros.Al no obtener una respuesta, levantó la mirada y lo observó con atención. Aunque estaba físicamente a su lado, su expresión distante y su mirada perdida delataban que sus pensamientos estaban muy lejos de allí.—Corleone —lo llamó suavemente, posando una mano sobre su pecho.Él giró el rostro hacia ella.—¿Qué sucede? —preguntó.—Eso es lo mismo que quiero saber —dijo con voz suave—. Has estado actuando extraño toda la semana, desde que te encontraste con tu madre. Es evidente que algo te molesta. ¿De qué se trata? Y ni siquiera intentes fingir que no pasa nada —advirtió.Un largo silencio siguió a sus palabras. Caterine empezó a pensar que Corleone no diría nada. Después de todo, él no era muy bueno para hablar con facilidad sobre sus preocup
Caterine entró en la cafetería y recorrió el lugar con la mirada hasta dar con la madre de Corleone. Rebeca estaba sentada en una de las mesas más alejadas, con la atención fija en la pantalla de su celular y una expresión seria.Tomó una respiración profunda y camino en dirección a ella. Sentía un nudo en el estómago. No solo la preocupaba lo que Rebeca quería decirle, sino que también sabía que a Corleone no le haría ninguna gracia descubrir que se había reunido con su madre sin consultarlo antes, pero estaba dispuesta a correr el riesgo. Su intención era solucionar las cosas con ella primero, luego le hablaría a Corleone sobre esa reunión… si todo salía bien.Aunque no estaba muy segura si aquello tendría sentido si resultaba que lo que Corleone había descubierto recientemente resultaba ser verdad.Caterine fue consciente del momento exacto en que Rebeca la observó. Su expresión se tornó tensa mientras la evaluaba con la mirada. El resultado pareció no ser favorable, ya que hizo una
Corleone observó a Caterine con el ceño ligeramente fruncido. Para alguien que rara vez dejaba de hablar, había estado demasiado callada durante el almuerzo. Ni historias ni bromas, solo un aire pensativo que lo hacía preguntarse si debía preocuparse… o asustarse.—¿Y qué hiciste esta mañana? —preguntó, intentando captar su atención.—¿Qué? —Caterine parpadeó, confusa, como si su mente estuviera en otro lugar.—Ayer mencionaste que tenías algo que hacer hoy.—Oh, sí, cierto… —Asintió ella con la cabeza, pero no añadió nada más.—¿Así que…?—¿Qué cosa?La actitud de Caterine solo avivó la curiosidad de Corleone. Sus ojos evitaban sostener su mirada por mucho tiempo, y sus respuestas eran vagas. Definitivamente, le estaba ocultando algo.Caterine nunca había sido buena para mentir. De hecho, si alguna vez la llevaban presa, probablemente confesaría hasta el más mínimo de sus delitos sin que se lo pidieran.—¿Qué fue lo que hiciste exactamente? —insistió.—Respecto a eso… —Caterine le de
Caterine observó la enorme e imponente casa que se alzaba frente a ella y dejó escapar un silbido de asombro.—Esta sí que es una mansión —comentó.—Campanita, la casa de tus padres es igual de enorme.—Lo sé, pero no tiene ese toque de mansión embrujada en la que probablemente a uno o quizás más durante los sesenta —bromeó.Era consciente de que Corleone estaba algo tenso, aunque actuaba como si nada. Ella, en cambio, se sentía más tranquila. Quizás porque ya se había enfrentado a la madre de su novio en el pasado y sabía qué esperar.—¿Por qué los sesenta?—No lo sé —se encogió de hombros—. Solo se me ocurrió. Me alegra venir vestida para la ocasión.Bajó la mirada y se dio un vistazo. Llevaba un vestido sin mangas y de cuello redondo que se ajustaba delicadamente a su figura hasta la cintura, desde donde caía en suaves pliegues que rozaban justo por debajo de sus rodillas. El tono naranja suave le daba un aire cálido y realzaba su piel, lo había combinado con unos zapatos de tacón b
Corleone miró hacia la puerta. Lo último que había querido era dejar a Caterine a solas con su madre, pero su padre le había pedido que lo acompañara a su despacho para hablar. Había considerado negarse, pero Caterine le había asegurado que estaría bien.Después de verla desenvolverse con tanta naturalidad durante el almuerzo, no dudaba de que podía manejar la situación. Sin embargo, eso no hacía que le preocupara menos que su madre intentara intimidarla.—Debo admitir que ella me sorprendió —comentó su padre de pronto.Corleone giró el rostro hacia él con interés.—Después de lo que tu madre me dijo sobre ella, esperaba que trajeras alguna muchachita sin educación. Incluso después de enterarme de que era la nieta de Vincenzo Sorrentino, no estaba seguro de qué esperar. —Su padre movió su sillón de un lado a otro—. A excepción dl color extraño de su cabello, parece haber recibido una buena educación. Es algo parlanchina, pero también encantadora —comentó con una breve sonrisa.Corleon
Corleone tomó el vaso que Giovanni le ofrecía y le hizo un leve gesto con la cabeza en señal de agradecimiento. Luego, el padre de Caterine se acomodó frente a él, reclinándose en el sofá.—Entonces, ¿qué es lo que necesitas? —preguntó Giovanni.Corleone no pudo evitar esbozar una leve sonrisa. Le gustaba que Giovanni fuera un hombre que no se andaba con rodeos.—Necesito que me ayude a investigar un caso que ocurrió hace algunos años —dijo, yendo directo al grano. Lo último que quería era hacerle perder el tiempo.Giovanni frunció el ceño, pero no dijo nada. Él lo evaluó con la mirada en completo silencio.—Debido a quién es el involucrado, necesito absoluta confidencialidad al respecto —añadió Corleone. Mientras existiera la posibilidad de que su padre no fuera culpable, por muy pequeña que fuera, era mejor manejar aquel tema con cuidado—. Me gustaría mostrarle unos documentos, pero antes necesito su garantía de que todo lo que discutamos se quedará en esta habitación.No conocía a
Caterine se inclinó sobre el mostrador de la cafetería, sus ojos recorrieron con deleite los postres perfectamente alineados tras el cristal. El estómago le rugió suavemente, y la boca se le hizo agua. No había mejor forma de empezar su día que con algo dulce.Era su primer día de trabajo en el tribunal, y la emoción se mezclaba con una pizca de nerviosismo. Para ella, el primer día marcaba el curso de lo que vendría después, y estaba decidida a que este inicio fuera perfecto.Caterine soltó un suspiro y una sonrisa se extendió por su rostro, mientras sus ojos se detenían en un delicioso sfogliatelle, cuya textura hojaldrada prometía ser tan crujiente como su aspecto. Casi podía imaginarse el sonido que haría cuando le diera el primer mordisco. Decidida, se acercó al hombre tras el mostrador e hizo su pedido.—Un sfogliatelle y un vaso mediano de Caramel Macchiato.El hombre ingresó su orden en su computadora, antes de pedirle a su ayudante que la preparara.Caterine se hizo a un lado