Caterine no había visto a Corleone en todo el día. Él había estado ocupado en varios juicios, y ella apenas había tenido un respiro entre todas sus responsabilidades... O quizá, solo quizá, se había asegurado de no cruzarse con él.La única vez que lo vio acercarse, se ocultó en la sala de copias. Y cuando tuvo que llevarle algunos documentos, no dudó en pedirle a Rosa que fuera en su lugar. Sabía que debería enfrentarlo y dejar las cosas claras, pero no estaba lista para hacerlo.Si lograba esquivarlo unos días más, quizá tendría tiempo suficiente para construir una coraza a su alrededor, una lo bastante fuerte como para que su cercanía no la afectara de ninguna manera.Faltaban menos de treinta minutos para que terminara su jornada y no tendría que preocuparse por encontrarse con él hasta el siguiente día. Suspiró y levantó la mirada hacia el pasillo que conducía al despacho de Corleone. Había perdido la cuenta de cuántas veces había mirado en aquella dirección en todo el día, como
Caterine se quedó sin palabras durante unos segundos.—Yo… No… Ese no es el punto —gruñó, al fin, frustrada.No iba a seguir discutiendo con él. No cuando era obvio por su sonrisa que disfrutaba verla perder la paciencia. Para alguien que solía gruñir la mayor parte del día, ahora que parecía haber descubierto cómo sonreír, no tenía intención de dejar de hacerlo.Giró sobre sus talones y se dirigió a la puerta con paso decidido.—Caterine —la llamó él.Consideró ignorarlo, pero su cuerpo parecía estar bajo las ordenes de Corleone, deteniéndose antes de que su mente pudiera decidirlo. Cerró los ojos por un instante y luego se volvió hacia él con el ceño fruncido.—En serio, espero que hayas disfrutado tu cita —continuó él, con una calma exasperante—, porque será la última que tengas con alguien más además de mí. No me gusta compartir.La furia la recorrió como un relámpago. Sus manos se cerraron en puños y regresó sobre sus pasos con fuertes pisadas.—No eres mi dueño —espetó—. Saldré
Caterine se vio bombardeada de trabajo apenas llegó a la oficina y tuvo que posponer su encuentro con Corleone, Incluso si estaba ansiosa por hablar con él, sus responsabilidades estaban primero. La hora del almuerzo llegó demasiado rápido y, aunque esta vez no lo evitó, no lo vio durante toda la mañana.Justo cuando se disponía a salir con Rosa, recibió un mensaje de Corleone, pidiéndole que se presentara en su oficina.—Lo siento, era un mensaje del juez —le dijo a su amiga—. Quiere verme en su oficina, no sé cuánto tiempo tomara esto. Lo mejor será que te adelantes. —¿Estás segura? Puedo esperarte.—Sí, descuida.—Está bien.Corleone giró el rostro hacia ella, lanzándole una mirada evaluativa que la hizo sentirse expuesta.—¿Estás evitándome otra vez?—Para nada —respondió de inmediato—. Aunque no lo crea, he tenido bastante trabajo que hacer. ¿Por qué quería verme?—Nosotros tenemos una conversación pendiente. ¿Planeas quedarte de pie ahí? —Corleone arqueó una ceja.Caterine se d
Corleone no era bueno poniendo sus sentimientos en palabras; ni siquiera sabía cómo hacerlo. En su familia nunca se había hablado de sentimientos. De logros, de deberes, de orgullo, eso sí; pero no de emociones. Sin embargo, estaba dispuesto a intentarlo por Caterine. Y aquello, en sí mismo, ya era una señal de cuán importante se estaba volviendo ella para él.—Con Greta todo era demasiado fácil —empezó diciendo—. Sin embargo, cuando te conocí, todo se puso de cabeza. Despertaste en mí sentimientos que ni siquiera sabía que podía sentir. Al principio eso me frustró y después de nuestro primer beso, solo me sentía más confundido. Siempre he sido un hombre controlado, pero, de pronto, parecía que ya no era dueño de mis acciones. Hizo una pausa breve.—Y no solo mis acciones, también mis pensamientos estaban fuera de control. Aun así, traté de convencerme de que era algo pasajero y fingí que todo estaba bien —Corleone dejó escapar una breve risa seca, un sonido de burla dirigido hacia s
Corleone alzó la vista hacia la puerta al escuchar unos golpes, y una sonrisa se dibujó en su rostro al ver a Caterine entrar en su oficina. Era curioso cómo sonreír se volvía tan natural para él cuando ella estaba alrededor.—Rosa empezará a sospechar si sigues llamándome a la hora de la salida —comentó ella, acercándose—. Ella, y todos los demás.—No existe ninguna regla que nos prohíba estar juntos, y ya no estoy en una relación —replicó Corleone, mientras rodeaba el escritorio y se acercaba a ella—. No estamos haciendo nada malo, así que no veo por qué me importaría que los demás se enteren de lo nuestro —continuó, tomándola de la cintura con ambas manos.Corleone levantó a Caterine y la depositó sobre el escritorio. Se acercó a ella, obligándola a abrir las piernas para acomodarse entre ellas.Caterine sonrió y entrelazó los dedos detrás de su nuca.—Creí que eras del tipo reservado —musitó.Ella se acercó con la intención de darle un beso rápido en los labios, pero Corleone la r
Corleone detuvo las caricias sobre la cabeza de Caterine al no obtener respuesta a su pregunta. Ella se había recostado en el sofá, acomodando la cabeza sobre sus piernas, al inicio de la película. No le había preguntado si podía hacerlo, simplemente lo había hecho, como si fuera lo más natural del mundo. A Corleone le gustaba lo cómoda que siempre parecía estar a su alrededor.—Caterine —la llamó en un susurro, pero no obtuvo respuesta.Con sumo cuidado, deslizó su mano para apartar la cabeza de Caterine, luego se puso de pie y la levantó en brazos. Ella se removió ligeramente, y Corleone contuvo el aliento, temiendo despertarla, pero ella continuó dormida. La observó un instante inmóvil, esperando, antes de ponerse en marcha.Habían pasado una noche increíble juntos. Habían cenado sentados en el suelo de la sala entre anécdotas de Caterine sobre su infancia que le habían arrancado más de una carcajada. No sabía cuándo había sido la última vez que rio tanto.Su mirada bajó, inevitabl
Caterine despertó con los primeros rayos del sol filtrándose entre las cortinas. Estaba recostada sobre su vientre, con el rostro vuelto hacia un lado. A diferencia de la última vez que se había despertado, recordaba muy bien dónde y con quién estaba, así como recordaba lo que había sucedido entre Corleone y ella. Su cuerpo no le habría dejado olvidarlo.Giró la cabeza en dirección contraria, y una sonrisa iluminó su rostro al darse cuenta de que Corleone seguía a su lado. Él la observaba en silencio.—Buenos días, dormilona —saludó él.Corleone habría imaginado que Caterine no podría verse más hermosa, pero se había equivocado. Ella tenía el cabello desordenado y los labios ligeramente hinchados, lo que le daba un aire vulnerable y cautivador que lo dejó sin aliento.—Buenos días, gruñón —respondió ella con la voz ligeramente ronca—. ¿Qué hora es?—Cerca de las nueve.A Caterine le sorprendió que fuera tan tarde.—¿Llevas mucho tiempo despierto? —preguntó, acomodando la mitad de su c
La imagen que recibió a Corleone lo dejó embelesado. Caterine llevaba puesta otra de sus camisetas y, al igual que la anterior, le cubría hasta la mitad del muslo. Se preguntó si estaría usando algo debajo, y la simple posibilidad de que no fuera así lo encendió de inmediato. Al parecer, estar cerca de Caterine significaba vivir en un estado de constante excitación.Ella se movía por la cocina con completa seguridad, casi parecía la dueña del lugar. Corleone, que siempre había sido receloso con su espacio personal, descubrió que no le molestaba ni un poco tenerla allí, dejando su rastro allá donde fuera. De repente, se encontró preguntándose que se sentiría tenerla allí cada día.Sabía lo apresurado que sería pedirle que se mudara con él cuando su relación acababa de comenzar, incluso si sentía correcto. Prefería dejar que las cosas fluyeran a su propio ritmo.—¿Qué estás preparando? —preguntó con voz baja.Caterine dio un respingo y soltó un pequeño gritito antes de girarse y lanzarl