Corleone no era bueno poniendo sus sentimientos en palabras; ni siquiera sabía cómo hacerlo. En su familia nunca se había hablado de sentimientos. De logros, de deberes, de orgullo, eso sí; pero no de emociones. Sin embargo, estaba dispuesto a intentarlo por Caterine. Y aquello, en sí mismo, ya era una señal de cuán importante se estaba volviendo ella para él.—Con Greta todo era demasiado fácil —empezó diciendo—. Sin embargo, cuando te conocí, todo se puso de cabeza. Despertaste en mí sentimientos que ni siquiera sabía que podía sentir. Al principio eso me frustró y después de nuestro primer beso, solo me sentía más confundido. Siempre he sido un hombre controlado, pero, de pronto, parecía que ya no era dueño de mis acciones. Hizo una pausa breve.—Y no solo mis acciones, también mis pensamientos estaban fuera de control. Aun así, traté de convencerme de que era algo pasajero y fingí que todo estaba bien —Corleone dejó escapar una breve risa seca, un sonido de burla dirigido hacia s
Corleone alzó la vista hacia la puerta al escuchar unos golpes, y una sonrisa se dibujó en su rostro al ver a Caterine entrar en su oficina. Era curioso cómo sonreír se volvía tan natural para él cuando ella estaba alrededor.—Rosa empezará a sospechar si sigues llamándome a la hora de la salida —comentó ella, acercándose—. Ella, y todos los demás.—No existe ninguna regla que nos prohíba estar juntos, y ya no estoy en una relación —replicó Corleone, mientras rodeaba el escritorio y se acercaba a ella—. No estamos haciendo nada malo, así que no veo por qué me importaría que los demás se enteren de lo nuestro —continuó, tomándola de la cintura con ambas manos.Corleone levantó a Caterine y la depositó sobre el escritorio. Se acercó a ella, obligándola a abrir las piernas para acomodarse entre ellas.Caterine sonrió y entrelazó los dedos detrás de su nuca.—Creí que eras del tipo reservado —musitó.Ella se acercó con la intención de darle un beso rápido en los labios, pero Corleone la r
Corleone detuvo las caricias sobre la cabeza de Caterine al no obtener respuesta a su pregunta. Ella se había recostado en el sofá, acomodando la cabeza sobre sus piernas, al inicio de la película. No le había preguntado si podía hacerlo, simplemente lo había hecho, como si fuera lo más natural del mundo. A Corleone le gustaba lo cómoda que siempre parecía estar a su alrededor.—Caterine —la llamó en un susurro, pero no obtuvo respuesta.Con sumo cuidado, deslizó su mano para apartar la cabeza de Caterine, luego se puso de pie y la levantó en brazos. Ella se removió ligeramente, y Corleone contuvo el aliento, temiendo despertarla, pero ella continuó dormida. La observó un instante inmóvil, esperando, antes de ponerse en marcha.Habían pasado una noche increíble juntos. Habían cenado sentados en el suelo de la sala entre anécdotas de Caterine sobre su infancia que le habían arrancado más de una carcajada. No sabía cuándo había sido la última vez que rio tanto.Su mirada bajó, inevitabl
Caterine despertó con los primeros rayos del sol filtrándose entre las cortinas. Estaba recostada sobre su vientre, con el rostro vuelto hacia un lado. A diferencia de la última vez que se había despertado, recordaba muy bien dónde y con quién estaba, así como recordaba lo que había sucedido entre Corleone y ella. Su cuerpo no le habría dejado olvidarlo.Giró la cabeza en dirección contraria, y una sonrisa iluminó su rostro al darse cuenta de que Corleone seguía a su lado. Él la observaba en silencio.—Buenos días, dormilona —saludó él.Corleone habría imaginado que Caterine no podría verse más hermosa, pero se había equivocado. Ella tenía el cabello desordenado y los labios ligeramente hinchados, lo que le daba un aire vulnerable y cautivador que lo dejó sin aliento.—Buenos días, gruñón —respondió ella con la voz ligeramente ronca—. ¿Qué hora es?—Cerca de las nueve.A Caterine le sorprendió que fuera tan tarde.—¿Llevas mucho tiempo despierto? —preguntó, acomodando la mitad de su c
La imagen que recibió a Corleone lo dejó embelesado. Caterine llevaba puesta otra de sus camisetas y, al igual que la anterior, le cubría hasta la mitad del muslo. Se preguntó si estaría usando algo debajo, y la simple posibilidad de que no fuera así lo encendió de inmediato. Al parecer, estar cerca de Caterine significaba vivir en un estado de constante excitación.Ella se movía por la cocina con completa seguridad, casi parecía la dueña del lugar. Corleone, que siempre había sido receloso con su espacio personal, descubrió que no le molestaba ni un poco tenerla allí, dejando su rastro allá donde fuera. De repente, se encontró preguntándose que se sentiría tenerla allí cada día.Sabía lo apresurado que sería pedirle que se mudara con él cuando su relación acababa de comenzar, incluso si sentía correcto. Prefería dejar que las cosas fluyeran a su propio ritmo.—¿Qué estás preparando? —preguntó con voz baja.Caterine dio un respingo y soltó un pequeño gritito antes de girarse y lanzarl
Corleone soltó una maldición por lo bajo, su mandíbula tensa mientras avanzaba lentamente hasta colocarse al lado de Caterine. Clavó la mirada en su madre, que parecía a punto de tener un ataque. Ella observaba a Caterine de arriba abajo con un aire despectivo que le encendió la sangre.A su lado, Caterine se puso de pie. Aunque él no la estaba mirando directamente, podía sentir la tensión emanando de ella, como una corriente eléctrica invisible. Pasó una mano por su cintura para tratar de trasmitirle algo de tranquilidad. —Madre, te presento a Caterine —dijo Corleone, con un tono firme y controlado—. Caterine, esta es mi madre, Rebeca Fioravanti.—Es un gusto —respondió Caterine, dando un paso al frente con la cabeza en alto.No le había pasado desapercibida la forma en la que la madre de Corleone la había mirado, con esa mezcla de desdén y superioridad que pretendía reducirla a nada. Pero no pensaba dejar que la intimidara. Tenía experiencia lidiando con ese tipo de personas. Pers
Caterine estiró los brazos al aire, desperezándose con pereza, y se unió a su familia que se encontraba reunida en la cocina. Su padre estaba concentrado frente a la estufa, removiendo algo en una sartén, mientras los demás charlaban animadamente. Los hijos de su hermana mayor corrían de un lado a otro, deteniendose de vez en cuando para acercarse a su abuelo y conseguir un pedazo de lo que estaba preparando.Estaba acostumbrada al bullicio de los fines de semana de reuniones familiares. Era una escena que se repetía al menos dos veces al mes. En ocasiones, el alboroto era mayor cuando sus tíos y primos se unían a ellos.Al tío Luka le encantaba encontrar nuevas formas de irritar al padre de Caterine, y el esposo de la tía Zinerva solía unirse a las bromas. Los dos formaban una dupla imbatible que desataba carcajadas… o miradas de fastidio. —Buenos días —saludó Caterine con ánimo, acercándose a cada uno para saludarlos, terminando con su padre, a quien le plantó un sonoro beso en la
Corleone observó al cuñado de Caterine, preguntándose qué exactamente les habría contado su novia sobre él. Era consciente que ella rara vez se guardaba sus opiniones, así que podía hacerse una idea bastante clara. Así que, probablemente, no estaba comenzando con el pie derecho. Tendría que esforzarse mucho si quería cambiar la opinión que podían haberse hecho de él.—¿Quieres algo de beber? —ofreció Caterine con una enorme sonrisa, obviamente tratando de cambiar el tema—. ¿Cerveza, refresco, agua?Corleone le dirigió una mirada divertida. Más tarde averiguaría exactamente qué le había dicho a su familia.—Una cerveza estará bien.Ella le tendió una botella y se sentó junto a él.—Gracias —dijo él, dedicándole una leve sonrisa antes de volver su atención al resto de la familia, que no dejaba de mirarlo.—¿Desde cuándo están saliendo? —preguntó la madre de Caterine, con un brillo de emoción en los ojos.—Casi un par de semanas —respondió Caterine con naturalidad.—¡No puedo creer que n