La imagen que recibió a Corleone lo dejó embelesado. Caterine llevaba puesta otra de sus camisetas y, al igual que la anterior, le cubría hasta la mitad del muslo. Se preguntó si estaría usando algo debajo, y la simple posibilidad de que no fuera así lo encendió de inmediato. Al parecer, estar cerca de Caterine significaba vivir en un estado de constante excitación.Ella se movía por la cocina con completa seguridad, casi parecía la dueña del lugar. Corleone, que siempre había sido receloso con su espacio personal, descubrió que no le molestaba ni un poco tenerla allí, dejando su rastro allá donde fuera. De repente, se encontró preguntándose que se sentiría tenerla allí cada día.Sabía lo apresurado que sería pedirle que se mudara con él cuando su relación acababa de comenzar, incluso si sentía correcto. Prefería dejar que las cosas fluyeran a su propio ritmo.—¿Qué estás preparando? —preguntó con voz baja.Caterine dio un respingo y soltó un pequeño gritito antes de girarse y lanzarl
Corleone soltó una maldición por lo bajo, su mandíbula tensa mientras avanzaba lentamente hasta colocarse al lado de Caterine. Clavó la mirada en su madre, que parecía a punto de tener un ataque. Ella observaba a Caterine de arriba abajo con un aire despectivo que le encendió la sangre.A su lado, Caterine se puso de pie. Aunque él no la estaba mirando directamente, podía sentir la tensión emanando de ella, como una corriente eléctrica invisible. Pasó una mano por su cintura para tratar de trasmitirle algo de tranquilidad. —Madre, te presento a Caterine —dijo Corleone, con un tono firme y controlado—. Caterine, esta es mi madre, Rebeca Fioravanti.—Es un gusto —respondió Caterine, dando un paso al frente con la cabeza en alto.No le había pasado desapercibida la forma en la que la madre de Corleone la había mirado, con esa mezcla de desdén y superioridad que pretendía reducirla a nada. Pero no pensaba dejar que la intimidara. Tenía experiencia lidiando con ese tipo de personas. Pers
Caterine estiró los brazos al aire, desperezándose con pereza, y se unió a su familia que se encontraba reunida en la cocina. Su padre estaba concentrado frente a la estufa, removiendo algo en una sartén, mientras los demás charlaban animadamente. Los hijos de su hermana mayor corrían de un lado a otro, deteniendose de vez en cuando para acercarse a su abuelo y conseguir un pedazo de lo que estaba preparando.Estaba acostumbrada al bullicio de los fines de semana de reuniones familiares. Era una escena que se repetía al menos dos veces al mes. En ocasiones, el alboroto era mayor cuando sus tíos y primos se unían a ellos.Al tío Luka le encantaba encontrar nuevas formas de irritar al padre de Caterine, y el esposo de la tía Zinerva solía unirse a las bromas. Los dos formaban una dupla imbatible que desataba carcajadas… o miradas de fastidio. —Buenos días —saludó Caterine con ánimo, acercándose a cada uno para saludarlos, terminando con su padre, a quien le plantó un sonoro beso en la
Corleone observó al cuñado de Caterine, preguntándose qué exactamente les habría contado su novia sobre él. Era consciente que ella rara vez se guardaba sus opiniones, así que podía hacerse una idea bastante clara. Así que, probablemente, no estaba comenzando con el pie derecho. Tendría que esforzarse mucho si quería cambiar la opinión que podían haberse hecho de él.—¿Quieres algo de beber? —ofreció Caterine con una enorme sonrisa, obviamente tratando de cambiar el tema—. ¿Cerveza, refresco, agua?Corleone le dirigió una mirada divertida. Más tarde averiguaría exactamente qué le había dicho a su familia.—Una cerveza estará bien.Ella le tendió una botella y se sentó junto a él.—Gracias —dijo él, dedicándole una leve sonrisa antes de volver su atención al resto de la familia, que no dejaba de mirarlo.—¿Desde cuándo están saliendo? —preguntó la madre de Caterine, con un brillo de emoción en los ojos.—Casi un par de semanas —respondió Caterine con naturalidad.—¡No puedo creer que n
—Entonces, ¿qué fue exactamente lo que le dijiste a tu familia sobre mí? —preguntó Corleone.Caterine apretó los labios. Había esperado que él se olvidara de eso.—Nada que no fuera cierto —respondió al fin—. Ya sabes, que eres un gruñón que ladra órdenes la mayor parte del tiempo y que carece de sentido de humor —dijo atropellándose con sus propias palabras.—¿Así que es eso lo que piensas de mí?—Sí. ¡No! Lo hacía antes. Ahora sé que tienes sentido de humor.Corleone soltó una carcajada.—Probablemente es mi culpa por preguntar.—Lo que importa es que todo salió bien hoy —dijo Caterine—. Mi mamá te adora y mi papá… bueno, aún respiras. Así que eso debe ser algo positivo, ¿verdad?Corleone esbozó una sonrisa y, con naturalidad, deslizó una mano sobre el muslo de Caterine, dándole un leve apretón.—Lo es.Caterine bajó la mirada hacia la mano de Corleone, tratando de pensar en cualquier otra cosa que no fuera la sensación que su contacto le provocaba. No fue fácil. Especialmente cuando
Corleone observó a Caterine, notando el leve atisbo de nerviosismo en su expresión. Le pareció curioso. Habría jurado que nada lograban intimidarla.—No puedo creer que vamos a hacer esto —comentó ella, girándose hacia él—. ¿Estás seguro?—Sí —respondió sin titubear—. Pero si quieres esperar un poco más, puedo hacerlo.Caterine negó con la cabeza de inmediato. Aunque le preocupaba la reacción de los demás, no quería que su relación con Corleone fuera un secreto, como si estuviera haciendo algo indebido.Por supuesto, siempre habría quienes se preguntarían cuándo había comenzado lo suyo con Corleone y si había interferido en su relación con Greta. No podía hacer nada para evitar ese tipo de rumores, salvo esperar a que, con el tiempo, se extinguieran por sí solos. —No, estoy bien.Corleone se acercó a ella y la besó. Cuando se separaron, ambos respiraban con dificultad, pero él notó que Caterine parecía menos tensa.—¿Estás lista? —preguntó en voz baja.Caterine asintió, y él le dedic
Corleone no estaba de muy buen humor. Había tenido que cancelar sus planes con Caterine para esa noche debido a su madre. Cuando ella le envió un mensaje, pidiéndole que se reunieran, decidió que lo mejor era aceptar. Después de que ella apareciera en su casa la semana anterior sin invitación, prefería evitar una escena similar otra vez.Había cambiado las claves de acceso de su casa, pero eso no impedía que su madre se presentara en su oficina. Y aunque hacer escándalos no era propio de ella, todavía podía encontrar la manera de hacer quedar mal a Caterine. No iba a dejar que hiciera quedar en ridículo a su novia en su lugar de trabajo.Su humor solo empeoró cuando llegó al restaurante y vio que su madre no estaba sola. Sentada frente a ella, de espaldas a él, estaba Greta. Por un instante, Corleone consideró darse la vuelta e irse, pero su madre lo vio antes de que tuviera oportunidad de marcharse y le hizo un gesto con la mano.—Buenas noches —saludó, mirando primero a su madre y l
—Esa es mi parte favorita —comentó Caterine con una sonrisa.Corleone y ella estaban sentados en la sala de su casa, mirando una película. Caterine tenía la cabeza sobre el hombro de Corleone, mientras él la rodeaba con un brazo por los hombros.Al no obtener una respuesta, levantó la mirada y lo observó con atención. Aunque estaba físicamente a su lado, su expresión distante y su mirada perdida delataban que sus pensamientos estaban muy lejos de allí.—Corleone —lo llamó suavemente, posando una mano sobre su pecho.Él giró el rostro hacia ella.—¿Qué sucede? —preguntó.—Eso es lo mismo que quiero saber —dijo con voz suave—. Has estado actuando extraño toda la semana, desde que te encontraste con tu madre. Es evidente que algo te molesta. ¿De qué se trata? Y ni siquiera intentes fingir que no pasa nada —advirtió.Un largo silencio siguió a sus palabras. Caterine empezó a pensar que Corleone no diría nada. Después de todo, él no era muy bueno para hablar con facilidad sobre sus preocup