CAPÍTULO 45. Una promesa

Marianne suspiró cuando la sonrisa pícara de Stela asomó por aquella puerta en el mismo avión en el que habían mandado a buscar a Gabriel. No le sorprendía porque después de todo era una organización privada y arreglar un viaje adicional con ellos no era difícil.

—Te voy a extrañar mucho, mocosa. Diviértete con Stela —dijo él dándole un beso antes de subir al avión.

Se suponía que no durara más de cuatro días aquella misión, pero aunque Marianne tenía a Stela tratando de mantenerla tranquila, pasó aquellos días como si caminara sobre brasas ardientes.

Por más que se dijera que Gabriel hacía lo mismo desde hacía catorce años, no era tan simple.

—De verdad estabas enamorada… —murmuró Stela viendo aquellos cuadros, de los que una gran parte tenían que ver con el capitán—. ¿Me regalas uno? ¡Digo… no de Gabriel! Este me gusta —murmuró señalando a un paisaje del lago que Marianne había pintado.

—Claro que sí, todos los que quieras —le sonrió su amiga.

—Oye tienes que calmarte, va a regresar
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