—Tienes que entender algo: el veneno es el arma de los cobardes —le había dicho el detective a cargo del caso.—¿A qué se refiere?Cuatro días antes, Maya se había quedado sentada en aquella oficina del precinto mientras Lucio salía detrás del policía para hablar con él.—Mire, señor Harper, Finneas Garbiner ha estado lo bastante cerca como para dispararle a la señorita Di Sávallo varias veces, pero...—¿Pero qué? —preguntó Lucio impaciente.—Prefirió el veneno. Tomó la decisión de envenenarla. ¿Por qué iba a hacer eso? Hay muchas razones, desde lógicas hasta absurdas —continuó el detective encogiéndose de hombros—, pero al final todo se reduce a una cosa: para los cobardes, es más fácil matar a alguien a traición que enfrentarse a ellos cara a cara. Dicen que el veneno es el arma de las mujeres porque físicamente pueden llegar a ser más débiles a la hora de enfrentarse a un hombre. Pero si se trata de un hombre que evidente le saca ventaja en fuerza a su víctima, solo podemos deducir
Fin se miró el pecho, en donde comenzaba a crecer una mancha rojiza que en un instante se extendió hasta su abdomen. Un grito ahogado brotó de sus labios cuando cayó al suelo, y todos supieron que era demasiado tarde para pedir ayuda.—No… no… tú no… —balbuceó con su último aliento.Su vista se fue enturbiando mientras la habitación giraba a su alrededor, y antes de que cualquier pudiera acercarse a restañar la sangre que salía de su pecho, sus ojos se pusieron vidriosos y su mirada se quedó vacía.Estaba en el suelo, muerto, mientras aquella pistola en las manos de Maya ni siquiera temblaba. Se quedó mirando el cuerpo inerte de Finn, comprendiendo lo que había hecho. Había visto aquel movimiento antes que nadie y ni siquiera lo había pensado antes de sacar la pistola que Lucio llevaba en el cinturón y disparar.Apretó los labios y Lucio le quitó el arma en un segundo, dándosela al detective.—Hey, nena, tranquila —le dijo él en voz baja, en un intento por calmarla mientras la abrazab
Con el silencio tan profundo que había en aquel teatro, Maya juraba que podía sentir el corazón traidor de Vlad desbocado por el miedo, mientras la mirada como si fuera un fantasma o una alucinación.—¡Tú...!—Sí —dijo Maya inclinándose hacia él con una vocecilla fría—. ¡Yo misma!—¡Pero tú estás... deberías... deberías estar...! —exclamó él, aun sin atreverse a creer que estuviera frente a él.—¿Muerta? Eso fue lo que creíste, ¿cierto? —dijo ella, acercándose más a él—. ¿Crees que te vas a librar de mí así tan fácilmente? —siseó Maya, mirando el rostro pálido de Vlad. Él intentaba mantener la compostura, pero estaba visiblemente nervioso—. Pensaste que todo tu plan con Finn funcionaría, que él haría lo que tú no tenías huevos para hacer y que me sacaría de tu camino, ¿eh? Pensaste que sería tan fácil conseguir mi puesto luego, que no dudaste en correr hacia aquí en cuanto el director te llamó...Vlad miró tras ella, la figura imponente de Lucio Harper se levantaba a su derecha, mient
"Quédate". Era una palabra simple que ni siquiera llevaba esfuerzo, pero Lucio ni siquiera había podido pronunciarla. Mientras estaba sentado en aquella butaca de su palco especial en el teatro, presenciando el último concierto de Maya, su corazón y su mente libraban una batalla muy difícil. Los dos querían exactamente lo mismo, pero no estaba seguro de que para Maya fuera igual. Trató de concentrarse en la música, pero no podía sacar a Maya de su mente. Ella tocaba tan bien, con tanta maestría y pasión, que era imposible no sentirse cautivado por cada nota que salía de sus dedos. A medida que el concierto avanzaba, Lucio se dio cuenta de que el corazón con que había iniciado aquella aventura había cambiado mucho en siete semanas. Sabía que aquella no sería la última vez que vería a Maya, probablemente ella lo esperaría en alguno de sus conciertos, pero estaba seguro de que no le pediría que formalizaran su relación. Ninguno de los dos lo haría. Después de todo, ella era un genio de
Paris era indudablemente la ciudad del amor, pero aquel espíritu de romance solo había logrado que Maya sintiera una nostalgia infinita por Lucio. Era imposible no pensar en él en cada rincón, en cada esquina, en cada momento… y era aún más difícil no extrañarlo.El concierto de aquella noche no fue una excepción. El auditorio estaba lleno de gente, todos los asientos ocupados por expectantes admiradores que ansiaban ver a la famosa violinista italiana. Desde su posición en el camerino, Maya podía escuchar los gritos y aplausos que la recibirían al salir al escenario, pero no se sentía con ánimos para tocar. Su corazón estaba demasiado lejos de allí.Cuando salió al escenario, no pudo evitar que sus ojos se humedecieran, pero igualmente dio todo de ella para hacer de aquel concierto tan único como todos los demás. El público se puso de pie para ovacionarla cuando terminó, y después de agradecer y saludar, Maya se retiró a su camerino.—Señorita Di Sávallo, hay un admirador que quiere
Pocos meses después.Lucio se había despertado más emocionado que nunca, Maya debía llegar en un par de días de su último destino en la gira de la Filarmónica. Tendría dos meses de vacaciones antes de asentarse en Viena durante todo un año, así que Lucio estaba en las nubes.Los últimos meses habían estado muy movidos. Él se aseguraba de estar en la mayoría de sus conciertos, y Maya viajaba a Ginebra cada vez que podía para estar algunos días con él.Lucio se había perdido su último concierto, pero era por una buena causa, y era que estaba preparándose para cuando ella llegara.Ahora eran muchos más en la ciudad. Su hermana Stela había llegado con su novio, Marianne y Gabriel también estaban de regreso en la ciudad con su bebé, así que la vida se había vuelto todavía más emocionante. La casa era un tránsito constante de amigos y eso era una alegría para él. Sin embargo, nada se comparaba con la felicidad de tener a Maya a su lado.Miró aquel estudio de grabación que había mandado a co
CIERRE DE LA SERIE OBSESIONADA, que incluye los libros:Obsesionada, el guardaespaldas de mi prometido. Loc@ por ti. La chica del violín.CINCO AÑOS DESPUÉS—¿Estás nervioso? ¿Del uno al diez? —preguntó Carlo pasando un brazo sobre los hombros de Lucio.—¿Del uno al diez?, preferiría que me hicieran veinte espartanas antes que volver a escucharla gritar —murmuró Lucio nervioso.—¡Oye, está teniendo un bebé! No puedes esperar que no grite —rio Carlo—. ¿No se suponía que después del segundo ya te habías acostumbrado?Lucio negó con vehemencia.—¡Jamás me voy a acostumbrar a esto, solo quiero que ella y el bebé estén bien!Pocos minutos después dos mujeres llegaban corriendo por el pasillo.—¡Llegamos, llegamos! —gritó Marianne entusiasmada—. ¿Ya nació?—Todavía —respondió Lucio abrazándola y luego a su hermana Stela—. Su mamá está con ella y yo me estoy muriendo de los nervios.—¿Quieres un paseíto en helicóptero para que se te quite? —preguntó alguien palmeando su espalda y Lucio sonri
Marianne abrió apenas los ojos, porque el dolor casi no la dejaba recuperar la consciencia. Además de eso, el peso de su pequeño cuerpo, que colgaba de sus muñecas, hacía que no pudiera respirar bien. La espalda de su blusa estaba deshecha y su piel marcada con decenas de latigazos que habían hecho correr la sangre hasta el suelo.—¿Y si la matamos ya? —dijo una voz lejos de ella y extrañamente eso no la asustó. Morirse era mejor a que la siguieran torturando.—Debemos esperar la respuesta del padre. Tiene que entregarnos esos archivos clasificados —respondió otro hombre.—¿Y qué más da si los entrega o no? ¡Ya nos pagaron por matarla! —rezongó el primero.—Sí, pero tiene que ser creíble… —murmuró el otro, y el cerebro de Marianne estaba tan embotado que no lograba comprender lo que querían decir. Después de todo solo tenía doce años y estaba muy herida.De repente algo estalló cerca de ellos. Un humo blanco se levantó y los disparos resonaron por toda la estancia sin que uno solo la