Habían pasado tres días desde la revuelta, Lennox estaba cada vez más mal y lo peor era que no aceptaban darle ningún medicamento. Los guardias, incluyendo al Comandante Hopper, que al parecer dirigía aquella prisión clandestina, habían salido a la persecución de fugitivos como si fuera temporada de caza, así que al menos por tres días Gabriel se había ahorrado la tortura.Sin embargo otra cosa peor lo estaba lastimando y era saber que Lennox se le iba a morir en los brazos si no lograban salir de allí.Hacía dos noches que la fiebre no le bajaba, así que cuando le permitieron a Gabriel salir para ir a comer con el resto de los reclusos, no dudo ni un instante en escabullirse hasta la enfermería.Por desgracia su suerte no era la mejor, y al abrir la puerta de la habitación se topó primero de frente con el médico. El codo de Gabriel se dirigió directamente a su nariz para golpearlo y lo dejó aturdido mientras usaba la poca fuerza que le quedaba para pasar el brazo alrededor de su cuel
Lucio se dio cuenta perfectamente de que Stela su hermana se estaba retrasando a propósito, así que se aseguró de acaparar toda la atención del Director del hospital.Apenas los vio doblar la primera esquina, Stela regresó sobre sus pasos y abrió la puerta de aquel cuarto. Olía terrible y era evidente que la muchacha se había orinado encima.—¡Por Dios, ¿qué es esto?! —A Stela se le humedecieron los ojos al verla—. ¡Marianne! ¡Marianne, contéstame por favor…!Pero solo la vio retroceder a pesar de las correas, tratar de apartarse y mirarla como si fuera una completa extraña.A Stela se le hizo un nudo en la garganta, sabía dios con qué la habían drogado o qué le habían hecho como para que ni siquiera la reconociera, pero de lo que sí estaba segura era de que aquello era obra de Astor.Marianne estaba completamente perdida y Stela sabía que quizás ya era demasiado tarde para ayudarla, pero aun así tenia que intentarlo.—¡Marianne…! Por favor, mírame! ¿Sabes quién soy? ¡Stela…! ¡Soy Ste
—¡Vamos Reed, sube, sube! —apremiaba Max mientras le resto del equipo ya estaba en el interior del avión.El médico se apuró. Y se ajustó los cinturones mientras el aparato despegaba.—¿Por qué demoraron tanto? —gruñó el doctor con molestia—. ¡Pensé que la organización estaba tan apurada como nosotros por ir a rescatarlo! ¡Ya pasaron seis horas! ¿Y apenas ahora vamos saliendo?—Eso es porque nosotros vamos a ir a buscar a Gabriel, pero no vamos a ser los que lo rescatemos —le explicó Max mientras abría una computadora portátil sobre sus rodillas, que más parecía un bloque de aluminio que una laptop.—¿Qué quieres decir con que no lo vamos a rescatar? —espetó Morgan mientras el aparato despegaba.—Después de lo que pasó, los muchachos están muy comprometidos con esto, ¡maldición Reed, tú eres el psicólogo, yo no tendría que decirte esto! —rezongó Max.—¿Entonces quiénes van a buscarlo?—La organización tenía un equipo activo en Libia, ya lo enviaron, con suerte dentro de poco tendremos
«Estaba sola en la casa del lago… cuando Benjamín la atacó…»«La mocosa no sobrevivió…»Gabriel sintió como si unas manos invisibles alrededor de su garganta no lo dejaran respirar.«La mocosa no sobrevivió…»Negó con fuerza mientras sus nudillos se volvían blancos de tanto apretar las sábanas.—No puede ser…«La mocosa no sobrevivió…»—Gabo esto no es tu culpa…«La mocosa no sobrevivió…»Gabriel sintió esas agujas detrás de los ojos que anunciaban las lágrimas, pero todo lo que salió de su pecho fue un rugido sordo y agónico. Porque sí, era su culpa. Todo era su culpa.—Marianne… no… la mocosa no… ¡la mocosa no, Reed! —gritó desesperado y antes de que se lastimara más de lo que ya lo estaba, los tres hombres en aquella habitación trataron de contenerlo, pero Reed no lo sedó, porque sabía que si lo hacía, cuando despertara todo aquello se volvería a repetir.Lo vieron quebrarse, llorar, gritar, maldecir, hasta que en algún punto, como pasa con todas las olas de dolor, aquel vacío y aq
—¿Qué más podemos hacer?Tres meses después de que Stela, Lucio y Marianne llegaran a Suiza, por fin el doctor había declarado que Marianne podía salir de la clínica de retiro. Stela había estado todo el tiempo con ella, y Lucio las visitaba casi todos los días.—No se puede hacer más, ella está bien —había respondido el médico.—Pero es que apenas nos recuerda… —había dicho Stela.—Pero eso no le impide quererlos, ni confiar en ustedes. Marianne ha pasado por mucho. Esperar que vuelva a ser ella misma en solo tres meses después de todo lo que le sucedió, es imposible —había explicado el médico—. Nuestro trabajo es ponerla en contacto con una realidad que sea sana para ella. Marianne está en contacto con la mayor parte de su identidad, ha vuelto a pintar, está tranquila, ya no necesita medicación, asiste a sus terapias, se ocupa, pasa tiempo con sus amigos —había dicho señalándola a Stela y a Lucio—. Es cierto que una gran parte de sus recuerdos todavía no vuelven, pero tienen que ent
Caminó despacio, no porque quisiera pasar desapercibido, sino porque sentía que apenas si podía arrastrar los pies. ¡Marianne estaba viva! Pero ¿por qué actuaba como si no lo conociera? ¿O era que no estaba actuando y de verdad…? ¿Y si no era ella?La mente de Gabriel volvió a las fotos, había insistido en que Reed le enseñara las fotos del archivo forense y ella… estaba muerta, ¡Reed la había visto…! ¿¡Cómo era posible!?Decían que todos en le mundo tenían un doble, ¡pero aquella muchacha era como una copia exacta de Marianne! ¡Y se llamaba igual! ¡No podía haber tanta coincidencia!La siguió, a ella y al hombre que la llevaba, y los vio entrar en una hermosa mansión en medio de la ciudad. Sabía que tenia que hacer algo, pero no tenía idea de qué, simplemente estaba aturdido, paralizado.Todavía estaba allí cuando una limusina se detuvo frente a la casa y los vio salir, ella colgada de su brazo, con un largo y elegante vestido. Gabriel detuvo un taxi y le pidió al taxista que los sig
Era como autómata. Como una de esas marionetas a las que un ser superior gobernaba y solo podía moverse sin reaccionar, sin rebelarse.Sus pasos lo llevaron de vuelta al hotel, a aquella cama y a mirar aquel techo mientras sentía que su corazón se hacía pequeños pedazos.Su mocosa estaba viva, pero no lo recordaba. Lo había visto a los ojos y no lo había reconocido. Y acababa de comprometerse con el hermano de Stela. ¿Qué demonios estaba pasando?Para cualquier otro hombre, largarse de vuelta a América era la opción más inteligente, pero no para él. ¡Algo estaba pasando! ¡Algo le habían hecho! ¡Pero Lucio Hamilton no parecía la clase de hombre que…!La verdad era que no lo sabía, no sabía nada. ¡Pero tenía que averiguarlo!Estaba medio amodorrado y medio teniendo pesadillas cuando sintió que tocaban a su puerta.—¿Listo para irnos? —preguntó Lennox entrando y Gabriel se sentó en la cama con expresión cansada.—No, no puedo irme, me voy a quedar aquí —respondió Gabriel y su amigo frunc
El departamento de huéspedes de la mansión estaba separado de ella por unos cincuenta metros, y Lucio le indicó que podía dejar allí su maleta apenas llegaron.—Venga a la casa cuando termine de instalarse, señor Scott. No hay mucha gente a la que conocer, pero igual hacemos las presentaciones.Gabriel solo tenía una pequeña maleta, así que la dejó en una esquina mientras miraba alrededor. Dos habitaciones cómodas con sus baños. Y un espacio de salón, comedor y cocina. Más que suficiente para quien viniera de visita, más que suficiente para él.Gabriel buscó los lugares estratégicos en los que esconder el par de armas que había traído y cinco minutos después caminaba hacia la casa. Estaba entrando por una de las puertas laterales que daban al jardín cuando se topó de frente con un cuadro.No, no era una persona. Era un cuadro enorme que avanzaba mientras alguien trastabillaba intentando cargarlo.—A ver, a ver, yo ayudo —dijo levantándolo del otro lado y llevándolo hacia la puerta.—G